Nota: Para nadie es nuevo saber que no me pertenecen los personajes de Candy. Este fic fue inspirado en un pedacito de una pelicula que vi hace muuuuuuuuuucho tiempo y me encanto, asi que me dije ... y por que no? Y pues este fue el resultado.
AMOR EN GUERRA
Por Scarleth
-¡Pero tía!
-Candy, no podemos hacer nada, recuerda que Francia está bajo el dominio alemán. No sabemos qué traiga el futuro para nosotras pero no podemos negarnos, sólo aceptar.
La joven estaba furiosa. Además de la destrucción que causaba la guerra y las vejaciones que tenía que sufrir tanta gente incluídos sus compatriotas por causa de los alemanes, ahora tenían que soportar la presencia en su propia casa de un comandante ario. ¿Había acaso alguna idea más aberrante que esa? ¿Quién en su sano juicio aceptaría algo así o se atrevería si quiera a pensarlo?
Ellas que antes pertenecieron a una importante familia tendrían que aceptar como esclavas que alguien llegara a su casa para reclamarla como propia. Tendrían que convivir con él, verle la odiosa cara y saber que bajo su techo estaría por tiempo indefinido un hombre causante de innumerables muertes.
-Es inaudito – decía Candy – No puedo creer que nos pase esto Annie.
-Tranquilízate y mejor piensa que ahora no faltará comida en tu casa. Tu tía es una persona de edad y no puede estar pasando privaciones. No lo habría soportado mucho tiempo más – el rostro de la joven morena trataba de tranquilizar a la rubia. Habían estrechado su amistad desde hacía varios años, cuando todo el caos en el que ahora estaban sumergidas aún no hacía su aparición. Sus padres habían abandonado el país tiempo antes y ella planeaba alcanzarlos, pero las cosas se precipitaron evitando que saliera a tiempo. Ahora sólo le quedaba esperar que todo terminara pronto.
-Siempre tratas de ver el lado bueno de las cosas Annie. Créeme que lo intento, pero no sé si podré contenerme al tener que compartir mi espacio con un asesino.
-Tenemos que fingir lo mejor posible amiga y rogar porque toda esta barbarie llegue a su fin.
Eran muy unidas, casi como hermanas y ahora al igual que muchas familias francesas tendrían que poner sus pertenencias a disposición de esos bárbaros que se sentían superiores y con el derecho a dominar el mundo.
La fatalidad colándose en su país. Quizá podría pertenecer al grupo de resistencia o envenenar al dichoso Comandante ese que invadiría su hogar.
-¿Me colgarían o mandarían fusilar? – pensaba mientras el rostro de su querida tía aparecía de improviso ante sus ojos – No, no puedo dejarte sola a tu suerte. Tengo que permanecer viva y bien por ti.
Bajó a la estancia y se aproximó al piano. Comenzó a tocar como posesa, quería alejar de su mente todo lo que se refería al mundo exterior. Daría lo que fuera por poder regresar el tiempo y haber salido de Francia, pero su tía se habría negado a abandonar su patria y su hogar así que el resultado sería el mismo. No hubiera habido remedio, estaría en la misma situación.
El concierto No. 1 de Tchaikovsky corría veloz por las teclas llenando la casa con las furiosas notas. Todo era un caos, todo estaba mal. Si no se salvaba ella misma ¿Quién demonios lo haría?
Cerró el piano de golpe y corrió escaleras arriba para encerrarse en su cuarto. Tomó un libro y lo aventó llena de rabia contra la pared. No podía leer ni concentrarse en nada, sólo sabía que llegarían los "invitados" y el estómago se le revolvía.
Un automóvil se escuchó en la calle y supo que el momento había llegado. Respiró profundo y en silencio se dirigió a la entrada. Por el camino alcanzó a su tía, intercambiaron una mirada de resignación y avanzaron despacio, como lo haría un sentenciado al paredón.
Llamaron a la puerta y la muchacha se adelantó a abrir.
-Aquí es Comandante – dijo uno de los uniformados empujando a la rubia para darles el paso.
