¡Hola!

He decidido hacer una re-edición de este proyecto. Es un plot que me encanta y no lo quiero dejar de lado pero noté que estaba repleto de errores. Además de pulir un poco mejor la trama. Sigue una línea futurista del universo de Digimon aunque algunos elementos que se mencionan pueden no ser canon.

Disclaimer: Digimon y sus personajes no me pertenecen.


Preludio

Año 2020.

Aquel lugar llamado Digimundo es habitado por seres digitales con la inteligencia y la fuerza necesaria para acabar con la vida humana. Los seres digitales no son mascotas. Debemos regularizar la entrada, salida y contenido de aquella dimensión para evitar alguna catástrofe como las que sucedieron en 1999 y en el 2002, cuando recién empezábamos a conocer de estos seres. Es menester de todas las naciones del mundo firmar el acuerdo de regularización del Mundo Digital para permitirle al consejo de Seguridad de las Naciones Unidas las facultades de introducción para su regularización. La seguridad mundial depende de ello y no descansaremos hasta que sea un hecho.

—Jared Churwill. Representante del Eje Internacional Pro-regularización del Mundo Digital.

Discurso en Naciones Unidas sobre el referéndum de certificación de la independencia del territorio digital propuesta por Taichi Yagami, representante humano del mundo digital.


Huracán

~1~

Había logrado escapar y sin embargo sabía que esa sería la última noche de su vieja vida.

Lo había decidido ya y no comprendía porque había tardado tanto. Supuso que sería la negación a que fuese su única salida o la esperanza de que la situación tuviese alguna otra solución. Aunque la verdad es que hacía mucho tiempo que se había salido de control, le hervía la sangre tan solo de pensar en aquello.

Ya era hora de tomar cartas serias en el asunto.

Cuando decidió correr por Ciencias Políticas sorprendió a todos de tal manera que incluso se sintió ofendido, ni siquiera la persona que él pensaba le conocía mejor pudo entenderlo y le dolió descubrir lo bajo que pensaban de él. Pero la verdad es que él siempre había sido un líder, él siempre había sido alguien que esperaba un cambio en las situaciones que simplemente estaban equivocadas; un día se dio cuenta que no debía de esperar y más bien hacer que las cosas sucediesen: ser ese cambio.

El camino en la escuela fue sencillo en comparación con lo que se encontró una vez graduado: un mundo en que todo lo que le habían enseñado era una simulación. Las leyes, las reglas, las posiciones y los estatutos, todo era una mierda disfrazada. Jamás se detuvo a pensar en todos los enemigos que se echaba a la bolsa cuando criticaba el sistema en conferencias, en asambleas o en televisión nacional. No solo personalidades del medio político sino también a ese sector de la sociedad que detestaba que les reventaran la burbuja de total felicidad pues para ellos era más fácil pretender que todo era color de rosa.

No lo comprendió hasta el momento en que vio pasar su vida en diapositivas.

Eran las cinco de la mañana. Caminaba con su ropa enlodada y rota; del traje gris que había vestido la mañana anterior ya no quedaba nada reconocible. Había empezado a andar desde que descubrió que ya no le seguían. Rompió la manga izquierda de su camisa de lino para hacerse un torniquete en el antebrazo que había recibido un disparo. Las calles estaban desiertas y agradeció por tal casualidad ya que no deseaba ser visto y tampoco tenía las fuerzas para esconderse y escapar. Estaba ya a unos cuantos pasos de su casa y no quería entretenerse en nada.

Su casa estaba ubicada en un edificio exclusivo del barrio de Shinjuku. Se trataba de un apartamento grandísimo, lujoso, con una vista imponente y cercano al Tochou(1). Pero él no se dirigía a tal lugar sino a su antiguo departamento de estudiante en el barrio de Yanaka.

Ese apartamento su padre se lo había comprado cuando él se mudó de Odaiba al corazón de Tokyo a estudiar la universidad. Cuando se enteró que su padre le había conseguido un lugar se sorprendió muchísimo pues lugares para vivir en la ciudad eran regularmente muy caros. Al entrar por primera vez se dio cuenta de porque había sido tan accesible: el lugar estaba en pedazos y su ventana daba directamente al cementerio del distrito.

