Ésto surgió de la letra de una canción que nunca he escuchado y de un amor desesperado. James, Sirius y Peter le pertenecen a Rowling; yo sueño con que él me pertenece a mí.
Ámame así como soy
Soñaba, no recuerdo con exactitud qué, pero soñaba. Tan profundo fue mi sueño que ni la luz solar que se colaba por las ventanas logró que mis ojos se abrieran. Quizá fue el mismo sueño que tantas veces se repetía en mi cabeza: ella y yo. Sé que puede resultar tonto admitirlo, pero no sé quién es ella. ¿Nadie nunca ha estado enamorado de una sombra, de un amor utópico y desconocido? Yo si, y era ella el objeto de este extraño sentimiento que crecía dentro de mi. No recuerdaba al despertar ni el olor de su cabello, ni el color de sus ojos, ni el sonido de su voz, ni sus facciones cuando sonreía. Sin embargo, vivía cada día pensando en ella, cada noche soñándola y cada momento esperándola. Podía llegar en cualquier momento de distracción, debía estar preparado.
Cuando por fin desperté, mis amigos no estaban ya dentro de sus camas; me alegré de que así fuera. No me hubiera gustado que me preguntaran, al verme despertar tan sonriente y enamorado, la razón de mi estado. En cambio, con la mayor tranquilidad posible, me desvestí y tomé una ducha. Mientras el agua caliente recorría mi cuerpo descuidado cuerpo desnudo, yo pensaba en ella. ¿Serían sus cabellos lacios o rizados? Acaso tuviera ojos negros, azules o castaños. Los minutos se me pasaban con una lentitud extraordinaria mientras le daba forma humana a tan idílico sueño.
Pudiera haber estado horas metido en la ducha soñando despierto, pero el hambre me venció con facilidad, ya que la noche pasada no había cenado nada. Me vestí y bajé al Gran Comedor para desayunar, en donde encontré a James, Sirius y Peter, éste último comiendo como si no lo hubera echo en meses. Los saludé con una sonrisa y busqué entre las presentes a mi sueño, pero sin tener guía alguna era imposible encontrarla. Entretanto desayunaba, en mi cerebro seguía rondando la misma idea: ella. Yo la amaba, aunque fuera un amor extraño, pero si ella existía¿me amaría como yo lo hacía?
Yo la amaba sin conocerla, sin nunca verla, sin comprenderla; pero¿sería ella capaz de amarme siquiera? Tenía que asincerarme: habían en Hogwarts jóvenes mucho más apuestos que yo, más inteligentes que yo, más simpáticos, carismáticos y agradables que yo¿qué razón tendría ella para fijarse en mí? Terminé mi desayuno entre mis meditaciones y salí con mis amigos rumbo a la biblioteca, en donde haríamos la tarea de Transformaciones. Los libros se encimaron sobre la mesa y frente a mis ojos. ¡No podía yo pensar más que en ella!
Entre tanta palabra escrita en hojas amarillentas, saltó de mi mente la idea¡me amará así, como soy! Cargaba más dolores y penas que muchos de mi edad, pero ¡así me habría de amar! La conocería, la vería algún día y entonces no iba a dudar, mi corazón le iba a entregar. ¿Dónde estaba, en dónde se escondía el motivo de mis desvelos? Había tanta gente en la biblioteca, que pensé que era en vano buscar. Fue entonces cuando entre la multitud, una joven de cabellos castaños y lacios que le llegaban a la cintura, de ojos pequeños y rasgados, mirada profunda y pensativa, y mejillas coloradas se acercó lentamente a nuestra mesa.
—Remus, yo quería pedirte que... —comenzó a decir, pero la interrumpí tomándola de la mano.
—¿Podemos ir afuera? —le pregunté; ella asintió nerviosa.
Ambos salimos, aún con las manos tomadas y el pulso agitado. Entramos en un tímido silencio que ella rompió con dulce y nerviosa voz.
—Como te mencionaba, yo quería decirte que... —quedó en silencio cuando tomé sus delicadas manos entre las mías.
—¡Ámame así como soy!
Quizá lo amo tanto porque nos siento uno solo.
-Cosette-
