Armin se acuerda de Eren, siempre de Eren primero. De cómo le contagiaba de entusiasmo y esa esperanza de que el mundo en las páginas desgastadas fuera real, tangible. De rodillas raspadas y moretones incontables nacidos de peleas, persecuciones, días soleados en campo abierto. Recuerda perfectamente la nuca tostada de Eren, quien le jalaba de la mano con prisa por descubrir el mundo y la reverencia, la admiración que le inspiraba. Se acuerda también del día en que se dio cuenta que la cosa no iba por ahí y, aunque no se le desplomó el suelo, también supo con dolorosa claridad que Eren nunca le tomaría de la mano con la misma intención que a Mikasa, eventualmente.
Recuerda haber dejado ir con el tiempo. Que la herida no había pasado de un pinchazo y que de algún modo sabía que esas cosas pasan. Que aquello fue y vino sin más ceremonia que ensoñaciones inocentes.
Y ahora. Ahora Jean le mira con hambre y al mismo tiempo con cautela. Como si él mismo no entendiera que sucede. Armin, por supuesto, mucho menos.
Todo, absolutamente todo, era culpa de Marco.
- ¡Eh, Arlert!
Armin se vuelve a mirarle con cara de pocos amigos. Jean lleva una semana jodiéndole con lo mismo y después de haber dormido tan poco, la paciencia se le agota. Ni siquiera va a responderle, sino que se limita a mirarle, cansado.
Jean lanza un silbido y le sonríe con burla. Hay que ver.
- ¿Te ha pasado un titán encima? Te ves horrible.
Bueno, siempre se podía contar con él para darle al clavo de la peor manera posible.
- Buenos días a ti también. Jean, si no es tremenda molestia, ¿podemos terminar con esto?
- Claro, eres tú quien alarga el tormento, mi queridísimo rubio.
- Ya.
- Y ¿entonces?
- Entonces, ¿qué?
- Vas a decirme o...
- Jean, esto comienza a volverse fastidioso. Y estoy seguro que lo es para ambos, así que déjalo ya.
- Imposible, hay demasiado en juego. Podríamos compartir ganancias, ¿sabes?
- Me lo has dicho en reiteradas ocasiones. La respuesta no ha cambiado.
- Armin, sé razonable-
- ¿De verdad acabo de escuchar eso?
La cara de incredulidad de Armin es casi sincera. Casi. Lo suficiente para que Jean se muestre avergonzado por un segundo, el cual aprovecha para darse la vuelta y marcharse, fingiéndose indignado.
- Apuesto que fue con Eren. No necesitas confirmarlo, estoy seguro de ello.
- En ese caso agradecería que dejes de fastidiarme una y otra vez con lo mismo y hagas tu apuesta definitiva.
- No necesito que me digas qué hacer.
Armin ni siquiera levanta la vista de las ecuaciones, se limita a lanzar un 'mmjm' y eso le cabrea infinidad de hostias.
- Por otro lado, puede que ni siquiera haya sucedido aún. Con el aire virginal que tienes, es casi seguro, no?
Esta vez Armin sí le mira, impasible. Sus palabras sin embargo, tienen ese dejo gélido que a Jean le pone los pelos de punta porque sabe que se ha pasado de la raya.
- Sí, tienes razón. Toda la razón, como siempre.
Oh oh. Ha hecho más que pasársela, se la ha saltado y ha aterrizado veinte metros más allá de la paciencia del rubio.
- Armin, hombre, no te lo tienes que tomar tan en serio.
- Ah, ¿no? Todos están apostando acerca de si he besado a alguien o no y a quién, pero ¿no me lo tengo que tomar tan en serio? Vaya, me has resuelto la vida, ya podré dormir por las noches.
- No es para tanto, hace unas semanas la apuesta iba de Connie y no he visto que te quejaras.
- Tampoco que participara.
Armin juraría que es imposible que Jean Kirschtein se incomode. No debe serle biológicamente posible, pero parece que su silencio está cercano a ello.
- Lo que menos entiendo, es porqué te la has pasado con esto día tras día. De todos, pareces ser el más interesado en ganar.
Nuevamente no lo está mirando, pero no importa porque Jean tampoco quiere que lo haga. Está demasiado perdido como para contestar a eso.
Está a punto de soltar algo que rompa el silencio, por favor, cuando escucha el suspiro de Armin anunciando su retirada.
- Si tanto quieres saber, deberías preguntarle a Marco.
Los ojos de Jean se abren tanto que ya no parecen los suyos y es una lástima que nadie más pueda verle.