Cuando metió la llave en el picaporte sonrió al recordar cómo fue que sus amigos le habían ayudado a poner de pie aquel lugar. Recordó a Yamato quejándose que el olor del barniz de madera le quemaba la nariz y a Koushiro buscando por internet fórmulas de proporción de mezclas de pintura para que el color quedara perfecto. Había tardado horas pero al final habían logrado encontrar la mezcla para el color naranja Agumón que decoraba su habitación.

Giro la perilla y antes de abrir la puerta volteó a ambos lados para verificar que nadie lo hubiese seguido. Entró y, apenas colocó el seguro, se desplomó en el suelo.

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No estaba seguro de que había sido: el shock tras el ataque o el cansancio de haber caminado toda la noche desde sólo Kamisama sabía dónde. El punto es que cuando despertó de su desmayo sintió su cuerpo arder en fiebre.

Se obligó a echarle un vistazo a su brazo herido. Ya no había hemorragia pues apenas había sido una rasgadura pero le preocupaba que pudiese haberse infectado; después de todo prácticamente se había arrastrado por la tierra para poder escapar de sus captores y casi-asesinos.

Con las fuerzas que logró encontrar se puso de pie, se dirigió al teléfono de la mesita de su sala y al descolgar el silencio le recordó que hacía años que había desconectado el servicio de aquel lugar. Resopló y se fue a su habitación donde recordaba haber dejado algunas de sus pertenencias.

—¡Bingo! —exclamó, recordando a una de sus queridas amigas, cuando encontró en una caja su vieja D-terminal.

Colocó un pequeño chip y después la batería. No tuvo ningún problema al encenderlo y tenía perfecta recepción. Suspiró aliviado por ello. Tecleó un número que se sabía de memoria desde que era adolescente y le pareció curioso notar que su amigo conservase el mismo número telefónico desde que tenía diecisiete años. Jou ere ese tipo de persona que no gustaba de los cambios, ni siquiera el de un número de contacto. Hurra por Jou y sus complejos.

En una de sus misiones posteriores en el digimundo habían acordado mandar un mensaje puntual para emergencias. La D-terminal había sido configurada para transitar por un camino digital encriptado, creado por Koushiro.

«Yanaka. 308-B. Herido de bala. Discreción máxima.»

Tan solo tipear ese mensaje le había dejado exhausto. Ahora no podía hacer más que esperar. Se maldijo en silencio, había olvidado pedirle que trajera comida.

Aventó la D-terminal a la cama pequeña que había abandonado en ese lugar y se dirigió al baño. Después de orinar abrió el espejo para buscar un poco de algodón y alcohol pero sólo se encontró con un par de telarañas. Algo asustado salió de allí y se dirigió a la cocina donde encontró una botella a medias de whiskey que seguro había sido sobra de alguna de las últimas fiestas de graduación del que fue anfitrión.

Se sirvió un trago y cuando apenas iba inclinando el vaso sobre sus labios se dio cuenta que estaba a punto de beberse el poco alcohol que podía ayudarle a desinfectar la herida en su brazo. Resopló enfadado, entonces se dirigió al fregadero de la cocina y dejó caer el whiskey sobre la carne expuesta, causándole un ardor terrible que tuvo que aguantar en silencio.

Se regresó sobre sus pasos a la habitación, estaba deshecho y sentía la necesidad de volverse a perder en la inconsciencia. Tan solo esperaba que vinieran a buscarle pronto.

Se recostó en la cama y se dejó ir.

Habían pasado ya un par de días desde que se encontraba escondido en su viejo apartamento y las cosas no pintaban para nada bien. La fiebre no se había ido y el dolor de todo su cuerpo estaba volviéndolo loco, sin contar además que se moría de hambre. Sostuvo la D-terminal con aprehensión en su pecho.

Despertó cuando escuchó como trataban de forzar la cerradura, ni siquiera se había dado cuenta que se había dormido de nuevo. Miró por la ventana como el sol ya se había escondido tras las tumbas, al parecer otro día había pasado.

