Satán se encontraba en la mesa de su cocina leyendo una revista de chismes, cuando largó un suspiro pesado al ver un artículo en especial que tenía como título "Hoy es tu día papá."
Si, era el día del padre.
Volvió a suspirar con pesadez. Su pequeño hijo, bueno, no tan pequeño, ahora tenía dieciocho años, pero para él siempre iba a ser su pequeño, que se había ido hace mucho tiempo de casa a vivir en la Tierra, y nunca se tomaba la molestia de visitar el Infierno para saludar a su papá.
Claro, su vínculo nunca había sido tan fuerte como el de otros padres e hijos, Satán incluso llegó a pensar que era por el hecho de que era porque él era el diablo y su hijo el anticristo, pero después se convenció de que ese no era el problema, sino su relación durante los años.
Un día él había intentado llevar a Damien, en ese entonces de diez años, a una esquina alejada del Infierno para que pudieran jugar a la pelota con tranquilidad cuando el pelinegro soltó unas palabras que lo marcaron de por vida.
"Tú no eres mi padre, solo eres mi creador."
Desde aquel día Satán entendió que su hijo ya no era su pequeño, sino una persona completamente independiente y que no lo necesitaba más. Desde el día que se fue Damien jamas bajó al Infierno, ni para saludarlo en su cumpleaños o para el día del padre.
-Hey viejo.- escuchó una voz grave proveniente del umbral de la puerta de su cocina, provocando que levantara su cabeza rápidamente debido al susto.
-¿D-Damien?- preguntó realmente sorprendido de ver a su hijo de vuelta en casa, se había ido hace tanto tiempo…
El pelinegro se rascó la cabeza algo incómodo y con un leve sonrojo en sus pálidas mejillas.
-¿Qué haces aquí?- preguntó Satán una vez recuperada su postura después de haberse limpiado las pequeñas gotas que habían causado esos tiernos recuerdos.
-Uh… y-yo vine para… eh…- empezó el pelinegro, y a medida que seguía, su rojo más se hacía notable.
-¿Sí, hijo?- alentó el demonio. A su pequeño siempre le había costado expresarse...
-Y-Yo, ¡Argh! ¡Solo vine a desearte un feliz día del padre!- casi gritó, revoleando los brazos por los aires, molesto por trabarse con algo tan simple.
Satán lo vio con los ojos completamente abiertos y con la boca semi abierta, parecía que estaba entrando en un coma.
-¿Pá?- preguntó Damien con verdadera preocupación al pensar que tal vez a su padre le estaba dando un ataque o algo por su culpa.
El gigante demonio rojo se levantó con rapidez de la mesa y se lanzó hacia su hijo con sus brazos abiertos, capturándolo en un brazo lleno de cariño y calidez.
-Nggh, ¡me a-ahogo pap-pá!- murmuraba el anticristo, tratando de que le llegaran aire a los pulmones, pero Satán lo ignoró.
-¡Gracias hijo, es lo más lindo que me pudiste haber dicho!- sonrió aun abrazando a su hijo, sintiendo como este se empezaba a relajarse en su abrazo.
-Te quiero papá.- susurró Damien luego de unos segundos de silencio.
-Yo también hijo.- Satán no pudo evitar soltar una pequeña lagrimita de felicidad.
-…-
-…-
-Ya que estoy aquí quería pedirte algo, uh… como que quemé la casa que me regalaste en la Tierra y ya no tengo donde vivir. ¿Me darías otra?-
Espero que hayan disfrutado el día con sus viejos, acá ya casi termina :3
Me dieron ganas de escribir sobre ellos porque son el mejor ejemplo de padre e hijo en mi opinión.
Saludos!
