Hola! Acá traigo un fic un poco diferente. XD La verdad, es que no sabía en dónde más publicarlo, jaja, así que vine a parar aquí. Me gusta demasiado Tom, y por eso es que decidí escribir esto. n_n' Agradecería mucho los comentarios para saber si puedo seguir continuando con la historia acá. :P Ya sea alguna crítica, buena o mala; me ayudaría mucho a mejorar mi escritura y eso. También agradecería los favs y los follows, al menos así sé que alguien la está leyendo. xD Gracias(? *En definitiva, no sé cómo hacer una buena nota de autor*...
Con la cabeza hacia bajo, junto con todo y su mirada, la mujer pelinegra y ojos avellana contemplaba la tumba de su difunto marido.
Luchando por contener las lágrimas, Christina, levantó su mirada y se encontró con la enorme estatua de mármol de aquel que le había robado el corazón hacia unos cinco años.
Observó cada facción de la escultura: de pié, con su típico traje de carreras, su casco sujeto por la mano izquierda y una pose de campeón. Cerró sus ojos, con su índice derecho en su mentón, e imaginó de nuevo el rostro de su esposo: piel blanca, cabello rubio y andante que caía por debajo de las orejas, ojos profundamente azules y su nariz recta... suspiró.
Abrió los ojos de nuevo, y dejó de sentir el viento veranero jugando con su cabello. Verano. De nuevo esa época. ¿Qué más le daba? ya nada tenía sentido para ella, al menos no tanto. Bajó su vista hacia la tumba y leyó la dorada placa a los píes de la estatua.
"Aquí yace Matthew Anthony Hunt, piloto de carreras.
21 de Agosto, 1976 † 16 de Junio, 2011."
Eso fue lo que leyó en esas letras. Apretó su mano derecha que aún reposaba en su mentón y cerró fuertemente los ojos, tratando de olvidar ése terrible momento que le dejó una marca de por vida... pero no lo olvidó. Todo le pasó en la mente como una película a velocidad sobrehumana.
Una pista de carreras… diferentes corredores representando a sus respectivos países dentro de sus autos, recorriendo la enorme pista… Mónaco… un choque… un masivo choque que sorprendió a todos los presentes… que dejó varios heridos y que dio por terminada la vida de su esposo a la edad de 35 años, y con un año y medio de matrimonio.
Su ceño se frunció fuertemente y abrió los ojos, dándole una rápida mirada a la estatua frente a ella. Las lágrimas comenzaron a asaltarla de nuevo y sin control alguno.
Comenzó a caminar enmedio del pasto con su vista fija al suelo, para así, salir del lugar y encaminarse a su hogar.
El mes de Junio corría y, aunque Christina visitaba constantemente la tumba de su marido, cada vez que podía, ése mes y el de Agosto, era para que ella fuera todos los días. Ya era el día número veintisiete, entonces, Matthew ya habría cumplido tres años de fallecido.
Cruzó la reja del Cementerio, secando sus lágrimas.
Se acomodo el bolso negro en su hombro derecho y observó la desolada calle gris de Londres. Soleada, llena de árboles y ella sintió una fuerte opresión en el pecho. La contempló unos segundos y el viento volvió y jugó una vez más con su cabello. Observó al frente y se encontró con un jardín lleno de flores y árboles hermosos y llamativos.
Por un momento se sorprendió, pues en todas sus vistas a lo largo del tiempo al Cementerio nunca había tal hermosura frente a ella.
Luego recordó porque estaba ahí y sacudió su cabeza, obligándose a sí misma a entrar en acción para retomar su camino y llegar a casa.
Christina caminó por una acera y se encontró con la enorme reja negra que daba entrada a su hogar.
Logró quitar el candado con la llave, entró y volvió a cerrar la reja, asegurándose de que estaba bien cerrada.
Con sus pasos, caminó por el inmenso jardín delantero, rodeó la fuente de agua en el centro de todo y luego llegó a frente a las puertas gigantescas de madera y las abrió de par en par para cerrarlas detrás de ella y volvió a retomar su paso, para poder llegar a su habitación.
