Primero que nada, esta historia esta clasificada en M por la simple razón de que es esta orientada completamente para el público adulto. Si bien, este primer capitulo, no tiene un contenido explícito de violencia, sexo o lenguaje vulgar, si los tendrán el resto de los capítulos futuros.
Debo señalar que todos los personajes que se encuentran aquí son ficticios, pertenecientes a DC Comic Entertaiment. Y los hechos acontecidos en esta historia son provenientes de los lugares más oscuros de mi recóndita mente.
Gracias por su tiempo; especialmente, al autor BeastDark. Quien me inspiro a escribir esta historia con uno de sus relatos.
Disfruten la lectura.
Las hojas caídas en el suelo crujían ante el paso de mis botas, pero no era lo único que cortaba el manto de silencio de la noche. Mi agitada respiración contribuía enormemente a ello.
Vamos, funciona, pensé mientras movía mis manos hacia adelante, tratando de invocar mis poderes. Sin resultado alguno. ¡Maldición!
-¡AAHHH! -Grité, al tiempo en que tropezaba con algo, una rama caída o las raíces de un árbol centenario, tal vez.
La noche anterior era el último día de una semana llena de tormentas en los Estados de la Costa Oeste, y eso no estaba contribuyendo para nada en mi plan de escape. El charco sobre el que caí era prueba de ello.
El contacto de mi cálida, y sudada, piel contra la fría mezcolanza de agua estancada, hojas secas y fango me hizo recordar que estaba corriendo en medio de un bosque. No, no cualquier bosque. Sino el bosque que conformaba la Reserva Natural del Estado de California, la cual limitaba entre las ciudades de Los Ángeles, Riverside y Jump City.
Y sabía que estaba perdida si me quedaba quieta tan sólo un segundo.
Me levante y continúe corriendo en dirección a Riverside, o donde esperaba que estuviera Riverside. Los arboles añejos del bosque no me permitían ver las estrellas con claridad, aunque, sencillamente, no me importaba.
Era mejor que la otra opción: dejarse atrapar, por él.
Por ese hombre.
Por ese monstruo.
Me gusta tu disfraz, Princesa. Es adecuado que enseñes lo que tienes para atraer mi atención, me había susurrado él al oído con un tono primitivo, cargado de deseo, mientras pasaba las puntas de sus garras, por mis muslos, en movimientos circulares; contra mi voluntad. Aunque me intriga saber: ¿cómo has sabido que tengo debilidad por las piernas? Entonces, de forma inesperada, él me había dado una lamida en el lóbulo izquierdo. ¿Y las vírgenes? En ese momento, traté de zafarme de su agarré, golpeando mi cabeza contra la suya, pero él apretó aún más mi cuello con su otra mano, a la vez que sentí una cola reptiliana rodeando una de mis piernas. Hubiera deseado que mis brazos no estuvieran colgando del techo para liberarme de ese animal. Tsk, tsk, tsk… ¿Princesa, apenas empiezo a comunicarme educadamente contigo y ya tratas de irte? Esos modales son impropios de alguien de tu clase. Pero descuida, te ayudaré a corregirlos. Soy un profesional corrigiendo a pequeñas perras bribonas.
Tragué saliva al recordar lo que hizo a continuación.
Aún podía sentir su desagradable lengua invadiendo mi garganta, inundando mi boca con su repulsiva saliva, mientras, más abajo, su mano se abría pasó a través de la parte baja de mi uniforme.
Asaltando mi feminidad.
Provocándome escalofríos.
Explotando mis sentidos.
Arrancándome gruñidos de dolor por la rudeza con la que me trató.
Y eso había sucedido ayer, un viernes por la noche, cuando por lo general acostumbraba a divertirme en un Club Nocturno o quedarme en casa viendo una de esas viejas películas de los ochenta con Laura De Mille, mi actriz favorita. En cambio ayer, fui manoseada por un criminal, más animal que hombre.
No quería imaginar lo que me hubiera hecho si su espeluznante amiga no hubiera interrumpido el acto. O si ambos no me hubieran dejado sola en esa habitación levemente iluminada, colgada del techo. O si, para mi suerte, la luz no se hubiera cortado, liberando mis muñecas y tobillos de los grilletes electrónicos, dándome la oportunidad de escapar.
Una ráfaga de viento me golpeó la espalda repentinamente, sacándome de mi ensoñación y obligándome a detenerme por lo inesperado.
Aproveché el momento para tomar aire y aclarar mi mente, inhalaba oxígeno a bocanadas, aunque me era difícil tragar aire por la boca debido a lo que rodeaba mi cuello. Rocé con mis dedos la superficie sólida de acero pulido del collar y sostuve entre el índice y el pulgar el pequeño candado que estaba detrás mi nuca. Recordé lo difícil que fue tratar de golpear el candado con una roca para liberarme, hasta que la roca se hizo pedazos.
