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¡Hola! .o./ Este One Shot iba a formar parte del Jerza Love Fest pero al final cancelé el especial y algunos caps terminaron en la papelera y otros guardados, éste en especial se me hacia especial porque es la primera vez que me animaba a escribir MystWalker/Edo Jerza y bueno, ya que amanecí de tan buen humor, 7w7)r lo edité y lo publico en el que se supone era el último día del Fest. xD Y bueno, ya sé que Edo J y Edo E casi no interactuaron en el canon pero… ¿¡Cuando eso ha detenido a un shipper!? *w*)9
Espero les guste. NwN/
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Disclaimer: Fairy Tail pertenece a Hiro Mashima. Los Prompts son tomados del Jerza Love Fest en Tumblr. Basada en especulación del Mashiverse, años después de lo ocurrido en Édolas. La miel hecha letras es totalmente mía.
Referencias De Lectura:
Narración.
«Pensamientos»
Diálogo.
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Once Upon A Kingdom
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[ I ]
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And A Lonely Knight
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En un reino muy lejano, habitaba una mujer caballero.
Su cabello era escarlata, la cremosa piel que su escasa armadura permitía ver era apenas tocada por el sol del ocaso que se filtraba por la ventana de la alta atalaya en la que se encontraba, sus ojos entrecerrados eran un juego cromático entre café, ámbar y avellana que no perdían de vista los movimientos que observaba en las plazas de entrenamiento bajo ella, su cuerpo tenso y en posición de firme autoridad tenía marcas casi invisibles de su constante entrenamiento y las diversas luchas que había tenido en su vida.
Pero había más que eso en ella.
Así como la blanca bufanda escondía la marca de su cuello de curiosos, su hosquedad hacia lo mismo con los demás, alejándolos de ella, evitando que llegasen a imaginar siquiera ciertos deseos, anhelos y secretos que guardaba con recelo muy dentro de sí misma.
Tan dentro, y a la vez tan expuestos.
Nadie podía imaginarlo de la gran Erza Knightwalker, después de todo para los demás ella siempre había sido ―y de manera probable seguiría siendo―, una mujer fría, impávida y tenaz que no tenía tiempo para otra cosa que no fuese el fortalecerse a ella misma, a sus subalternos y por ende ―y la razón principal―, fortalecer al reino como su familia lo había hecho por generaciones antes que ella.
Como había prometido una vez.
Ese era su objetivo primordial en la vida.
Y ahora más que nunca eso le importaba, siendo como era la comandante en jefe de todas las tropas ―ya nunca jamás mágicas― del ejército de su reino; además, el tiempo le había permitido ver el error que cometió al apoyar al Rey Fausto, que aunque la misión del entonces monarca de primera entrada era buena, sus maneras de lograrlo y su posterior ejecución obedecieron más a razones egoístas de poder individual en lugar de poder compartido para mejorar toda la nación que ella sí intentaba salvaguardar.
Aún no entendía como pudo estar tan ciega.
¿Cómo pudo su deseo de proteger Édolas degenerarse de tal manera?
Ese deseo que surgió incontrolable en ella desde niña.
Su secreto.
Uno que nadie sabía.
Ni él.
Y ahora más que nunca estaba segura de que él no debía de saberlo jamás, y aunque deseó no haber escuchado la petición del Nuevo Consejo a su Rey, al menos agradecía que tal noticia le diese nueva convicción para mantener su egoísta ser encadenado dentro de ella misma.
Ella no merecía la felicidad que le arrebató a muchos otros.
―Comandante en jefe ―la voz de su ahora soberano la hizo ubicarse en su lugar en Édolas, allí, viendo en secreto las prácticas de sus subordinados desde lo alto del palacio―, veo que los entrenamientos siguen tan efectivos como siempre ―sintió como él acercó a ella y activó sus defensas internas―. Han pasado siete años desde que Édolas se quedó sin magia, es increíble cómo logró re activar la fuerza militar al mismo tiempo que ayudaba y dirigía con la reconstrucción de nuestro Reino.