Desde un inicio, Marco había rehúsado participar. Ahora, viéndole hecho un manojo de nervios y culpa, estaba claro porqué.
- Joder, soy tu mejor amigo.
- Lo lamento, Jean. Debes entender que no es algo que se pueda ir diciendo por ahí como si fueran los buenos días.
El imbécil le está echando una de esas sonrisas de disculpa que sabe que le pueden, pero Jean sigue furioso por alguna oscura razón que no quiere examinar. Para nada.
- Ya, vale. Pero no me molesta, tío. Digo que... ya sabes, está bien y todo eso.
Marco sabe que lo está intentando con toda su elocuencia, lo sabe y se lo agradece. Aunque no por eso es menos denso, su mejor amigo. Pobre Armin.
- Gracias, Jean. Pero si es así ¿por qué sigues enfadado?
- Pues porque no me lo dijiste, ¿por qué más? Después de tanto tiempo contándonos cuanta gilipollez se nos ocurre, vas y te besas con Armin y coño, ¿por qué?
Se está aguantando la risa, de veras.
- ¿Por qué, qué? Por qué pasó o por qué no te conté?
- ¡Ambas! Deja de hacerte el corto, Marco o te juro por las putas corbatas de Rivaille que-
- Bueno, ya. Basta. No te puedo decir mucho porque no es algo solamente mío, ¿entiendes? Ninguno de los dos quería que alguien más se enterara, pero ya que Armin ha dado luz verde, por ponerlo así, puedo contarte algunas cosas.
- Ajá.
- Qué quieres saber?
- Marco, corta el rollo,- le parece increíble que estén teniendo esta conversación- dime qué pasó.
- Pues nada, que fue un accidente. Armin no me gusta, pero ese día lo vi tan triste que me dio... no sé qué me dio, la verdad.
- ¿No sabes?
- Me imagino como suena, pero Jean, te apuesto lo que quieras a que tiene ese efecto en casi toda la gente. Conozco un buen puñado que me lo ha confirmado a su manera.
Jean contiene las ganas de bufar ante el «casi toda la gente».
- Da igual. ¿Y luego?
- Eso. Estábamos hablando, Armin era la viva imagen de la tristeza y cuando me di cuenta mi cara estaba en la suya y Armin estaba peor que paralizado. Eso fue todo, de verdad.
La cara de su amigo tiene pinta de estárselo imaginando cuando pregunta,
- ¿No te dio un bofetón? Porque suena a que te lo merecías.
Se lo merece, según Jean, en presente.
- Armin es como él solo. - Marco se encoge de hombros- No hizo gran escándalo y me disculpé enseguida. Ambos dejamos las cosas en claro y es obvio que nada más ha sucedido desde entonces.
- ¿Me quieres decir que no se gustan? ¿No te atrae en lo más mínimo?
- No Jean, aunque a muchas personas sí.
Ni por enterado de la indirecta; su amigo parece perdido en su mente, como si asimilarlo le estuviera costando montones. Pero le toma por sorpresa cuando pregunta,
- ¿Y cómo fue?
- ¿Cómo fue? Pero si te acabo de contar.
- No, no eso. Me refiero a que, sí, ya sabes. Estuvo bien.
- Ah, el beso.
Jean gruñe en su asiento.
- Fue algo rápido. No más que un roce de labios. Agradable, supongo.
- Ya.
- ¿Jean?
- ¿Qué?
- Armin no me besó de vuelta.
- ¿Y?
"A mí qué".
Marco le sonríe como si supiera algo que él no y eso sólo empeora su humor.
- Nada. ¿Apago la luz o vas a seguir despierto?
- Apágala. Me muero de sueño, qué historia más aburrida la suya. A la próxima me cuentas en el momento y nos ahorramos el gasto inútil de aceite.
- ¿Crees que haya una próxima?
La almohada de Jean cae con más fuerza de la necesaria en la cara de Marco.
Jean se acuerda de Laurie. Claro que primero muerto antes que admitir que recuerda el nombre de la primera chica cuya mera aparición en el horizonte le daba vuelcos en el estómago. Se acuerda siempre de decir que qué maja cuando se echó a correr tras robarle su primer beso. Solamente Marco sabe que en verdad fue él quien salió pitando.
Armin claramente no lo quiere en su habitación, pero tampoco tiene ganas de discutir. Le basta con verle una vez para darse cuenta de que Jean no se va a ir sin decirle antes lo que sea que vino a decirle.
-Veo que hablaste con Marco. Lo que no entiendo es qué haces aquí.
-Arlert. Sólo déjame pasar, por favor.
