NUEVOS TIEMPOS.

Una pelirroja exuberante se encontraba en su despacho mientras pensaba en algunos asuntos del colegio. Hacía poco tiempo que Dumbledore había muerto y ella había pasado a ser la directora de Hogwarts. Quitando ese gigantesco cambio nada más había pasado en el castillo, todo seguía igual. Solamente se habían sumado unas cuantas personas a algunos cargos que habían quedado vacantes. Ginny estaba un poco preocupada porque parecía que Voldemort se hacía todavía más fuerte. Todo desde la muerte de Dumbledore, Voldemort se sentía mucho más seguro desde entonces. Y ella, Ginny, mucho más inquieta e intranquila, pues ella era considerada la bruja más poderosa dentro del mundo mágico desde la muerte del director del colegio. No dudaba de su fuerza o de su poder pero sencillamente tenía miedo de perder a sus seres queridos. ¿Cómo era capaz Dumbledore de vivir con esa carga encima? No estaba del todo sola en ese sentido. Dumbledore no había dejado del todo ese mundo. Como todos los directores de Hogwarts, después de muertos, tenían la obligación de servir al actual director desde su lugar en un cuadro. Así, Ginny podía conversar con Dumbledore de vez en cuando.

Alguien llamó a la puerta de su despacho interrumpiendo sus pensamientos.

-Adelante- musitó Ginny desde su asiento.

Se sentía demasiado rendida para levantarse. Cansada de la vida. Pero segura de sí misma, sabía que ante el mundo no debía mostrarse débil si quería vencer sobre el poder oscuro que en esos tiempos se alzaba sobre él. Así que, haciendo un esfuerzo supremo, se levantó rebosante de vitalidad.

Una chica atractiva de pelo castaño y ojos color miel entró en la habitación.

-Ginny, deberías venir abajo, Luna ha venido a verte.

-¿Luna? ¡Qué extraño! Pensé que estaría demasiado ocupada con el Ministerio como para poder venir a visitarme. Pero mejor, me encantaría tener noticias de lo que está pasando en el mundo de primera mano.

Ginny bajó apresuradamente siguiendo a Hermione. Allí estaba Luna, no había perdido para nada su peculiar aire soñador pero había adelgazado en extremo y su maravillosa melena rubia le caía lacia sobre la cara.

-Te ves un poco desmejorada, ¿te encuentras bien?

-Sí, sí, es por el estrés, el Ministerio anda a cien por hora desde la muerte de Dumbledore.

-¿Quieres que hablemos en privado?

-Mejor. ¡Hermione, por dios! Que sea la Ministra no significa que tengas que marcharte-añadió apresuradamente al ver como su amiga castaña tenía intención de largarse- Seguimos siendo amigas, os he echado mucho de menos.

Luna abrazó cariñosamente a ambas chicas. Parecía sumamente cansada, y a sus 18 años aparentaba muchos años más. Lo cierto es que era increíble que siendo tan joven hubiera alcanzado el puesto de Ministra. Pero se lo merecía. Había estado haciendo méritos desde muy joven. Hermione, por su lado, tenía dos trabajos. Por un lado trabajaba en Hogwarts de profesora de Defensa Contra las Artes Oscuras y, por otro lado, trabajaba en la Orden del Fénix como investigadora, desde la muerte de Dumbledore, al igual que todas las responsabilidades del colegio habían ido a parar a Ginny, a ella le había tocado hacerse cargo de la mayor parte del trabajo en la Orden.

Ginny las guió hasta las mazmorras, allí estarían a salvo de los oídos indiscretos, ya que Snape hacía tiempo que no aparecía por allí. Snape había desaparecido en una misión para la Orden. En una misión que Hermione le había encomendado. Por ello, Hermione no podía evitar sentirse culpable de su desaparición. Todavía estaban buscándolo pero desde que había entrado en Hogwarts (en verano, por lo que Hogwarts estaba vacío quitando a Peeves y a los fantasmas) le habían perdido la pista, había desaparecido incluso del mapa del Merodeador. Los medios de comunicación le daban por muerto pero la Orden no se rendía. Si su nombre no aparecía en el mapa era que estaba vivo, en alguna parte, pero vivo.

-No voy a engañarte, a parte de venir a visitarte, que ya tenía ganas de veros, he venido a pedirte un favor.

