Disclaimer: Fairy Tail es propiedad de Hiro Mashima. Fic participante en el reto cumplir la petición del foro: Cannon Island. Pero, especialmente, para Lightblue17

Sorpresa, sorpresa(?) Vengo a dejar mi contribución para el reto de cumplir las peticiones. Para no ser menos, por supuesto tenía que elegir el difícil y meterme a tratar de rescatar personalidades de las 3 escenas en que aparece cada pj...

Así que aquí está, y espero que te guste...


La doncella guerrera no estaba acostumbrada a la derrota. Lo suyo era comandar sus tropas hacia la victoria, con su dorada armadura reluciendo al sol como la estrella que era. Lo suyo era llenar de gloria el nombre de su imperio, vencer con apenas un mínimo esfuerzo a aquellos que eran lo bastante estúpidos como para oponerse a su emperador. Ella era un escudo y también una espada, veloz, precisa, afilada. Destinada a bañarse en la sangre de sus enemigos. Había entrenado toda su vida con ese objetivo y estaba orgullosa de contarse entre las doce personas más fuertes del imperio.

Y, a pesar de todo eso, había fallado. De la manera más ridícula y humillante, derrotada por un par de niñas y un espíritu que apenas se tenía en pie. Ella, que era superior a tantísimos magos, ella, que se enfrentó cara a cara contra la mejor espadachina de Fiore y la superó sin problema. Ella, que poseía el poder de los dioses. ¿Y de que le había valido todo eso?

Vencida, derrotada, aplastada, humillada, daba igual el término que quisiera usar. Eso no cambiaba el hecho de que sus muñecas se encontraban atadas tras su espalda, atrapada en una vulgar silla y con sus poderes anulados. Ella, quien gustaba de burlarse de la debilidad ajena y explotarla a su antojo. Ella, que se había burlado del fracaso de Brandish. Y ya se me acordaba de ella… ¿Habría sufrido la misma humillación a manos de Fairy Tail? Mientras ella reía en el barco, antes de que todo se arruinara, ¿habría estado Randi en la misma situación, mirando sus propios pies mientras su cuerpo adolorido era un perpetuo recordatorio de su ineptitud?

Si así era, Dimaria se arrepentía. Se arrepentía de lo que había dicho sobre su compañera y se arrepentía de no haber intentado rescatarla. Tal vez, si lo hubiera hecho, el resultado habría sido distinto y no se encontraría ahora a merced de los debiluchos que disfrutaban burlándose de su derrota, aunque empezarían a correr si tan solo una de sus cadenas se soltara.

¿Con que cara miraría ahora a sus compañeros, si es que estos se alzaban con la victoria que a ella le fue arrebatada? ¿Cómo explicaría a su Majestad que había sido vencida por unas niñas? Rivales débiles, ni por asomo cercana a su nivel o eso había pensado ella. El haber sido pateada en la cara le había molestado lo suficiente como para usar su magia en la batalla y justo cuando pensaba que ganaría con facilidad, como siempre, esa otra mujer se había entrometido. O mejor dicho, su espíritu o algo así. Era un ser incompleto, que se había atrevido a profanar su santuario, su lugar privado en medio del flujo del tiempo. Y no sólo eso, había permitido que las niñas que pretendían enfrentarla se entrometieran también. Había pasado un largo tiempo desde que Dimaria se había sentido tan molesta con alguien y era por eso, y sólo por eso, que había decidió derrotarlas con su máximo poder, con el alma que había heredado de sus ancestros.

En vano. Todo en vano. ¿Cuáles eran las probabilidades de que, de todos los magos de Fiore, se enfrentara precisamente a una God Slayer? Que además contaba con la ayuda de tal vez la única persona en el mundo que podía rivalizar con su poder temporal. De todas formas, eso no justificaba su fracaso. Aunque se hubiera llevado los poderes de la niña con ella, no había nada que pudiera justificarla y hacerla digna de volver con la cabeza en alto junto a su señor. Por todo lo que sabía, puede que a esa altura, el emperador hubiera conseguido ya su objetivo, el Fairy Heart, y la hubiera abandonado allí. No quería creerlo, pero debía admitir que no era muy diferente de la posición que había tomado ella poco antes. Los perdedores no merecían compasión o eso pensaba ella. Si eras lo bastante débil como para dejarte vencer, no merecías pertenecer a la élite.

