– Rachel Barbra Berry – gritó con furia la mujer al ver a la morena sosteniendo una daga en contra del cuello del hombre. – Soltadlo de inmediato.

La aludida bajó el arma y pateó fuertemente a su víctima, causando que cayera a los pies de la mujer que había gritado. El varón humillado se paró de inmediato y se dirigió a la salida del establo rumiando insultos seguido de cerca por la mujer que corrió tras él rogándole perdón. La doncella de piel morena se quedó petrificada en las sombras observando a la chica que con ojos furiosos seguía el camino de quienes se habían retirado ¿Qué habría sucedido? Se preguntaba y como si hubiese leído sus pensamientos oyó

– Osó a tocarme – explicó la morena sin perder su actitud desafiante y ante la cara de horror de su acompañante agregó – Sólo el rostro obviamente… de otra manera le hubiese cortado la impertinente extremidad.

– Perdón mi lady… Pero no creéis que fue demasiado… Vuestra madre sólo quiere lo mejor para usted y para el pueblo – susurró la chica tímidamente saliendo de su escondite.

– La duquesa debería suspender las visitas de ese malcriado noble que sólo busca enriquecerse – replicó la joven – Si fuera un muchacho esto no estaría pasando.

– Pero no lo sois – se atrevió a decir la doncella unos pocos años mayor – El pueblo necesita un líder.

– Tengo las habilidades necesarias para asumir ese lugar ¿No lo creéis?

– Si, pero… nunca habéis participado en una batalla.

– Eso no tiene importancia, no haber participado en una no significa que no estoy preparada para ello.

– ¿Alguna vez se lo ha preguntado? –preguntó la joven.

– En realidad no – meditó – Pero creo que ha llegado el momento de hacerlo.


Rachel caminaba a paso firme a través de los pasillos del enorme castillo hacia las habitaciones de quienes fueran una vez los duques de Mckinley, la morena era el único fruto del matrimonio Berry, una unión sin amor como tantas de la época. Sir Hiram Berry Duque de Mckinley se había casado con la bella Shelby Corcoran cumpliendo un contrato que habían celebrado sus progenitores. Desde el día de su nacimiento sin razón aparente la madre no quiso saber nada de ella, relegando su cuidado al padre de la menor, la pequeña era la luz de los ojos del duque y no confiando en nadie más, crío a la joven como si realmente fuese un muchacho, enseñándole a cazar, ha utilizar el arco y la flecha, luchar con espadas y montar a caballo con tanta destreza como lo hacía él. Sin siquiera tocar entró en la habitación para encontrar a la mujer frente al espejo cepillándose su largo cabello que sin dejar su labor señaló fríamente

– ¿Venís a solicitar perdón por vuestra actitud frente al conde o por haberos saltado la cena?

– Ninguno de los anteriores "madre" – replicó la joven sin dejar de observar a la mujer a través del espejo, realmente eran muy parecidas, el pelo del mismo color hasta la cintura y facciones similares, pero de alguna manera a su juicio su ascendiente era hermosa y ella no, aunque eso no tenía ninguna importancia. – Vengo a pediros que me nombréis capitán de la guardia.

Una seca y sonora carcajada retumbó en la alcoba

– Nunca pensé que la locura de Hiram fuese contagiosa – murmuró Shelby un poco más fuerte de lo que hubiese querido al ver la expresión de su hija en el espejo que luchaba por contener sus lágrimas, su propio rostro se suavizo, se paró para acercarse a ella y abrazarla tiernamente. Perdiendo la solemnidad dijo – Lo siento, tu padre tenía algunas ideas extravagantes, pero era un buen hombre y yo también lo extraño mucho.

– ¿Ideas extravagantes?

– Necesitamos continuar con su legado – agregó ignorando la pregunta de su hija – Si no hacemos algo pronto todo por lo que luchó será en vano, debemos cumplir el rol que se nos ha asignado satisfactoriamente.

– Yo quiero cumplir con mi papel por eso deseo…

– Perfecto, sabía que tomarías la decisión correcta – interrumpió la mujer paseándose de un lugar a otro tramando su próximos pasos – Mañana mismo partiremos al Ducado de Haverbroock, estar rodeada de mujeres te relajará, además Lady Quinn Fabray tiene un gusto exquisito y se sentirá encantada para ayudar a elegir tu ajuar…

– No – espetó Rachel, odiando la idea de ver a la hermosa Quinn Fabray imponiéndose a ella – Mis deseos no son casarme con el conde…

– No tengas miedo hija mía, eres una chica hermosa y el conde está muy interesado en ti, a pesar de lo que ocurrió está mañana prometió no tomar represalias, sabe que estás nerviosa. – señaló la mujer tomándola por los hombros.

– No estoy nerviosa y no tengo miedo – aseguró la joven sin tener fuerza para alejarse de ella – Yo quiero cumplir mi rol… como capitana del ejercito.