―¿Nuestro Reino? ―la comandante se cruzó de brazos pero se negó a voltearse a verlo, apenas estaba digiriendo lo escuchado a escondidas.
―Se lo he dicho muchas veces, éste Reino es de todos ahora, como siempre debió ser. Además usted es una de las personas que más amor tiene por Édolas ―Mystogan ―no, ese nombre ya no era más el de ese hombre― Jellal, se acercó otro paso a ella, sabía que la encontraría allí. Erza siempre espiaba las prácticas y luego hacia cambios según lo analizado, o ese era el motivo que le dio ella la primera vez que la sorprendió allí, mas el sabía que la principal razón de estar en ese lugar era que desde esa solitaria atalaya se podía ver la extensión del reino casi que por completo.
Algo que a ella la reconfortaba tanto como lo hacia el mantener la disciplina de sus subordinados.
Después de todo, Erza, para quien la observase con atención ―como él lo hacia siempre―, era una mujer de rutinas, patrones y metodologías.
Y ante todo, fuertes convicciones.
―Me lo ha dicho, sí, su Majestad ―utilizó su título para mantener la distancia de trato ya que el Rey ―su Rey― rompió de manera física la distancia al colocarse a su lado―, pero me parece una exageración.
Tembló.
Porque la capa real rozó su hombro desnudo.
―Pero no lo es ―aseguró y la volteó a ver, el viento que se sentía en esa alta atalaya movía con vigorosidad el cabello escarlata de la mujer junto a él.
Casi de manera tan vigorosa a como latía su corazón cuando la miraba.
La cicatriz en su ―falsamente― impasible rostro era casi invisible ahora, sus facciones eran las mismas que siempre estuvieron en sus recuerdos, a excepción de que año tras año se volvían un poco más gentiles y hermosas ―o así lo veía él―. Erza ya no tenía el cabello corto, pero tampoco lo tenía tan largo como lo recordaba en su niñez, el cabello de Knightwalker ahora llegaba hasta sus omoplatos y se ondulaba con natural delicadeza desde su delicado mentón, dotando con algo de suavidad a toda su intimidante presencia.
O al menos él lo percibía así.
―Supongo que no debo debatir con su Alteza ―soltó ácida y Jellal sonrió, con los años había entendido que la niña entusiasta y valiente que muchas veces observó practicando para ser caballero real y proteger el reino había mutado en esa mujer estoica que destilaba poder y cinismo.
Siempre ocultando su amabilidad y bondad.
Y más que cualquier otra cosa, ocultando su dolor.
―¿Por qué no? ―increpó él volteándose hacia ella―. Lo hacías de niña.
―No sé si ya lo notó pero ya no somos niños ―cortó la cuestión y le miró con el ceño fruncido― ¿Necesita algo su Majestad? ―deseó con furor que esa pregunta no derivase en el Rey comunicándole lo que el Nuevo Consejo demandó hacía un par de días.
No quería escucharlo y menos de él.
Jellal la observó con detenimiento, analizando su rostro con tranquilidad. Sus ojos castaños mostraban frialdad, pero un brillo en particular titilaba en sus orbes luchando por pasar desapercibido.
Pero Jellal lo vio.
Ese secreto que ella ocultaba y que al parecer cada día le era más difícil resguardar, y justo eso era lo que él quería saber, porque si el secreto de ella, era el mismo que el de él, no había razones para mantenerlos ocultos del mundo.
Tal vez él debía de ser el valiente caballero e introducirse primero a ese peligroso terreno.
―A ti… ―confesó decidido y la incredulidad en los ojos de su comandante lo hicieron sentir algo de esperanza―, a mi lado.
El silencio duró un par de latidos.
