NOCHE TOLEDANA
No puedo dormir, es culpa de las caricias que yacen sobre tu cuerpo blanco, tu amor en venta, tus ojos grises que ajenos a mí se cierran sin sueño en la elegida oscuridad.
NC-17
Angst yaoi / Shounen ai
Eriol x Syaoran / Eriol x / Menciones de Syaoran x Sakura / Otras
Notas: Los chicos ya han cumplido los dieciséis años, cabe aclarar que ha pasado tiempo desde el final del Manga de CCS. Por ello he tomado la historia desde este punto, así como las parejas y situaciones.
"Noche toledana" es una expresión coloquial referente a la noche que se pasa sin dormir.
Besos,
Nabichan Saotome.
Introducción
La mayoría de las personas que partieron de Londres en el vuelo 512, hacía un par de horas, tenían ansias incontrolables de llegar a su destino. Fue la razón por la cual al apagarse la insistente señal en lo alto del tablero que indicaba ajustar sus cinturones, y cuando la amable voz de la azafata dio la cordial bienvenida a Japón, se pusieron de pie tomando bolsas, maletas de mano, abrigos, todo ello del portaequipaje superior. Aún cuando el amplio corredor quedó reducido a su mínima expresión al apretujarse la multitud ansiosa, parecían todos satisfechos, sonrientes, liberados, incluso algunos se permitieron una sonrisa impagable en la comisura de sus labios aparentemente sobrios. Sí, podía ser que la persona delante les hubiese dedicado incontables fuertes pisotones, pero con la constante disculpa todo venía en gracia. La puerta fue abierta, y aquella mayoría de extranjeros y nativos, apenas despidiéndose de la tripulación, salió a base de perdonados empujones del pasajero que iba detrás.
"Eres libre" parecía canturrear la brisa vespertina que les recibió en invisibles y frescos brazos. Daban ganas de lanzarse a ella, desenvolver las alas y aprovechar la libertad en tan fuertes risotadas que acabarían de destrozar la seriedad.
Él en cambio, sólo se puso de pie cuando los demás pasajeros, soñadores y afortunados, hubieron caminado a través del tren de aterrizaje. Una aeromoza, que se acercaba a él, se limitó a entregarle una sonrisa de bienvenida de tono avergonzado que le resultó familiar; y él inclinó un momento la cabeza en amable agradecimiento, manteniendo el paso tranquilo que con el largo transcurrir de los minutos, le llevó a las bandas de equipaje, de donde con un nimio esfuerzo descendió su única maleta. Asimismo, tomando la larga asa escondida la llevó consigo a la zona de aduana, escuchando el girar de las ruedas del equipaje hasta llegar. Agradeció la hilera que le detuvo por cerca de diez minutos antes de acercarse a la ventanilla correspondiente, y cuando su turno fue nombrado por uno de los altos guardias a cada extremo del cerco, del bolsillo interior de su abrigo negro sacó el pasaporte. No soltó el asa de la elegante maleta que halaba, pues el trámite no llevaría mucho.
Quizá si hubiese golpeado a uno de los custodios dejados atrás, le hubieran detenido de su andanza tranquila, fingida calma, y el encuentro a una hora no se vería tan cercano…
/-Hiragizawa, Eriol-/ pronunció en voz amable y sin embargo taciturna; entregando el documento solicitado al alto joven que apenas le observó.
/-Joven Hiragizawa… ¿Qué le trae a Japón ¿Negocios o placer?-/ nuevamente los ojos castaños fueron alzados para él, mas cuando iba a responder después de contener una fina sonrisa sarcástica para sí mismo, el mismo dependiente le atajó, dando cuenta de la tercera línea del documento. -¡Oh! Doble nacionalidad…perdone el inconveniente, joven Hiragizawa. Bienvenido nuevamente-
/-Gracias-/ asintió, recibiendo el pasaporte que fue a dar nuevamente al anterior bolsillo, dando media vuelta y siguiendo el camino que su sola presencia enigmática, atractiva y sensual, parecía formar entre la tradicional aglomeración.
"Doble nacionalidad" había pronunciado.
Pero Eriol no se sentía así.
Hacía varios meses que no pertenecía a ningún lugar.
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El conductor tomó su equipaje, colocándolo con toda parsimonia en el maletero, que con un pequeño empuje fue cerrado logrando un corto chasquido. Tras ello, observando que el joven había tomado ya asiento en el lugar trasero del taxi, abrió la puerta delantera, entrando él mismo. Cuando lo hubo hecho y tras colocarse el reglamentario cinturón de seguridad, le fue entregado un corto papel con la dirección de destino escrita en perfecta y elegante letra oscura.