Ella respiró profundo y se terminó de hacer a un lado. Las ignoraron por completo y comenzaron a recorrer la casa que era muy amplia y decorada de manera exquisita. El corredor principal conectaba con el recibidor, la sala, el elegante comedor, la sala de música, la biblioteca y al fondo la cocina.
Era sumamente espaciosa y se adivinaba que antes se había vivido con gran esplendor. Las escaleras finamente labradas en madera daban a la parte alta que contaba con 7 enormes habitaciones.
-Espere un momento Comandante – dijo uno de los oficiales mientras bajaba las escaleras.
Avanzó a paso ligero para llegar ante las dueñas.
-Ustedes salgan de aquí.
-Pero es nuestra casa – reclamó casi sin voz la muchacha y sintiendo que las piernas dejarían de sostenerla en cualquier momento.
-Ahora es la casa del Comandante McAndrew.
-¿McAndrew? – pensó – ese no es un apellido Alemán … miserable traidor –murmuró para sí.
-¿Qué pasa Burkart? – se escuchó la voz del hombre uniformado al que los demás oficiales rendían pleitesía.
Candy supo que estaban en problemas, se quedarían en la calle como limosneras y lo más seguro es que las deportaran al campo de Gurs. Su hermosa Villa sería lamentablemente recordada por ese campo de concentración.
Su cabeza procesaba información rápidamente, si eran deportadas escaparían. Eran sólo 50 millas las que las separaban de la frontera española, quizá hubiera una posibilidad...
-Comandante, esta casa ahora le pertenece y nos parece apropiado sacar a esta escoria francesa de aquí.
-No – pensaba con el corazón a punto de paralizársele – no pueden echarnos, ese no es el trato con estos cerdos – temía no por su seguridad, sino por su tía ¿Qué sería de ellas si de pronto se quedaban sin casa y sin dinero?
-Pensé que la disposición y consideración con las familias francesas era diferente – interrumpió de nuevo la varonil voz sacándola de sus pensamientos – Se quedan porque es su casa y yo seré el huésped.
El oficial lo miró estupefacto y no le quedó más remedio que aceptar las palabras de su superior.
-Como usted ordene Comandante.
-El tiempo que no pase en el cuartel, que será poco, estaré aquí.
-Sí Comandante.
-Ahora quisiera descansar – dijo finalmente – retírense y en 3 horas me reportaré.
-A la orden Comandante.
Los hombres salieron de ahí no sin antes enviar una mirada fulminante a las dos mujeres que mantenían agachada la cabeza.
-Iré a mi habitación – avisó una vez que se marcharon sus subordinados dándose vuelta para comenzar a subir las escaleras.
Ellas voltearon a mirar la misteriosa figura que subía. Era alto, en su voz se percibía una edad joven y unos cabellos rubios asomaban por su gorra militar.
Caminaron detrás de él y cuando llegaron a las habitaciones lo vieron mirar cada una de ellas y entrar en la que había sido de los padres de Candy.
Se puso roja de coraje ¿Cómo se atrevía a elegir precisamente esa alcoba?. Era un talismán, un lugar sagrado para ella y ahora se veía profanado por la presencia de ese hombre tan despreciable.
Su tía contuvo la respiración al ver que se cerraba la puerta y ellas se quedaban paradas sin poder hacer nada. Las lágrimas se asomaron en los ojos de la joven, se sentía impotente, pisoteada y maldecía mil veces a todos los alemanes.
-Tranquila cariño – la consoló tiernamente la mujer de pelo canoso – lo importante es que estamos bien y confiemos en que esto terminará pronto.
Así con un ligero abrazo se adelantó cada quien a su cuarto y se encerraron a pensar en lo que les depararía el futuro. No parecía ser nada alentador pero tenían que recordar que estaban en guerra y el tener vida ya era una ganancia.
Por la mañana muy temprano Candy se dirigió al piano. Ya había preparado el desayuno con la despensa que habían llevado los alemanes y esperaba que bajaran su tía y el invasor.
Con coraje y fuerza comenzó su ejecución. Nuevamente descargaba toda la tensión sobre el piano que volvía a llenar cada rincón de la casa con las notas desesperadas. Esta música hizo que el Comandante bajara despacio para entrar en la estancia de música y ver a la muchacha tocando completamente perdida en sus pensamientos.
