Disclaimer: nada del Potterverso me pertenece

Este fic ha sido creado para el "Amigo Invisible 2013-14" del foro "La Noble y Ancestral Casa de los Black".

El fic es para Nalya Granger. En su primera petición había pedido lo siguiente: "Un fic muy dramático de Sirius Black y Regulus Black. En sí querría un contraste, por ejemplo, primero una escena feliz de ellos dos de pequeño y luego, desde el punto de vista de uno de los dos, me da igual cuál, lo que sintió cuando Sirius abandonó el barco la casa. Y ya si en el final ponéis los pensamientos de Regulus antes de morir os querré muchito.

1

Intermedio

Un joven alto, con el pelo de color negro y llegándole hasta los hombros, entró en el campo de quidditch aquella mañana. Portaba los colores de Gryffindor en su uniforme, pero no parecía en ningún momento tener intención de haber venido a jugar.

―¿Regulus? ¡Regulus!

―No hace falta que grites, hermano, estoy aquí.

Sirius Black se dio la vuelta y miró hacia las gradas, donde un chico, también con el pelo negro y largo, pero ataviado con la túnica del equipo de quidditch del equipo de Slytherin en su lugar, lo miraba.

―Te he dicho mil veces que no me llames hermano, Regulus, te hace parecer demasiado pomposo. Demasiado a nuestra querida madre, permíteme decir ―esto último lo dijo con ironía.

―Lo siento, Sirius, pero así es como fui educado, ya lo sabes. Yo simplemente decidí seguir con las enseñanzas de madre.

―Sí ―contestó seriamente ―. Claro que lo sé. ¿Qué quieres, Regulus?

El buscador de Slytherin se levantó y cogió dos palos de escoba que hasta el momento habían estado sobre los asientos de la grada. Cuando por fin bajó y estuvo frente a su hermano, dijo:

―Sólo quiero hablar contigo, Sirius. Las cosas han cambiado mucho desde… aquella noche. Pero pensé que quizás te apetecería que antes volásemos un poco. Ya sabes, como en los viejos tiempos. Al menos me debes eso, ¿no crees?

Le tendió el palo de escoba, pero Sirius no lo cogió, sino que se quedó mirando a su hermano. Regulus, por su parte, se encogió de hombros y dejó el palo sobre el césped del campo. Pasó al lado de Sirius, hacia el centro del campo, se subió a la escoba y, dando una patada en el suelo, se elevó con su escoba.

Sirius lo miró de soslayo. Era algo que Regulus siempre hacía, no insistir en sus peticiones, encogerse de hombros y seguir. Algo que hacía desde que eran pequeños, porque sabía que Sirius siempre aceptaría. Se maldijo a sí mismo y a Regulus y se subió al palo de escoba, alzando el vuelo.

Mientras subía y subía, contemplaba a su hermano, quien ejecutaba elegantes movimientos de vuelo. Sí, Regulus siempre había sabido volar, desde que era un niño. Había sido y es el orgullo de su padre, gran fan del quidditch. Sirius, por su parte, siempre había jugado con él, pero era sabido que no tenía su don. Una cosa más de la que sus padres no se habían sentido orgullosos.

Tras uno minutos de vuelo, los dos aterrizaron y se sentaron en las gradas, quedándose unos minutos en silencio.

―¿Qué tal por casa?

―Esta Navidad ha sido muy extraña. Madre debió borrar tu nombre del tapiz familiar durante mi ausencia. Lo quemó, aunque no pude verlo. Y también al tío Alphard, aunque ni ella ni padre quisieron decirme por qué.

―¿Y por qué crees tú? El tío Alphard me ha dejado una gran cantidad de dinero. Anda, dime algo que no sepa, Regulus.

―Padre ha estado muy enfermo durante las fiestas ―soltó Regulus de repente.