―Estoy de su lado, Alteza ―contestó mirando de nuevo hacia la práctica, negándose a creer el significado que lanzó en primera instancia su corazón―. Mi lealtad es para con Édolas. Aunque entiendo que desconfíe de mí.
―Desconfiaría de mí antes que desconfiar de usted ―continuó sin darle importancia a su intento de disminuir el calor de su confesión―. Pero yo no hablé de usted como comandante.
―Es en lo único en lo que podría necesitarme ―se plantó impasible pero agregó con hosquedad su título―,Majestad.
―Erza… ―suplicó con su voz y puso su mano en su hombro.
―¡No soy ella! ―exclamó de pronto y con un movimiento de su torso quitó la mano del azulado que contactó ―quemó― su piel―. ¡Si necesita una mujer buena, amable y virtuosa se equivoca al buscarla en mí persona! ―su mirada se aguó con el fuego de su ira― ¡Yo no soy la Erza de Earthland!
Jellal parpadeó confuso y una sonrisa amarga se formó en la mujer ahora frente a él.
―Sé de la petición del Nuevo Consejo, y escuché su conversación con Coco en la sala del trono, los escuché… ―lo señaló―, el que no podías aceptar la petición del Nuevo Consejo porque usted solo podía pensar en ella, en su amabilidad, en su carisma, en su fuerza, en su cabellera escarlata… ―espetó cada vez más incapaz de controlar su tono de voz―, y que sin importar en qué mundo estuvieses ella siempre le daba fuerzas… ¡Y yo no soy Scarlet! ―zapateó con fuerza y de pronto se quedó callada porque dejó salir una parte del todo que formaba su secreto.
Había reclamado algo que no debía.
Algo que no tenía por qué reclamar.
―¿Piensas que me enamoré de Erza Scarlet?
El tono incrédulo ―casi divertido― del Rey la hizo reventar en ira.
―¡Sí, y yo no soy ella! ―se señaló a sí misma con ironía―. Me parezco físicamente pero no soy ella ―innegable era que una vez había aceptado que de cierta manera compartían una especie de esencia, pero ahora se daba cuenta que la propia ―su esencia y su alma― estaba manchada―. Yo soy Erza Knightwalker ¡Un monstruo que casi destruye Édolas! ―negó con la cabeza cuando un nudo se le atravesó en la garganta―. ¡Una cazadora de hadas! Soy un demonio que colaboró para que un rey obtuviese poder ilimitado sin importarle destruir otro mundo ¡Yo estoy sucia! No brillo como ella… ―su mano tomó el borde de su propia bufanda ―un regalo inmerecido de Fairy Tail en su cumpleaños anterior― y con rapidez limpió una lágrima traicionera para luego abrazarse a sí misma cuando el viento del ahora nocturno cielo entró en una fuerte ráfaga―. Yo traicioné a la niña que una vez usted conoció…
Jellal soltó un suspiró.
―A mí me pareces igual ―se llevó las manos a los broches de su capa real y los soltó―, sigues queriendo proteger al Reino, trabajas más duro que nadie, no te dejas amedrentar por ninguna de las incontables dificultades que el Reino ha sufrido, y además… ―cubrió los hombros de la peli-escarlata con el exquisito tejido monárquico―. Sigues siendo tan fuerte y honesta como ingenua…
Erza solo pudo pestañear en confusión.
¿Ella ingenua?
¿Ella que podía capar a un hombre con una cuchara de cien maneras diferentes?
¿Ella quien fue la gran asesina de hadas?
¿Ella?