-Buenos días – saludó amablemente mientras ella paraba en seco.
Se quedó en la puerta esperando que contestara su saludo pero eso no sucedió. La joven se levantó con una actitud muy digna y pasó de largo sin siquiera verlo. Se dirigía a la cocina y él la siguió.
Sin despegar los labios acomodó sobre la mesa lo que había preparado y se alejó de ahí.
El Comandante estaba sorprendido, nunca pensó que reaccionaría así pero no podía esperar menos, comprendía el sentir de esa gente y no pensaba obligarlas a nada.
Desayunó solo y abandonó la casa.
-El que esté aquí no significa que tenemos que rendirle pleitesía. ¡Nos impusieron su presencia! Pero no nos obligaran a rebajarnos a cruzar una sola palabra – gritaba furiosa.
Su tía sólo la miraba y asentía. Ellas no traicionarían a su país haciendo amistad o hablando con un enemigo. ¡Eso jamás!
Pasaron varios días en la misma manera. El Comandante las saludaba pero era como si hablara al viento. Ellas procuraban no mirarlo y pasar de largo. El ambiente en la casa se hacía cada vez más tenso.
Cierta noche en que estaban en el salón de música, ella sentada frente al piano y su tía en la mecedora llegó él.
-Buenas noches – saludó entrando.
Las dos se quedaron mudas.
Él hizo caso omiso a esto y avanzó dignamente por la habitación.
-Debo decirles que su casa me ha parecido muy confortable y acogedora – dijo cuando estuvo frente a la chimenea y quitándose su gorra.
Aprovechando eso la joven volteó discretamente a verlo.
-Es un hermoso hogar y una linda familia. Me recuerda la mía.
Era rubio, muy guapo, con el cabello cayendo sobre sus hombros en madejas que brillaban especialmente debido al fuego. Se adivinaba fuerte y musculoso además de la varonil voz que poseía.
-Pueden sentirse a salvo. Mientras yo esté aquí nada les pasará – concluyó volteando a mirarlas sin recibir respuesta – Buenas noches – se despidió saliendo de la habitación.
Las mujeres voltearon a verse cuando hubo marchado, pero no dijeron una palabra.
Los días pasaban lentos y monótonos mientras Candy recordaba el perfil del hombre. Era realmente atractivo y tenía algo que la inquietaba, sólo que era un enemigo y cualquier cosa referente a él debería estar prohibida.
Una madrugada poco común con un ambiente de nostalgia y unas suaves notas saliendo de su instrumento favorito. La persona que ejecutaba lo hacía en forma magistral y se sentía en el sonido la intención que se le daba. La música fue desde siempre su pasión y el piano además de su mejor amigo era el escape para los malos momentos que pasaban en su vida. Percibió todo lo que rodeaba a esa hermosa pieza y no pudo vencer la curiosidad.
-¿Será él? – había aprendido a tocar teniendo como maestra a su tía que en otro tiempo fue una gran concertista, pero dudaba que fuera ella a esa hora tan poco usual.
Se levantó de la cama y se puso una bata para bajar despacio a la sala de música. No llevaba calzado para no hacer ruido y sus pasos eran sumamente discretos y leves para no llamar la atención.
Desde el resquicio de la puerta pudo observarlo sentado frente al piano completamente absorto en lo que tocaba. La muchacha se quedó quieta largo rato embebida por la música que emanaba del instrumento. Pudo apreciar la varonil figura y sin ella proponérselo comenzó a sentir su pulso acelerar. Era la primera vez que algo así le pasaba con un hombre. Estaba aturdida, sorprendida y sentía que desde su lugar él podría escuchar el sonido de su corazón golpeando emocionado y confundido su pecho. Muy a su pesar decidió regresar a su alcoba para tratar de olvidar el descubrimiento que había hecho. Estaba en medio de una guerra y no podía permitirse rendir sus sentimientos a un extraño … sólo tenía que explicárselo a su corazón.
Continuará …
Hola! espero que les haya gustado el primer capitulo de este minific.
Mil gracias por tomarse el tiempo para leer y si les gusta ... haganmelo saber con un review y si no ... tambien para poder mejorar con sus comentarios!
Un beso de parte de esta albertfan!
Scarleth