Espero que te guste esta hermosa gargantilla, Princesa, había dicho él después de despertarme con un balde de agua helada, posteriormente a que yo quisiera usar mis poderes para liberarme, pero antes de que empezará a abusar de mi cuerpo. El "joyero" que usé para crearlo se mostró indeciso, en un principio, al saber para quien era el collar. Protestó. Aunque al final abandonó su anterior resolución y cambió de opinión, con ayuda de un par de huesos rotos y amenazas hacia sus amigas, claro. No se opuso a nada, incluso cuando tomé a una de sus amigas delante de él, para enseñarle que nunca jamás debe volver a contrariar mis órdenes, sólo se limitó a llorar en silencio. Sin protesta alguna.
Exhalé aire en señal de fatiga y levanté la vista para posarla en la luna. Por un instante, pensé en los acontecimientos que habían marcado mi vida desde hacía tres días.
Y los deteste.
Detesté cómo se habían dado las cosas desde que volví a la ciudad, desde que volví a América, en realidad. Detesté el ver como un país, tan orgulloso y fuerte cómo ., siglos atrás, un Imperio que se expandía por una quinta parte del mundo antes de ser desmembrada por Inglaterra y las demás colonias americanas en Europa, caía ante la inadvertida alianza supervillanos del continente. Detesté saber por las noticias que héroes tan grandes como la feroz Tigresa, el integro Ciudadano Frio o el pacifista vlataviano Conde Calma eran vencidos y ejecutados en sus propias ciudades. Detesté escuchar cómo las personas que me cruzaba mientras atravesaba el Cinturón Bíblico decían que todo estaba perdido, que está vez los villanos habían ganado y que ni la unión de la Asociación de la Rectitud, la Comunidad de Justicieros y la Hermandad del Bien iban a poder salvarlos. Y, sobretodo, detesté el ser tan ingenuamente optimista cómo para pensar que iba a ser fácil ayudar a mi antiguo equipo: los Jóvenes Supremos.
¡Idiota! Siempre actuando tan impulsivamente, como una niñita malcriada, de forma tan infantil, me regañe mentalmente, molesta por haber subestimado la situación por completo. Es por esto que mi padre me exilió de mi país natal.
Apoyé las manos sobre mis rodillas, para facilitar la ingesta de aire, y entonces la luz proveniente de la luna en el cielo despejado reveló algo que ya sabía: mi uniforme estaba arruinado.
¡Genial! Pensé, amargada. Otro infortunio que agregar a la larga lista de mierda que me he enfrentado desde que regresé a Jump City.
Más de la mitad de mi prenda estaba manchada de barro, un maillot de una pieza hecha de spandex, de colores marron y naranja. Por lo general, cubría la totalidad de mis brazos y torso, aunque dejaba al descubierto mis esbeltas piernas, ahora estaba roto en varias partes, dejando al desnudo mi piel caucásica, provocado por los (no tan leves) arañazos de la flora del bosque. Habia una gran abertura que se extendía desde mi costilla izquierda hasta mi vientre, enseñando mi ombligo. El material que cubría mi bíceps derecho se habia ido, dejando la tela que estaba en mi antebrazo cómo nada menos que una manga sin una función clara. Y más abajo, por debajo de donde debería ir mi cinturón de utensilios útiles, sabía que se hallaba el peor daño no sólo hecho a mi traje sino también a mi cuerpo.
-¡Auch! -Solté un gemido de dolor en cuanto toque mi trasero.
Tenía la suerte de no ver el daño que ese demente le habia hecho a mi nalga izquierda. Sabía que la tela que enfundaba esa parte de mi trasero habia sido destrozada, quedando expuesta a los elementos. Desgraciadamente, también sabia no era el único daño que habia sido dañado. Lo sentía, más bien. Una herida. Cuatro cortes verticales que atravesaban mi posadera.
La habia obtenido antes de que ese monstruo se fuera de la habitación con su espeluznante novia.
Rebelde, rubia, con unas piernas dignas de una supermodelo. ¡Felicidades, Princesa! Te has ganado el privilegio de pertenecer a mi pequeña manada, había expresado él, como uno de esos presentadores de un programa de concursos americanos, felicitando a alguien por haber obtenido la suma más grande de dinero en la rueda de la fortuna; con la diferencia de que las palabras estaban colmadas de burla y malicia. En aquel momento, su espeluznante novia habló, con una sonrisa perversa en su rostro gris: Cariño, ¿porque no la marcas? No querrás que alguien más se la quede. Una sonrisa igual de desagradable había aparecido en el rostro del hombre. Entonces se puso detrás de mí, mientras yo le insultaba y amenazaba con matarlo si me ponía un dedo encima. ¡Ja ja! Descuida, Princesa. No voy a ponerte ni un sólo dedo encima. Te doy mi palabra.