Se levantó con dificultad y al llegar a la puerta se fijó por la mirilla. Del otro lado no estaba solamente Jou sino también Yamato, Koushiro, su hermana Hikari y Sora.

Apenas abría la puerta cuando Yamato la empujó con todo su costado. No pudo evitar caer al suelo al tiempo que toda la comitiva entraba haciendo un escándalo.

Si esta es su idea de discreción máxima… pensó.

— ¡Hermano! —Hikari se le abalanzó una vez lo hubo encontrado tirado al costado de la entrada.

Apenas y la atrapó, sus reflejos por poco reaccionaron. Con su dedo índice le indico que guardara silencio y después la abrazó con todas las fuerzas que aún poseía. Koushiro entonces cerró la puerta que habían dejado de par en par.

—Pon los seguros —el pelirrojo así lo hizo. —No puedo creer que se hayan atrevido a venir tantos. ¿Qué parte de discreción fue la que no entendieron?

—Estábamos juntos cuando llegó el mensaje a la terminal, por supuesto que nadie quiso quedarse —empezó explicandose Jou. —Nos tomó horas deducir en donde podías estar.

—Estuvimos horas perdidos hasta que Sora reconoció el edificio —complementó Yamato.

Entonces su mirada se enfocó en Sora. Ella le observaba intranquila y con una mano puesta sobre el pecho, sus ojos amatistas lo escudriñaban como si tuviera pinta que irse a morir y probablemente así era. Hikari estaba a su lado, tomándolo del brazo bueno, mientras gimoteaba un poco.

— ¿Qué sucedió? —se aventuró Koushiro en preguntar.

Taichi salió del trance que era sintonizar la mirada de Sora. Tomó asiento en la pequeña sala jalando a su hermana con él y los demás también lo imitaron. Yamato sacó un onigiri empaquetado de una de las bolsas de plástico que tenían en las manos y se lo ofreció. Lo tomó con ganas y se lo devoró de tres mordidas, estaba hambriento.

—Sólo había comido una taza de fideos instantáneos que seguro ya estaba caducada.

—Esas cosas están deshidratadas y contienen cantidades industriales de sal, es muy difícil que lleguen a echarse a perder aunque...

Jou calló en el momento que las miradas de los demás se posaron sobre él.

— ¿Quieres agua fresca? —preguntó Hikari.

Asintió y su hermana sacó una botella de la misma bolsa de tienda de paso. Se la bebió completa en unos pocos segundos, dejando caer sin querer un poco de agua que le empapó el cuello y la asquerosa camisa que aún no se quitaba.

—Taichi —urgió Yamato y se extrañó pues tenía días sin escuchar su nombre.

Aplastó la botella con sus manos antes de comenzar a hablar. Apenas estaba por pronunciar la primera palabra cuando Jou vio la herida en el antebrazo de su compañero. Reaccionó al momento jalándolo hacía él, colocó su maletín sobre la mesita del centro y se acercó para poderle revisar.

—¡Con cariño, Joe!

Los demás no podían quitar los ojos de encima de su brazo. La circunferencia de la herida estaba de un color café oscuro con verde en las orillas y sentía un dolor terrible cada que Jou le tocaba.

—Necesitaba ir al digimundo, mi computadora había mostrado una alerta en una de las zonas a mi cuidado —empezó a relatar para poder distraerse del tremendo escozor en su brazo. Todos, excepto Jou, le pusieron atención de inmediato. —Revisé mis cajones pero no pude encontrar mi llave de acceso, pensé que tal vez la podía haber dejado en el auto. Bajé al estacionamiento a toda prisa y mientras buscaba la llave de acceso alguien me atacó. Cuando desperté estaba en una silla amarrado de pies y manos, no podía ver nada pero la situación era bastante clara.

Calló entonces, no deseaba entrar en detalles en ese momento. Tenía tanto que decir que seguro Ken Ichijouji se iba a ir de espaldas cuando rindiera la declaración. Por lo que había escuchado sin querer de sus captores infería que se trataba de un crimen político. Una única persona llegó a su mente.

— ¿Les diste dinero? ¿Cómo te dejaron ir? —preguntaron Koushiro y Yamato respectivamente

Abrió otra botella de agua y le bajó la mitad de un solo trago. Al terminar una sonrisa de autosuficiencia adornaba su rostro.