De pronto casi sentía que se lo merecía. Que la humillación de su derrota era el castigo por haberse confiado, por haber subestimado la fuerza de los magos del continente. Su penitencia por la arrogancia que la había caracterizado. Por haber sido incapaz de comprender que sus compañeros derrotados, lo habían sido no por incapaces si no por haber sido superados por las hadas. Por haberse creído mejor que todos ellos.

Hubiera querido aguantarse las lágrimas para no añadirlas también a su humillación, pero no podía. No podía contener sus sentimientos dentro de sí, la inundaban por dentro y se derramaban por sus ojos. Ni siquiera se atrevía a levantar la cabeza, temiendo que sus enemigos pudieran regresar y encontrarla así, descubrir que su debilidad era aún mayor de lo que parecía, que era incapaz de controlarse a sí misma. Que todo lo que quedaba de la orgullosa Spriggan, de la doncella guerrera, era una mujer vencida, con el cuerpo lastimado y la ropa a medio desgarrar.

Si la pequeña niña que la había derrotado pudiera verla ahora, ¿se burlaría acaso? Ella siempre se burlaba de sus adversarios antes y después de derrotarlos. No veía por qué no sería así en su caso. Aunque, por supuesto, la GodSlayer no se parecía en nada a ella.

Si Brandish, a quien siempre había pretendido despreciar, la encontrara así, ¿se reiría en su cara, como había hecho ella al enterarse de su encarcelamiento? Casi podía sentir su mirada sobre ella. Burlona, condescendiente, regodeándose en su derrota. O tal vez no sería así, pues Brandish no era como ella. Era más débil, o eso le gustaba decir a Dimaria. Quizás lo correcto sería decir mejor persona.

Tras un largo momento consiguió controlarse un poco, y fue entonces cuando la luz blanca la cegó. Aquella luz que reconoció como la magia de Irene, aquella que no había sido probada aún y tan peligrosos resultados podía traer. ¿Había sido necesario que Irene interviniera? ¿Qué estaba pasando al otro lado del país? No tuvo demasiado tiempo para meditarlo, pues pronto se encontró fuera de su prisión, aunque aún atada y sin poderes.

Huir arrastrándose no era algo digno de su persona, o eso hubiera dicho el día anterior. A esas alturas, no le interesaba nada más que alejarse de sus captores, encontrar un lugar donde lamer sus heridas para alzarse otra vez. Después de la manera en que sus planes se habían arruinado la última vez, ni siquiera le sorprendió ser descubierta y atrapada casi enseguida. Lo que sí le sorprendió fue la aparición de uno de sus compañeros, Larcade, quien había ido por ella. Quizás el que no la hubieran abandonado significaba algo. Quizás podía ser una oportunidad.

Para ser un mejor escudo, para defender mejor lo que se suponía debía proteger. Para derrotar a quienes la habían humillado y entregar la recompensa a su emperador. Quizás, incluso, para ser una mejor compañera para Brandish.


N/A: Espero que puedas perdonarme por el Brandaria infiltrado… Siempre puede ser friendhsip. Admito que me costó un poco meter a Zeref, porque Dimaria nunca me ha parecido demasiado comprometida con el imperio. Al menos yo creo que más bien persigue sus propios ideales.

Escribir esto me llevo a varias conclusiones interesantes como… ¿Están los Spriggan realmente comprometidos con su imperio? Por que a mi parece solo August e Invel son leales a Zeref, mientras que Brandish lo es al imperio y a lo que representa. Irene parece alinearse con Zeref porque le conviene, mientras que todos los demás son del tipo "Solo me importa mi propio bien". Así que al final, es más una introspección de Dimaria sobre la derrota pasada que lo que pediste… Siendo ese el caso, ofrezco un tributo para resarcirme.