Hola, o Hallo en mi caso para ustedes. No se pero, esta historia la encontró mi padre en mi libreta del año pasado cuando fue a recoger mis calificaciones. Me di tremendo susto. No sabía que la había escrito pero, mi memoria poco a poco fue recobrando todo a según pasaba las paginas. Y decidí por lo menos bajar el primer capítulo a ver si les gustaba.

Es muy raro para mi decirlo pero, hetalia no me pertenece.

Summary del capítulo: Lo han perdido absolutamente todo pero, queda una esperanza...en otro mundo.

Advertencia: Mundo apocalíptico, conflictos, sangre, maldiciones, OCC , temas y muerte de personajes.


Una brisa fría acaricio la piel de su cara, se sacudió un poco por dicho contacto. Tenía los brazos acurrucados a su pecho mientras sus ojos color caramelo miraban a sus botas negras, brillantes gracias a la luz de los faroles. De sus labios secos salió vapor, esto daba índice de que las temperaturas estaban bajando drásticamente. Volvió a sacudirse y luego de esto sintió una manos acariciar sus hombros y unos labios rozar la piel de sus mejillas. Sonrió pese a su tristeza mientras una lágrima involuntaria dejaba sus ojos para navegar intrusamente por sus pálidas y frías mejillas.

—…se que te duele…— susurro en sus oído mientras que una mano vendada lentamente seco la lagrima que lentamente bajaba. —…y-yo también p-perdí a alguien…—

Y eso fue para que unos sollozos se empezaran a oir. Habían perdido tanto y lo peor era que nada de lo perdido se podía remplazar. La construcción de edificios, los ciudadanos, la política, milicia, economía…todo eso podía ser traído de vuelta con el tiempo pero, la vida de ellos…nunca. —…fratello…daría todo por volver al pasado…—

Pasado…algo que aunque tuvieran todo el dinero del mundo no se puede comprar y traer de vuelta. Era imposible, lo perdido, perdido esta. Lo único que quedaba era fundir el hierro de las balas, que fueron muchas, y levantar estatuas en honor a ellos, y elevar plegarias al cielo por un futuro mejor. —…d-d-daria…m-mi vida…—

Una manta cubrió a los italianos que con lágrimas en los ojos levantaron su mirada. Era Arthur, parte de su vestimenta toda destrozada mientras que por sus brazos bajaba sangre. Pese a esto les sonrió arrodillándose a nivel de ellos ya que estaban sentados en el piso. Tanto Romano como Feliciano lo abrazaron rompiendo en llantos, algo que ya se había provisto desde antes que llegara el británico.

El hombre gimió ligeramente del dolor, ya que todo su cuerpo estaba marcado por heridas y golpes, algunos recientes mientras otros llevaban días marcados. —…todo saldrá bien…—

—…n' e' pa'do…n' a'ui…— murmuro el sueco sentándose junto a ellos. Y era verdad. Resulto tonto de su parte decir que todo estará bien cuando todo ha sido destruido, cuando aquello que amaban fueron arrebatados cruelmente. Fue bastante estúpido dar palabras de aliento cuando ni el mismo se las cree. Fue algo mediocre decir cosas dulces cuando el sabor metálico, repúgnate de la sangre envuelve su boca.

No se atrevió a decir nada mas, solo se limito a abrazar a los hermanos Italia. — ¿Q'e hace'os? — levanto la mirada pero, permaneció en silencio mientras la mirada fría del alto sueco se fijaba en ellos.

—…— una pequeña gota cayó en una fuente hecha pedazos haciendo eco, gracias al el silencio que se había colado entre sus sollozos. Todos miraron al cielo donde yacían unos nubarrones intensamente negros. Unos pequeños rayos de sol batallaban por entrar pero, al final se rindieron, quizás no querían ser testigos de lo sucedido.

Luego de esto empezaron a caer las gotas más seguidas. La lluvia comenzó a mojar sus cabellos, su ropa hecha pedazos, sus armas, sus zapatos, en fin todo pero, ellos no se molestaron en moverse de ese sitio. En cambio, por primera vez voltearon a mirar a su alrededor.

—Hay que impedir que esto vuelva a suceder…—Arthur no volteo a mirar al sueco, solo fijo sus ojos verdes al pequeño charco que se estaba formando a su lado. La forma calmada del agua estaba siendo destruida por la millones de gotas individuales que chocaban entre sí para sobreponerse una a la otra, una lucha de vida o muerte por el dominio. Un millón de ondas y posibilidades pero, sin importar cuánto lucharan siempre perecían en el mismo lugar.

Arthur maldijo al agua, dentro de una agitada, temblorosa imagen se su rostro lleno de cortaduras. — ¿…n' se'io? Ar'ur…—

—…no aquí Berwald…se que nosotros cinco no lucharemos entre sí…pero, en el pasado…— Feliciano levanto su mirada, la cual Arthur miro. Era unos ojos color caramelo, llenos de brillo pintados en una cara sucia por la pólvora y por cenizas.

