9 de noviembre de 1935

Cerré la puerta de mi habitación casi con un azote y me senté junto a la ventana, en aquel banco forrado de terciopelo blanco. Emmett tocó la puerta con suavidad y sin esperar respuesta, la abrió.

-Quiero estar sola- continué mirando por la ventana hacia el jardín de rosas blancas que Esme había plantado hace un par de años.

Emmett por supuesto no me hizo caso y cerró la puerta. Cruzó la habitación con su paso seguro y acto seguido se acuclilló frente a mí, tomando mis manos entre las suyas. Fue entonces que me atreví a ver sus ojos escarlata que ya tomaban un tono ambarino... Al fin dejaba de ser un neófito.

-Te perdono. -susurró y me dedicó una media sonrisa, acompañada de esos hoyuelos perfectamente marcados en media luna.

-¿Por qué? ¿Por haberte traído a ésta maldita existencia y pedir que te convirtieran en un mounstro como yo? -fruncí mi ceño e hice ademán de soltar mis manos de las suyas pero él lo impidió.

-No- movió su cabeza negando y luego clavó sus ojos en los míos.- Te perdono por ser tan maravillosa, que un hombre prefiera pasar la eternidad en el infierno solo para estar contigo.

Basado en un extracto de la película "Más allá de los sueños".