-Tú dirás- respondió Ginny.

-Verás, me he enterado de que los mortífagos tienen más actividad de la normal.

-¿Qué tiene eso de nuevo?- interrumpió Hermione con impaciencia -Eso ya lo sabemos, Voldemort pronto se preparará para atacar. La Orden ya sabe más o menos cuales serán los blancos decididos por los seguidores de Voldemort.

- Sí, ¿pero a qué no sabías que tú eres uno de los blancos?-le preguntó Luna esperando su reacción.

-¿Qué? ¿Yo? ¿Por qué?

-Porque ellos creen que tú sí sabes donde está Harry.

-¿Siguen insistiendo en que ellos no tienen a Harry?-gritó Hermione exasperándose-Lo secuestran y lo niegan, ¿no? ¡¡Sabe dios si estará vivo!!-exclamó ella en un sollozo.

-No llores, Herm, si tu te rindes nunca conseguiremos nada. Tu estás aquí viva, respirando, eso es más de lo que podemos decir de Harry, Ron o Snape. Mientras te quede aliento debemos luchar juntas por averiguar la verdad. Debemos luchar por ellos. Ellos harían lo mismo por nosotras. Se lo debemos- le suplicó Ginny conteniendo también sus ganas de llorar.

-Ginny tiene razón. Pero otra cosa, yo creo que los mortífagos dicen la verdad, no tendrían ningún motivo para mentirnos. ¿Crees que si Voldemort hubiera atrapado a Harry no se jactaría de ello? ¿Crees que no presumiría de haber acabado con "su caída" y con la única persona que tenía una posibilidad de acabar con él?

-Además, ese no es el único motivo por el cual van a por ti, van a por todas las cabezas de la resistencia.

-¿Pero que más les da donde se ha metido Harry?

-Creen que hemos escondido a Harry porque estamos preparando una especie de revuelta que acabará con las esperanzas de conseguir el poder.

-¡Paranoicos!-maldició Ginny crispada.

Un ruido las puso en guardia.

-¿Quién está ahí?

-Soy yo, Neville Longbottom-respondió un chico saliendo de detrás de la puerta.

-¿Neville? ¿Has estado escuchando?-le preguntó Ginny sin andarse con rodeos.

Neville se sonrojó y se adentró en las mazmorras.

-¡Pero qué cambiado que estás!-exclamó Luna sorprendida. La verdad era que Neville se veía mucho más guapo que antes. Seguía siendo bastante robusto pero ya no estaba gordo, incluso tenía algo de músculo, por otro lado, había crecido considerablemente en estatura

Neville volvió a ruborizarse ante el comentario de Luna.

-¿Y qué haces aquí?

-Soy el profesor de Herbología, la profesora Sprout se jubiló el año pasado. Hermione- Neville tenía una expresión adusta muy marcada en su inocente cara- Quiero ingresar en la Orden.

-¡Oh, no! ¡Neville! Ya tengo suficiente culpabilidad con el resto de los magos para que te unas tú también al club de mis preocupaciones. ¡Correrías peligro!

-No más del que corres tú, oí decir al hijo de Goyle que Granger sería la primera en caer y que serviría como ejemplo para el resto de los sangre sucia o traidores, que así todos se rendirían.

Hermione sentía como le hervía la sangre por dentro y sin percatarse, dio un golpe en la mesa con el puño. Luna, Ginny y Neville se sobresaltaron. Con furia contenida Hermione solo atinó a decir:

-Que lo intenten. Creo que todos ya hemos perdido demasiado en esta guerra y no me importaría perder algo más.

-¿Kien crees que ha secuestrado a Ron y a Harry?-preguntó Neville con un hilo de voz.

-No tengo ninguna duda de que han sido los mortífagos, ya sea por orden de Voldemort o de Malfoy.

-Pero los me o r t í f a g os llevan siglos negándolo, Herm, ese es el motivo por el que quieren matarte a ti también!!-exclamó Neville.

-Ya lo sé. ¿Pero kien sino? Yo no me fiaré nunca de la palabra de un mortífagos.

-No lo sé. Todo esto es muy extraño. Ya han pasado dos meses desde su desaparición y no han dejado rastro.