El sueco solo se levanto e hizo señal para que se fueran, ya que la lluvia se hacía cada vez peor. Romano ayudo a Feliciano a levantar al británico del suelo y entre los italianos, sus brazos puestos en los hombros de cada uno mientras cojeaba, abrieron su camino entre cadáveres, ríos de sangre, escombros y armas. — ¿Podrás hacerlo Arthur? —

—…fue un decir…— dijo fríamente. Feliciano solo se resigno a creer que eso fuera posible. El no dejaba, ni dejara, que su esperanza se extinga tan fácilmente. Si ellos no perecieron en la guerra eso quiere decir que fueron, según él, elegidos para forjar a golpe duro un mundo nuevo donde la palabra guerra no exista en los diccionarios.

Siguieron caminando por calles donde los ladrillos expuestos hacían que tambalearan los pasos. La lluvia intensa que caía les quemaba la piel de tan fuerte que era pero, ninguno de ellos aligero el paso, solo siguieron mirando a su alrededor, dejando que la lluvia lavara sus cuerpos bañados en sangre reciente y también ya seca. — ¿C'arta gu'rra mu'dial? —

El británico solo dejo salir una débil y corta carcajada mientras seguía apoyado de los italianos que hacían todo lo posible, pese a sus heridas, no dejar caer al hombre. —Con arcos y flechas—

—…de seguro…— comento Romano.

Al final de su camino llegaron a una estación de trenes, al ser subterránea no recibió mucha destrucción pero, el eco de las balas, gritos, gemidos, aullidos se podían oír entre el zumbido del aire que surcaba por el vacio lugar ahogando sus pasos. Mientras se internaban mas en las paredes se podía ver los agujeros de las muchas balas disparadas al igual que las siluetas marcadas en la pared por sangre. —…no entiendo…—

Llegando al final de su recorrido al fin llegaron a su guarida, lo que en un pasado fuera una estación de taquillas. En el piso entre una manta estaba envuelto un joven rubio, el cual se levanto al escuchar los pasos. —…Arthur…—

—…sigue descansando Matthew…hoy no se podrá hacer nada…— y eso fue lo que hizo el canadiense. Silenciosamente volvió acurrucarse debajo de la manta poniendo su cabeza encima de una mochila que usaba como almohada. Y aunque el canadiense cerro sus ojos el sueño era algo que no podía conciliar ya que se cada vez que lograba dormir memorias de lo sucedido invadían su mente y volvía a vivir el acontecimiento a carne viva.

Sintió que el británico se sentó a su lado y acaricio su cabellera. — ¿Volverá todo a la normalidad? —

—…perdóname Matthew pero…no tengo la respuesta— Arthur miro a su alrededor, el sueco ya había abandonado la pequeña estación para seguir con su caminata. Al parecer quería tener la mente ocupada de todo lo ocurrido. Luego volteo su mirada a los hermanos italianos, Romano al momento que se arrinconó a la pared cayo dormido, rendido por el cansancio, mientras Feliciano tenía su cabeza apoyada al hombro de este.

Arthur sigilosamente logro arrastrar una mochila que estaba a su lado y de ella saco una foto. Al posar sus ojos en ella unos ojos azules lo miraban idénticamente mientras una sonrisa lo hacía llenar de fuerzas, aunque eso era lo que quería sentir pero, lo único que le traía era tristeza y un dolor profundo en el alma. Si solo hubiera sido más valiente, si solo hubiera sido más útil, quizás el no se hubiera ido. Lentamente, con sus dedos acaricio la foto mientras unas lágrimas bajaban por sus mejillas. Le quiso decir tanto pero, nunca encontró el tiempo. ¿Por qué tuvo que ser tan egoísta? ¿Por qué tuvo que ser tan terco? ¿Por qué?

Si esto era una prueba, no le deleito para nada. Porque acababan de perder todo. Esa foto era lo último que le quedo de su héroe, eso, y las últimas palabras que le dijo antes de partir a la guerra. Guerra, que si él hubiera sabido el desenlace fatal no lo hubiera dejado partir.

¿Por qué lo hiciste? — esa pregunta le quemaba la mente como acero fundido. Si solo hubiera sabido que terminaría así, si solo hubiera sabido que ellos cinco serian los únicos en sobrevivir, todo hubiera sido tan fácil, más sencillo.

— ¿Arthur? — sonrió tristemente al ver a Feliciano arrodillado frente a él con una cara curiosa. Esto lo lleno de satisfacción un poco ya que esa cara no la había visto desde que la guerra comenzó y el italiano no sabía cuánta falta hacía. —…quisiera volver al pasado y evitar esto…—

Arthur volvió a mirar la foto y sintió que se le formaba un nudo en la garanta, si, el también quisiera volver y evitar el comienzo de esto. Pero, eso no lo podía hacer ni su magia ya que la mayor parte de sus libros, por no decir todos, se quemaron junto al palacio. —Yo daría mi vida por volver Feliciano—

— ¿Arthur? ¿Te acuerdas cuando dijiste que quizás haya mundos paralelos al nuestro? — pregunto el joven al británico que levanto su ceja en confusión. — ¿Pero, que quizás sean parecidos al nuestro? ¿Te acuerdas? —

Si, como olvidarse de eso.