/-Es en la región central de Tomoeda-/ era suave la voz que aclaró su duda, y sin embargo había algo ella, quizá un dejo de tristeza, que le hizo observar por el retrovisor. Era otro más en su arduo trabajo, un joven más que salía del aeropuerto internacional, pero no pudo evitar que su mirada quedara fija en él. Su cabello oscuro, de indudables reflejos azules, caía de manera desenfadada en suaves mechones, los cuales cubrían un poco el inicio de las gafas redondeadas sin armazón; la preciosa mirada bajo ellas era tal la tormenta que amenazaba por arreciar en el exterior, seductora, fuerte y melancólica, de un color grisáceo que en ocasiones tornaba en encantador índigo. No era un niño ya, pasaba en afortunada gracia la adolescencia, sus rasgos eran maduros, amables, aunque algo silenciosos, y sin embargo…tan hipnotizantes, que fue hasta que el joven viró la mirada a él, que pudo alejar su avivado interés. Giró la llave del automóvil, desviando el rostro, y moviendo la palanca de cambios antes de pisar el acelerador, arrancó el kilometraje.
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Bajo petición suya el taxi dio varias vueltas a las calles aledañas, a muy baja velocidad, esperando que el tiempo pasara. La breve escala a la Mansión para dejar el equipaje no había sido suficiente, y oh, lamentablemente no tenía ánimos para encontrarse entre fríos muros, oscuridad y recuerdos palpables que a tan sólo abrir la puerta le harían retroceder.
/-¿A qué hora es su cita?-/
/-Dentro de seis minutos-/ le venía en gracia que aquel adulto de tan común aspecto hubiese podido calmar un poco su nervioso temperamento durante el largo camino desde el aeropuerto. /-Dé una vuelta al parque, por favor…sólo por si acaso-/ lo menos que deseaba en esos instantes era bajarse del automóvil nuevamente, pero por otra parte, necesitaba zanjar esa conversación lo antes posible. El taxi siguió adelante por una calle antes de tornar a la izquierda cuando el semáforo dio la luz, a paso muy lento, casi inexistente, pues el tráfico era nulo aquella melancólica tarde de domingo. Era como si todos los habitantes de la ciudad se hubiesen escondido del incómodo ambiente tenso, bajo el resguardo de tiendas, restaurantes y cafeterías, o el cálido techo de sus hogares, permaneciendo en un eterno sueño bajo las sábanas. Quizá el día nublado inspiraba guardar compostura y evitar por una ocasión el riesgo de salir.
El parque Pingüino.
Ningún niño se hallaba en él.
Sólo una persona a varios metros del tobogán, del Rey Pingüino que habría jurado era más imponente años atrás. Casi cuatro años para ser exacto.
Un tierno adolescente que de espaldas resultó familiar para Eriol. Tras el desfilar de los instantes, sin que su dolorosa mirada fuese interrumpida por el leve andar del automóvil, fue nuevamente capaz de hablar. -Ahí está- exclamó en lo que fue un perdido suspiro, haciendo que en un acto reflejo el taxista apoyara con suavidad el pie en freno, deteniendo el auto, virando hacia donde su pasajero tenía anclada la vista.
/-¿Quién es?-/ no le incomodó la cuestión, era obvio que tuviese un poco de curiosidad, más fue el desasosiego de no poder pronunciar con claridad el nombre lo que entreabrió sus labios, musitando dos únicas palabras que le vinieron a la mente, perfecta descripción del joven de pie, aguardando, que observaba los vacíos columpios.
/-…mi pasado-/
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Pudo sentir una suave presencia acercarse a sus espaldas, en un caminar tranquilo, pero no dio la vuelta, esperando no fuese él. Aguardó un poco más, sintiendo el rasgar de los metros por aquella persona, cuya conocida energía le hizo tiritar, a su corazón ascender el ritmo y a sus mejillas sonrojarse a pesar de la frialdad de la tarde. Era más allá de nerviosismo lo que de un momento a otro le asaltó inesperado, era verdadera ansiedad la que se hizo presente cuando aquel hombre se detuvo a pocos pasos de él…y pronunció su nombre.
/-Lee-kun-/ así, sólo así, sin galantes saludos ni efusivas palabras, no una pregunta por querer reconocerlo. La voz había cambiado de su tono infantil y amable, a un tono más grave y melancólico, pero aún pertenecía a Eriol, estaba seguro. Por ello reteniendo un suspiro de resignación dio media vuelta, lentamente, elevando su mirada a la adecuada altura, aguardando en desesperados instantes lo que tanto había evitado los últimos días. Sus labios se entreabrieron gracias al desconcierto, al igual que sus ojos castaños que le recorrieron sin cautela. Eriol era aún poco más alto que él, más allá del 1.66; sus rasgos habían madurado, también su cuerpo, aún delgado, atlético y atractivo era inestimable imagen de la perfección, de igual forma que su mirada gris un tanto más entrecerrada que antes por la rabiosa melancolía, y su cabello oscuro en un corte menos reservado.
