Disclaimer: nada del Potterverso me pertenece
Este fic ha sido creado para el "Amigo Invisible 2013-14" del foro "La Noble y Ancestral Casa de los Black"
El fic es para Nalya Granger, que había pedido lo siguiente: "Una historia de Merope Gaunt de pequeña, creo que no he leído muchas historias de este personaje, pero es que mucho menos de ella cuando era pequeña."
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1907
El hombre permanecía sentado sobre su butaca. Su mirada escudriñaba la pequeña estancia, pero sin mirar. Sus vacíos ojos negros se perdían en la nada, esperando. Mientras tanto, su dedo pulgar jugueteaba con el viejo anillo que había en su mano, un anillo con una tosca piedra engarzada.
El señor Gaunt vivía desde que nació en la pequeña casa familiar, en Pequeño Hangleton. Su mujer, la señora Gaunt, había hecho todo lo posible por hacer de ese pequeño lugar un sitio agradable y acogedor, pero nada en el mundo, ni toda la buena intención de una esposa, podría hacer que el señor Gaunt olvidase las riquezas y grandes propiedades que su familia había poseído y que ya habían perdido. Pero eso era algo que el señor Gaunt no iba a echar en cara a sus nobles antepasados. No. Antes echaría las culpas a todos esos sucios muggles, asquerosos sangre sucia y viles traidores a la sangre.
―¿Es que no tienes otra cosa que hacer? ―el señor Gaunt miró al suelo. Allí su primogénito jugaba con un cuchillo, rascando el suelo de madera.
―No.
―Entonces lárgate fuera. Ahora. ¡Ya!
El pequeño Morfin Gaunt obedeció y salió corriendo por la puerta. Al instante, un hombre hizo lo propio desde la habitación de los señores Gaunt. El señor Gaunt se levantó raudo y caminó hasta él, con sus grandes brazos colgando y bamboleando.
―Señor Gaunt…
―¿Cómo está mi mujer, sanador?
―Está sana. Y el bebé también ―al parecer, no quería decirle el sexo de la criatura. ¿Deseo expreso de la señora Gaunt? ―. Pero señor Gaunt, para la próxima vez, le recomiendo que lleve a su esposa a San Mungo. Es más seguro y más higiénico para ella.
―Usted se tiene que limitar a ayudar a dar a luz a mi mujer, cosa que ha hecho. Y ahora, váyase de mi propiedad.
El sanador bufó pero prefirió no contestar. Tomó la puerta de salida y se marchó. El señor Gaunt, por su parte, caminó hasta la puerta. Sobra la cama, arropada con viejas sábanas amarillentas, la señora Gaunt descansaba. Tenía el pelo revuelto y perlas de sudor se secaban en su frente. En sus brazos sostenía una pequeña criatura.
―Sorvolo… ―la mujer esbozó una mirada de alivio al ver a su marido.
―¿Qué es? ¿Es niño? Dímelo.
La señora Gaunt desdibujó su expresión. Bajó la mirada, evitando contemplar a su marido.
―Es una niña.
El señor Gaunt no dijo nada, simplemente se dio la vuelta y se marchó tras cerrar la puerta. Nuevas lágrimas aparecieron en el rostro de la señora Gaunt. ¿Tan difícil era aceptar a una niña? Y ya tenían a Morfin, ¿qué más quería? Pero Sorvolo siempre había querido niños, las mujeres para él eran muy inferiores.
Miró a la pequeña y le besó la frente.
―¿Cómo voy a llamarte? ¿Qué tal… Mérope? Mérope Gaunt… Sí, ese nombre me gusta. Mérope… No te preocupes, yo cuidaré de ti, no tendrás que tener miedo de nada mientras yo siga aquí. Nunca.
