One-shot: Algo importante.

El lugar tenía el distintivo olor a alcohol. Estaba en una habitación de cuatro paredes blancas sin ningúna decoración o ventana. El suelo era una imitación de mosaico blanco, y no había nada alrededor con que entretenerse.

Él tenía un calor de mil infiernos. Las aspas del ventilador de techo giraban con lentitud y francamente sólo servían para volverlo loco.

Estaba recostado en una camilla de sabanas blancas. En frente estaba situado un reloj de pared por donde llevaba la cuenta de cada segundo que transcurria en ese maldito lugar. A su lado había un molesto aparato metálico que servía para monitorear sus signos vitales, mientras que su brazo izquierdo estaba conectado a una sonda por donde le daban los químicos que él creía no necesitar.

El sudor perlaba su frente morena y escurría por detrás de su espalda. Hacia tanto calor que estaba seguro que su cabellera rubia estaba mojada en donde tenía contacto con la almohada.

Estaba cansado. Necesitaba estirar las articulaciones; correr; hacer ejercicio. Tenía una molesta comezón en la nariz que no se podía rascar, su cuerpo estaba entumido y le dolia el trasero. ¡Sí, le dolia el maldito trasero de tanto estar ahí!

Llevaba aproximadamente dos meses en ese hospital. Había despertado luego de estar casi quince días inconsciente según le había hecho saber una enfermera bonita, que siempre movía su cadera insinúadora cuando lo veía y le guiñaba el ojo.

Ella le dijo que había sufrido un accidente. Algo sobre que un vehículo deportivo le había atropellado cuando él había cruzado intempestivamente la calle.

La verdad es que el no tenía muchos recuerdos del dichoso accidente –«ni de eso, ni de nada»–, pero francamente dudaba que el hubiera hecho algo tan estúpido. ¿O sí?

Cuando despertó fue como haber salido de un gran estanque de agua; resurgiendo de un naufragio con apenas exiguo aliento. Recobró la conciencia agitado y confundido, ante la atónita mirada de una pasante de enfermería quien al percatarse que estaba despierto lanzó la tablilla de apuntes que portaba en su mano y salió gritando por el pasillo, vociferando:—¡Doctor...Doctor es un milagro !

Poco tiempo después un hombre maduro de cabello plateado entró a su habitación acompañado de al menos tres enfermeros más y unas pasantes de enfermería, quienes le observaron como si fuera algún espécimen interesante, analizando sus signos vitales primeros y luego inspeccionándolo en algunas zonas vergonzosas de su cuerpo, mientras las más jóvenes soltaban risitas tontas; especialmente cuando estuvo a la vista la tonificada musculatura de su pecho.

Todo parecía normal hasta que el doctor comenzó a hacer preguntas:

¿Sabe porqué está aquí?

No.

¿Dondé está su familia?

No lo sé.

¿Qué estaba haciendo antes del accidente?

¿Qué accidente?

Sufrió un accidente ¿no lo recuerda?

No recuerdo siquiera mi nombre.

No recuerda su nombre señor Uzumaki¿ nada?

No, ¡¿donde está mi brazo? !

Fue entonces como la repentina euforia por su despertar murió. Le diagnosticaron amnesia y tardaron un poco más explicándole con palabras redundantes que su extremidad derecha desafortunadamente no puedo ser rescatada del dichoso accidente.

Luego le hablaron de los múltiples casos en los que las personas que habían perdido algún brazo podían llevar una vida normal, con rehabilitación, práctica, prótesis y mucho esfuerzo.

Francamente el apasionado discurso del doctor en un intento vano de hacerle ver el lado positivo de las cosas, se prolongó más de lo que él se molestó en escuchar.

A él no le importaba ninguna de esas cosas. Había dejado de oír cuando se enteró que era un hombre tullido, sin memoria y al parecer sin seres queridos, ya que ninguna persona se había molestado por ir a buscarlo desde su accidente.

De ese mal trago ya había pasado mes y medio.

Gruñó molestó. La comezón de la nariz lo estaba matando y teniendo el brazo izquierdo movilizado por la sonda no se podía rascar. – «Otra cosa más que ya no vas a poder hacer». –Pensó con amargura

Bueno, no es que recordará que hubiera hecho algo en particular con su vida, para lamentar la falta de movilidad, pues ya se había dicho que no recordaba nada. No obstante, eso no detenía a su cuerpo para sentir la ausencia de su brazo derecho como algo ajeno y extraño. En determinado momento se lo comentó al doctor y éste simplemente le dijo que era algo común entre las personas que habían sufrido esa clase de pérdidas.