Cruzando el increíblemente ancho pasillo con paredes de madera finamente importada, como decía su madre, y con un tapiz rojo que bien podía compararse con algo de la realeza, cuando aún ella, ni su madre ni su molesto hermano lo eran.
-¿Ya no saludas?-preguntó una voz masculina desde una habitación, que le hizo detener sus pasos. Ella juntó sus párpados para luego volver a abrirlos y dio vuelta hacia su derecha y entró para encontrarse con el dueño de aquella irritante y profunda voz con una ceja arqueada.
Era su hermano, sentado en un sofá a la esquina derecha del salón, con su pierna derecha sobre su rodilla izquierda, un pequeño libro sostenido por su mano izquierda y su codo descansaba en su pierna.
James la veía un poco divertido, sobre todo porque sabía en dónde andaba su hermana desde la mañana. No se cansa, pensó. Aún así, él respetaba su decisión sobre ir a ver a su fallecido cuñado cada que podía, pero no le parecía que Christina se había auto impuesto el no volver a rehacer su vida.
El hombre poseía ojos azules, cabello castaño oscuro y una barba en su rostro, y Christina dedujo que se debía para su próximo papel en alguna obra de teatro. No por nada tenía en sus manos ese pequeño libro, que sin duda, era un libreto nuevo, y él no dudaría en decirle la dichosa noticia en ese momento.
-James.-saludó, con una sonrisa cansada.
-Christina.-hizo lo mismo él.
La vio con sus ojos un poco llorosos, pero no preguntaría a qué se debía. Lo sabía perfectamente, además que ella luego, probablemente, lo asesinaría con algún vómito verbal si él se atrevía a proponerle, de nuevo, que volviera a relacionarse con alguien, y con "relacionarse" se refería a que buscara una nueva persona con la que rehacer su vida, y con "persona" se refería a que a no le importaba que su hermanita, de un momento a otro, se volviera lesbiana. Al menos, así sabría que por esa razón ella se negaba a salir con alguno de sus amigos y compañeros de trabajo en el teatro.
-¿Y a mí no me dirás nada?-preguntó su madre, saliendo de la puerta en la pared, a su izquierda y con un enorme cuadro en sus manos.
-Hola, madre.-habló Christina volteando a su izquierda para verla. La mujer dejó el cuadro en una mesa a su lado, y caminó hasta abrazar a su hija enmedio de la habitación. Piper Dixon era el nombre de la madre de Christina y James, y también era viuda.
Piper era una mujer de cabellos castaños, con piel morena, pero no oscura totalmente y le daba un toque de bronceado. Sus ojos eran igual de cafés que los de su hija, mientras que su hijo era el vivo retrato de su padre en sus buenos tiempos.
A diferencia de Christina, Piper había perdido a su marido a causas del cáncer y cuando sus hijos eran unos adolescentes. Y por esa razón, James había decidido dedicarse al teatro para hacer honor a su padre, y Christina había decidido seguirla a ella en las artes del dibujo, aunque su hija era una diseñadora de modas, se le daba de manera excelente la pintura y la fotografía.
-Recuerda que tienes que alistarte para la cena de ésta noche.-le dijo su madre cuando ambas se separaron y tocando su hombro con su mano derecha y una sonrisa curveada en su rostro.
-Sí, lo sé.-contestó Christina soltando un suspiro derrotada. Su madre apartó su mano del hombro de su hija y ésta se dispuso a salir.
-Y también recuerda que...
-¡No voy a salir con ninguno de tus amigos!-gritó Christina desde el pasillo, interrumpiendo a su hermano. Piper giró su vista hacia él con una mano en la cintura y una ceja hacia arriba. James se encogió de hombros al ver a su madre de esa forma.
-Lo intenté.-dijo y volvió a concentrarse en su guión.
El chofer les avisó a los Dixon que habían llegado ya al hotel en donde se llevaría a cabo la cena de inauguración de las obras de arte de la madre de Christina y James.
Piper dio las gracias y ella y sus hijos bajaron de la camioneta negra.
Christina salió del auto r ápidamente y sólo al ponerse de pié en la acera en frente del hotel, se acomodó el vestido azul que estaba estupidamente apretado en su figura.
