Los personajes que aparecen en la siguiente historia no me perteneces, son del viejito encantador George R.R. Martin


SANDOR

Mientras salía del campo de batalla la recordó, nuevamente revivió la escena de la despedida de la princesa Myrcella. El tumulto de gente atacándolos, pidiendo comida, lanzando piedras y gritando groserías; cuando llamaron al rey "bastardo" incluso le pareció gracioso, se volteó para que no viera como su rostro esbozaba una retorcida sonrisa. Cuando las cosas iban subiendo de tono y la muchedumbre no se disipaba y unían sus voces gritando pan, buscó con la mirada al pequeño león, la grandeza y altanería se le habían ido del cuerpo, estaba pálido, al parecer porque ser Mandon le había cortado la mano a uno que se atrevió a tocarlo; la sangre manaba y soltó una carcajada que parecía un gruñido, llegaba lo que le gustaba, la matanza. Como siempre se iba a lanzar a la pelea contra lo que se le cruzase pero por su mente pasó una simple palabra "Pajarito" se sorprendió buscando entre la multitud a la loba; se veía el color pardo en todos lados, ese color desteñido típico del pueblo, lleno de hedores, de podredumbre y mierda. Lo primero que reconoció fue a la yegua alazana, arriba estaba ella, como siempre, asustada y temblando de miedo, aunque esta vez no era por sus cicatrices. Se acercó a punta de espadas alejando a quien tratara de herirla, claro que eso ya había pasado, un hilillo de sangre corría por su cara.

-Retrocede pajarito – bufó el perro – espero la yegua pueda el peso de ambos – Sansa permaneció inmóvil – ¡Ahora! – ante el grito la muchacha se sentó casi en el anca de su yegua.

Se subió, y por primera vez se le acercó sin que le dijera nada, sus delgados brazos lo rodearon y lo apretaron con desesperación. Su pecho se aceleró, y por un instante el tiempo se detuvo y eran solo ellos, claro que el momento que cantan los bardos tenía que terminar, sobre todo con el caos que sucedía alrededor, comenzó a hacer que avanzara la yegua entre la multitud, las miradas se posaban en él, en su cicatriz, como siempre, sólo un imbécil podría intentar algo, pero los imbéciles abundan en Desembarcadero del Rey, sobre todo ahora que los gobernaba uno. Sintió una mano entre su pierna y la de la muchacha y de inmediato, como un reflejo, su espada se posó en la carne, sacando de cuajo la extremidad del hombre, después de eso se abrió un pequeño camino para que pasaran. Llegaron con el resto a trote ligero y su contacto físico terminó, al menos ese día.

-Sólo es una despedida, nada más – Sandor pensaba en voz alta, tratando de disipar los recuerdos que habían llegado de pronto – es lo que los caballeros hacen, y a ella le gustan los caballeros.


Primer capítulo de tres, dejen sus comentarios :)