Sirius se calló. La relación con sus padres nunca había sido precisamente buena, pero si alguna vez hubiese tenido que elegir entre sus dos progenitores, habría escogido a su padre. Era cierto y para nada le dolía admitirlo. La relación con su madre siempre había sido... complicada, si se podía llamarla así. Por eso la noticia de que su padre había estado enfermo le había dejado traspuesto. Desde que abandonó el Nº 12 de Grimmauld Place, Sirius no sabía nada acerca de él.

―¿Qué le ha pasado?

―Madre dice que no ha sido nada, pero sé que no es verdad. Nunca me dice nada. Ha debido estar así por lo menos desde… desde que te fuiste.

Sirius volvió a callarse.

―¿Qué hiciste después de que te marchases? ―preguntó Regulus.

―Los Potter me acogieron en su casa. Pasé allí el resto del verano. Y el que viene también hasta que cumpla la mayoría de edad. Entonces me iré.

―Ojalá las cosas volvieran a ser como antes.

Sirius, entonces, se levantó bruscamente.

―¡No, Regulus, no! ¿Es que no te das cuenta? Yo no estuve ahí, ni tú tampoco, pero sabemos lo que pasó, tú mismo lo has dicho. Casi puedo ver a nuestra madre alzando su varita y borrando mi nombre del tapiz. Estoy desheredado, expulsado de la familia para siempre. ¿Y sabes qué te digo? Que no me importa. Prefiero estar en cualquier otra parte que en esa casa, a la sombra de madre.

―¿Y qué pasa si, por una vez, quiero que todo vuelva a ser como antes?

―Entonces te diría que crecieses de una maldita vez. Y que te dieses cuenta de ya nada volverá a ser igual.

Regulus se levantó y se enfrentó a su hermano.

―¿Crees que soy un niño? ¿No me crees capaz de tomar ya mis propias decisiones? No siempre voy a estar a la sombra de madre. Ella nunca me propondría que me uniese a los mortífagos.

―¿Qué has dicho? ―preguntó Sirius de repente. Regulus había hablado de más.

―Nada.

Se dio la vuelta, dándole la espalda a Sirius, dispuesto a irse, pero este le detuvo, sujetándole por el cuello de la túnica.

―Será mejor que repitas eso ―dijo seriamente.

Regulus lo miró por un momento en silencio, antes de hablar por fin.

―Cuando salga de aquí… pienso unirme a los mortífagos de Quien-Tú-Sabes.

Podría haberle propinado un guantazo, gritarle, llamarle estúpido o decirle que le esperaba una muerte segura, pero ni hizo ni dijo nada eso.

―Ni siquiera eres capaz de pronunciar su nombre. ¿Cómo vas a unirte a él, entonces? ―pero Regulus siguió callado ―. ¿Estás seguro?

Regulus Black parecía sorprendido.

―¿Es que acaso te parece bien?

―¿Te lo parece bien a ti, hermano? ―pocas veces le llamaba así ―. ¿Es que tengo que felicitarte por esa decisión? Hay una guerra, Regulus, ahí fuera, más allá aquí, más allá de Hogwarts. Y no eres el único que luche en ella. Yo también tendré que tomar un bando, más tarde o más temprano.

―¿Qué quieres decir? ―preguntó él.

―Adiós, Regulus, no creo que volvamos a hablar nunca más ―se dispuso a irse, pero esta vez fue Regulus quien le detuvo.

―Sirius, ¿qué has querido decir con eso?

Sin embargo, Sirius se acercó a su hermano y, de repente, le abrazó, como nunca antes le había abrazado, como nunca antes lo había hecho de esa manera. Y mientras lo hacía, lo único que le dijo fue:

―Lo único que deseo, hermano, es que cuando estemos allí fuera, en esa guerra, nunca tengamos que encontrarnos cara a cara, desde bandos enfrentados. Adiós.

Y esta vez pudo ver como se marchaba, tal vez para siempre, como había hecho meses antes…