Ya no era más un niño…
Y ahora más que nunca...parecía un inalcanzable dios.
Pantalón negro hecho a la medida, camisa blanca, un abrigo negro abierto que dejaba ver su figura.
Syaoran también había madurado durante aquellos años de ausencia, mas en sus ojos aún danzaba aquella cautelosa inocencia que a él tan divertida le parecía, aquel nerviosismo contagiado de Sakura.
Ninguno de los dos había cambiado demasiado más allá de la altura, una complexión más hermosa y alargada, pero de alguna forma eran diferentes…quizá sólo fuese la manera en que se observaban, o la razón.
Lee, todavía con los sentidos un poco nublados, dio cuenta que la mirada de Eriol no estaba concentrada en sus ojos, parecía perdida en algún lugar de su frente, sólo para aparentar. Le taladraba con insistencia. -Supuse que no vendrían- y aquel rostro viró hacia la izquierda, donde se encontraban los vacíos columpios, sonriendo en taciturna actitud. Se dirigió a ellos sin preguntarle acaso quería seguirle, mas Syaoran lo hizo sin siquiera pensar; le vio esperar que él mismo tomara asiento, lo cual realizó en el columpio medio, observando que el joven albino se sentaba a su derecha, ocultando la gris mirada de su curiosidad. -Por lo menos…esperaba que tú lo hicieras en su lugar- se refería a las dos chicas, Sakura y Tomoyo, cuya tarde transcurría en la casa Kinomoto junto a Kero y Fujitaka. Hiragizawa comenzó a balancearse un poco, guardando todavía la compostura, mas había algo en él que aún no concordaba del todo, fuese la mirada, o la voz, o la sonrisa que no existía, quizá la entrañable amabilidad ya sin presentar.
Como…destrozado.
Asimismo, el trigueño se balanceó un poco, intentando rememorar la última ocasión en que lo había hecho.
/-Todos sintieron mucho la muerte de…-/ omitió sus siguientes palabras, percatando lo que iría a decir a qué persona, y continuó con cierta vergüenza aminorada. /-…la profesora Mizuki-/ …"esa mujer" /-Sakura piensa que aún no están preparados para verte-/ grave y acariciante voz logró que la mirada gris fuera cerrada, recargando la cabeza en la cadena izquierda, impidiendo así Syaoran pudiese verle.
/-Lamento informarte que me verán a diario. A partir de mañana tomaré clases en su preparatoria-/ la afirmación no dejó lugar a réplicas para su interlocutor, quien quedó inmóvil en el columpio. /-Los motivos que he tenido para regresar son estrictamente personales. No tienen de qué preocuparse. No es ninguna prueba, ni se trata sobre las Cartas, ni el Mago Clow…-/ viró apenas hacia él, encontrando en los ojos chocolate sorpresa y desasosiego; y sonrió para sí en lo que sería una retrospectiva. /-No se necesita de poderes mágicos para leer tu cara, Lee. De cualquier forma…mi energía mágica está por extinguirse-/ antes de que Syaoran pudiera cuestionar lo anterior, se puso de pie, dando por zanjada la conversación. /-Está por caer una tormenta. Podemos dejar este encuentro para otra ocasión-/ no tomó el camino que le llevaría de vuelta a la Mansión, siguió a la derecha, hacia los distintos establecimientos, las plazas principales de Tomoeda. /-Hasta mañana, Lee-kun-/ le tomó varios instantes comprender la reciente información, aún más para tomar valor, soltar las cadenas del columpio y obligarse a hablar.
/-¡Espera¡Hiragizawa!-/ mas Eriol no dio nuevamente vuelta hacia él, continuó su camino tal si no lo hubiera escuchado, y aún cuando se puso de pie y le siguió a varios pasos de distancia, pareció no importarle. /-¡Hiragizawa…!-/ fue entonces cuando de modo casi perfecto una cortina de fresca llovizna cayó sobre la ciudad, llevando consigo el sonido de los pasos de ambos, de aquel, de cabello castaño que quedó estático bajo las constantes gotas, y el que siguió delante, recibiendo en lo que sería gustosa resignación la lluvia empapando su elegante ropa, su piel blanca, y sus mejillas un tanto sonrojadas…cual las lágrimas que no se atrevía a desbordar.
Un suave cuestionamiento se formó en los labios de Syaoran, un reclamo al extraño comportamiento de Eriol. ¿Por qué?
Y al tiempo, vio un susurro entreabriendo la boca ajena, dirigido al melancólico entorno que les tomaba en húmedos besos.
