Capítulo I: Un acertijo en el espejo

"Nuestra recompensa se encuentra en el esfuerzo y no en el resultado. Un esfuerzo total es una victoria completa."-Mahatma Gandhi


El sonido de la persiana abriéndose la despertó antes de que la propia luz de la mañana la sacara de sus sueños. Rachel se tapó los ojos con una mano anticipando esa luz y no pudo ver cómo su madre se acercaba a la cama y le retiraba las sábanas de encima. La chica hizo un sonido de sorpresa a la vez que descubría sus ojos oscuros.

-El desayuno está servido. No te ha sonado el despertador porque ha habido un corte eléctrico, se supone que lo repararán pronto.-le dijo su madre mientras se dirigía a la puerta de la habitación para salir, se detuvo ahí, apoyada en el marco y le dedicó una sonrisa-Buenos días, Rachel.

-Buenos días, mamá-logró sonreír pese al sueño.

Su madre era una mujer muy joven, la más joven de todas las madres de gente de su edad. Demasiado, decían algunos. Rachel pensaba que no deberían juzgar a su madre por su edad, deberían hacerlo por vastos conocimientos sobre las matemáticas. Su hija estaba asombrada, aunque esperaba alcanzar su nivel algún día, por el momento procuraba asistir a varias clases de matemáticas a la semana, aunque se pasaba el horario lectivo metida en clases de física. Encontraba esa ciencia mucho más apasionante que las demás.

Se levantó y se puso las zapatillas para ir al baño. El piso era pequeño porque sólo vivían las dos. Tenían una cocina diminuta, un baño pequeño, un pasillo estrecho… Y un enorme salón que ocupaba la mayor parte de la superficie del piso.

La habitación de Rachel tenía las paredes de color azul cielo y la madera de los muebles también era azulada, así como las sábanas y las cortinas. La cama era individual y el armario no era excesivamente grande, pero el dormitorio contaba con un gran escritorio provisto de un potente ordenador, una estantería repleta de libros y una pizarra blanca de tres metros de ancho por cuatro de alto, cubierta de dibujos de planos inclinados y vectores.

Rachel le echó un vistazo antes de salir, repasando las fórmulas que había incluido antes de acostarse. Parecían correctas, pero aún no eran suficientes para resolver el complejo problema que le había planteado su madre y que estaba anotado en un post-it amarillo pegado en la propia pizarra. Los retos intelectuales eran algo habitual entre ellas, una forma de ejercitar su mente activamente a cualquier hora del día.

Se quitó la ropa al entrar al baño y sonrió al encontrar un problema escrito en el espejo con pintalabios rojo.

"Con los dígitos: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9. ¿De qué maneras puedes colocar los signos de suma y resta entre los números para que den como resultado el número 100?"

Lo leyó varias veces hasta estar segura de que no se le escapaba un detalle antes de entrar en la ducha. Empezó a probar rápidamente combinaciones, y en menos de cinco minutos ya estaba envuelta en la toalla y dibujando signos "+" y "-"entre los números del espejo. Hallando una sencilla solución que implicaba la mayoría de números de una cifra: 12 + 3 - 4 + 5 + 67 + 8 + 9. Una vez hecho eso, fue con paso rápido a su habitación para vestirse. Se puso una camisa blanca y unos vaqueros, y su jersey favorito: uno gris con rayas de diversos colores. En el pelo no se hizo nada, se lo había secado un poco con la toalla y decidió dejar que siguiera secando por sí mismo, tampoco hacía demasiado frío fuera. Entró a la cocina y se sentó a la mesa, dónde la esperaba una rosquilla y un tazón de leche con cacao.

-He resuelto el problema del baño, no era difícil-le informó a su madre con una sonrisilla de suficiencia mientras partía un trozo de rosquilla y lo metía en su tazón.

-Será que eres demasiado inteligente para mis tontos problemas-su madre le sonrió desde el otro lado de la mesa, dónde estaba haciendo lo mismo que Rachel.