―Yo hablaba de ti ―continuó el azulado y aseguró la capa alrededor de Erza con sus manos, sonriendo al verla tanto intentar ocultar la curiosidad de sus palabras como renuente a aceptar su gesto de protección pero cediendo al final―. No podría haberme enamorado de Scarlet porque de niño ya te quería a ti ―las mejillas de la comandante se tiñeron de un inusual carmín y el Rey no pudo evitar que una de sus manos acariciara tal eventualidad―. Desde que entrenabas conmigo en el patio de juego, cuando el rey Fausto nos permitía estudiar juntos mientras tu padre tenía una reunión con él, desde que te escapabas conmigo de los bailes y reuniones para salir a peinar a los caballos a pesar de que apenas llegábamos a los estribos ―Erza intentó negar pero el acercamiento repentino de Jellal y su voz tan varonil como aterciopelada se lo impidió―. Desde que escuché tu sueño de proteger el reino y a sus habitantes al igual que lo había hecho tu familia durante generaciones, sin importarte el renunciar a los lujos de haber nacido como dama de cuna noble y aún siendo una pequeña niña. Tú no me recuerdas a Scarlet ―tomó un mechón de su cabello y se lo acomodó tras la oreja con tanta gentileza que la aguerrida mujer sintió temblar sus rodillas―, Scarlet me recordaba a ti.
―Mientes… ―susurró y dio un paso atrás.
―Mírame y dime si miento. Siempre fuiste buena descubriendo quien mentía ―ladeó la cabeza y hasta en ese momento la comandante observó que no traía la corona que lo proclamaba Rey.
En ese momento solo era Jellal.
¿Por qué no podía ser ella solo Erza?
―Soy un monstruo…
―Erza… yo ―sus mejillas enrojecieron y la peli-escarlata sintió pánico al adivinar en sus brillantes y ansiosos ojos miel lo que iba a decir.
Ella no se merecía ese sentimiento, ni esa devoción que observó en su mirada.
―Tu deber es buscar una reina gentil y bondadosa para Édolas, como pidió el Nuevo Consejo… alguien a quien el pueblo respete y admire y a quien ella ame y proteja―le aleccionó intentando sonar fría pero fallando miserablemente al dejar escapar un par de lágrimas.
Jellal negó y recuperó la distancia perdida cuando ella dio el paso atrás.
―Es curioso que te acabes de describir a ti misma… ―sonrió y su mano viajó de su cabello a su mentón―. Édolas te ha perdonado, nos ha perdonado ―volvió a negar―. No, más bien se ha perdonado. Yo huí de mi mundo y le negué un poder absoluto, tú hiciste lo que creías correcto para protegerlo, y cada informe que he leído desde mi retorno mostró a un pueblo muy contento con las medidas tomadas por mi padre. Al final todos jugamos el papel de pecadores, de monstruos y demonios. No hay quien tenga más culpa que otro, y la culpa que tenemos la estamos expiando cada día en que nos levantamos buscando como mejorar Édolas.
―Yo no… ―se mordió el labio incapaz de refutar la lógica del niño que admiró y ahora era el hombre que hacia años se había dado cuenta que amaba ―, yo…
―El Reino confía en ti, ayudaste a reconstruir ciudades, iniciaste los cambios en el uso de recursos, amaestraste a los legions y con la ayuda de Fairy Tail devolviste la esperanza a Édolas ―sonrió divertido―. Estás más capacitada que yo para reinar.
―¿Entonces eso es lo que necesita? ¿Una reina? ¿Una imagen para elevar la suya propia? ―torció una sonrisa y Jellal soltó un suspiro.
―Édolas necesita una reina y herederos, eso es lo que piensa el Nuevo Consejo ―Erza apretó su puño―, pero no me concierne a mí el cumplir esos caprichos pasados de moda y basados en ideologías obsoletas, no pasaré mi puesto a alguien solo por llevar mi sangre, el pueblo me eligió a mí y ellos elegirán al siguiente ―declaró decidido, entregar poder de decisión al pueblo era uno de sus objetivos principales―. Pero sí soy quien te necesita a ti… ―Jellal se inclinó y chocó su frente con la de ella―. Yo te quiero a ti, porque es a Erza Knightwalker a quien amo…
Majestad… ―sollozó incapaz de creerlo, su labio inferior tembló al sentir el pulgar de su Rey acariciarlo.