/-Estoy bien…no te preocupes-/ la figura de la carta Lluvia tomó fuerza varios metros delante, entre las gotas apenas reconocible, gritando algo a Hiragizawa, que no lograba escucharle, aún menos verle, y parecía hablarle a la nada con la sensación de haber caído en trozos bajo la lluvia.
/-¿Qué haces aquí, Lluvia?-/ la Carta viró a Lee por varios instantes, sin responder a la pregunta, moviendo la cabeza en una dócil negación, insistiendo en su infructífera lucha por ser escuchada.
Y al entender que no sería así, la tormenta aumentó.
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Hacía casi cuatro años Eriol había partido de Japón, con grandes expectativas sobre su futura vida en pareja, sin tener la oportunidad de despedirse adecuadamente de él… y quizá por ello, a pocos días de llegar a Hong Kong Syaoran recibió una carta de su parte, donde escritos se hallaban sus mejores deseos, un sinfín de consejos, un apropiado "Hasta luego" y una necesitada disculpa por los acaecidos problemas. Similar a ella, cada par de semanas encontraba en el buzón Lee una nueva misiva con su nombre impreso en grafías elegantes, increíblemente en idioma chino, impecable y perfecto. Syaoran se sorprendió a sí mismo cuando una de aquellas tardes programadas se había sentado fuera de la casa, esperando pacientemente a que llegara el correo, pero aún así no se movió hasta que un par de horas después el mismo hombre de siempre le dejó las cartas, en especial la de Eriol, que había tomado con ansias entre sus manos, abriéndola con cuidado a pesar de ello, leyendo las palabras que relataban la vida de Hiragizawa en Londres, su relación formal con Kaho, los proyectos a venir y, sonrió, siempre aquella dolorosa amabilidad. Durante más de un año y medio fue el asiduo confidente de Eriol.
Hasta que una ocasión, en su costumbre de esperar, la carta no llegó, ni lo hizo nuevamente.
Fueron varios meses después que Syaoran pudo regresar a Tomoeda para reencontrarse con Sakura, ya con el asunto de Hiragizawa un tanto olvidado por en anhelo. Ahí, entre constantes visitas a su novia había leído sobre su hombro noticias sobre él, no mayores al encontrarse bien o a la nueva ciudad a la que habían ido a visitar, o sobre los profesores particulares que había contratado. Varias veces escuchó, mientras ayudaba a cocinar en la casa Kinomoto, la ligera conversación telefónica entre ambos.
Era como si Eriol se hubiese olvidado de él, jamás preguntaba, nunca más envió sus gratos saludos y ni siquiera mandó al Departamento Lee la felicitación de cumpleaños que esperaba cada año, a la cual ya se había acostumbrado.
Ahora, hacía cerca de una semana, sin que nadie tuviese la más mínima noticia de Eriol por casi tres meses, Sakura había recibido a mitad de la tarde una urgente llamada telefónica. Aún entre los brazos de su pareja mientras veían una película en casa, había contestado…y a los pocos segundos dejado caer el auricular al suelo.
"Kaho fue asesinada. Regresaré el domingo a Tomoeda…los veo en el Parque Pingüino a las dos de la tarde"
En los pocos minutos de distintas llamadas, el conocimiento de la muerte de la Profesora Mizuki había llegado a la mayoría de los hogares de sus antes alumnos. En cada uno de ellos había existido la sorpresa del repentino fallecimiento y de la pronta visita de Hiragizawa a quien hacía cerca de tres años no veían. Ninguno de ellos, sabiendo del fuerte vínculo sentimental entre ambos, pudo referirse a una viable solución para enfrentarlo. Por ello en la casa londinense Hiragizawa el teléfono no había roto la tensa aura de muerte…ni letras vaciado pésames en el buzón.
Retuvo un suspiro, observando al profesor de Química pronunciar las más altas notas de los exámenes, y justo en ese momento, el silencioso murmullo que guardaba sus preocupaciones se volvió dolorosa queja sin hablar, escuchando un leve anuncio en la puerta, y ésta última siendo abierta a la izquierda, dejando ver al joven responsable.
/-Buenos días. Lamento el retraso-/ todos viraron a él, profesor incluido, viéndole correr nuevamente la entrada, dar media vuelta hacia ellos y mostrar una levísima sonrisa, producto de la sorpresa cometida. Se acercó en firmes pasos al escritorio, siendo lo único que importaba en el aula, con el uniforme de camisa blanca, pantalón negro, el saco azul, corbata, de la Escuela Preparatoria Seijyo; que aunque no difería de la obligada vestimenta masculina, poseía en demasía grave atracción. Quizá fuesen los rasgos amables de su rostro o la figura exquisita, el misticismo de su llegada, mas ni siquiera Syaoran pudo quitarle la vista de encima. Le vio entregar al profesor una nota, que sería de la dirección, y esperar sin observar a sus compañeros, con la mirada perdida en la primera ventana de la habitación, desde donde se veían los campos de basketball.