Observó el reloj enfrente de su cama percatándose que ya iban a dar las 3 de la tarde, lo que significaba que pronto sería una de sus sesiones diarias con uno de esos doctores que se decían especialistas y que lo único que lograban eran confundirlo más.

Desde que había despertado esos doctores especialistas habían tratado una serie de métodos para estimular su memoria, pero ninguno de ellos había funcionado hasta ahora.

Lo bueno es que ya no tendría que sufrir por más tiempo esas sesiones, en vista que los doctores por fin habían decidido dejarlo ir en próximos días para que continuará con su vida.

El blondo detestaba esas sesiones de estimulación de la memoria diarias, pues éstas le hacían sentir que él no funcionaba bien como cualquier ser humano, y le recordaba lo mucho que él había perdido, aunque seguía sin estar seguro de qué exactamente había perdido. En efecto lo único para lo que servían esas malditas terapias eran para aumentarle más y más esa inquietud de que realmente estaba olvidando algo importante.

La primera vez que tuvo esa inquietud estaba matando el tiempo observando por su ventana; un acto que se había hecho una rutina desde que había despertado, ya que ese hábito le proporcionaba cierta tranquilidad a su jornada diaria de estar atrapado en esa camilla mientras un montón de medicos lo trataban como conejillo de indias.

Cuando de pronto tuvo a la vista una pareja de jóvenes: una hermosa chica de cabello rosado y bellos ojos color jade, acompañada de un tipo engreído de cabello negro y ojos ónix.

Ellos estaban sentados en la banca situaba enfrente del hospital, teniendo al parecer una grata conversación, cuando repentinamente el muchacho hizo que la jovencita se cubriera los ojos, al tiempo que sacaba de su espalda un conejo azul con un moño rojo en el cuello. A la chica le gustó tanto la sorpresa que se abalanzó sobre su novio con lágrimas en los ojos, dándole suaves besos en los labios.

Todo ello hizo que surgiera dentro de él una inquietud completamente nueva e incómoda. Se preguntaba si en algún lado había una persona que lo quisiera tanto como ese suertudo hombre azabache.

Probablemente no, de lo contrario ella estaría con él ése momento ¿no?

Los días que le siguieron tuvo un extraño sueño de que estaba rodeado sobre aguas de múltiples colores turquesas y rosas. Una imagen que le proporcionaba paz interior, así como le resultaba familiar. Las primeras noches simplemente soñaba con el lago, ergo conforme pasaban los días comenzó escuchar una voz suave y aterciopelada que murmuraba su nombre: – Naruto-kun... Naruto-kun...

Con su nombre murmurado por aquella dulce voz sentía que todos sus problemas se desvanecían. Su corazón palpitaba a un ritmo lento pero audible; sus mejillas se teñían de rosa y su rostro embozada una sonrisa que era capaz de opacar al mismísimo sol.

No acababa de comprender que significaba aquel sueño, lo único que sabía es que cuanto más tenía ese sueño, más aumentaba la sensación de que estaba olvidando algo. Algo importante.

Xxxxxxxx-

Por fin había llegado el día en el que él iba a abandonar la prisión del hospital. Estaba nervioso pues no conocía otra cosa más que el asqueroso aroma a medicina, y desconocía el mundo que se encontraba fuera, aunque todos le habían asegurado que él estaría bien y que su memoria regresaría paulatinamente.

Se sentía extraño en la ropa que le habían dado y que aseguraban era suya: una remera naranja y unos pantalones de mezclilla azul. El conjunto se le antojaba demasiado colorido.

Luego lo cambiaría.

La recepcionista le dio un papelito con su dirección registrada en el seguro, la cual metió en su bolsillo apresuradamente, para finalmente dirigirse a las puertas de cristal de ese horrible lugar y empujarlas.

Ya estando afuera inhaló el aire fresco de la mañana, el cual hacía perfecta sintonía con el cantar de los pajarillos que volaban por ahí. Dejó experimentar la libertad de estar sin medicación y de pie, en lugar de estar postrado en una camilla, hasta que los pájaros cesaron de cantar y la sombra del sol cambio.

Luego recordó que tenía que comenzar con su vida de nuevo por lo que buscó el papelillo que le habían dado, decidiendo que era mejor iniciar en su departamento. Sacó el papel, pero entonces noto algo más.

Habia un segundo papel más viejo, seguramente de antes de su accidente.

Era una lista arrugada de las cosas que iba hacer. Curioso lo leyó y esto lo dejó paralizado.

" 1. Encontrarla en el lago.

2. ¡Impedir que se vaya!

3. Pedirle a Hinata que sea mi esposa. "

Si, definitivamente había olvidado algo importante...