N/A: ¡Feliz año! (aunque atrasado)
2002, Nápoles.
No era inusual que Guido Mista desapareciera por varias horas sin avisar o en los días de fútbol, así que Giorno no se preocupó demasiado. Además, a los dos les venía bien pasar el tiempo separados de vez en cuando.
Giorno no le habría dado más vueltas si no recordara los ojos de Mista en un tono rojizo el día anterior y más esquivo de lo normal. No es que lo necesitara en este momento en su oficina, pero debía admitirse que comenzaba a resultarle extraño que llegó la hora del almuerzo y Mista aún no había llamado o dado señales de vida.
Tenía llave de su apartamento, así que podría ir a buscarlo directamente. Y, si no tuviera las llaves, con Gold Experience idearía el modo de entrar de todas formas. De todas maneras, a Giorno no le parecía apropiado entrar allí sin que Mista lo supiera. Lo llamó a su móvil un par de veces, pero estaba apagado. Eso ya le empezaba a preocupar. Mista nunca apagaba su móvil. Él era el Underboss de Passione y siempre lo tenía encendido para poder estar localizable en cualquier momento. No era algo que a Mista le gustara especialmente, pero cuando adquieres responsabilidades como el segundo al mando de una organización criminal tan grande y de tanta importancia, debías estar dispuesto a estar activo en cualquier momento.
Así que Giorno llamó a Sheila E, quien se solía encargar tanto del cuerpo de seguridad de Mista como también era su mano derecha.
Después de la charla telefónica con Sheila E, Giorno guardó silencio mientras pensaba con seriedad.
—GioGio, los informes de la escuadra de juegos de azar y apuestas están aquí, —La voz familiar de Fugo resonó cuando abrió la puerta, y entró con varias carpetas llenas de hojas. Miró alrededor—, ¿Dónde está Mista?
—No está aquí.
— ¿Y dónde está? No atiende mis llamadas,
—Está enfermo, en su casa.
Fugo frunció el ceño.
—Mista jamás se enferma.
Era una afirmación quizás exagerada por parte de Fugo, pero básicamente cierta. Durante los dos años que convivieron en la pandilla de Buccellati, Fugo jamás vio a Mista enfermarse. Fugo supuso que Mista era como él, que jamás tenía ni un resfriado a pesar de vestir ropa reveladora.
—Además, eso no debería ser el motivo para su ocultismo.
—Lo sé,
—Debe existir otro motivo,
Giorno y Fugo permanecieron pensativos imaginando los por qué, sus miradas recorrieron la oficina de Giorno hasta detenerse en el sillón donde Mista solía estar. Entonces ambos se tensaron, como si al mismo tiempo hubieran hallado la respuesta. Era una auténtica estupidez pero, pensándolo fríamente, muy propio de Mista.
Era cuatro del mes cuatro, y todos los cuatro del mes cuatro Mista evitaba salir de la cama y mantener cualquier contacto con el mundo exterior. Exactamente eso sucedía cuando Fugo y él pertenecían a la pandilla de Buccellati.
—Vaya, esto es…, —Fugo frunció el ceño y luego resopló—, ¡Es esa ridícula fobia que aún no supera! —exclamó—, Así que, ese idiota debe estar cerrado y enfermo en su apartamento, ¿Quieres que le eche una ojeada GioGio?
Giorno recordó los primeros auxilios de Fugo hacia Mista aquella vez en el baño público, que consistieron de grapas y… la corta paciencia explosiva. Rápidamente negó.
—No te preocupes por eso. —Giorno mostró una leve sonrisa—, Yo me encargaré de Mista,
Esa tarde Giorno se presentó en el apartamento de Mista. Abrió la puerta como si no esperara encontrarlo allí, y cuando caminó hacia la habitación de Mista este le recibió envuelto en mantas, temblando desde la cama y con un gruñido.
—¿Mista?,
Mista volvió a castañear los dientes, se envolvió más en las mantas gruesas.
—Sólo venía a comprobar de que todo estaba bien aquí… es cuatro-
—¡No lo digas! ¡¿Acaso quieres matarnos, eh?! ¡Terribles cosas suceden si mencionas este día del mes!…—lo dijo con voz nasal y con notable mal humor. Desperdigados por el suelo alrededor de la cama había una docena de pañuelos de papel arrugados entre ropa revuelta y revistas.
Sin embargo, Giorno no parecía perturbado por el alterado estado de su amigo, más bien le pareció tierno.
—Casualmente, te traje estofado de frijoles toscanos. Tu favorito.
—Lárgate, Giorno. ¡No quiero comer nada!
Sex pistols parecía tener otra opinión, revolotearon entre chillidos alrededor de Giorno y con especial entusiasmo en el contenido de la bolsa que portaba.
—Mista… Sal de ahí abajo.
— ¡No quiero! ¡No voy a salir, no voy a comer, no hasta que pase este maldito día!
—Ya veo...,
Giorno se quitó los zapatos y se metió a la cama con él. Mista gimoteó.
—Déjame en paz,
—Mista, deja de quejarte. Esto se me da bien,
—¿Qué?,
—Ser tu enfermero,
—Tú no serás mi enfermero. De hecho, ¡Estás despedido!,
—No me gusta repetir. Sal de ahí,
Mista volvió a quejarse, pero asomó la cabeza de entre las mantas mientras temblaba.
—He traído estofado, aún está caliente. Y puedo leerte la sección deportiva del periódico.
—Lo que necesito es que te marches,
Giorno hizo caso omiso, en cambio abrió la tapa del envase que traía el estofado, y después tomó la caja con aspirinas, de igual modo se aseguró de que Mista tuviera agua a mano. Era importante beber mucha agua.
—¿Tienes fiebre?, —preguntó, al fondo se escuchaba a Sex Pistols pelearse entre ellos por el estofado.
—No lo sé, estoy hecho mierda,
Giorno se inclinó hacia Mista, extendió la abertura de la manta y besó sus labios, después su frente.
— ¿Estás ingiriendo algo más que aspirinas? Creo que tienes calentura,
Mista negó con la cabeza.
— ¿Lo sabes así de fácil?
—Cuando era niño aprendí a tratar yo mismo mis fiebres, —contestó Giorno, restándole importancia.
—Giorno, si te quedas aquí te contagiaré.
—Mi sistema inmunológico es impenetrable.
—Si te enfermas no pienso hacer de enfermero,
—Eso ya lo sé. Ahora deberías dormir,
—¿Y te piensas quedar aquí?,
—Sí,
—Oye, eso es un poco extraño,
— ¿Que cosa? ¿Qué yo quiera cuidar de ti?,
—Que quieras mirarme dormir. Pero eso… también,
Giorno sólo se volvió a acomodar a su lado en la cama.
—Descansa, Mista,
Mista se arrimó más a su lado y Giorno le atrajo a apoyar la cabeza sobre su pecho, y le pasó un brazo alrededor de sus hombros.
—Se te da bien esto, —sonrió cerrando los ojos, la ansiedad parecía haber bajado—, Voy a dejar que me mimes hasta que me recupere.
Giorno sólo guardó silencio, mientras acariciaba sus cabellos oscuros. Mista se abrazó mejor a él.
—Oye, Giorno,
—¿Sí?
—¿El estofado tiene salchicha?,
—Así es,
Mista sonrió durmiéndose.
—Comeré un poco luego,