-Nadie es demasiado inteligente, mamá, cuánta más inteligencia, mejor-la corrigió antes de meterse la rosquilla en la boca-Siempre hay que querer más, no somos abnegados-añadió con la boca llena.

-¿Cuántos signos has empleado para resolver el problema?-le preguntó su madre, desviando a Rachel de su línea de pensamiento y haciéndola reflexionar hasta recordarlo.

-Cinco positivos y uno negativo, el negativo en el cuatro-respondió con la imagen del espejo perfectamente dibujada en su cabeza.

-Pues se puede conseguir con tres, por si quieres más-su madre se rió entre dientes antes de terminar de desayunar con rapidez y llevar sus cosas al lavavajillas-Aprovecha tus clases, nos vemos a la hora de cenar.

Observó cómo su madre desaparecía por la puerta con su melena castaña oscura ondeando tras de sí. El pelo de Rachel era más claro, probablemente herencia de su padre, pero no podía saberlo. No conocía a su padre, ni a sus abuelos, ni a tíos… No tenía familia aparte de su madre. Bueno, había hecho sus cálculos y tenía que tenerla, era poco plausible que todos estuvieran muertos cuando ella sólo tenía dieciséis años, pero aún no había podido investigar sobre el tema tanto como le gustaría. Además cuando lo hacía sentía como si estuviera traicionando a su madre, que siempre le había dado todo lo que necesitaba.

Llevó sus cosas al lavavajillas una vez hubo terminado. Cogió su bolso con sus libretas y libros y salió en dirección a la parada de autobús. Cuando era más pequeña su madre la llevaba en coche, pero ya hacía unos años que cogía el transporte público. No le importaba, además así sabía que su madre podía llegar antes a casa por las noches y ella no tenía que cenar sola.

Cuando llegó a la parada había allí dos chicos más que vivían en la misma calle que ella: Gina y Benjamin, hermanos. Ambos vivían dos pisos por debajo de Rachel. Gina era una chica con el pelo claro y muy delgada, con todos los huesos del cuerpo marcados bajo su pálida piel. Era dos años menor que Rachel, por ello nunca habían mantenido una conversación, tenían niveles intelectuales muy distintos. Benjamin, sin embargo, era de la edad de Rachel, era un chico alto y fuerte, con el pelo rubio oscuro y los ojos grandes y azules. Con él había hablado varias veces, era un chico atento y despierto; incluso habían trabajo juntos en un proyecto sobre la gravedad en todos los planetas del sistema solar y sus consecuencias que les había dado fama entre los trabajadores del centro de astronomía.

-Buenos días, Rachel-la recibió con una sonrisa educada, un tanto efusiva, pero ella no percibió ese gesto.

-Hola, Benjamin-levantó la mano levemente para saludarlo y se colocó a su lado.

-¿Qué tal el fin de semana?-le preguntó él con interés.

-Interesante, he estado repasando unos artículos que publicaron la semana pasada sobre la influencia de la presencia de corriente eléctrica en las personas, es decir, de las consecuencias de nuestra exposición a los cables. Creo que han exagerado un poco los resultados, he encontrado incluso errores en sus cálculos. Tengo un artículo rebatiéndolo casi terminado, supongo que lo enviaré esta noche si por la tarde le añado los últimos detalles. ¿Y tú?-a Rachel nunca le importaba hablar demasiado, y se entusiasmaba con facilidad cuando llevaba a cabo un ejercicio intelectual. Además, Benjamin le prestaba toda su atención, por lo que estaba verdaderamente interesado en lo que le contaba.

-Espero recibir una copia de tu artículo lo antes posible. Últimamente la gente hace cualquier cosa por hacer como que descubre algo importante… He mirado la semanal y la mayoría son artículos que destacan fallos de otros anteriores.-se encogió de hombros, parecía realmente decepcionado con no encontrar nada nuevo.

