Hola! Pues aquí vengo con mi segundo SagaxSaori. Se supone que iba actualizar mi otro fic pero esta idea no me dejó.
Pensamientos
Recuerdos
Nota: Las edades de los protagonistas están levemente modificadas, Saori: 16, Saga: 26
Los personajes de Saint Seiya no me pertenecen, sino a Kurumada-sensei
Anochece en Grecia.
En el salón principal del templo de Athena, diosa de la sabiduría y guerra justa, se escucha que tocan a la puerta.
Saori suspira. El cansancio empieza a apoderarse de su cuerpo mortal, incluso la cabeza comienza a dolerle. Ha pasado todo el día entre explicaciones, acuerdos, malentendidos, inseguridades y planes con el Patriarca Shion, antiguo santo de aries.
La diosa lleva su mano hasta posarla detrás de su nuca y, mientras cierra sus ojos, empieza a masajearla suavemente. La puerta vuelve a sonar, es un toque quedo, quizás temeroso.
-Adelante- dice mientras abre sus ojos y coloca su mano nuevamente sobre su regazo.
-Athena...- la muchacha se sorprende, su corazón empieza a latir fuertemente. Entonces piensa que no es nada extraño que él sea el primero de sus santos dorados en buscarla.
Él empieza a caminar hacia el trono de la diosa con paso tan lento que a ella le parece que tardará milenios en llegar, si eso es lo que pretende. Sus ojos verdes la observan sin pestañear. Tanto como el escudo y el báculo de Nike están apoyados a un lado del trono. Athena viste un hermoso vestido griego de color blanco que cae hasta sus tobillos y unas sandalias café en sus pequeños pies. El santo se siente como si estuviera en un sueño, porque las cosas no logran ordenarse en su cabeza y nada parece tener sentido. Su mente es un mar de dudas.
-¿Por qué...?- no puede terminar la pregunta, puesto que muchas arremeten en su cerebro. ¿Por qué estoy vivo? ¿Por qué los dioses me hacen ver visiones? ¿Por qué tu rostro me mira de esa forma? ¿Por qué me sonríes así?
-Acércate, Saga...- dice su diosa y hay tanto amor en su voz y tanta calidez en su sonrisa que Saga no puede evitar que sus ojos se llenen de lágrimas. Entonces camina con pesados pasos hacia el trono, cuando se encuentra frente a ella hinca una rodilla en el suelo. La armadura dorada tintinea creando momentáneamente un eco que se expande en toda la inmensa sala. Sube su mirada y sus ojos se encuentran.
-¿Por qué...?- vuelve a preguntar. Por supuesto que ella entiende a lo que se refiere pero ya no puede emitir palabra alguna al verle. Las lágrimas no parecen querer irse de esos ojos verdes y sus cejas gruesas se encuentran fruncidas en una expresión de dolor. La muchacha siente que su corazón se comprime. Reconoce esa mirada, ya la había visto antes. La daga, esas lágrimas, culpa en esos ojos, el sabor de la sangre en su garganta, un grito y luego la nada.
Él le aparta la mirada, ya incapaz de seguir viéndola. No hay respuestas a su pregunta y nuevamente le invade la culpa, la vergüenza y esa terrible sensación de desesperanza. Siente que enloquece, que sería capaz de arrancarse todos los cabellos sino fuera porque está en presencia de su diosa. Inclina la cabeza hasta casi pegarla al suelo. Toma el bordillo del vestido blanco y lo acerca a su boca para besarle vehemente.
Saori siente como poco a poco sus pies se humedecen. Saga no ha parado de llorar y ella lucha por no hacer lo mismo. Sus ojos están vidriosos pero su fuerza de voluntad evita que sus lágrimas salgan, aun así no puede evitar que un fuerte nudo se apodere de su garganta amenazándola con cortarle la respiración. Soy una diosa, se repite mentalmente reprimiéndose los deseos de sacar sus sentimientos a flote. No puedo. No debo.
-No entiendo- musita Saga, al borde de la locura.-¿Por qué...?- murmura esta vez más para sí mismo que para ella.
Saori lucha por no levantarse de su trono y estrecharle entre sus brazos. La angustia le atormenta al verle así, pero ante todo triunfa su deber de diosa. Perdóname.
-Porque te amo...- es la respuesta a la pregunta de Saga, quien levanta la cabeza incrédulo. Sus miradas se encuentran de nuevo. La de ella llena de culpa y la de él de esperanza, sin embargo no se dan cuenta -... como a todos mi santos- finaliza antes de que la voz se le quiebre. Perdóname.
Saga siente como si el gran Zeus hubiera lanzado su poderoso rayo contra él partiendole a la mitad. Es cierto, ellos también revivieron. Incluso los había olvidado. Era tanta la desesperación por verla, por oír su voz, por escuchar de sus labios que quizás su vida aun tenía sentido; que había dejado ese pensamiento escondido en un rincón de su mente. ILUSO. Retumba en su mente. Ella no puede amarle, no de esa forma.
Si el báculo de Athena volviera a ensartarse en su pecho el dolor sería menor que este.
Espero que les haya gustado. Cualquier comentario, crítica o duda es bien recibido en un review.
Y tú ¿has sentido el poder del cosmos?
