Hola... Cm han estado?... Espero que bien... no he abandonado Playboy por contrato, solo tengoque hilar ideas y no saben todas las que tengo...

Me paso por áca con otra adaptacion!!! Si, otra más queridos/as.. Esta hermosa historia la leí fruto de un Reto de literatura en el cual hay que leer a una autora o autor por mes... este mes me toco a Laura Lee Guhrke Amor prohibido.

Mientras la leía iba reviviendo cada escena con nuestros personajes favoritos... Me fue imposible no hacerlo con nuestro par favorito... Cada detalle, cada personalidad, muy de ellos...Así que les quise compartir esta hermosa historia.. Espero les guste.. Pido disculpas por si se pierden con los lugares y los nombres pero no estoy muy entereda a como eran las clases en ese tiempo así que si me falta algo de etiqueta perdonen...

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Capítulo 1.

"Y el amor roto, cuando vuelve a nacer, crece más bello que el primero, más fuerte, más grande".

-William Shakespeare-

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Hampshire, 1830

Nadie que se fijara en Sakura Kinomoto se imaginaría que ella pudiese tener ningún placer prohibido, secreto. Su aspecto era corriente, las gafas no ayudaban mucho, tenía el pelo castaño claro y lo llevaba recogido en la nuca. Todos sus vestidos eran de diferentes tonos de beige, marrón o gris. Su altura era normal, y su figura quedaba escondida debajo de los anchos y cómodos delantales que llevaba para trabajar. Tenía una voz suave y agradable de escuchar, sin notas estridentes que llamaran la atención.

Nadie que la juzgara sólo por su apariencia podría imaginar que la señorita Sakura Kinomoto tenía la escandalosa costumbre de mirar el pecho desnudo de su patrón siempre que se presentaba la oportunidad, aunque la mayoría de las mujeres estarían de acuerdo en que Shaoran Li, duque de Tremore, tenía un torso que valía la pena observar.

Sakura apoyó los codos en el alféizar de la ventana y levantó el catalejo de latón. Utilizar ese aparato con las gafas era difícil, así que se las quitó y las dejó en la repisa. Volvió a acercarse el catalejo y, desde la distancia, escudriñó toda la excavación, buscando a Shaoran entre los trabajadores.

Siempre que pensaba en él lo hacía usando su nombre. Cuando le hablaba, lo llamaba «señor», como todo el mundo, pero en su cabeza y en su corazón, él siempre era Shaoran.

Éste estaba hablando con el señor Terada, el arquitecto de la excavación, y con sir Yue Tsukishiro, el vecino más cercano del duque y anticuario amateur como él. Los tres hombres estaban en medio de unos campos de la excavación, rodeados de muros, columnas rotas y restos de lo que había sido una villa romana. En ese momento, discutían sobre el mosaico que se hallaba bajo sus pies y que habían descubierto los trabajadores esa misma mañana.

Cuando Sakura localizó la fuerte figura de Shaoran, sintió un familiar vuelco en el corazón, una mezcla adictiva de placer e incomodidad. Era una combinación que, cuando estaba en su presencia, le trababa la lengua y le hacía querer fundirse con su entorno, pasar desapercibida; en cambio, cuando lo contemplaba como ahora, deseaba convertirse en el centro de toda su atención. El amor, pensaba, debería ser una cosa agradable, cálida, dulce, no algo que dañase el corazón con su intensidad.

Sakura sentía esa intensidad ahora, mientras lo observaba. Cuando estaba en Tremore Hall, él pasaba siempre dos o tres horas al día trabajando junto al señor Terada y el resto de los hombres en la excavación. Algunas veces, si ella no estaba en las ruinas y la tarde de agosto era excepcionalmente cálida, Shaoran se quitaba la camisa. El día era muy caluroso.

Para Sakura, él casi formaba parte de la excavación romana que lo rodeaba. Era como una escultura. Con su poco frecuente altura de más de metro ochenta, sus anchos hombros y desarrollados músculos, pese a su cabello chocolate despeinado y su piel bronceada parecía un dios romano esculpido en mármol. Ella lo miraba mientras los tres hombres continuaban discutiendo sobre el mosaico, y tuvo la extraña sensación que experimentaba cada vez que lo veía, y que hacía que le costara respirar y que su corazón se acelerara como si hubiera estado corriendo.

Sir Yue trató de mover una urna que tapaba parte del mosaico, pero Shaoran se lo impidió y la levantó él mismo. A Sakura le encantaba esa caballerosidad, que sólo reafirmaba la buena opinión que ya tenía de él. Quizá fuera duque, pero no permitía que un hombre como sir Yue, mucho mayor que él, pudiera hacerse daño.