—Escapé —dijo en voz queda. —Es probable que crean que estoy muerto.

— ¡¿Qué?! —dijo Kari asustada.

—Salté por un acantilado...

Ahora que lo contaba caía en cuenta de las grandes posibilidades de que si hubiese muerto en aquel lugar. Había sido un milagro que hubiese salido ileso.

—Eso explica tu estado —comentó Jou que había abierto su herida para sacar pedazos de ramas, hojas y tierra. —Maldita sea Tai. Tenemos que ir al hospital. Estas ardiendo.

Sora se levantó para colocar la mano en su frente y comprobó lo que Jou había dicho. La retiró de inmediato al sentir su piel hirviendo.

—No te preocupes Sora, confío en que Jou dejará de regañarme y me curará. —Jou bufó y Sora no dijo nada, tan solo regresó a su lugar.

Los siguientes cuarenta y cinco minutos hablaron sobre como su desaparición era noticia internacional, que el video de vigilancia del estacionamiento tenia millones de visitas en internet y de que la embajada estaban dando una fuerte suma de dinero por información que pudiese ayudar a ubicarlo. Afortunadamente Yamato había convencido a Jou que no avisara a las autoridades de que había logrado contactarse con Taichi. Ahora sólo ellos cuatro sabían del paradero del castaño.

— ¿Qué piensas hacer? —Koushiro cuestionó.

—Tienes que ir a poner la denuncia —insistió Jou. —Y tenemos que ir al hospital.

—Necesito estar escondido un par de días más. No quiero exponerme. Ni a mí ni a ustedes, no hasta que averigüe más. Hay algo que me huele mal de todo este asunto —Taichi era la seriedad encarnada en aquel momento. —Escuchen, ustedes no saben nada de mí. Jamás estuvieron aquí y nunca tuvimos esta conversación. No quiero involucrarlos en esto.

Mientras decía aquello último miró con fervor a su hermana. Ella asintió con mucho pesar.

—Déjame ayudarte Tai —pidió Koushiro, Yamato le hizo segundas.

—Estaremos en comunicación —fue lo único que atinó a decir.

Yamato se levantó del sofá, sacudió sus pantalones y tomó su chaqueta.

—Entiendo. Sabes dónde encontrarnos —sólo dijo. —Es mejor que nos vayamos.

Jou le dejó medicinas, utensilios de desinfección en la mesa y diversas instrucciones médicas. Sora acomodó en la barra de la cocina bolsas repletas de comida fácil de hacer. Su hermana le plantó un beso en la mejilla mientras lo estrujaba lo más delicadamente que podía. Yamato le palmeó la espalda mientras Koushiro se despedía con la mirada preocupada.

Cuando Sora salió de la cocina se colocó tras de Taichi.

— ¿Sora? —llamó Hikari.

—Yo me quedo —finalmente habló. —Por esta noche, por favor —le rogó a Tai.

La pelirroja resultaba ser su debilidad por lo que sólo pudo asentir aunque algo descolocado.

Yamato miró a Sora y luego a su amigo. Entendió que no podría hacerla cambiar de opinión y entonces se dio media vuelta para abrir la puerta. Odiaba la idea que dejar a aquellos dos solos pero en una situación así no podía discutir nada. En fila los demás salieron detrás de él sigilosamente.

Tras poner el seguro de vuelta, Tai se recargó en su puerta para mirar a Sora. Su mirada estaba cargada de sentimientos aunque no lograba descifrar cuales eran. Su relación con Sora, su mejor amiga de toda la vida, tenía un lado agridulce. Sabía que no era momento de preocuparse por su vida privada, justo ahora había tantas cosas en juego, pero cuando Sora se acercó para besarle no pudo hacer otra cosa que dejarse llevar.


Original: 14/04/12 02:45 a.m

Re-edición: 12/05/15 22:48 p.m

Referencias:

Tochou(1): Tokyo Metropolitan Government Building. Edificio de gobierno metropolitano de Tokyo. Aparece en la temporada de Digimon Tamers como la base de la agencia Hypnos.