Maldijo por lo bajo a su hermano por haber arruinado el vestido que ella llevaría esa noche, y que también había sido su diseño por cierto.
Para tener treinta y dos años, su hermano era muy infantil cuando se lo proponía y supuso al instante de que eso era otra de sus jugarretas para que ella pudiera "enamorar" a alguien.
Y todavía se preguntaba cómo demonios él había conseguido prometida. Negó con la cabeza mientras caminaba hacia dentro, con su madre y hermano, del hotel.
Volvió a maldecir a su hermano por haber hecho que ella se pusiera ese vestido azul tan corto y con una sola manga corta a su izquierda. Ni siquiera sabía por qué demonios tenía eso en su armario... ¡Ah, sí! ya lo recordaba. Ese fue el vestido que usó en su graduación de la Universidad, cuando salió con el título de diseño gráfico hacia cinco años.
Y aún le quedaba, pensó.
La familia entró al hotel y decenas de personas se avalanzaron sobre ellos, más que todo de su madre.
-¡Pensé que nunca llegarías!-le dijo emocionada Vivianne al mismo tiempo que la abrazaba fuertemente. Christina sintió que el aire abandonaba sus pulmones al sentir los brazos de su morena amiga apretujándola contra ella.
-Me lastimas.-habló entrecortada Christina, apenas correspondiendo al abrazo.
-Oh, lo siento mucho.-contestó la morena y separándose de la pelinegra. Vivianne la observó de arriba a abajo y abrió su boca de sorpresa al verla en ese vestido azul de hacia años.-Te ves hermosa.-comentó y Christina asintió levemente dándole las gracias a su amiga, mientras recuperaba el aire.
-Gracias, aunque todavía me es sorprendendete que me quede.-dijo rodando los ojos y mirando a todos lados, saludando con un simple, pero amigable "hola" a la gente que pasaba a su lado.
-Pues te vez excelente.-Vivianne la tomó del brazo y la llevó a zancadas hacia su mesa.-Y esos zapatos están increíbles.-habló mirando de reojo hacia los píes de Christina, ésta volvió a rodar los ojos.
-Sí, pues... ¡Ay!
-Quédate aquí, en un minuto vuelvo.-ordenó su amiga, dejándola en una de las sillas en la mesa más grande del salón en el hotel, y antes de que Christina le reprendiera, Vivianne había desaparecido entre la multitud del salón.
Dio un suspiro de cansancio y, ya que, no estaba de humor para socializar con las personas presentes, se dispuso a observar a todo lo que le rodeaba.
La mesa, como las otras, tenía un mantel dorado con detalles marrones muy hermosos, con un arreglo de rosas color rosa pálido en el centro, sin embargo era esa la mesa más enorme de todo el lugar, aunque todas estaban con la misma decoración.
Se dio cuenta de que las sillas estaban forradas con una tela blanca y una cinta rosa que combinaba con el arreglo de la mesa.
Y observó desde su lugar a su madre, con un vestido negro, hablar con su tío Arthur cerca de una mesa de cócteles, a su hermano, vestido de traje negro también, encontrándose con Harriet, su prometida y a Vivianne con su altura envidiable y su vestido elegantemente rojo por ningún lado.
Volvió a suspirar. Dejó su pequeña cartera de mano negra en la mesa y se dispuso a sacar su celular, mas alguien la levantó de golpe del asiento en el que estaba hace unos segundos.
-¿Que ahora todos tienen que obligarme a hacer algo?-le preguntó molesta a su hermano, cuando él la llevaba a rastras de la cintura enmedio de toda la gente. James volteo a su izquierda para verla.
-Bueno...
-No contestes.-le interrumpió molesta, y caminando a la par de él. James sólo rodó sus ojos y continuó caminando con ella hacia una mesa de bocadillos y Christina pudo notar que, ahí, exactamente en ése lugar se encontraban los compañeros de teatro de su hermano y a un hombre que nunca había visto en toda su vida y llegó a la conclusión de que quizás era nuevo en el grupo en el que James trabajaba. Ambos se detuvieron y las mujeres y los hombres del teatro la saludaron muy amenamente.-Sólo espero que esto no sea otro de tus tantos planes.-dijo entre dientes a James con una sonrisa.
