Metalico.

Suzuya.

La sangre resbalo por sus brazos. Las gotas cayeron de sus dedos a la carne despellejada bajo sus pies. La sonrisa marcada con tinturas fuertes se perdía en ese lugar. Sus subordinados que quedaban tras el fueron ignorados en ese momento, las ordenes en el pequeño auricular pasaron a ser huecos en su cabeza.

Llevo los dedos manchados al final de sus cabellos, acariciándose la nuca y llevándose enredados unos cuantos. Los sujeto un momento, con la vista perdida en los cuerpo, los ojos abiertos que se desorbitaban en sus cuerpos inertes. Recordó a las gemelas y luego…

De un tirón arranco un pequeño mechón de su cabello, observo lo delgados que eran como hilos tinturados, descoloridos a un tono gris. Las hebras negras descoloridas.

¿Qué significaba estar triste?

¿Por qué él había dicho eso?

¿Por qué dio su vida por él?

Un pequeño cosquilleo en sus ojos y su visión comenzó a titilar. Un hormigueo en su nariz, un suspiro ahogado entre los labios cerrados.

¿Qué significaba aun estar vivo?

"Desde que el investigador Invencible falleció se ha vuelto toda una bestia, es despiadado"

"Entonces no era tan invencible…"

Los ecos de las voces de sus compañeros, en los pasillos grises como aquel mechón en sus manos.

"¿Cómo te gustaría llamarte?"

—Suzuya…

El sonido hueco y húmedo de la guadaña cayendo de la mano de su dueño no lo despertó y tampoco la mano sobre su hombro que le llamaba sutilmente. Porque aquella también era parte de su ilusión. Su voz le llamo al oído, con aquel tono, risueño, alegre de verle. Cerró los ojos con fuerza y al abrirlos no había nada más allá que pudiera consolarlo. Llevo ambas manos a su frente y con las palma la sobo con fuerza, aquella jaqueca estaba desquebrajando lo poco que le quedaba de cordura.

—Superior… Suzuya.

A su lado Abara recogía su guadaña. Lo observo un momento y los ojos entrecerrados de su compañero se clavaron en los suyos. Una comunicación muda lo tomo por sorpresa.

—¿Esta bien?

"¿Estas bien? ¿No estas herido?..."

El recuerdo de sus quejidos se fundio con los sonidos de la sangre recorriendo el suelo. Lograba escuchar la respiración dentro de su cuerpo, el corazón palpitando, los órganos crujiendo. La oscuridad muerta en la profundidad del almacén en la que estaban, esa profundidad opaca como las plumas del búho. Los ojos oscuros de Hanbee.

"Tu pierna…"

La realidad se entremezclaba con el pasado.

Parpadeo una sola vez y sus músculos se sintieron tensos cuando tomo la guadaña de sus manos. Lo observo un momento y obligando a sus piernas moverse dio la vuelta. Su corazón se sentía estrujado y su garganta se incenciaba como las muchas veces en que su madre metía sangre caliente por su boca. Espesa, muerta y con el sabor metálico manchando sus dedos, quemando su paladar, sus órganos, incendiando su lengua.

Lo que Hanbee vio no fue su rostro iluminado por el orgullo de una masacre sino un rostro alejado de las sombras, escondido de la luz, su rostro picado con puntillos enrrojecidos en las esquinas de los ojos, hinchazón llorosa entre sus ojeras formándole relieves. Y sus ojos con la luz en ella, como un fantasma de colores.

—¿Por qué tienes que ir con el Jason de la CCG?

—No tardare, chicos —Pauso un momento y girando sobre sus talones se plantó frente a los cuatro— Urie estas a cargo y Shirazu… no le llames así —Sus cejas se curvaron ligeramente, siendo firme con su característica suavidad y una diminuta sonrisa se difumino en su rostro— Su nombre es Juuzou y es tu superior.

Shirazu rodo los ojos, entre avergonzado y hastiado de que siempre le corrigieran ¡Cuándo todos en la Central le llamaban así! El pequeño rostro de Saiko la hacía lucir realmente cansada, se centró en sus facciones, en como las pequeñas ojeras estaban formadas bajo sus ojos y los parpados caídos en busca de un sueño consolador. Quizá así se vería el si no llevara por costumbre aquellas faltas de sueño. Paso sus dedos por los ondulados cabellos morados y llevo sus manos a los bolsillos, deteniendose a observar a sus subordinados. Sobrellevar casi tres días sin dormir debía ser muy pesado para todos, en especial para la pequeña Saiko, ella pasaba la mayor parte de su tiempo en la cama. El caso ya se había alargado tanto que ahora le tocaba trabajar en compañía de un Clase Especial. Y Urie no estaba muy contento con aquella perdida.

—Deberías irte, se hace tarde.