Cada mes salían seis ejemplares de la revista Discovers: cuatro ejemplares semanales, uno a mitad de mes y uno a final de mes que reunía los descubrimientos más importantes de ese mes en particular. Era la revista con mayor distribución entre la facción de erudición, puesto que mostraba estudios que habían llegado a conclusiones. Rachel leía todos los ejemplares que llegaban a sus manos, pero también hacía lo mismo con otras revistas en las que publicaban investigaciones con errores a fin de que alguien lograra ayudar al investigador u otras en las que se reunían artículos al azar. Lo que le interesaba era aprender. Siempre aprender.

-Bueno, quizás es que la gente se empeña tanto en corregir a los demás que no busca sus propios objetivos-comentó Gina, haciendo que ambos se giraran hacia ella. Al momento el color rosado subió a sus mejillas y bajó la vista al suelo.

-Yo he estado trabajando con las propiedades del tolueno, redescubriéndolas en el sótano-Benjamin habló mirando a Rachel, aunque parecía una respuesta a lo que decía su hermana. Una afirmación de que él se preocupaba de buscar cosas nuevas repasando las antiguas.

-Química… Nunca ha logrado captar mi atención completamente.-admitió Rachel. Había estudiado bastante sobre ese tema, pero lo suyo siempre había sido la física.

-Nunca me has dejado intentar captar tu atención… Por la química, quiero decir-una sonrisa titubeante se dibujó en la cara del joven-¿Puedes pasarte hoy por el laboratorio B7? Después de mis progresos el fin de semana he preparado un pequeño experimento, te invito a verlo.

-De acuerdo, ¿a qué hora?-preguntó ella con curiosidad. El hecho de que no le resultara apasionante, no quitaba que quisiera conocer cosas sobre ella. Tampoco le encantaba la historia y se había leído un montón de libros sobre el tema. Era importante saber un poco de todo, la ignorancia era la causa de la mayoría de los problemas del mundo.

El autobús llegó en ese momento y Gina fue la primera en entrar. Benjamin le hizo un gesto para que pasara primero, por lo que entró. No miró al conductor y se dirigió hacia el lugar dónde estaba sentada la niña, que tenía un asiento libre al lado. Rachel prefirió no sentarse y se sujetó a una de las barras. Le gustaba ir de pie en el autobús, le daba ideas para investigar. De hecho, su primer interés por la física había surgido después de un frenazo brusco muchos años atrás.

-¿A las 12 te va bien? Me llevará un par de horas prepararlo todo-el rubio siguió la conversación como si nunca hubiera sido interrumpida.

Se agarró a la misma barra que Rachel, quedando a escasos centímetros de ella. El autobús arrancó y él se desplazó sobre ella con el movimiento. Sintió el olor fresco de su piel, la suavidad de la camisa verde del chico sobre la piel de su brazo… Lo percibió todo. Y no sintió nada. Ni siquiera se ruborizó levemente, como había visto hacer a otras chicas en situaciones similares. Rachel colocó una mano en el hombro de Benjamin y lo ayudó a recuperar el equilibrio.

-Allí estaré. Tengo previsto pasarme por unas clases de matemáticas, cuando salga me tendrás dispuesta a observar tus avances. ¿B2 me habías dicho?-le preguntó para confirmar.

-No, B7, como la biotina, enemiga acérrima de la clara de huevo-la corrigió con una sonrisa. Los ojos azules de él estaban turbados y algo de color había subido a sus mejillas, pero Rachel se limitó a asentir sin fijarse en los detalles.

-No sé si las sustancias químicas se odian entre ellas, Benjamin-comentó sonriendo un poco burlona.

-Tú sabes a lo que me refiero-de nuevo sonrió, y bajó la mirada hacia su mano mientras lo hacía.

Rachel sonrió disimuladamente. Podía entender por qué había tantas chicas interesadas en su rubio vecino: sus ojos eran encantadores, tenía una sonrisa bonita, rasgos inteligentes y un cuerpo bien formado. Pero eso era el exterior, se suponía que la atracción era una cuestión más biológica que estética, aunque no había leído demasiado sobre esos estudios.