-Créeme, no lo es.-contestó él, haciendo lo mismo.
-¿Y él es?-preguntó a su hermano señalando con la mirada al hombre que nunca había visto.
-Jake Dawson.-se presentó. Christina asintió con una pequeña sonrisa en su rostro y le extendió la mano, pero él, en lugar de estrecharla también, le besó los nudillos.
Ella sintió un enorme pesar, pues nunca nadie había hecho eso con ella, sólo Matthew y sintió los ojos a punto de llorar al recordarlo. Maldito James, pensó, siempre tenía que hacerle eso. Nunca la dejaba en paz y sabía que su hermano nunca se rendiría hasta que ella fuera feliz nuevamente.
-Un placer.-respondió ella luego de alejar su mano de los labios del amigo de su hermano.
-Es un nuevo integrante del equipo en el teatro.-comentó James a su hermana, y ella asintió.-Es soltera.-susurró en el oído de su amigo, en forma de broma, y le sacó una risa a su compañero.
Christina escuchó lo que había dicho, así que, con sus plataformas plateadas, le pisó el pié derecho a su hermano. James dejó salir una leve expresión de dolor, y ella sonrió tímidamente, mientras las demás personas a su alrededor seguían con lo suyo y los demás compañeros de James hablaban como si nada hubiera pasado.
-¿Nos disculpas?-se excusó ella con la misma sonrisa y tomó a su hermano del brazo, llevandolo lejos de la multitud.
Caminó con James prendido de su brazo y llegaron a una esquina del salón, en dónde nadie podía oir su "conversación".
-¿Siempre tienes que hacer ésto?-preguntó ella con el ceño fruncido, luego de poner a James en la pared, quedando él, acorralado por la enana de su hermana.-Sabes que odio este tipo de "bromas" de tu parte.
Imbécil, pensó enojada. Nadie más que su madre entendía por lo que ella había sufrido y pareciera que a su hermano le importaba un carajo lo que ella pensara sobre rehacer su vida.
No. Durante dos años esa había sido su respuesta hacia cada hombre que conocía por, o sin, obra de James. Su hermano ya era feliz, ¿no? pronto se casaría y ella sólo deseaba que nunca pasara por lo que ella estaba pasando en esos momentos.
Aunque, claro, ya habían pasado dos años y, por santa obviedad sabía que algún día todos morirían, sólo no quería que su hermano sufriera cuando Harriet diera su último suspiro, si fuera el caso en el que ella falleciera primero y... eso.
-Lo siento, ¿sí?-se disculpó James. Tal vez, sólo tal vez, lo que había hecho no era correcto en ése instante. Su hermana ya le había advertido sobre eso, y, bueno, no quería echar a perder la cena de la noche. Christina suspiró cansada y rodó los ojos.
-Bien, pero prometeme que no lo volverás a hacer, ¿me oíste?-advirtió, señalándolo con su índice derecho y con el ceño, aún, fruncido, mientras que con su mano izquierda sostenía su cartera.
-Bien, lo prometo.-respondió con los brazos en alto y dándose por vencido ante ella y su semblante "amenazante".
Christina bufó con resignación, y se calmó. Se acomodó el corto vestido azul y el cabello suelto con un prendedor negro con una flor, así como James se acomodó su traje, porque, bueno, nunca había visto a su hermana de esa forma y eso sólo significaba una cosa: la estaba hartando. O paraba de una vez con sus intentos de que se enamorara de nuevo o acabaría rompiendo su estrecha relación.
Ella bufó de nuevo, le dedicó una última mirada a James, que él interpretó como "más te vale" y caminó lejos de él, a zancadas y enojada.
Aún pensaba que era un completo idiota a su parecer y mientras caminaba, volvió a ver hacia atrás y divisó a su hermano dirigiéndose hacia Harriet a paso calmado.
Como si nada hubiera pasado, pensó. Igual, si nadie se enteraba, no tenía por qué dar explicaciones cuando supieran de que ya no quería enamorarse de alguien más.
Su antiguo esposo había sido todo para ella, desde que se conocieron cuando ella tenía veinticinco años y él treinta y dos, hasta el último día en el que lo vio con vida...
