Una flauta traversa hecha pedazos en el suelo. Un montón de hojas escritas desparramadas por el suelo. Partituras por todos lados. El ambiente de esa obscura habitación, es el único lugar donde puede refugiarse, no estando muy cómoda, pero al menos evita que las demás personas puedan entrar.
Camina. Sus pisadas carecían de vida. Da unos cuantos pasos hasta divisar una llave separada de su cuerpo, del instrumento. Se agacha haciendo doblez con sus piernas para estar en una posición más, a su estabilidad emocional. Recoge el pequeñísimo objeto que abarca poco más que la palma de su dedo pulgar; lo mira con melancolía, y lo deja nuevamente sobre un lugar más apreciable y a la vista.
Cuando pisó después de la puerta, una suave brisa inundó el ambiente, seguida de un fuerte viento que desordenó y movió un poco de lugares algunos papeles del suelo. Eleva sus ojos para ver de qué se trataba el estruendoso ruido que lo sorprendió hacía pocos minutos –antes de entrar a la habitación -, y su novia estaba sentada en un pequeño rincón de la habitación; con un lápiz 8B en su mano izquierda, cubriendo así el resto del objeto con su palma derecha formada en puño.
-Astrid… -Susurró calmado a poca distancia, descubriendo si era seguro o no acercarse más –
Hiccup apenas comenzaba a acostumbrarse a esos repentinos ataques de ira por parte de la rubia. Dadas las circunstancias, el psiquiatra ordenó que no la deje contenerse. He aquí el resultado.
Habían pasado apenas dos días desde que le dieron el alta en el psiquiátrico "Ghyllard", luego del incidente con sus padres. Los mismos decidieron que, mientras estaban en un viaje de "negocios" y "trabajo", la cuidarían sus abuelos. Pero, veinticuatro horas antes de marcharse, ocurrió algo que los dejó espantados, y excedió los límites.
Su mente poco a poco se comenzó a inundar de oscuridad a medida que toleraba una y otra vez las discusiones con los mismos, sabiendo que alguien vigilaba cada uno de sus movimientos.
La esquizofrenia poco a poco se fue apoderando de ella a los trece años –Sí, demasiado joven, pero es un caso de excepción, ya que la enfermedad aparece recién a los quince -, y ya, con dieciocho, había tolerado demasiado. Sus padres ponían límites demasiado estrictos hasta en su vida personal, pero desde el ya nombrado incidente, se mudó a casa de su novio Hiccup al saber que sus progenitores no volverían jamás de su viaje.
La rubia se encontraba agachada debajo de la ventana, con la mirada perdida, quizás traumatizada por las variadas voces y personas imaginarias que la perturban día a día. Miraba el piso. Miraba hacia arriba, pero sus ojos tenían una luz que permanentemente hacían que su rostro luciera lleno de ira contenida por años, sin escape alguno.
Su cara irradiaba ojeras, las cuales, estaban ahí a causa de incontables noches despierta alucinando, y su cuerpo, ya estaba muy deteriorado como ella misma por dentro. Hipo había contado todos los postes de luz que destruyó con el hacha que ni él sabe dónde Astrid esconde.
Nunca supo cómo en tan poco tiempo pudo hacerlo.