/-De acuerdo. Tome asiento detrás de Yamasaki-/ Zen Watanabe, quien desde hacía varios años era profesor de Química en esa escuela, mantuvo la mirada fija en la nota entregada, evitando seguir al joven que con un asentimiento había girado. Y recordó nuevamente su puesto, tras el paso de los segundos, intentando guardar la compostura que había perdido en el cuerpo blanco de su nuevo alumno. /-Yamasaki es el…-/ antes de que pudiera señalar al joven de la tercera fila en los últimos lugares, Eriol ya se encontraba a pocos pasos de él, caminando tranquilo y sin observarle. Evitó decir nada al respecto, era obvio que se conocían aún cuando siguió su camino sin dedicar una sola muestra de reconocimiento a los demás, finalmente sentándose, dejando a un lado la mochila negra que antes se hallaba en su hombro izquierdo. -Su nuevo compañero, Hiragizawa Eriol, ha llegado recientemente de Inglaterra a Japón, aunque se me ha hecho saber no es la primera vez que visita nuestro país…- despiertos por el recién comenzado discurso del adulto, aquellos que aún guardaban en Eriol su mirada, viraron de inmediato, sintiéndose apenados…Syaoran entre ellos.
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No tardaron mucho en correr los rumores del nuevo chico en primer año de preparatoria; el mismo día de su llegada, cada uno, hasta el más impopular de los alumnos, sabía del atractivo joven, serio, precioso y callado que a mitad del otoño había llegado de Inglaterra, incluso conocían las perfectas notas, su silencio sólo roto para correcta participación en clase, y aquellos más avispados habían evitado varios minutos de sus clases sólo para observarle, entre gritos, sorpresas y silbidos, interrumpiendo la paz del salón del 1º A.
/-…con ustedes no hay inconveniente. No deberán verlo más que en las excursiones escolares…pero nosotros estamos en el mismo salón…-/ hablaba Naoko, con el cabello más largo y sostenido de dos coletas bajas, a un lado de Yamasaki, Syaoran y Tomoyo; frente a los restantes chicos del grupo íntimo, entre ellos Sakura, Chiharu y Rika, de los distintos salones del primer grado.
/-Pero Hiragizawa siempre fue tan amable…-/ era Rika la que hablaba, del salón 1º C, observando de vez en vez el corredor de la salida, desde donde su pareja se acercaría a lento paso, con su elegante traje, después de salir del trabajo, y le llevaría a casa. /-¿Alguien ha intentado hablar con él?-/ les ahogó una fría atmósfera de silencio, en que aguardaron alguien más hablara, y al ver que no lo haría nadie, Syaoran se adelantó.
/-Ayer fui al parque Pingüino-/ ante la reciente declaración, y el rostro de incredulidad de sus compañeros, evitó hablar sobre la notable antipatía hacia Mizuki, y continuó tal si no fuese cierta. /-Él estaba seguro de que no irían…-/
/-En ese caso… ¿Por qué fue?-/ ladeó la pregunta de Tomoyo, sonrojándose un tanto al obtener una primera respuesta de su inconsciente.
"Para verme a mí"
/-¡Es él!-/ el grupo, que platicaba a mitad del corredor principal de salida, viró interesado hacia donde provenía el fuerte murmullo, seguido de exclamaciones de sorpresa y comentarios varios, de los cuales el aludido hacía caso omiso.
/-¿…Ese…es…Eriol…?-/ Takashi y Syaoran asintieron sin poner mucha atención a lo que decían las chicas, siguiendo con la mirada el ágil caminar del joven cuya observación se hallaba hundida en las páginas iniciales de un libro de la biblioteca, sin importarle que a su paso se formara una valla a su alrededor, la que le seguía con insistencia.
/-¿Disculpa?-/ una jovencita de un grado superior se acercó a él, cortándole el camino con la suave palabra recién pronunciada, haciendo que Eriol alzara el rostro. Ante la preciosa visión de su mirada amable, aunque a ojos observadores atormentada, la misma chica quedó embelesada a pocos centímetros de él, sin lograr articular palabra alguna. Esto fue aprovechado por el inglés, dando un paso hacia atrás antes de continuar su paso hacia la salida, ladeándola sin remordimiento alguno, sabiendo que a pocos metros se hallaba su antiguo grupo de amigos.
