Disclaimer: Los personajes son propiedad de J.K. Rowling.
Este fic participa en el reto "La pareja perfecta" del foro La Noble y Ancestral cada de los Black. Ha sido corregido por mi hermanita Adhy Rosier Moon Barigliessi. Espero que os guste
Siguió con la mirada a Daphne desde el mismísimo momento en que salió de los dormitorios de las chicas. Mantuvo los ojos entrecerrados, indolente como siempre, pero la aparición de la rubia le había puesto en alerta.
No sabía por qué. No sabía por qué Daphne provocaba esos sentimientos encontrados en él, por qué tenía que seguirla con la mirada cada vez que aparecía, por qué sentía que debía matar a cada chico que posara más de un segundo su mirada en la rubia. Si alguien le hubiera dicho que lo que sentía eran celos, se habría muerto de la risa.
Daphne sentía la presencia de Blaise allí. Era como un sexto sentido, cada vez que el moreno estaba en la sala, ella se ponía alerta. Vigilaba cuando cualquier chica se le acercaba, aunque ella misma estuviera rodeada de sus amigas. Era como si tuviera que vigilar al chico, como si tuviera que saber en todo momento que era lo que estaba haciendo y con quien.
Llevaban así desde primero y la tensión que sentían no disminuía. Al revés, aumentaba más y más. Y mientras más mujer se iba haciendo Daphne, más rechinaba los dientes Blaise. Y mientras más encanto y magnetismo tenía el llamado príncipe de fuego, más altiva y distante se volvía la princesa de hielo.
Antagónicos pero se necesitaban el uno al otro.
Ninguno de los dos admitía el amor como palabra para definir lo que le pasaba con el otro. Ninguno de los dos daría su brazo a torcer ni cedería en su orgullo para darle descanso a su corazón y dejar el juego que a ambos mataba.
Porque ninguno de los dos quería salir herido, pero no había otra forma para ellos. No mientras ambos fueran Zabini y Greengrass.
Nunca sabrían qué habría pasado si esa tarde de sábado, ese invierno, Daphne no le hubiera lanzado una bola de nieve a Blaise. Y si él no la hubiera perseguido, riendo, dejando atrás su máscara de chico sofisticado, para comportarse con el niño que no le habían dejado ser. Nunca sabrían qué habría pasado si Blaise no la hubiera alcanzado cogiéndola por la cintura y si Daphne no lo hubiera arrastrado al suelo con ella.
Porque los ojos azules de Daphne brillaban como nunca los había visto brillar y su rostro sonrojado hacia que sus labios fueran aún más apetecibles. Y Blaise no la miraba como a una posible presa, sino que el verde de su mirada estaba suavizado por ese cariño que le tenía a la rubia y que atribuía a su amistad.
Blaise sabía que debía levantarse, pero sentir a Daphne así, debajo de él, no era para nada desagradable. Y Daphne sabía que debía decir algo, pero a pesar de estar de espaldas sobre la nieve, se sentía tan protegida por los brazos de Blaise que era imposible que pensara en moverse.
Fue un copo de nieve el que desencadenó todo. Un copo de nieve que se posó en la mejilla de Blaise y Daphne se apresuró a retirarlo, con una caricia leve como la de una pluma. Ese copo de nieve y esa caricia, hicieron que se miraran con distintos ojos, que bajaran las defensas y, sin palabras, se dijeran todo lo que llevaban oculto en su interior.
El beso fue tan suave como había sido la caricia de ella, pero tan demoledor para ambos que parecía que un alud los había cubierto. Porque el primer beso con la persona que amas de verdad es capaz de remover todo tu interior, haciendo que las verdades que pretendías mantener ocultas, brillaran con luz propia.
Y eso fue lo que les pasó a ellos.