El rubio suspira en clara resignación y aunque niega con la cabeza, parece que es más para consigo porque al mismo tiempo le abre la puerta y lo incita a que le siga. La habitación está tan ordenada que parece casi vacía. La vista de Jean se pasea por las paredes hasta topar con Armin, quién se ha sentado en la cama y le mira, esperando. Jean puede sentir las palabras atoradas en el cogote y de pronto se siente estúpido parado a medio cuarto con las botas sucias, tan tosco a comparación del rubio, que tiene el aspecto de recién salir de ducharse y huele a jabón y manzanilla, lo cual sólo le pone más tenso; Armin siente simpatía por él y le señala la silla junto a la mesa en la que indudablemente ha pasado noches en vela leyendo.
Jean la mueve un poco sin acercarla y se sienta apoyando un codo en la mesa. Se ve terriblemente incómodo. Lo está.
- Supongo que ya sabes a qué vine.
- Me lo imagino, pero podría estar equivocado.
A pesar de todo, Armin se está aguantando la risa. Si le hubieran dicho que algún día, nada más y nada menos que Jean Kirstein se disculparía con él, hubiera calificado esa opinión digna de alguien tan chalado como Hanji, pero mucho menos brillante.
- Pero si ya lo sabes...
- No, Jean. A diferencia de lo que piensas, no soy adivino.
- Armin, basta. No seas gilipollas
Se está divirtiendo a costa suya, el muy cínico.
- ¿Y bien?
Le cuesta horrores admitir su error. Cuando por fin habla, lo hace a regañadientes y sale casi como un gruñido.
- Yo no sabía, Armin.
- Está bien, nadie lo sabe. Prometimos no darle importancia. Si te lo dije fue solamente porque subestimé lo insoportable que te pondrías.
- Escucha, lo lamento. No tenía idea de... En verdad no quería portarme tan idiota.
Armin sonríe, ambos saben que está mintiendo.
- Jean, ya te he disculpado. De verdad, no es como si tuvieras que compensarme con tu leche del desayuno, pero tampoco digo que no la aceptaría.
El castaño casi tiene ganas de reírse, pero entonces mira los labios de Armin y toda gracia se esfuma de un plumazo. Jo-der.
- ¿Jean?
A Jean le están sudando las manos. "Fue agradable", dijo Marco. "Sólo un roce de labios".
"Pero fue agradable", completa su mente. La cabeza de Jean va a explotar si no sale pronto de la habitación, lejos de Armin quien le mira preocupado y le pregunta si está bien mientras se está levantando de la cama en dirección suya, con la mano extendida, como si quisiera comprobar que no tiene fiebre súbita.
Jean se levanta de un salto, asustando a Armin "Y los ojos que pone, ¡dios mío!". Ya le habia notado el color azul profundo, pero nunca en expresión perpleja, en combinación con los labios semiabiertos a punto de decir algo y Jean definitivamente tiene que correr un kilómetro en dirección opuesta.
- ¡Creo que me ha dado diarrea!
Armin se queda con la mano en el aire, sin decir ni una sola palabra, completamente perplejo. Apenas alcanza a girarse para ver la figura de Jean desapareciendo tras azotar la puerta.
Jean le ha dicho a Amin que tiene diarrea.
Jean ha dicho la palabra diarrea frente a Armin. En su habitación, solos, tras disculparse.
Jean se quiere morir.
No entiende porqué si Armin es un tío. Delicado en sus gestos y en apariencia, pero un tío. Se la pasa con Eren, Connie y demás y no se sonroja cuando alguno de ellos saca un tema de conversación más que inapropiado. Tan solo hace tres semanas, antes de que toda la locura se desatara en Jean, habían discutido sobre quién se había líado con más tías del cuartel. Armin nunca participaba, se limitaba a seguir comiendo y a escuchar o a enterrar la nariz en el libro de turno mientras engullía pan. Había escuchado de todo casi sin sermonearles y la única vez que había lucido enfermo fue aquella en que Reiner les contó sobre el libro que se había encontrado viejo y abandonado tras una de las literas (Jean también había querido vomitar. Reiner tiró el libro al día siguiente después de que unos cuantos morbosos lo hojearan).
Armin no parecía molestarse con los temas de sobremesa que solían discutir. Armin tomaba las duchas comunales y escuchaba bromas sucias todo el tiempo. Armin era Armin y no era un guarro como Jean, pero tampoco se sentía asqueado fácilmente.
Armin Arlert, era, en resumidas cuentas un tío.
Y si Jean se sentía en exceso avergonzado por haberle dicho que tenía diarrea y salir pitando en vez de reírse de sí mismo, bueno. Eso solo podía significar problemas.