/-Mi nombre es Eriol Hiragizawa…si eso es lo que querías-/ se permitió una corta sonrisa ladeada, volviendo la mirada al libro entre sus manos, mientras sobre el hombro izquierdo llevaba la mochila y el saco azul en el brazo. Después de hablar, el barullo que aquel breve encuentro había interrumpido, reanudó su marcha incansable, ahora más fuerte, conteniendo ya el nombre del chico que había dejado sin habla a la chica más popular, hermosa, astuta y agraciada de la escuela, que a su vez superaba por pocos puntos de seducción a Sakura.
/-Alguien debe hablar con él-/ pronunció Tomoyo, observando de reojo a Sakura, quien mantenía una preocupada observación en el joven.
Ante la sorpresa de todos, Eriol ni siquiera les dirigió una mirada significativa al observarles en un descuido, era como si pudiese atravesarlos, haciéndoles sentir vulnerables y transparentes aún cuando había escuchado el breve comentario de Daidouji. No se detuvo, siguió andando, cambiando a la página siguiente de su lectura.
Instantes después, con la vista de la mayoría hostigando sus pasos, Eriol salía de la Preparatoria…y Yamasaki, siguiendo un impulso, tomaba la mochila con fuerza, corriendo tras él, pronunciando con desesperación su nombre con la fuerza a la que no se atrevían los restantes espectadores.
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Era ya el quinto día, viernes para ser exacto, de ver a Hiragizawa tras la larga ausencia, mas ninguno de sus compañeros lograba amoldarse a la enigmática presencia, tan febril y formal, que de vez en cuando aún paralizaba actividades.
Sus antiguos amigos se hallaban extrañados por su actitud, mas sólo Yamasaki se había atrevido a entablar una verdadera conversación con él, aquel mismo lunes en que había llegado a la escuela. Como obvia respuesta a ello, todos en el colegio supieron pronto que el joven Takashi del 1º A, cuyas ya conocidas mentiras a cada una más estrafalaria que la anterior, era el único amigo del inalcanzable Hiragizawa.
Mientras, aquellos que a pesar de saber de él, espiarlo y asediarlo continuamente, no lo conocían, notaban algo exótico en su persona, más allá de la mitad naturaleza extranjera, la refinada educación inglesa, la perfección obsesiva de sus rasgos, vestimenta y costumbres; era otra propiedad sin nombre a la que no podían muchos referirse adecuadamente, tal si a pesar de ser otro más de ellos, jamás pudiera encajar, aún menos pertenecer por completo. Ausente lo veían, anhelantes suspiros con su nombre impuesto…al no poder justos definirlo.
Syaoran mantuvo la vista fija en el vacío corredor, esperando a que el tiempo de clase perdida llegase a su fin, tras la inasistencia del profesor de Literatura, mientras lo hacía jugueteaba con sus pasos, observando de vez en vez los salones aledaños, donde la educación transcurría con normalidad. Sus demás compañeros, entre ellos parte de sus amigos, yacerían perdidos en los amplios jardines, pero justo en esos instantes no se veía con energía de unirse a aquella feliz aglomeración, o a cualquier otra, conformándose con la tranquilidad que el vacío le ofrecía a manos llenas.
No sabía que la verdadera tormenta comenzaría pronto…
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Yamasaki dio la vuelta, despidiéndose momentáneamente de sus compañeros, quienes les esperarían en los jardines. Syaoran le seguía de cerca, visiblemente callado, pensativo y taciturno, observando sin mucha atención el suelo en que sus pasos deambulaban de forma inconsciente, dispuesto a la búsqueda que a la hora de la salida los demás les habían arrojado. El joven que llevaba la delantera, sin embargo, parecía ansioso de terminar aquella impuesta misión, colocando en su rostro una fina sonrisa que no pudo ocultar.
Irían a buscar a Hiragizawa, convencerlo de dar con ellos, con todo el grupo de jóvenes antiguamente llamados sus amigos, un largo paseo en los comercios del centro de Tomoeda, al parque, a donde gustase…como antes. Ellos dos habían sido los elegidos para hablar con él, dado los diversos acercamientos que habían tenido durante la semana.
/-Lo buscaré en la sala de música-/ ya adentro del edificio, Syaoran se desvió en la planta baja, caminando a la izquierda, donde se hallaban las aulas de Educación Artística, y quizá con un poco de suerte, también Eriol. Cuando hubo estado lejos, Yamasaki apuró visiblemente el paso, dirigiéndose a las escaleras, las cuales subió de tres en tres en difíciles saltos, aprovechando que el profesorado se encontraría en sus propias oficinas, revisando el logrado esfuerzo del día. Había todavía un par de alumnos perdidos en sus asuntos al pie de las escaleras, unos cuantos más cuando estuvo en el segundo piso, pero no le dieron importancia al joven que estuvo cerca de derribarlos, casi corriendo al salón. Mas antes de que llegara, la conocida voz oscura de Hiragizawa en un susurro dentro de todo aquel silencio, detuvo en seco su búsqueda, haciéndole virar a una de las aulas cercanas, donde con la puerta entreabierta, se encontraba acompañado de alguien más. Quedó ahí, a un paso de la entrada, espiándoles.