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Flash-back

Harry había ido a ver a su amigo a un partido de Quidditch. ¿Quién lo diría? Ron había acabado como jugador profesional y él, el buscador más joven de los tiempos que había conseguido numerosas victorias para Gryffindor, era un auror.

Ron cumplía años y esperaba celebrarlo a la salida del partido con una brillante victoria. En realidad había mejorado mucho su calidad de juego en comparación en como lo hacía en Hogwarts. Había alcanzado incluso fama. Ese había sido siempre su sueño y por fin lo había logrado. Siempre decía que crecía a la sombra de sus hermanos pero ahora ya no era así, se había labrado un interesante porvenir y un inquietante futuro. Aún así no era feliz. Su hermano Percy lo traía de cabeza y su hermana Ginny también sufría por ello, sumándole un dolor más a Ron.

Harry se sentó en las gradas. Ni Ginny ni Hermione vendrían a ver jugar a Ron. Ginny estaba demasiado ocupada con Hogwarts y Hermione con la Orden. Echaba de menos a sus amigas, pero sobre todo a la pelirroja. Sin percatarse, unas frías lágrimas acudieron a sus ojos. ¿Desde cuando todo había cambiado? ¿Desde cuándo él había dejado de ver a sus amigos y había comenzado a obsesionarse con la idea de matar mortífagos?

Haciendo memoria, Harry llegó sin esfuerzo a la conclusión de que todo había empezado a irle mal desde la muerte de Sirius. Más tarde, la muerte de Dumbledore. A partir de ahí, todo era tan oscuro como la profundidad del abismo que sentía crecer en su interior.

Lo más parecido a un padre le había sido arrebatado tan pronto, sin a penas poder disfrutar de su compañía. Luego, Ron no había podido apoyarle porque también tenía sus propios problemas con su hermano Percy, que se había vuelto corrupto y se había aliado con el Ministerio. Ginny otro tanto de lo mismo, sumando una nueva preocupación: dirigir Hogwarts. Y todo ello a tan temprana edad. Por otra parte, Hermione, sus padres habían muerto a manos de los secuaces de Voldemort y ella también se había obsesionado con la idea de acabar con la amenaza que suponían los mortífagos para el mundo.

Estaba solo. Secándose las lágrimas que le corrían por el rostro se dispuso a ver el partido para ver jugar a su mejor amigo. Ocultó todo sentimiento de desgracia y mostró al mundo su mejor sonrisa. Como todos los días, ocultaba su tristeza con la triste monotonía de su horrible trabajo sintiendo que no tenía derecho a protestar, que si lo hacía, nadie le escucharía, y que por lo tanto, debería intentar vivir la vida lo mejor que podía, y solo conocía una forma de hacerlo: fingirla. Fingir una vida feliz que en realidad no le pertenecía. Pues su vida no era así. Su vida era un sinónimo de la tristeza. Sentía que no tenía nada en el mundo por lo que luchar. Sus amigos ya no estaban ahí y Sirius y Dumbledore tampoco. No quería pensar en ello. Concentró la vista en el campo de Quidditch. Ron ya había salido a jugar. Se veía muy musculoso. Se notaba que los entrenamientos de Quidditch daban sus resultados.

Harry vitoreaba al equipo de Ron con entusiasmo. Ron le sonreía desde los aros sin dejar de prestar atención al campo. Poco después el partido finalizó. Se había hecho más que evidente la superioridad del equipo de Ron en unos pocos minutos. Su equipo había ganado 180-20. Ron era muy buen guardián.

Unas sombras se movían por las gradas. Una mirada acechaba a Harry. Una mirada fría y cruel pero al mismo tiempo extrañamente anormal. Harry estaba tan atento al partido que no se percataba. La sombra se acercaba. Al instante, detuvo su lento avance, el partido había acabado y su presa se levantaba del asiento.

Harry quería encontrar a Ron para poder charlar con él. Echaba en falta sus palabras. Quería verle antes de que los periodistas comenzaran a bombardearle a preguntas.

La sombra no dudó y volvió a comenzar su seguimiento. Seguía a Harry muy de cerca.

Harry por fin encontró a Ron.

-¡Ron, Ron!-gritó para hacerse oír entre el griterío de la multitud que los rodeaba.

Ron giró su cabeza y sus ojos se encontraron. El pelirrojo estaba exultante por la nueva victoria de su equipo. Se acercó a su amigo.