– Eso es imposible, sólo un hombre puede tomar esa responsabilidad.

– Estoy plenamente capacitada para asumir esa responsabilidad, tengo más habilidades y destrezas que cualquiera de los caballeros que conozcas.

– Sé que he cometido muchos errores y no debí permitir que Hiram se encargará de tu educación, pero estaba tan abrumada por ser madre a tan corta edad, que tuve miedo y pensé no tener la fuerza necesaria para hacerme cargo de ti – susurró la mujer – Perdóname… Dame una oportunidad para hacer las cosas bien, estoy segura que al final me lo agradecerás.

Ver a su madre pedir perdón después de tanto tiempo de abandono fue una postura que la descolocó. Estaba dispuesta a discutir y enfrentarse a ella, pero su corazón no estaba preparado para escuchar palabras de afecto, sintió el impulso de agradarla, pero no podía acceder al matrimonio con un completo desconocido por algo que podía hacer ella perfectamente, defender sus tierras. Se jugó la única carta que le podría conceder un poco de tiempo.

– ¿Qué pasará con el compromiso matrimonial que suscribió mi padre?

– El compromiso secreto - señaló soltándola – Sabes que era una mentira, fue una manera de protegerte de cumplir tus deberes… Ya tienes 17 años y jamás se ha presentado alguien a reclamarlo.

Cuando Rachel tenía 15 años su padre volvió de una misión real con la noticia que la había comprometido con el hijo de un noble, en un principio había estado furiosa por el atrevimiento de su progenitor, pero éste le aseguró que sería era el mejor hombre que podía existir, puesto que lo había salvado de la muerte, según su descripción era valiente, atrevido, honesto y con un enorme corazón, además agregó que por lo que había escuchado de otras damas era agradable a la vista. Para no afectar a su hija, no había hablado nada más del tema, esperando a que se acostumbrase a la idea, prometiéndole que cuando cumpliera 16 años le comentaría mayores detalles. Lamentablemente ese día nunca llegó, no había pensado mucho en el asunto puesto que a los pocos meses murió, pero ya habían pasado dos años desde el anuncio y nadie había mencionado palabra del asunto. Seguramente su madre tenía razón y sólo había sido un artilugio de su padre para protegerla en un momento como éste, así que en memoria de él, iba a utilizar al hombre misterioso.

– Seguramente se debe a que todavía es parte de alguna campaña militar y yo aún no soy tan mayor como para esperarlo.

– Tienes 17 años, a tu edad yo ya estaba casada.

– Quinn Fabray tiene 17 años y permanece soltera… Puedo esperar un poco más.

– No quería acudir a esto pero no tengo otra alternativa… La muerte de tu padre nos ha golpeado duramente, cada día los caballeros nos abandonan para buscar mejores suertes, sin las campañas militares estamos quedando sin recursos, pronto las noticias de que nuestros dominios no están protegidos debidamente se correrán por el reino, seremos víctimas del pillaje y las correrías de malhechores, por ello debes casarte y pronto.

– Yo puedo defender a nuestro pueblo…

– No puedes – espetó Shelby furiosa – Aunque tu padre alimentó esas tonterías eres una mujer y debes aceptarlo.

– Sí puedo y lo voy hacer.

– No quería ser tan dura pero no me dejas alternativa… Los hombres se están marchando por esa misma razón, me lo han dicho expresamente, no están dispuestos a ser guiados por una mujer.

– ¿De verdad? – preguntó con la voz quebrada no podía creer que quienes consideraba sus amigos aborrecieran la idea de su liderazgo y prefirieran al Conde, pero no podía mostrar a su madre debilidad, se recompusó y gritó – Mientes.

– Claro que no, tú no tienes el honor suficiente para liderarlos, sólo seguirán a un verdadero caballero, nadie te respeta porque eres mujer, sólo toleraban tu presencia porque Hiram los obligaba ¿Por qué crees que no te dejan participar en las partidas de caza?

– Porque me tienen envidia, soy mejor hombre de lo que jamás podrán ser cualquiera de ellos.

– Podrás parecer un muchacho pero no lo eres.

– Pensé que habías dicho que era hermosa – murmuró Rachel con tristeza, nadie se había atrevido a decirle que parecía un hombre, tal vez tenía destrezas masculinas pero eso no significaba que había olvidado su sexo, le dolió sentir pena por ello. – Ojalá fuera un muchacho.

– Si abandonarás esas vestimentas, te pusieras hermosos vestidos y cepillaras mejor tu cabello nadie dudaría que eres una bella mujer y una excelente futura esposa, por eso necesitas ponerte bajo la influencia de Lady Quinn – continuó Shelby.

– Jamás y no me voy a casar con el Conde es mi última palabra.