Shaoran llevó la urna hacia el carro que había cerca y la colocó junto a una serie de ánforas de vino rotas, estatuas de bronce, fragmentos de frescos y otros descubrimientos. Al final del día, trasladarían las piezas a un edificio cercano, donde se almacenaban todos los objetos a la espera de que Sakura pudiera restaurarlos, dibujarlos y catalogarlos para la colección de Shaoran.

El ruido de pisadas acercándose a la biblioteca la distrajo de sus clandestinas observaciones. Plegó el catalejo y, apartándose de la ventana, se lo guardó en el bolsillo del delantal. Cuando Naoko, una de las muchas doncellas que trabajaban en Tremore, entró en la estancia, Sakura estaba sentada a su escritorio, con un libro de cerámica romano-inglesa delante, simulando que trabajaba.

—He pensado que quizá querría un poco de té, señorita Kinomoto —dijo Naoko mientras dejaba una taza y la tetera en el gran escritorio de Sakura, al lado de las montañas de libros de antigüedades romanas y de latín.

—Gracias, Naoko —contestó, tratando de sonar muy concentrada.

La doncella se volvió para irse.

—Creía que no podía ver sin sus gafas, señorita —dijo por encima del hombro—. No creo que le sean de mucha utilidad allí, en la repisa de la ventana.

La doncella desapareció en el pasillo y Sakura escondió su sonrojada cara entre las páginas del libro. «Me han vuelto a pillar.»

Aun así, ¿quién podría culpar a una chica tímida, discreta y sencilla que pasaba la mayor parte de su tiempo enterrada entre trastos viejos y libros de latín, por estar enamorada de su patrón cuando éste era tan atractivo?

Sakura se desperezó en su silla con un suspiro y, a continuación, con la barbilla apoyada en la mano, miró al vacío; soñaba con cosas que sabía que nunca se harían realidad.

Él era un duque, se recordaba Sakura a sí misma, y ella trabajaba para él. La había contratado hacía ya cinco meses, y le pagaba el generoso salario de cuarenta y ocho libras al año por restaurar frescos, mosaicos y antigüedades, y por confeccionar un catálogo para el museo que él estaba construyendo en Londres. Era un trabajo exigente, con un patrón exigente, pero estaba contenta. Hacía todo lo que se le pedía, no sólo porque era su trabajo, sino también porque estaba enamorada de él, y amarlo era para ella un placer secreto y oculto.

Shaoran se recostó en la bañera de cobre con un suspiro de satisfacción. Dios, estaba cansado, pero el trabajo había merecido la pena. El suelo de la estancia que él y los trabajadores habían descubierto esa mañana era extraordinario.

También habían encontrado una pared entera llena de frescos, dañados y medio descoloridos, pero que parecían muy eróticos. Tenía que acordarse de contárselo a Arumi, especialmente el que mostraba al amo de una casa como si fuera el dios Príapo con el pene en uno de los platos de una balanza, y barras de oro en el otro. No había necesidad de decirle a Arumi qué lado parecía el más pesado. Las amantes siempre entendían ese tipo de chistes.

—¿Joven Shaoran?

Abrió los ojos y se encontró con Wei de pie al lado de la bañera con una pastilla de jabón yun nuevo cubo de agua humeante. Shaoran se incorporó un poco para que su mayordomo pudiera lavarle el pelo y disfrutó del aroma del jabón de limón y de la sensación de quitarse de encima toda la suciedad y el polvo de un día de trabajo.

Cuando Wei hubo acabado, Shaoran se levantó y salió de la bañera. Tomó la toalla caliente que le ofrecía su mayordomo y empezó a secarse mientras éste abandonaba la habitación.

Pensar en Arumi hizo que Shaoran cayera en la cuenta de que hacía meses que no veía a la belleza de ojos y cabello negros. Hacia un año que era su amante, pero apenas la había visitado en media docena de ocasiones.

La excavación de Tremore había captado toda su atención y lo había mantenido alejado de la casa que él le había comprado, a las afueras de Londres.

Shaoran tiró la toalla y se peinó el pelo aún mojado con las manos. Después se dirigió a su dormitorio, donde Wei le esperaba con una camisa de lino y un batín de seda de jacquard negro y dorado. Levantó los brazos para que le pasara por la cabeza la camisa y entonces la puerta se abrió y entró un sirviente.

—Lady Miara está aquí, selor —dijo el moso haciendo una reverencia.

