Perfecto.
Absolutamente perfecto.
No podía quedarse atrapado en un maldito pozo con una serpiente gigante, o con un tigre sanguinario. Incluso si hubiese sido con el cocinero habría podido entretenerse machacándole con sus espadas. Pero no, tenía que ser con esa condenada mujer.
¿Cómo podía alguien ser tan torpe como para caerse dentro de un pozo cuando no había ni siquiera un arbusto con el que tropezar en kilómetros a la redonda?
Habían llegado esa mañana a una nueva isla, una de verano según la bruja de mar que tenían por navegante. Era una isla pequeña, con un puerto pequeño en un pueblo pequeño, que al parecer era lo suficientemente grande para que todos sus compañeros se hubieran perdido en un tiempo récord.
El resto del lugar estaba compuesto por un desierto, era el primero que se encontraban desde Alabasta y era bastante menos caluroso y peligroso. Sin embargo, para no perder la tradición, al igual que en el hogar de Vivi, se había encontrado de golpe con esa molesta mujer mientras paseaba por las arenosas calles en busca de otra taberna.
Se había escondido lo más dignamente que había podido, como se esperaba de un espadachín de su calibre, y aún así, la impostora había logrado verle. Aún no entendía como había conseguido detectarle con esas gruesas gafas que llevaba. Pero lo había hecho, sí. Y había salido en su persecución al instante, sin pararse a pedir refuerzos, gritando su nombre y retándole a que luchara contra ella.
Y ahora estaban atrapados en un endemoniado pozo en medio de la nada. Era increíble como esa mujer se las había apañado para tropezar con un agujero en mitad de un desierto vacío. Si él no hubiera estado allí probablemente se habría partido el cuello. Exacto, como ella. ¿Hasta en eso se le quería parecer? Por Oda, era insoportable.