– Te casarás con Sir Jessie St. James dentro de un mes porque yo lo digo, soy la Duquesa y tu madre, no puedes oponerte a mis órdenes y no admitiré discusión alguna, además mañana mismo partiremos a Haverbrook aunque tenga que llevarte amarrada.


Rachel observó los escasos vestidos que poseía en el baúl, la duquesa se había mostrado implacable después de la discusión, la llevó a rastras hasta su habitación y le ordenó a Mercedes los enseres que debería preparar para el viaje, nada de lo que ella realmente quisiera utilizar… podría cortar las hermosas telas y hacerlas añicos como protesta, pero eran tan escasos que no haría daño alguno y seguramente la misma Quinn estaría dichosa de ayudarla a comprar un guardarropa nuevo.

Aún estaba dolida al saber que sus hombres no aceptaban su liderazgo, acaso no había demostrado este tiempo tener destrezas requeridas para tal cargo, era cierto que no la dejaban asistir a las partidas de caza, realmente pensó que la estaban "protegiendo", ahora se había dado cuenta de la razón de ello… su maldito sexo.

Si hubiese nacido muchacho, no estaría pasando nada de esto, no sería arrastrada a casarse con un idiota y podría tomar el lugar que le correspondería en las tierras de su padre por derecho propio. Si le dieran una oportunidad verdadera estaba segura que apreciarían sus habilidades, pero ¿cómo conseguir esa posibilidad?

Se miró en el espejo de su cuarto largo y tendido, estaba vestida con un largo camisón blanco con los largos cabellos color marrón hasta la cintura, sus ojos del mismo color oscuro recorrieron su delicada figura, si hubiese sido hombre ¿Como sería físicamente? Quizás más alta, pero para ella su metro cincuenta no era un obstáculo, era más ágil, se quitó la ropa para observar sus formas, tenía senos pequeños, pero estaban ahí, era una mujer aunque lo negase con todas las fuerzas, pero su abdomen era duro, al igual que su trasero en atención a las extremas actividades físicas a las que se sometía.

Movida por la curiosidad con un largo trozo de tela blanco se apretó los pechos, ese simple gesto la hizo sentir mejor, se puso la ropa de práctica, una vestimenta de hombre que utilizaba en su entrenamiento, su madre tenía razón parecía un muchacho, menor de la edad que ella tenía, pero varón al fin, sólo había algo que la delataba su pelo, impulsada por su atrevimiento tomó una daga y con un par de cortes certeros, gran parte de él cayó al suelo. Al ver su hermoso cabello desparramado río, la duquesa estaría furiosa, era la protesta perfecta, seguramente la castigaría por su rebeldía, pero valdría la pena observar su expresión.

Colocó los restos en el hogar para que desaparecieran, pero un olor espantoso la inundo abrió rápidamente las ventanas y trató de apagar el fuego con el atizador para terminar la tortura a su nariz, quedaba un poco de cabello sin quemar en un extremo, trató de quitarlo pero de alguna forma se tropezó y cayó sobre las cenizas ardientes, no se quemó pero quedó cubierta de esos desperdicios, se quedó unos segundos en el lugar esperando la aparición de Mercedes.

Al no ver a su amiga se levantó para limpiarse cuando la imagen en el espejo la perturbo, un varón la estaba observando fijamente, en un principio se había asustado al no reconocerse, pero era la respuesta a sus plegarias, si podía engañarse a sí misma podría hacerlo con los demás, tendría la oportunidad que anhelaba, en sus tierras era muy arriesgado, cualquiera podría descubrirla si se lavaba la cara, era mejor hacerlo en otro lugar, uno alejado y distante, estaba segura que con este aspecto y sus habilidades, todos los caballeros morirían por tenerla entre sus soldados, incluso mejor podría hacerse caballero y lograr el respeto para hacerse digna de liderar a los hombres de su padre.


Más tarde iba en su caballo favorito alejándose cada vez más del Ducado de Mckinley, había dejado una nota que seguramente desconcertaría a la duquesa, se lo merecía por obligarla a abandonar su hogar. Llevaba un par de mudas de ropa, sus armas favoritas una espada y una daga que pertenecieron a su padre junto a un arco y un set de flechas, además tenía una bolsa llena de monedas de oro para enfrentar los desafíos que le esperaban.

Desmontó en un claro de bosque y preparó una fogata, no había llevado comida porque esperaba comprar algo en el próximo pueblo que encontrara, se estaba quedando dormida cuando un ruido la despertó, se paró de un brinco, pero nadie estaba a su alrededor, empezó a inspeccionar la zona cuando algo cayó del cielo sobre su cabeza, dejándola de inmediato inconsciente.


Esta historia esta basada en la película "La Gruta de Oro" y el Libro de Jackie Ivie "La Dama del Caballero", espero que les guste mi segundo Fic ;)