Sonrió y aunque no miro a Urie asintió para darle la razón. Su tono denotaba su impaciencia pero también su cansancio, para ser un buen líder debía aprender estando con su superior y, ambos, más que el resto, llevaban demasiado tiempo lidiando con aquella pequeña organización de criminales Ghoul. Era algo difícil para él y que asignaran al investigador, relevándolo, no hacía más que empeorar su carácter.

Kuki era un aprendiz difícil de amaestrar pero con una inteligencia y aferracion innata. Un líder de nacimiento, tal como había dicho Arima de él en su primer día como líder del Escuadrón Quinx. Pero Urie era muy opuesto a él, su rebeldía y su poca convicción para aprender. Por ese lado, incluso veía más potencial en Shirazu, el más arrebatado de todos. De ahí que Urie le desobedeciera para trabajar solo.

Lo hacía a su modo, pero funcionaba.

Les dio una última mirada y salió del apartamento. Su taladrante mirada seguía sintiéndose clavada en su espalda y le sonrió a la luz de la luna cuando por fin se encontró con ella sobre la acera. Frente a los enormes edificios cubiertos de departamentos apagados y los suspiros dormidos de sus dueños, se encontró por fin con la apenas deslumbrante camioneta blindada de la CCG en la esquina de la calle, bajo la tenue luz madrugal de las farolas públicas. Brillaba su tintura mortecina. Subió la cremallera de la gabardina hasta su cuello, cubriéndose del viento las mejillas de la fuerte helada.

Por alguna razón se sentía extraño de ver a su ex compañero. Presiono sus puños dentro de sus bolsillos.

Al entrar tomo asiento junto al que llamaban "El Segador". Se quedó mirándole los parpados delicadamente cerrados, parecía dormir por su acompasado respirar, la piel blanca le relucía entre los cabellos negros y la ropa ajustada a su cuerpo se apretaba entre líneas. La deslumbrante prótesis se mostraba metálica por el pantalón doblado hasta su rodilla. Sus brazos sobre su regazo y las delgadas piernas estiradas en la extensión de la camioneta. Retiro la mirada con una sensación amarga, obligándose a no voltear a su rostro y delinear los hilos tejidos a su ojo. Se recargo en su asiento suspirando, deshaciéndose del pequeño morbo que le provocaba, sintiéndose culpable. Recibiendo el saludo de Hanbee, un subordinado del joven Segador.

—Lamento que no podamos saludarle correctamente, Primera Clase Sasaki, el Clase Especial Suzuya… —Ambos le dedicaron una corta mirada a quien se revolvió con disgusto al escuchar su nombre— está dormido y odia la luz cuando duerme.

—Está bien, no te preocupes. Hemos trabajado juntos antes —soltó con una pequeña risa nerviosa—

—Aún quedan un par de horas —le ignoro— ¿Por qué no lo intenta usted también?

La Primera Clase Yukita se esmeraba por saludarle con la mayor cordialidad, enviada del Distrito 1, ahora bajo el mando del joven que dormía a su lado. No dio demasiado miramiento, recargo su cabeza contra el respaldo y cerró los ojos durante lo que le pareció un par de minutos.

¿Hace cuánto que no veía a Suzuya? Que no trabaja con él. Arima había hablado de él hace unos días, cuando le llamo a su despacho, ¿Qué había dicho? Trato de recordarlo y entre sueños pudo verlo claramente.

—Es un prodigio, un niño criado entre Ghouls, incluso a ti, que has venido a este mundo preparado para las adversidades, quedarías en desventaja en un enfrentamiento uno a uno con el Clase Especial.

—Pero no estaré contra él, trabajaremos juntos… ¿Por qué me dice esto?

—El Clase Especial Suzuya Juuzou fue a quien asignaron como tu acompañante.

—Conozco el plan, Señor.

—Si llega el momento, no dudes en aniquilar a quien se ponga en frente.

Abrió los ojos cuando un pequeño bache lo hizo brincar en su lugar y un golpe duro acalambro su brazo izquierdo. Miro a su lado y el pálido investigador restregaba su frente con las palmas de sus manos.

—Oh, lo siento, Juuzou.

Puso una mano sobre su cabeza y sintió por primera vez la aspereza del cabello decolorado cubierto por el oscuro negro, sus miradas se conectaron al bajar sus palmas de su frente, observándose por un momento. Suzuya parecía sorprendido, su expresión lo demostraba, con los labios entre abiertos y sus ojos apenas asimilando lo que veía.

—… Suz… ¡Lo siento!

Quito la mano con rapidez y solo un par de cabellos se alzaron por el movimiento.

—Haise… ¿Dónde estamos?

Con su mano echa un puño tallo su ojo con lentitud, jaloneando sin cuidado los hilos junto a su ojo.

—En unas horas estaremos en el Distrito 11.

Solamente le dedico una pequeña sonrisa antes de volver a acurrucarse en el asiento y cerrar los ojos sin importarle la mirada enternecida de Haise y la inquisitiva de Hanbee reflejada en el retrovisor…

Al bajar del auto un par de palabras fueron intercambiadas entre el Investigador de gran altura, Hanbee, y el que parecía pequeño a su lado, Suzuya.