Formó un gesto de desagrado ¿Qué hacía Eriol con ese chico?
Shion Furubayashi, de 2º D. Aunque en antiguos años su cabello había sido de un precioso azabache natural, en últimas instancias tras ganarse una conflictiva reputación en la Preparatoria, lo había decolorado a un insolente rubio de un largo mayor a lo permitido, después del inicio de la mandíbula, con un aspecto despreocupado. Los ojos ambarinos le hacían parecer aún más peligroso, lo cual de manera contradictoria atraía a los demás alumnos. Sus rasgos eran atractivos, aunque notablemente cínicos, furiosos y despectivos, al igual que el movimiento de su figura delgada. Era el líder de una de las pandillas de la escuela, aunque siempre mantenía una de las mayores calificaciones de su salón, asegurando un lugar en el colegio a pesar de la provocativa fama que llevaba consigo, y a la cual los profesores no podían del todo contener.
/-He dicho que no-/
/-Harás lo que te diga-/ el joven rubio le había tomado del cuello abierto de la camisa, acercándolo peligrosamente en una clara amenaza. Sin embargo, Hiragizawa distaba de intimidarse, le observaba en un claro desafío, incluso teniendo el descaro de parecer aburrido de la presencia, sentado de mala forma en el escritorio de una de las bancas individuales, mientras sus piernas apoyadas en el asiento servían de necesario equilibrio, y sus brazos, descansados en las rodillas, no hacían nada por evitar el agresivo modo que Furubayashi utilizaba.
/-¿Tus padres no te enseñaron que nada es gratis en este mundo?-/ a la sola mención, el mayor palideció, y su furia, demostrada en el fuerte agarre, aumentó.
/-¿Cómo te atreves a…?-/ aunque sólo ambos lo supieran, desde el inicio de semana Shion le frecuentaba cada que era posible, con aquella impulsiva terquedad que le caracterizaba, intentando doblegar el espíritu indomable de Hiragizawa, quien se limitaba a ignorarle, o a atacarle con elegante propiedad, pareciendo amable mientras descubría al joven detrás de la abierta desfachatez. Le deseaba, quizá Eriol en su entretenimiento correspondiera la febril emoción, pero aún el sentimiento no lograba consumirse en lo absoluto, ambos negándose a ceder. /-¡No es tu asunto!-/
"…vas a ser mío…te guste o no…"
/-En ese caso…yo mismo te daré la lección-/ salvando el corto espacio entre ambos, tomó de sus labios un corto beso, entreabriéndolos con la punta de su lengua antes de esconderla, profundizando un poco más la caricia; cerrando los ojos con visible dulzura, y logrando con ello que su sorprendido agresor le soltara. Deslizó ambas manos por la breve cintura del joven rubio, recorriéndola en tenues contactos que le llevaron poco más abajo, hasta el final de la camisa, donde sus manos tibias hicieron un delicioso camino bajo la prenda, entreteniéndose con la expectación que no permitía a Shion corresponder su propio anhelo realizado. Hasta que segundos después tomó consciencia de sí mismo, cerrando la ambarina mirada, mas al tiempo en que iba a replicar con un delicioso beso profundo…Eriol le alejó de un firme pero lento empujón en el pecho, separando sus labios por completo.
Los ojos grises le observaban divertidos, abiertos bajo las gafas redondeadas. /-He aquí que incluso las mayores nimiedades exigen un razonable pago. Podríamos decir que toda acción tiene consecuencias…sin excluir el ámbito personal…-/ bajó de su improvisado asiento, colocando los pies en el suelo, a un lado del sorprendido joven que no podía retirar la mirada, ni hacer mayor movimiento. /-En cuanto a mí…soy increíblemente caro, pero es el precio justo…-/ dejó caer al piso un objeto, la cartera de Shion. Y elevó su mano derecha, mostrando que entre sus dedos yacían varios billetes. /-Desde ahora, no exijas si no estás dispuesto a dar algo a cambio-/ antes de que pudiera detenerlo, Eriol se alejó de él, esquivando el cuerpo que parecía incapaz de replicarle. De una banca delante tomó su mochila, y el saco que había dejado durante la discusión, yendo hacia la salida. /-Que tengas buen día, Furubayashi-kun-/ abrió por completo la puerta, saliendo sin mirar atrás…y al ser así, pudo observar que Yamasaki huía del lugar, corriendo en el pasillo ya a varios metros del aula. /-Cuidado. Puedes tropezar-/ se permitió una pequeña sonrisa de resignación, caminando sobre los pasos apresurados que Takashi había formado, bajando la escalinata blanca más cercana, rumbo a los salones de música…planeando que en un par de horas tendría la calma necesaria para regresar a la Mansión.