—¿Tomoyo? —Shaoran no esperaba a su hermana, y miró sorprendido por encima del hombro al sirviente mientras su mayordomo le abotonaba la camisa.

—¿Cuándo ha llegado?

—Hace un cuarto de hora, señor.

Shaoran profirió un insulto. Si Miara había avergonzado otra vez a Tomoyo con un escándalo, iría a por la cabeza de ese sinvergüenza.

—Dígale a la vizcondesa que enseguida estaré con ella, y haga traer madeira y oporto.

—Muy bien, señor. Lady Miara ha dicho que le esperaría en su sala de estar.

El sirviente se fue y Shaoran introdujo los brazos en las mangas del batín. Unos minutos más tarde, salió de su habitación y fue a la de su hermana, que estaba justo en el otro extremo del pasillo. Un sirviente le abrió la puerta para que entrase. La salita era una fantasía barroca de terciopelo rosa, brocados blancos y adornos dorados, que conjuntaban perfectamente con la belleza etérea y el carácter fuerte pero femenino de Tomoyo.

La preocupación de Shaoran de que la visita se debiera a malas noticias se disipó cuando su hermana lo vio y empezó a reírse. Ese sonido lo tranquilizó, y media sonrisa se dibujó en su rostro. Estaba contento de oírla reír. Era mucho mejor que oírla llorar por culpa de su desgraciado marido.

—¿Qué te parece tan divertido?

—Tú —dijo ella levantándose del sofá—. Pareces un decadente potentado turco con ese batín y esa expresión en la cara. Es como si estuvieses a punto de ordenar que le cortasen la lengua a alguien.

—No, la lengua no —contestó él, tomandole las manos—. Lo que tenía en mente era más bien la cabeza de Miara.

Tomoyo lo besó afectuosamente en las mejillas y le dio la espalda. A Shaoran no se le escapó que ella no lo miraba a los ojos.

—No hay necesidad de hacer algo tan drástico, pequeño lobo —dijo, y volvió a sentarse en el sofá.

—Tomoyo, sabes que no me gusta que me llames así, pero solo porque eres mi hermana te lo voy a dejar pasar. Volviendo a lo importante, ¿quieres decir que finalmente ha decidido comportarse? —Shaoran se sentó en la silla a rayas rosas y blancas que estaba delante de ella.

Antes de que pudiera responder, una criada entró en la habitación con el oporto, el madeira y dos vasos. Colocó la bandeja en una mesa al lado de Tomoyo y salió.

—Tú quieres oporto, por supuesto —dijo Tomoyo, y sirvió el vino.

—¿Se está comportando o no? —Shaoran se inclinó hacia adelante para agarrar el vaso de manos de su hermana—. Mírame, Tomoyo, y dime la verdad.

Tomoyo buscó sus ojos.

—La verdad es que no lo sé. Miara no me informa de sus actividades, pero ayer descubrí que su más reciente afición son los baños de mar.

Por su tono de voz, Shaoran supo que nada había cambiado.

—¿Miara está en Brighton?

—Su llegada, por supuesto, me ha obligado a partir de allí de inmediato.

Shaoran frunció el ceño.

—No puedes evitarle para siempre, Tomoyo. En lo bueno y en lo malo, es tu marido, y tú apenas has pasado dos semanas con él este último año. Las habladurías están descontroladas. Incluso hasta aquí, a Hampshire, han llegado los rumores.

—Hablando de rumores —le interrumpió ella—. He oído varios acerca de ti últimamente. —Levantó su copa y le dirigió una mirada inquisitiva a su hermano—. ¿Es posible que pronto tenga una cuñada?

Sus palabras irritaron a Shaoran. No porque ella le hiciera tal pregunta, sino porque no le gustaba nada ser objeto de rumores y especulaciones.

—Ah —dijo él, y tomó un sorbo de oporto—. Veo que las noticias de mi último viaje a Londres han llegado hasta la costa de Brighton.

—¿Pensabas que no lo harían? —contestó Tomoyo sonriendo—. El magnífico duque de Tremore, un hombre que nunca baila en las fiestas, que ni muerto entraría en Almack's, que evita a las jovencitas de impecable linaje como si tuvieran la peste, de repente lleva las esmeraldas ducales a Londres para que las limpien. La mayoría de nuestros amigos creen que es un claro indicio de que va a haber una duquesa. ¿Vas a casarte finalmente? Por favor, dime que sí. Nada me gustaría tanto como saber que has encontrado a alguien que te hace feliz.

