Los personajes de esta historia no me pertenecen si no al creador de Saint Seiya, Masami Kurumada (Excepto los fantasmas).
Esto no es yaoi jeje. Espero que les guste la historia.
"12 Campanadas" by Atreegarten
Prólogo
1900
Una niña corría entre los campos de flores que se alborotaban con el ir y venir de la pequeña. La niña reía y jugaba como si estuviera acompañada de más niños, pero no, estaba sola, sola en ese lugar, sola en el mundo. La pequeña pertenecía a un orfanato cercano a ese campo de flores, El Orfanato de la hermandad. No hablaba con nadie, comía apartada de los demás, jugaba sola; su diversión era ella y su imaginación. Llevaba un hermoso collar de perlas brillantes con un corazón de zafiro que resaltaba entre el perlado. Ese corazón se abría para mostrar la fotografía de la madre de la niña en un lado y del otro se encontraba un reloj junto con una canción que sonaba cuando lo abrías. Una tonada de lo más hermosa, cálida, melancólica, hipnotizante. Nunca se quitaba el collar, siempre lo mantenía limpio, le había prometido a su madre nunca quitárselo ya que siempre estaría acompañada.
Una noche a las 11:30 todos dormían plácidamente en sus respectivos dormitorios en el orfanato, excepto la pequeña niña. Ella se mantenía despierta escuchando la tonada de su collar. Ella cantaba junto a la música, la letra la había escuchado en alguno de sus sueños.
Sus parpados le pesaban y cabeceaba conforme seguía su canto. En la habitación abundaba una paz extraña. La tonada melancólica resonaba por las paredes.
Cierra los ojos, acércate
No temas de mí, aventúrate
Caerás en los brazos de un ángel
Blandirás la espada de la esperanza
Ya te está esperando, acércate a él
No temas de mí, solo danza
Cierra los ojos y danza
Caerás en el pecho de tu dios
Blandirás la espada de la esperanza
Vas a sentir que duermes, no habrá dolor
Te ofrecerán la mano. Abre los ojos…
La pequeña niña se había quedado dormida. Empezó a solar con un hermoso jardín. Un jardín donde abundan todos los que murieron siendo héroes. Donde no existe el sufrimiento, el hambre ni la tristeza.
Las doce campanadas sonaron. Empezaron su cántico del reloj inundó el edificio. La tercera campanada, la cuarta campanada, unos pasos ajenos pisaban con sigilo la madera rechinante. La séptima campanada, la octava campanada, algunos ruidos extraños acompañaron a los pasos en su camino. La novena campanada, la décima campanada, la onceava campanada, un disparo, el silencio total.
"Los inquilinos del orfanato saltaron de sus camas alterados y aterrorizados por el sonido. Un llanto perdido resonó por las paredes, unos gritos desgarradores, un coro de sollozos, un segundo disparo. Las pequeñas pisadas inocentes golpeaban el piso, corriendo en busca de ayuda, de una salida. Un pequeño lloraba y gritaba desgarrando sus cuerdas vocales, su rostro colorado y deformado parecía que estallaría, un grito que fue violentamente silenciado por el sonido de un disparo, después el sonido de un cuerpo azotando la fría madera.
"La niña, asustada, abrió torpemente la puerta de su habitación para ver a todos correr como animales que acaban de ser liberados de su cautiverio. Empezó a temblar, a perder la capacidad de reaccionar, sus pies parecían pegados al piso. Los disparos y los gritos no cesaban. En ese instante, cuando tuvo la capacidad, corrió hasta llegar a una puerta que daba al sótano y la abrió para adentrarse en la oscuridad. Entre telarañas, basura y animales rastreros se dirigió hacia otra puerta que daba a los campos de flores, en eso escuchó las puertas del sótano siendo destrozadas. La pequeña trataba de abrir la puerta con dificultad, empujaba la puerta con desesperación, golpeaba lo más fuerte que podía hasta tener su rostro enrojecido por el esfuerzo y las lágrimas que empezaban a salir. La puerta se abrió con violencia y ella salió corriendo siendo vista por un par de sujetos con trajes negros. La pobre corría y corría con la respiración agitada sin voltear atrás, su garganta se iba secando y su tórax empezaba a doler por el aire acumulado, su llanto era ahogado por ella misma. Quiso vomitar pero no quería detenerse aunque sabía que ya no había caso. Fue bajando la velocidad poco a poco mientras los hombres aceleraban hasta estar a menos de dos metros de ella. Las piernas cortas de la pequeña se doblaron para hacerla caer no sin antes arrancarse el collar del cuello y lanzarlo lo más lejos posible para que no fuera visto. Los hombres se acercaron a ella y la miraron. Ella cerró los ojos, quería dormirse de una vez, extrañamente ya no se sentía nerviosa porque trataba de tener paz en su interior, no quería terminar así. Si quería irse tenía que hacerlo son ningún remordimiento.
Un golpe seco con el hacha fue más que necesario para que la niña empezara a desangrarse. Los hombres huyeron no sin antes mirar a su alrededor para verificar que no estaban siendo observados.
La niña se quedó sola entre las flores; sus ojos perdían el brillo, su rostro perdía su color, apenas pudo mover la boca. La sangre corría rápido y las flores cercanas ya se habían teñido de rojo. No lloró en ese momento porque sabía que iba a estar mejor después. En sus últimos momentos se puso a cantar. A lo mejor así se iría más tranquila.
-Cierra los ojos… acércate… -se detuvo a toser y unos cuantos chorros de sangre salieron de boca. Su voz se iba apagando y su corazón se detuvo en ese momento-…no temas… de mi… aventúrate… caerás en… los… brazos de… un ángel… -Sus labios entrecerrados callaron para siempre y sus ojos entre abiertos no fueron capaces de divisar más. Su cuerpo inerte quedó tumbado entre las flores teñidas.
La cruda escena quedó grabada para los ojos del cielo nocturno, una noche que sería recordada por muchos, una escena que sería ocultada para otros más. La noche de la terrible masacre en el orfanato.