De cierta manera retorcida, cumplió con lo dicho.
No sentí ni un dedo sobre mi piel cuando me tocó el trasero, cuando escuché que la tela se desgarraba. No, lo que sentí fueron sus puntiagudas uñas royendo mi piel velozmente, seguidos por el dolor y la sensación de la sangre brotando de los cortes, cayendo lentamente.
—¡Ese animal! La próxima que me encuentre con él, voy a-
Repentinamente, la quietud de la noche se rompió, ya que algo aulló en la distancia.
-Auuuu…
En tres segundos, sólo forje tres pensamientos. Instantáneos, pero sensatos.
¿Un lobo? Es lo que pensé en el primer segundo. No hay lobos en esta parte de América, es lo que pensé en el siguiente segundo, gracias a mi conocimiento en el área. No obstante, mi tercer pensamiento no fue derivado de una pregunta, o de un hecho lógico, sino del más absoluto terror al reconocer de que animal provenían esos aullidos: ¡Oh, mierda!
-Auuuu…
Mis piernas se movieran por si solas en la dirección contraria del aullido y, sin dudarlo siquiera un instante, me lance a la carrera en lo más profundo del bosque.
-Auuuu… -Ya estaba corriendo desesperadamente en cuanto oí el segundo aullido, esta vez más cerca de donde me encontraba.
Corre. ¡Corre! ¡Corre, maldita sea! Pensé aterrada mientras me movía frenéticamente entre la vegetación del bosque. ¡No dejes que te atrapé!
-¡Auuuu! -El aullido estaba ahora mucho más cerca.
¡No dejes que te atrapé! ¡No dejes que te atrapé! Me repetía a mí misma. El mantra improvisado me distraía lo suficiente para sólo enfocarme en huir.
Ignorando lo adoloridos que se encontraban mis músculos. Ignorando mi falta de oxígeno en mis pulmones y lo difícil que me era respirar con el collar inhibidor. Ignorando lo acelerado que latía mi corazón. Ignorando cómo las ramas de los árboles chocaban contra mi cuerpo, creando nuevos cortes en mi uniforme, ya arruinado, y en mi piel sudada. Ignorando que casi tropecé un par de veces por pisar piñones, raíces, rocas o lo que demonios sea que habia en la tierra húmeda.
Valía la pena ignorarlo todo con tal de evitar ser atrapada.
-¡AUUUU! -Está vez el aullido llegó a mi claramente, debía estar a sólo un par de yardas de distancia. Tal vez, sólo una.
Y esa incertidumbre fue la que me hizo girar la cabeza hacia atrás, para ver si él me seguía, ignorando que habia un sendero unos metros más adelante.
-¡Ahh!
Me sumergí en la más profunda oscuridad, tan profunda que creí poder volar sin ayuda de mis poderes. Como en un sueño. Hasta que la realidad me golpeo en la cara, ayudada por los elementos de la naturaleza. Fango, ramas y quien sabe que otras cosas fueron aplastadas por el pesó de mi cuerpo. Antes de poder asimilar el dolor que conllevaba una caída de esta clase, mi cuerpo rodó cuesta abajo varias veces más.
Oí como crujían las hojas y pequeñas ramitas ante mi imponente e involuntario paso. Oí el reconocido sonido de la tela siendo desgarrada, e incluso mientras caía, supe de inmediato que mi uniforme ya debía pertenecer a la basura.
-Ulp…Ump… -Más dolor asedió mi cuerpo, más gruñidos me fueron arrancados de la boca en cuanto una parte de mi cuerpo hacia contacto con el suelo. -¡Ungh!
Finalmente, en el último trayecto pude ponerme de pie… sólo por una milésima de segundo, tal vez por la suerte, tal vez por la fuerza del impulso o tal vez porque a alguna deidad incógnita le divertía verme sufrir al enseñarme lo cerca que estuve de detener mi inevitable caída en un claro poco profundo.
Di una paródica voltereta antes de caer de espaldas en el agua.
¡SPLASH!
Una sensación de suciedad, frio y dolor invadieron mis sentidos.
Mi cuerpo estuvo cubierto por el agua helada, sólo por unos segundos, pero el suficiente tiempo para ingerir, distraídamente, una significativa cantidad del repulsivo brebaje de la naturaleza.
De forma instintiva, impulsé la cabeza hacia arriba, sacándola del claro. Tosí, mucho, buscando el anhelado oxigeno que el sendero me habia arrebatado, hasta que la sensación de ahogamiento pasó. Pero no tardé en sentir que otras sensaciones invadían mis sentidos, sensaciones más desagradables y agudas. Cómo el inevitable frio que asaltó mi cuerpo, o el leve dolor que sentía en el tobillo izquierdo, o la asquerosa sensación de tener el cuerpo pegajoso por el sucio lodo, junto con la impotencia de no poder usar mis poderes para limpiarme con facilidad.