Él estudió la cara de su hermana por encima del borde de su vaso sin decir nada durante unos instantes. ¿Cómo podía una mujer casada con un hombre como Miara ser aún tan optimista sobre la felicidad en el matrimonio?

—Sí, me voy a casar —le confirmó.

Tomoyo gritó de alegría.

—¡Oh, es maravilloso! Me he pasado todo el camino barajando nombres, pero no me puedo imaginar quién ha capturado tu corazón. Llevas encerrado aquí desde marzo. ¿Quién es ella?

—¿No te lo imaginas? Una elección se destaca sobre el resto. Se trata de Meiling, la hija mayor de Wong .

—¡Puf! —Tomoyo se tumbó sobre los cojines del sofá con una mueca de asco—. No puedes hablar en serio.

—Wong es un marqués muy bien relacionado. Lady Meiling será una excelente duquesa. Está bien educada y tiene una fortuna sustanciosa. También tiene salud, elegancia, y es bastante hermosa.

—Y es tan inteligente como el poste de una valla.

Él se encogió de hombros y cogió su copa.

—No tengo intención de mantener conversaciones intelectuales con ella —dijo mientras bebía un poco de oporto—. ¿Qué importancia tiene eso?

—¡Oh, Shaoran! —Tomoyo se levantó, rodeó la mesa y se sentó en el brazo de la silla que él ocupaba—. Lady Meiling no siente nada por ti.

—¿Y qué?

—Ella parece dulce como la miel, pero es sólo fachada —continuó Tomoyo, con el desagrado reflejado en la voz—. Lo único que le importa de verdad es el dinero y la posición social. Tú tienes ambas cosas, y ella vendería su alma para lograrlas.

—Sí —convino él desapasionadamente—. Lo haría.

—Entonces ¿por qué? —gritó Tomoyo—. Pudiendo escoger entre cientos de chicas, ¿por qué quedarte con alguien tan vano y calculador como lady Meiling Wong? Ella nunca te hará feliz.

—Bueno, Tomoyo1, yo no me caso esperando obtener la felicidad en el matrimonio, hago lo más sensato. Preferiría no tener que casarme, pero necesito un heredero, y no puedo posponer lo inevitable por más tiempo. Escojo a la joven dama que mejor se adapta al papel de duquesa, una que no me exigirá nada aparte de que la mantenga.

—Ya comprendo lo que quieres decir —contestó Tomoyo despacio—. Eliges una mujer a quien no le importará que no sientas nada por ella, ni respeto ni cariño, y que no se sentirá herida al saber que no la amas, siempre que la mantengas rodeada de lujos, y cuya principal obligación será darte un hijo.

—Exactamente.

—Oh, Shaoran ¿hablas en serio? —exclamó Tomoyo desalentada poniéndose en pie. Él la observaba pasearse arriba y abajo. Ninguno de los dos habló. Ella estaba perdida en sus pensamientos, y él esperaba que ella aceptara su decisión.

Finalmente, Tomoyo se detuvo y lo miró directamente.

—¿Te has declarado ya a lady Meiling?

—No —respondió el—. Está en París con su madre. Pasarán allí el otoño.

—Bien, así tengo tiempo de hacerte cambiar de opinión. —Y ella le sonrió de aquel modo tan dulce con el que siempre lograba que él hiciera lo que ella quería.

Pero esta vez Shaoran estaba decidido.

—No voy a cambiar de opinión. Por tu expresión —añadió, y vio cómo se le borraba la sonrisa—, parece que esto sea el fin del mundo. Pareces muy enfadada.

—Claro que estoy enfadada —contestó ella, y volvió a pasear—. Estás a punto de tomar una decisión irrevocable que lo único que te garantizará será desgracias. Prefiero morir antes que verte infeliz.

—Tomoyo, como de costumbre, estás siendo demasiado dramática. Estoy bastante contento con la vida que llevo, estoy bien, y no entiendo por qué razón mi matrimonio con lady Meiling podría alterar esto.

—Cambiar a Arumi por lady Meiling amargaría la vida de cualquier hombre —contestó ella tan tajante que él no pudo evitar sonreír.

Lo de Arumi no era ningún secreto, pero discutir sobre su amante con su hermana no entraba en sus planes. Sin embargo, en esa ocasión, Shaoran quería que Tomoyo entendiera sus intenciones.

—No voy a dejar a Arumi.

Tomoyo se detuvo en seco y lo miró sorprendida.

—No puede ser que pienses mantenerla una vez te hayas casado.