―Jellal, soy Jellal… ―sus ojos del color del dulce almíbar se mostraron anhelantes, con un miedo y una fragilidad que ella jamás había visto antes―. Compadécete de mí… ―susurró contra sus labios―, se honesta conmigo, confía en mí… ―Jellal se separó de ella con un temor latente de ser rechazado; o peor aún, de terminar logrando que Erza se alejase por siempre de él―. No tiene por qué ser ahora… pero por favor, piénsalo… ―le hizo una reverencia con la cabeza antes de voltearse y salir de la almena de observación.
No podía hacer más que esperar.
Como ella había hecho por él durante tanto tiempo.
Sus pasos hicieron eco en el recinto de piedra y en la mente de Erza sonaron a distanciamiento y despedida, y entonces sintió que el pánico se adueñaba de su ser.
¿Jellal se alejaba de ella otra vez?
Su boca actuó sola.
―Fue desde niña… ―Jellal se detuvo ante la voz vacilante de la mujer―, ¡Te admiré desde niña! ―apretó con fuerza el terciopelo de la capa blanca en sus hombros―. Quería proteger al reino para protegerte a ti… el futuro Rey que correría más peligros que nadie en un mundo en donde la magia, nuestra principal fuerza, se agotaba… ―reveló su secreto con bochorno―. Puedes pensar que solo fui una niña encandilada con un príncipe bondadoso, pero cuando tú desapareciste… ―soltó un sollozo y sintió como algo más cálido y mucho más reconfortante que la capa real la rodeaba y no pudo alejarse de él―. ¡Fue doloroso! ¡Te había perdido y no pude hacer nada! Por eso, esperando que un día volvieses decidí que protegería Édolas, que cuidaría la magia y juré lealtad completa a tu padre, pero… ―gimoteó como una niña contra el pecho de su Rey y soltó la capa para apretar con fuerza entre sus puños la tela de la vestimenta real que él portaba―, pasaban los años y no volvías, y luego mi familia murió en el atentado de un par de gremios mágicos para obtener más poder al robar las entonces inexistentes reservas de los nobles… ―sintió la herida que siempre ocultaba en su cuello arder, era el recordatorio constante de que no tuvo la fuerza para proteger a su familia―. ¡Si hubiésemos tenido magia ilimitada en ese entonces…! ―movió su cabeza de lado a lado, no podía seguirse mintiendo, no era la escasez de poder lo que provocó la muerte de su familia y varios de sus amigos, eso había sucedido por la avaricia y el egoísmo humano, algo que ella vivió ―y hasta disfrutó― en carne propia―. Me sentí tan sola… ¡Me cansé de tener esperanza! Y por el dolor quise dejar de sentir… ¡Me volví el monstruo que viste al llegar! ¡Llena de deseos de venganza y poder! ¡Una asesina! ¡Una cazadora de hadas! ―su llanto aumentó pero no dejó de hablar―. ¡Ni siquiera sentí algo cuando volví a verte!
Jellal acarició su cabello incapaz de hablar, permitiéndole desahogarse a su ritmo.
¿Cómo pudo haber guardado tanto dentro de ella?
―No… ―negó luego de un rato de soltar más lagrimas traidoras―, no fue que no sentía ―se corrigió―. En realidad sentí tanto que lo encerré todo en donde no tuviese que lidiar con ello y me enfoqué en lo que había sido mi objetivo por años, y en ese momento eras la persona que quería destruir la solución para mantener a salvo a Édolas, al Reino que juré proteger en tu nombre y por la memoria de mi familia… yo… yo… había vivido todo ese tiempo con el fin de protegerlo… yo… pensé que había perdido a mi príncipe, a mi amigo, pensé que te había perdido a ti, Jellal… ¡Pero ahí estabas! Luchando a favor de otros, junto a Scarlet, junto a una yo que no era yo pero que la vez lo era… ―apretó con más fuerza el ropaje de su Rey― ¡Siendo mi enemigo! Como si fuésemos desconocidos… ¡Levanté mi lanza contra ti! ―y entonces ya no pudo contener toda su culpa y tristeza― ¡Lo siento! ¡Lo siento tanto! ¡Rompí nuestra promesa de proteger el Reino! ¡Estuve a punto de destruirlo! ¡Nuestro hogar! ¡Lo siento tanto, Jellal!