Aun así, creí ser afortunada porque el claro era lo bastante profundo cómo para amortiguar mi caída, aunque sin ser lo suficiente hondo como para ahogarme en ella. Incluso ahora el agua apenas tapaba mi cintura, estando sentada.
Y junto a ese pensamiento optimista, vino otro que señalo que, si era verdaderamente afortunada, no estaría sentada en el agua estancada, con el trasero cubierto de barro, en el medio de la nada, sin poderes, hambrienta, sucia y huyendo de un demente.
Eso hizo clic en mi mente.
Recordé que estaba huyendo, pero ya no oía más aullidos, ni más ruidos que el viento moviendo las ramas de los árboles por encima de mi cabeza.
Tal vez si hay lobos en…
¡PLAF!
Mi cuerpo se paralizó en cuando oí ese ruido, el ruido de alguien cayendo sobre el suelo. Detrás de mí.
Entonces, escuche su respiración, la respiración de él.
Tragué saliva.
Tenía miedo, mucho miedo, tanto que no me animaba a mover un solo musculo. Empecé a temblar, si era por el miedo o el frio no lo sabía.
¡NO! ¡Por favor, que no esté ahí! Que no sea él, ¡que sea alguien más, maldita sea! Sentí que me observaban, sentí ojos en la espalda. Me sentí como una presa indefensa que sabe que está a punto de ser devorada por un temible depredador. Quizás así era, sólo que en este caso el depredador se aparearía con la presa.
Y ese pensamiento sobre mi posible destino lúgubre hizo brotar algo en mi interior: mi valor.
Si este es mi fin, al menos voy a caer cómo todo ciudadano markoviano a lo largo de su historia. Luchando por su libertad.
Mi parálisis provocada por el miedo se diluyo.
Bajó el agua mi mano se movió por instinto en busca de algo que pudiera usar cómo arma, encontrando una roca del tamaño de mi puño cerrado. No era mucho, pero era mejor que nada. Con toda la lentitud y sigilo posible, clavé la rodilla derecha en el fango, casi sin hacer ruido. Ignoré el dolor en mi otra pierna, ya que no habia tiempo para eso. Tensé mis músculos para levantarme de un saltó y ponerme en posición de combate de inmediato.
Ya sólo me queda enfrentar a mi perseguidor y morir con dignidad, la idea me intimidaba, pero prefería eso a quedar viva en las manos de ese demente. Es la hora.
Envié toda mi fuerza a mi pie derecho e impulsé mi cuerpo hacia arriba. De pie, rápidamente di un giro de ciento ochenta grados apoyando todo mi peso en mi pierna izquierda…
…y ese fue mi error.
¡Oh, Santa Mierda!
Perdí el equilibrio.
Mi tobillo estaba peor de lo que pensaba, no soportó todo mi peso, y por segunda vez en el breve lapso de cinco minutos caía hacia adelante. Moví mi pierna buena para evitar la caída, pero mi cuerpo ya estaba atrapado por la fuerza de la gravedad. Sin embargo, está vez, mis rápidos reflejos sirvieron para hacer menos indoloro el impacto.
Caí de rodillas y luego sobre mis palmas, debiendo soltar la roca que tenía en la mano, quedando vulnerable ante el inevitable ataque de ese animal.
Levanté la cabeza para enfrentar mi destino…y no lo encontré.
No habia nadie delante de mí, sólo el sendero que provocó mi caída y varios árboles carentes de hojas. Incluso en las sombras, en aquellos lugares donde no llegaba la luz de la luna, podía apostar que no habia nadie allí.
Tal vez fue mi imaginación, pensé aliviada.
Estúpidamente.
-¿El perrito? -Dijo alguien detrás de mí, antes de reconocer a quien pertenecía. Una vez más me quede congelada. -Princesa, ya estás dentro de mi manada. No es necesario que me tientes con esa posición- la ruda voz, dotada de burla y arrogancia, atravesó mi valentía cómo un cuchillo al corazón-, aunque valoró tu optimismo. Serás una buena mascota en el futuro… si sobrevives.
Estoy perdida, mi valor markoviano se había esfumado con sólo oír esas palabras.
CONTINUARÁ…
Voy a admitirlo, tenia pensado escribir una historia así desde hace mucho tempo, una historia cruda y perversa de los Jóvenes Titanes. Sin embargo, no tenia mucha experiencia escribiendo, por lo que hice de lado la idea por un tiempo. Hasta que en esta ultima semana, ya teniendo mas experiencia escribiendo, me vi inspirado a hacerlo.
Espero que les haya gustado.
Si quieren dar su opinión sobre esta historia, señalar un defecto ortográfico o narrativo en la misma, o dar algunas ideas adicionales que agregar, estaría honrado de recibirlas.