—Hanbee~ expresalo Hanbee~

No parecía ser algo importante pero la forma en que Juuzou molestaba a su subordinado comenzaba a ponerlo un poco nervioso, alzar tanto la voz no debía ser adecuado en un lugar así. Y el Clase Especial no parecía nada interesado en parar. El lugar ahora era solo plena oscuridad entre una carretera desviada y muchos árboles, el sonido de las cloacas cercanas y el aroma putrefacto cerca de ellos. Inspecciono la zona con lentitud apenas avanzando unos pasos a rededor de la camioneta, sin adentrarse demasiado entre las hierbas. La joven de Primera Clase Yukita no había salido de la camioneta y Suzuya se divertía molestando a su subordinado, quien parecía admirarle con vehemencia.

—¡HEY! ¡HEY! ¡Haiseeee!

Algo en el aire fresco de los arboles mezclándose con el sonido de las cloacas escondidas bajo el asfalto le recordó a algo, pero no estaba seguro de que. Se le antojaba como un bosque conocido, pero no distinguía de dónde. No dio cuenta de todo el tiempo que se quedó pasmado mirando a la oscuridad y por un momento creyó que estaba solo en ese sitio, escuchando los árboles, los ligeros mormullos de las hojas y los insectos, el sonido de las aguas goteando. Y aun, al girar su rostro y encontrarse con el suyo, se sentía separado de ese momento actual y alguno mucho más lejano. Volviendo lentamente en sí y dotándose de la expresión curiosa de Suzuya. Con la cabeza ladeada como un niño pero con la expresión seria ennegreciendo aún más su mirada.

—¿Qué encontraste? ¿Ya eres 3000 yenes?

Trago fuerte y observo que detrás de si la camioneta ya se había marchado tal como habían acordado, también que el investigador, que además de parecer joven era su superior, estaba listo.

—¿De qué hablas…?

Su compañero de cabellos negros se giró, dándole la espalda, inspeccionando por su propia vista.

—Está demasiado silencioso, ¿No debieron atacarnos apenas entrar?

Aguardaron en silencio mientras Haise dedicaba los últimos segundos a observar su reloj. Tres casas que eran usadas como sedes de aquella pequeña organización serian atacadas simultáneamente, de una en una. Y cuando el reloj marco las 4:00 a.m exactas se dispusieron a avanzar entre la maleza.

Apretó el maletín mientras se escabullía dentro del bosque, Sasaki le seguía el acto pero girando a otro lado. El plan era simple: un atraco. Le tocaba entrar por la puerta inferior.

En menos de un minuto ya se encontraba en el punto por el que debía entrar.

Removió entre crujidos y chirridos la tapa metálica de las alcantarillas que le conducirían por un estrecho camino subterráneo a los calabozos de las provincias secretas… de Madam A.

De un pequeño salto se dejó caer en la estrecha alcantarilla donde, si no fuera por su delgadez, no entraría de pie. Avanzo cuidadosamente por el pequeño sendero sumergido en aguas contaminadas. El hedor era impresionante junto al sonido del agua goteando contra su cuerpo, agitándose bajo sus botas y sumergiendo más de la mitad de ellas. Se detuvo a lo que considero la mitad del pasaje, cuando de lejos podía divisar dos caminos. Con los guantes negros deslizo el minúsculo auricular en su oído. La estructura se encontraba tan deforme por los años y las constantes lluvias que las paredes se habían caído formándole más pequeño e irregular.

—Estoy dentro, Haise.

La respuesta jamás llego.

Continuo avanzando en la oscuridad enmohecida, arrastrándose de vez en cuando entre los estrechos caminos.

Quizá fuera por el cansancio, el hambre o porque un pequeño tintineo en su cabeza le causaba una jaqueca que no soportaba los últimos días. El pesado maletín o la ropa incomoda. Debe ser por el olor… se decía cada que una punzada más terrible que las anteriores lo hacía fruncir el ceño. Esperaba con poco entusiasmo que lo que fuera que encontrara al final de aquellos callejones se presentara rápidamente para salir de allí.

Por primera vez, desde la hospitalización de Shinohara, no se sentía con ganas de masacrar lo que se encontrara. Respiro con profundidad cuando las botas dejaron los charcos de agua putrefacta atrás

Llego un momento en que los caminos le llevaron a un pasillo recto. Las celdas a su alrededor no escondían más que mugre y gusanos secos, poca humedad o algo más allá de óxido manchando las paredes. Su respiración se sintió pesada y el palpitante corazón sumergido en su pecho aumento su peso por cada paso que daba.

Se detuvo en lo que parecía un pasillo sin fin. Observaba a los lados, detrás de sí y sobre su cabeza. El espacio era tan solitario que una inquietud cosquilleo en sus dedos

Los barrotes sucios y las paredes húmedas.

Desenvaino a Jason.