Soltó su ropa y rebosante en lágrimas se abrazó con fuerza a él.
Demasiado frágil luego de revelar todo lo que había guardado por años.
Demasiado expuesta como para no permitirse ese momento de consuelo inmerecido.
―Yo soy quien debe disculparse… Debí buscarte al volver a Édolas, debí confiar en ti ―susurró y ella negó contra su pecho―. Sé que me habrías entendido, Erza. Dices que tu deseo de cuidar al reino nació del mío pero no fue así, yo deseé protegerlo al ver tu amor por él… Al final has terminado cargando más de lo que te corresponde… ―susurró apegándola más a sí mismo―, debí haberme sincerado contigo desde hace años…
―¿Años? ―subió su aguada mirada a él― ¿A qué te refieres con años?
Jellal le sonrió, le limpió un par de lágrimas y luego, con la misma delicadeza de quien acaricia las alas de una mariposa, le rozó el mentón y recorrió con su pulgar el camino hasta su mejilla, logrando que el aliento de Erza quedase capturado en sus pulmones por la sensación que recorrió su cuerpo y que escapó luego en forma de suspiro cuando él unió sus labios con los de ella.
Tan suave y real.
Y Erza no sé dio cuenta en que momento sus labios se sincronizaron con los de él, cuando sus manos cambiaron de un abrazo en busca de consuelo a un agarre de necesidad por mantener su calor en ella, ni se dio cuenta cuando sus bocas ansiosas dieron inició a una danza deseosa de sus instintos por apoderarse de la contraria y desquitarse así por el tiempo perdido lejos del otro.
Aún no había una respuesta real entre ellos.
¿Era eso que vivía un cuento de hadas?
Con reinos, guerras, príncipes, guerreras, demonios, monstruos, reyes caídos, magia e intervención de hadas.
¿Podría vivir con ese amor correspondido?
…¿Merecía acaso un felices para siempre?…
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¿Review?
Sus reviews son lo que dan ánimos para continuar
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Rincón De La Escritora En Proceso:
Como dije antes este OS iba a estar en la Jerza Love Fest y aunque pensé en borrarlo pues mejor lo publico, ¡Que no le he dado amor al Mystwalker! Dx
Se supone que las palabras del Love Fest que lo inspiraron fueron Secret /Monster/Demon, y como ven acá la que tiene el complejo de mártir es Erza. xDD Mashima no dio mucho sobre la gente Edólas, aunque se sabe que luego colaboró por completo y con un mismo objetivo con el Rey Jellal y Fairy Tail para reconstruir su reino, así que la mayoría de lo que usado es especulación sobre las motivaciones de ellos, después de todo Erza afirmó que ella y Knightwalker eran una misma esencia, lo que quiere decir que la Cazadora de Hadas creía ciegamente en que lo que hacia estaba bien, y que era justo obtener ese poder de otro mundo si así podían salvar el de ellos. ¿Quién tiene razón en medio de dos justicias contrapuestas que buscan la supervivencia de sus mundos? Yo que sé, yo solo escribo flufferias. 7w7)r Al final todo es una excusa para el fluff.
Ahora, esta es la cuestión… me gustaría agregarle un par más de caps… pero aún no sé, así que la pondré completa, pero tal vez añade algún otro cap después. Como dice la canción…
Quizá, quizá, quizá…
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Gracias por leer y apoyar con un review.
Gracias por fangirlear.
¡VIVA EL MYSTWALKER!
¡VIVA EL JERZA!
Adieu.
.o./
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