Disclaimer: El dueño original es Hidekaz Himaruya, pero, si me da con que sea a alguno de sus creaciones, me conformo
Tenía que reconocer lo que siempre le habían dicho. Aunque nunca lo haría en voz alta, cuando vaya a saberse quien podría oírlo y utilizarlo más tarde es su contra. Sus conocidos podían tener demasiada buena memoria para su gusto, y sobre todo en las cuestiones que tenían que ver con burlarse de él. Pero en la soledad de su casa lo pensaría. Aguantarlos borrachos era un suplicio. Escandalosos, problemáticos, metomentodo, sin nada de vergüenza o pudor… si hasta se habían (casi) desnudado y habían empezado a cantar de forma descompasada todos juntos…
No quería ni pensar que compartía algo con ellos. Eran totalmente desconocidos para él. Ni siquiera una prueba de ADN conseguiría que admitiera que eran sus hermanos… Y lo malo es que la gente decía que se parecían mucho, que cuando bebía él también se comportaba así… BLOODY HELL! No quería ni pensarlo. FUCKING BASTARD! Era culpa de su padre seguro… Porque era imposible que su recta madre les pasara a todos sus hijos semejante gen de la estupidez.
Si la mujer hubiera vivido en otra época o bien la hubieran quemado por Bruja o se hubiera convertido en una de las pocas mujeres que pasan a la historia conocida por la mayoría de la población, como Elizabeth.
Su padre era todo lo contrario. Toda su aura indicaba a un revolucionario, uno de esos que marcan una época. Hundido tan hasta el fondo en sus propias convicciones que hacía que los demás lo miraran con respeto. Cada acto era intenso, en su trabajo, viendo deportes, con la música que escuchaba, cuando se emborrachaba. Mierda… sus hermanos eran iguales. Y él también. Tenía que dejar de beber. Pero esta vez enserio, sin ninguna duda. Ya se había asentado como una persona adulta. Y entonces ¿Por qué no se lo creía ni él? Si hasta sentía las miradas de los que se encontraban en ese garito. Y eso que no los conocía.
FUCK! Mientras se encontraba despistado sus hermanos se habían desecho ya de sus pantalones, subiéndose a la barra y empezado a cantar la canción de Bar Coyote (la última vez que los dejaba ver ese tipo de películas, esos movimientos en sus hermanos eran traumatizantes, tenía que haber traído la cámara)… ¿Qué hacia ahora con ellos? Llamar a casa para pedir ayuda, a la policía, llamar a control de animales salvajes solicitando ayuda y unos tranquilizantes para animales grandes como tigres, ballenas, osos… o simplemente dejarlos solos morirse de asco.
En cualquier momento se pondrían en plan asesino y a buscar pelea, los conocía demasiado bien. Reconocería en cualquier momento la mirada que estaban poniendo ahora, se había criado con esa jodida mirada de mierda.
Miro alrededor buscando una salida de emergencia cuando sus ojos se toparon con él. Demasiado borracho, ya casi no podía sostenerse sentado. Aparto la mirada, ya era demasiado trabajo hacerse cargo de los borracho que si conocía como para hacerlo de un completo desconocido. Otro día podría haberse preocupado por él, hoy tenía que salvar su propio pellejo. Solo esperaba que ninguno de sus temperamentales hermanos empezará una pelea con ese hombre. Su espalda trasmitía ya demasiada tristeza.
-¿Qué has dicho enano?
-¿No me has oído estúpido hijo de perra?¿Que pasa que además de ser tan feo como el culo de un mono eres sordo? Creía que los de tu raza eran solo leyenda, orco.
La señal que había estado buscando para salir por patas. Que sus jodidos hermanos se cuidaran ellos solos, por algo eran ellos los mayores ¿no?
Memos mal que se le había ocurrido la brillante idea de vigilarlos desde lejos, así no los podrían relacionarlo con ellos si no se fijaban y sus brillantes hermanos con suerte se olvidarían de contar cuantos eran. La ventaja de ser, se solían olvidar del pequeño de vez en cuando. Era algo útil en momentos como este, donde meterse en una pelea con una panda de gorilas de una estatura media de 1.90 era algo que no le apetecía mucho. Todos tenían sus momentos y esa manada era algo con lo que sus hermanos podrían lidiar incluso borrachos. Ni que siete tíos fueran mucho, solo esperaba que sus barbies-urracas no se metieran. Solo Dios sabe lo que diría su madre si los viera aparecer con la cara llena de arañazos.
Localizo con facilidad la salida, y afortunadamente había dos, una al lado contrario de ese lio. Disimuladamente fue allí, como quien no quiere la cosa, a unos míseros pasos de consiguir su objetivo hasta que choco con algo… una pared muy dura… mejor rectificaba, era una pared dura con una camiseta y que apestaba a alcohol. Bien, nada mejor que tropezarse con un borracho, "quenoquieraempezarunapeleaquenoempiecerunapelea" ¡que por una vez los hechizos-mantra funcionarán, si había alguna entidad con algún poder cerca que lo escuchará! Un segundo, esa camiseta la conocía, era… memoria, memoria… a si, la de hombre-triste de antes. Estaba tentando mucho a la suerte esa noche, pero a lo mejor se libraba y todo. O lo convencía por las buenas o con lo borracho que estaba con un solo golpe seguramente conseguía noquearle.
Pero al levantar la vista, cambio de idea. Mierda, con esa cara de niño bueno no debería estar bebiendo en un local como este. No debía tener la edad legal necesaria. Y siendo tan joven no tampoco le pegaba esa mirada tan desesperada, y menos con unos ojos que reflejaban tanta pureza. No podía dejarlo tal como estaba con el lio que se estaba formando a sus espaldas. Pero... ¿Qué hacer?
- ¿Dónde cojones se metió Arthur?, Hace un minuto que estaba en esa mesa.
Momento de huir antes de que las miradas de sus hermanos y el grupo de esteroides andantes lo encontrarán, agarrando el brazo del chico, lo saco a rastras. Mañana lo sacaría a patadas de su casa nada más que despertase.