-¿Te pasa algo?-inquirió el pelirrojo con preocupación al reparar en la triste mirada de su amigo.

-No, solo es que hace demasiado calor aquí.

-Tienes razón. Vámonos a charlar antes de que me acosen a preguntas.

-Creía que t gustaba la fama-replicó Harry sonriendo.

-Y me gusta. Solo es que… tampoco me gusta que me avasallen

-Tienes razón, ¡vamos!

Ambos chicos comenzaron a caminar aprisa entre el gentío. Cruzaron calles, puentes…

Ya podían comenzar a charlar como en los viejos tiempos.

Ron avistó a una chica rubia a lo lejos.

-¡Oh, no! ¡Es Melinda Skeeter! ¡Vámonos o no me dejará en paz hasta conseguir una maldita entrevista!-exclamó Ron poniéndose pálido como la cera.

Harry asintió. Melinda tenía el mismo estilo escribiendo que su madre: Rita Skeeter. Harry y Ron echaron a correr y se metieron en un oscuro callejón.

-¡Menos mal! ¡Le dimos esquinazo!-exclamó Ron suspirando de cansancio por la carrerita.

La sombra que los había estado siguiendo todo el tiempo, no había cejado en sus oscuros propósitos. Con un sigilo propio de un perro de caza, los atrapó y…

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-La última persona que los vio fue Melinda Skeeter-aclaró Luna-Ella se presentó en el Ministerio poco después de que se hiciese pública la desaparición de Harry y Ron.

-Fue mi culpa. Yo debí haber estado allí ese día.-dijo Hermione sintiendo como la culpabilidad le subía por la garganta.

-Si hubieras estado, no estarías aquí, estarías como ellos, y todos t necesitamos, Herm-le recordó Ginny-Yo también debía haber ido al partido. ¡Era mi hermano! ¡Pude haberlo visto 1última vez!-exclamó Ginny cediendo al llanto.

Neville la abrazó. Ginny se dejó estar mientras lloraba amargamente sobre el hombro de Neville.

-Hay fuentes que aseguran haber visto un animal monstruoso en el último lugar en que fueron vistos-anunció Neville-Pero, tranquilos, conociéndolos, estoy seguro de que los volveremos a ver-declaró con seguridad. Pero Neville pensaba lo mismo que ellas, que Harry y Ron habían muertos a mano de los me o r t í f a g o se y que lo del animal no era más que pura invención periodística.

Hermione tragó saliva.

-¿Solo has venido a avisarnos de que corro peligro?-preguntó Hermione con desfachatez.

-¿¿Solo??-exclamó incrédula Luna.- ¿Te parece poco?

-Hace ya tiempo que la vida dejó de importarme.-declaró Hermione impertérrita.

-Pero tu tienes tus obligaciones, como nosotras, no puedes rendirte!!-exclamó Luna sin dar crédito a sus oídos.

-Ya lo sé. Ese es el único motivo por el que estoy aquí. Sino, ya me habría entregado hace una eternidad.

Ginny, que la había oído, sollozó más bruscamente. Luna, por su parte, le propinó a Hermione una sonora cachetada en la cara.

-Nunca vuelvas a decir eso, ¿me oyes? Siempre hay una buena razón para seguir viviendo. Pronto reharéis vuestras vidas, con o sin ellos, ¿entendido?-dijo Luna con autoridad y sin perder la compostura.

Hermione se agarró el lado de la cara en el que Luna la había golpeado y asintió en silencio.

-Te pondré seguridad las 24 horas del día-le aseguró Luna.

-Vale-musitó Herm en voz baja.

-Ahora tengo que marcharme, todavía queda mucho por hacer en el Ministerio. Me han avisado de que el nº de mortífagos crece cada día de una forma preocupante. Tengo un asunto de extrema urgencia del que ocuparme.

Luna se levantó del asiento y se marchó a paso rápido con energía y decisión. Hermione la observaba con admiración pero, ¿cuánto tiempo aguantaría hasta rendirse? Cada día parecía más cansada y Hermione estaba segura de que pronto se vendría abajo, al igual que ella. Sí, ella ya había perdido las esperanzas de encontrar vivos a Harry y a Ron y también las esperanzas de poder vivir en un mundo lejos de la amenaza diaria de los mortifagos.