Él le devolvió la mirada de reprobación.

—¿Por qué no?

—Oh, Shaoran, no me gusta nada lady Meiling, lo confieso, pero comportarse así es cruel, y no puedo creer que tú hicieras tal cosa.

Él se incomodó con el ataque.

—Tomoyo, estás olvidando que mi elección de prometida no es asunto tuyo, como tampoco lo son mis amantes.

—Oh, no intentes darte conmigo tus humos de duque, Shaoran —le espetó ella—. Soy tu hermana, y cada día tengo que hacer frente al dolor de estar casada con un hombre que no siente nada por mí. ¿Cómo puedes justificar eso cuando sabes lo que he sufrido?

Tomoyo siempre tendía a mostrar sus sentimientos con dramatismo.

—Ya lo sé —respondió él más calmado—, y me hiere profundamente. Por todo el dolor que te ha causado, le daría a Miara una paliza con mis propias manos si pudiera, pero tu situación y la mía son muy distintas.

—¿En qué?

—A Meiling no le importará nada que yo tenga una docena de amantes mientras ella nade en la abundancia. Ella no siente nada por mí, ni yo por ella. Tú, en cambio, aún sientes algo por Miara, y por eso te duele su comportamiento. Aunque por qué sientes algo por él es para mí uno de los misterios de la vida. Es un desalmado, y te trata de una manera despreciable.

—Y es mi propia y amarga experiencia la que me obliga a aborrecer tu elección de la hija de Wong. Yo quiero que seas feliz con tu esposa, tan feliz que no tengas necesidad de recurrir a la compañía de mujeres como Arumi Chen, tan feliz que no tengas que organizar tu vida para no coincidir en la misma casa que tu mujer. No puedo evitar creer que es posible ser feliz en el matrimonio, a pesar de mi pésima elección.

Algo en el suave romanticismo de sus palabras le irritó, porque le hizo recordar algo que creía que él y Tomoyo habían enterrado para siempre. Mandó esos recuerdos de vuelta al fondo de su mente y disfrazó su ira con un aire de indiferencia.

—¿Cómo puedes ser aún tan romántica? Nunca dejarás de sorprenderme, Tomoyo.

—Quizá porque creo que nuestros padres tuvieron la suerte de amarse el uno al otro apasionadamente, mientras que tú consideras que eso fue una desgracia.

Shaoran notó cómo sus dedos apretaban la delicada copa de cristal que sostenía, y se sorprendió de que no se rompiera. Dejó la copa con cuidado.

—El amor está bien —replicó a la ligera mientras se recostaba en la silla—, pero tiene poco que ver con el matrimonio. Mira a nuestros conocidos. Todos están enamorados. Sólo que no de sus esposas.

El tono despreocupado de Shaoran hizo que su hermana volviera a su lado. Se sentó otra vez y le tomó las manos entre las suyas.

—Tómatelo en serio. ¿Por qué no intentas al menos encontrar a alguien a quien pudieras amar?

Shaoran estudió su cara por un momento, y no supo qué decir. Tomoyo se había casado con Miara por amor. Él, a pesar de sus reticencias, no había podido negar a Tomoyo su deseo, y el resultado había sido desastroso. No tenía intenciones de cometer el mismo error que su hermana.

—Te suplico que por lo menos tengas en cuenta mi opinión —insistía ella—. Tú te mereces a alguien mejor que lady Meiling. Te mereces a una mujer que sea generosa, que sienta pasión por ti, alguien a quien tú le importes más que tu título o tu fortuna.

Toda aquella tontería sentimental era ridícula.

—Dios, Tomoyo —replicó impaciente—, yo no necesito pasión de mi esposa.

—Bien, pues deberías. Además, lady Meiling no te quiere. Dudo que sea capaz de sentir esa emoción.

—¿Y qué? —La decidida mirada de Shaoran chocó con la desesperada de su hermana—. ¿Desde cuándo el amor es necesario para el matrimonio?

Tomoyo lo miró largamente y suspiró.

—Quizá no sea necesario —dijo, y se apartó de su lado—. Pero podría ser agradable.

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Y este es el primer capítulo.. no tiene intro ni nada. Pero ea bastante laargo... jeje.

Al principio se sabe que los primeros capítulos de toda historia son un poco aburridos, pero no se preocupen. Porque a medida que pasen los capítulos se pone cada vez más interesarte... Es una novela súper rosa... pero este tipo de novelas me encantan...Espero les guste... voy a actualizar 1 capítulo por día como hice con Playboy por contrato... Nos leemos luego ;)