Mas su intención se vio interrumpida cuando a pocos pasos de llegar, Syaoran le encontró.
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Fue hasta entrada la noche cuando los guardaespaldas de la familia Daidouji estacionaron delante del Departamento Lee, permitiendo que tras variadas despedidas, el joven descendiera de la camioneta, llevando consigo un último beso de su novia, quien prometió visitarle a la hora del desayuno del día siguiente. Asintiendo, igualmente diciendo un "Hasta luego" de tonos amables, vio partir los vehículos. Cuando estuvieron lo suficientemente lejos, abrió la reja de entrada, subió las escaleras mientras buscaba sus llaves en el fondo de la mochila entrecerrada, y suspiró.
Con ello su corazón no disminuyó el ritmo por largas horas continuo en que se manejaba doloroso y angustiante, por el contrario pareció renovar ansias, acelerado e inevitable golpeando contra sus pulmones recibiendo aire por la sola inercia de respirar. Abrió la puerta, tras meter la adecuada llave en el cerrojo y girar, entrando, adecuándose a la luz artificial del departamento, donde en el corto recibidor dejó la mochila, quitándose los zapatos después de cerrar la entrada. No llamó a Wei, seguramente se hallaría ya dormido en su cuarto, junto a uno de sus tantos libros, y sólo habría dejado encendida la luz del recibidor y del pasillo, así como lista la cena que yacería servida en la mesa. Pero teniendo en cuenta que Syaoran no tenía en esos momentos el ánimo adecuado, se limitó a ignorar todo a su alrededor y apagar las luces restantes del departamento, dirigiéndose a su propia habitación en silencioso caminar, desabotonando la primera pieza del uniforme, el saco azul, pensando en la pasada experiencia, motivo de la grave exultación de su cuerpo.
La tarde, y parte de la noche, rápidas habían transcurrido junto a sus mejores amigos, entre plazas comerciales, tareas por cumplir, juegos, conversaciones, el ir a comer a un restaurante, asistir al cine a ver la última y más novedosa película de acción; por ello aunque reconfortantes, habían abandonado en su memoria un dejo de crítica nostalgia. Hacía meses, un año y medio si lo pensaba bien, no salían todos en grupo, prefiriendo la compañía de su pareja y otras cuestiones por alternar, tachando silenciosamente de prescindibles a quienes por tanto tiempo lo habían sido todo…
Y Syaoran, que hasta hacía años no conocía personalmente el significado de la amistad, parecía el único capaz de notar el vacío.
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No podría dormir aquella noche, reconoció al cambiar por incontable vez de posición, acomodando la almohada un poco más alta, harto de las sábanas que le cubrían; aún cuando su cuerpo se hallaba exhausto, carente de energía o razón para seguir consciente. Aquella imagen le asía con fuerza al plano real, le impedía cerrar los ojos, debiendo fijar la vista en el manto índigo tras las ventanas, donde apenas contadas estrellas regalaban su luz al nocturno paisaje de la tranquila ciudad, opacadas por la luna menguante y ciertos nubarrones que desde la semana anterior insistían en yacer de testigos.
Aún podía sentir su cuerpo temblar de ansiedad, recordando el tono opaco de los ojos que durante casi ya una semana se negaban a observarle de vuelta, brillando melancólicos de vez en vez en algún objeto inanimado que llamaba su atención, mientras los labios fingían con perfección una sonrisa amable y la voz cierta ternura infantil que trataba de aparentar regocijo por el reencuentro. Incluso si la mirada índigo tercamente le evitaba, sabía que en ella existía el mismo sentimiento de desasosiego que él trataba de ocultar.
Cerró los ojos, aferrándose a la desolada imagen de Eriol.
…Quizá en actuados sueños la mirada índigo le observara nuevamente.
Continuará…
¡La li ho! Esta ha sido sólo la introducción, (aunque de igual forma puede contarse como capítulo por la duración), como ven hay bastantes secretos por desvelar, mentiras y obsesiones que recién comienzan. Sé que tendrán muchas dudas porque no he dejado ver las verdaderas intenciones de los personajes, pero por ahora es necesario, iré contando poco a poco la historia perdida en aquellos casi cuatro años de ausencia de Eriol, tanto de sus compañeros como de él y Kaho y lo que están planeando. (26 Mayo 2005) Muchas gracias por leer esta nueva historia :D
Atentamente,
Nabichan Saotome.
