"El dios desterrado"
Hubo una vez, hace cientos de años, dos dioses, Amir y Baruj, hermanos para ser exactos.
Amir, joven ambicioso, egoísta y egocéntrico que a cualquier costo quería heredar el poder divino.
Baruj, un chico gentil y justo que visitaba al pueblo para convivir con sus habitantes, querido por las personas y el más probable heredero al trono.
Un día, Amir al ver que su hermano sería nombrado rey, corrompio un cristal, usando toda la sabiduría que había adquirido tras años de estudio y dedicación.
Sus ojos verdes se tornaron negros como la noche, parecían opacos, tanto que no se veía el espíritu aventurero y alegre que yacía del anterior Amir. Su cabello tomo un color grisáceo, la magia oscura no sólo había corrompido el cristal, si no también su alma.
La esperanza de obtener el poder por medio de amenazas de dañar al pueblo si no se le era dado.
Su sonrisa ahora era macabra, su expresión mórbida y emitía una risa espantosa para todo aquel que la escuchase. Su mente festejaba la victoria por adelantado.
Un cristal corrompido causa daño a cualquier cosa que esté cerca de él. La maldad se propaga, la tierra se vuelve infertil, el agua impura, todo tipo de vida imposible, pues este causa disputas entre los seres que estén a su al rededor. Por ello, tener uno significaba el dominio del mundo, era más que fascinante para el.
Sin embargo las cosas fueron diferentes.
Y fue desterrado.