Y volvió a lo que estaba, sí. Pensando en que James era un...
-Imbécil, eres un idiota.-murmuraba para sí misma, observándolo, todavía en su camino y con la vista pegada a sus espaldas.-Te odio por hacerme pasar esto...-y seguía maldiciendo a su "querido" hermano.
Observó a su cuñada platicando con él y a su madre caminando por el otro extremo del salón del hotel, diciendo, todavía maldiciones hacia él. Lo quería, sí. Y mucho, pero aveces la exasperaba. Continuó viendo a su hermano con Harriet y otras personas que a ella le importaban un comino, cuando sintió chocar contra las espaldas de alguien.
-Oh, como lo siento.-escuchó. Levantó la mirada y se encontró con el hombre, que, accidentalmente, ella había golpeado. Todo por culpa de James, pensó y observó con cuidado y detalle al hombre frente a ella.
Delgado, alto, nariz definida, y hermosa a su parecer, ojos entre azules, verdes y grises, y vestía elegantemente un traje negro en el que pudo distinguir que usaba una camisa azul por dentro, y un poco apretada.
Entre abrió sus labios para decir algo, pero no salió palabra alguna de ellos. Parpadeó varias veces con la misma expresión en su rostro, sintiéndose nerviosa y como una adolescente frente al chico mas guapo de todo el colegio.
-Señorita, ¿se encuentra bien?-preguntó el hombre, sacando de sus pensamientos a Christina. Ella al escucharlo, reaccionó y sacudió varias veces su cabeza. Se aclaró la garganta y vio al suelo por unos segundos, para luego volver su vista hacia él.
-Am, sí.-respondió viéndolo, y tartamudeando un poco.-Yo, lo siento.-continuó nerviosa.-Fue mi culpa.-y se acomodó un mechón de su cabello tras su oreja izquierda, mientras miraba penosamente a sus píes. Ahora sí que no sabía que hacer.
-No hay cuidado.-respondió él sin problemas y Christina levantó su mirada, encontrándose con una sonrisa amigable de parte de él. Ella trató de sonreír de igual manera, pero sólo pudo dar una sonrisa tímida y asentir lentamente, hasta que pudo reaccionar, de nuevo. Sacudió su cabeza y se dispuso a presentarse.
-Mi nombre es Christina.-dijo.-Christina Dixon.-y le tendió su mano, a lo que él respondió gustoso con la mujer frente a él.
-Tom Hiddleston.
Al otro lado del salón, se encontraba James junto a su prometida, Harriet, mientras hablaban de una manera muy amena con sus amigos y compañeros de trabajo.
Por un momento, se perdió en la conversación que llevaban y, en un momento de aburrimiento, observó todo el salón. Su madre caminaba con su querido tío y otro grupo de personas hacia la mesa principal, otros se perdían en los bocadillos de la sala y tomando los finos vinos que el lugar ofrecía, y los demás, casi todos, miraban y criticaban las pinturas de su madre y su hermana no aparecía por ningún lado.
No la había visto desde que le había hecho prometer que ya no intentaría presentarla con alguien. Frunció el ceño y se apartó apenas unos centímetros de su prometida a su derecha. Alzó un poco su cabeza para que, así, pudiera encontrar a su hermana entre la multitud.
Y la vio.
La vio estrechando la mano con un hombre, y no cualquier hombre. Definitivamente, su promesa tendría que esperar luego de ver eso. Trató de esconder su sonrisa y se disculpó frente a las personas con un "ahora vuelvo", y caminó sin apartar la vista de ella.
Christina abrió los ojos de sorpresa al escuchar el nombre que el hombre poseía.
¡Por supuesto!, pensó. Él era un actor, y no lo había reconocido. Parpadeó varías veces, tratando de procesar todo en su mente: primero, no quería llegar a ese lugar, pero lo hizo de todos modos porque era una ocasión especial para su madre; segundo, quería distraerse, aunque se le estaba haciendo difícil con James ahí; y por último, después del mal momento con su hermano, se topa con Tom Hiddleston.
El oxígeno se le fue por unos segundos mientras aún tenían sus manos entrelazadas. El momento pasó y el tiempo se detuvo para ella, tanto como para él.