Observo detenidamente al italiano, el cual ni siquiera pestañaba, sus ojos como piedras fijados solamente en el, esperando quizás, la contestación esperada. Feliciano había cambiado tanto, ya no era el tonto, despistado que todos solían conocer. Los años de conflictos, cambios y lucha lo habían cambiado drásticamente. Ahora pensaba antes de hablar, y sus acciones no las hacía sin antes haber consultado a alguien mas experto que el. — ¿Y qué quieres decir con todo eso Feliciano? ¿Cuál es tu fin? —

—Si esos mundos están conectados entre sí ¿No significa que es posible que también suceda esto? — Palabras sabias, unas palabras que hacían que el más horrendo escalofrió disparara vibraciones por todo su cuerpo haciendo que se estremeciera sin control. —Quizás, los mundos que están al frente al nuestro ya sufrieron y perecieron pero, los que vienen detrás a nosotros quizás estén ajenos a todo. Para esos si hay esperanza—

Esperanza, una palabra que nunca pensó oír de los labios de él. El, que fue el más que sufrió este evento. — ¿Y qué quieres hacer con todo esto Feliciano? —

—Recobrar lo perdido. Ver nuevamente a Ludwig y sé que tu también quieres ver a Alfred, al igual que mi fratello quiere ver a Antonio— esas palabras salieron en acento de súplica; ya no era una simple conversación. —…por lo menos una vez m-mas…Arthur yo se que tu también lo quieres y lo deseas—

Todo lo que el italiano decía era verdad. Arthur quería volver a ver a todos, en especial a él. Quería volver a perderse en esos ojos azules, que sus dedos se enredaran en su cabellera dorada mientras le pedía que no se detuviera, que lo amara como nunca había amado a alguien. Lo daría todo, absolutamente todo por volver a mezclarse en sus brazos y sentir sus labios recorrer su cuello mientras el gemía. Lo daría todo pero, sabía que eso no llevaría nada bueno, romper el balance de esa manera podría traer resultados más catastróficos de lo que está pasando ahora.

—Feliciano eso…

—…Arthur, ese brillo en tus ojos me lo dice todo…— El británico solo volteo su mirada al suelo para evitar que el italiano viera sus deseos. —…por favor…—

—Feliciano lo perdido, perdido esta— trato de sonar convencedor pero, le salió en un tono vago.

—Solo piensa en todos aquellos que se podrán salvar— Arthur trato de que hacerse el sordo pero, era tan imposible hacerlo cuando todo lo que decía el italiano era cierto, no era blasfemia.

—…Feliciano…solo estas pensando en ti…— comento el británico su voz ya entrando en una etapa donde solo se oía el temblar de sus labios cada vez que intentaba pronunciar alguna palabra para contra restar las del italiano.

Palabras que sonaban tan convencedoras, palabras que caían tan dulce a la situación. Arthur nunca en su vida había escuchado unas palabras tan tentadoras, que aunque sabía que eran malas, te hacían sentir tan bien. — ¿Y si lo estoy qué? ¿Es malo pensar en uno mismo? —

—…Feliciano…— suspiro el británico encontrando una sola solución al problema, hacerle caso. Ambos se levantaron del suelo, Arthur apoyándose del italiano para no caerse. Feliciano sonrió, y ayudo al hombre.

Ambos dejaron la pequeña oficina, dejando atrás al dormido Romano y a Matthew que aunque no quería dormir, el sueño lo convenció a que cayera en sus delicados brazos. Al salir no encontraron a sueco por ninguna parte, intercambiaron miradas pero, no comentaron. Al salir la lluvia rápidamente volvió a empaparlos. —Necesitamos un espejo Feliciano—

—Vi algunos pedazos cuando veníamos de camino al subterráneo. ¿Funcionara? — pregunto ansiosamente el italiano al británico, que solo hizo señal para que lo llevara al lugar donde vio esos pedazos.

—Sí, eso será suficiente— comento el británico.

Luego de minutos llegaron al lugar y como lo había indicado Feliciano anteriormente, había pedazos de cristales por todo el piso, el británico solo tomo el pedazo más grande y el reflejo de el italiano salió marcado perfectamente en el. —Por favor…evita que ese deseo sea pedido Feliciano…—

Feliciano observo su reflejo en el cristal, sus ropa estaba toda destrozada, mientras que sus brazos estaban todos vendados. Siguió observando, las marcas de un puño estaba marcado en su mejilla izquierda mientras que su ceja derecha tenía una cortadura, al ver esto no tuvo mas nada que hacer que sonreír. — ¿Feliciano está listo? —

El solo cerró sus ojos y movió su cabeza en su sí definitivo.

…la tentación es lo que mueve al hombre…el deseo de volver a tener lo perdido…


Bueno, al haber leído esto se pueden imaginar el susto que pase cuando mi padre comenzó a léelo en voz alta. Pero, nada, creo que no entendió y si entendió bueno…no sé lo que me va a suceder.

Hasta aquí el capitulo

Hasta la próxima

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