No supo cuando se perdió en los ojos de la mujer frente a él, y ella hizo lo mismo. Había sido como una conexión al instante entre ellos, como si hubieran sido creados el uno para el otro.
Lentamente, separaron sus manos y Christina volvió a la realidad.
Tom fue el que tomó la iniciativa y se aclaró la garganta para iniciar alguna conversación con ella. No sabía por qué, pero Christina le llamó la atención desde que la había visto entrar en ese salón, y ahora que le había dado su apellido, también la reconoció al instante.
-Así que eres la hija de Piper Dixon.-habló, un poco nervioso e incómodo a la vez.
-Sí.-respondió ella y luego hizo una mueca, que a él le sacó una pequeña risa, haciendo que Christina también riera un poco.-Tu risa es un tanto peculiar.-comentó.
-Sí, no puedo controlarla.-respondió sonriendo un poco. Ella se mordió un poco el labio, pues ya no sabía con qué continuar su charla y estaba seguro de que ambos querían seguir hablando. Christina se dispuso a hablar luego de unos segundos, hasta que...
-Hermanita, aquí estás.-escuchó a sus espaldas, y ella se dio media vuelta para ver a su hermano, sonriente, y eso no le daba buena espina.
-Sí, aquí estoy.-contestó con una sonrisa forzada que a James no le importó, y que interpretó como "vete de aquí, estropeas mi momento " o algo así, para después pasar el brazo izquierdo en la cintura de su hermana.
Tom los vio un poco confundido y luego soltó una risa al ver a Christina un poco sonrojada y nerviosa, hasta que se presentó frente al hermano de ésta y él le respondió muy contento.
-Es un actor.-susurró James entre dientes a su hermana, mientras hacía una sonrisa.
-Ya lo sé, tonto.-respondió ella de la misma manera.
-Me gustan muchas de tus películas-comentó James a Tom.-y también obras.-soltó a Christina.-Mi favorita es War Horse, aunque no dejo atrás tus papeles en las películas de Marvel, prefiero esa, y escuché que serás el protagonista de una nueva obra de teatro.-finalizó y Tom asintió, recordándolo.
Formuló en su cabeza los lugares en los que había visto a James y luego su mente se aclaró. James también actuaba, pero teatro solamente.
-Oh, sí.-respondió Tom.-Coriolano.
-¡Sí, esa!-dijo James con entusiasmo..-No recordaba su nombre, lo siento.-se apenó, y Tom soltó una risa.
-No importa, yo también soy fanático de tus interpretaciones.-comentó y James frunzió el ceño, preguntando con el gesto a Tom.-Electra.-dijo y él y James se fundieron en completa conversación de actores.
Y Christina, quien ya estaba apoyada en la mesa de bocadillos a su izquierda, se dio cuenta de que sobraba de más entre Tom y su hermano, así que se encogió de hombros, suspirando y se hizo camino hacia Harriet, que veía la escena con una ceja alzada en otro extremo del salón.
La pelirroja prometida de James negó con la cabeza al ver a su cuñada caminando hacia ella.
Así que por eso se fue, pensó.
Es que ella conocía tan bien a James que sabía que intentaría otros de sus trucos para que Christina se enamorara de nuevo, y sabía que él había llegado hasta ella para eso, pero en vez de que se fuera del lado de ella, se fue por el lado de su novio.
-Creo que sobraba ahí.-comentó Christina, posándose a la par de Harriet y observó a James con Tom.
-Yo también creo que lo hacías.-respondió Harriet, y se cruzó de brazos, escuchando el pesado suspiro de Christina a su derecha.
Christina no podía creer lo que estaba pensando.
Nunca en su vida, luego de la muerte de Matthew, había sentido ese algo en su interior al hablar con un caballero. Y el actor que acababa de conocer sí que lo era, aunque tenía que llegar su hermano a romper su promesa.
Después de que James había llegado hasta ellos, ambos se habían olvidado de que estaba una mujer enmedio. Volvió a suspirar y pensó que quizás era lo mejor. Ya no quería caer en el corazón de alguien más.
Volvió su atención a ellos y sabía que esa noche sería muy, pero muy larga.
