No podía decir con exactitud cuanto tiempo llevaba absorta en sus pensamientos. Miraba el panorama desde el balcón de su habitación, enlazando una fantasía con otra, dejando que su vista se perdiera por el hermoso baile de las nubes doradas. Inhalaba el perfume de las rosas del jardín una y otra vez, meditando, soñando. De vez en cuando soltaba un lastimero suspiro, de esos que delatan a un joven enamorado, y en verdad que estaba enamorada, había estado enamorada, desde hacía mucho tiempo de un encantador joven de ojos tan dorados como el oro. Más la desgracia era protagonista de tal amor, ya que, hacía tiempo que no veía a tan encantador caballero, sin embargo sus sentimientos eran fervientes y constantes, de la misma magnitud que solían serlo la última vez que lo vio.
-¿Pequeña dama?- preguntó preocupada la dulce gatita Diana - ¿Rini?- volvió a preguntar ante la falta de respuesta de su amiga.
Pero ella no contestó, no se dio cuenta de su presencia hasta que la pequeña gatita le tocó el brazo.
-Ah... Hola Diana- Dijo la pequeña dama despertando de su ensoñación.
- Rini, ¿Te encuentras bien?- inquirió Diana
-Por supuesto, ¿Por qué no habría de estarlo?-
-Llevas horas contemplando el cielo-
Tales palabras parecieron hacer efecto en Rini, quien dirigió nuevamente su mirada melancólica al sol que estaba muriendo en el horizonte. Diana lo notó, notó la tristeza en los ojos de su amiga, la conocía lo suficiente como para decir que algo atormentaba sus pensamientos. Se limitó a mirarla con dulzura, tratando de adivinar el motivo de tanta melancolía en su amiga.
Un par de leves golpes en la puerta interrumpieron el prolongado silencio entre las dos.
-Pequeña Dama, la cena está servida, sus padres ya la esperan- dijo amablemente la joven que acababa de entrar a la habitación.
Rini despertó nuevamente de su trance para acceder con un leve movimiento de cabeza. Dio un último vistazo al horizonte, a ese sol que pronto moriría en las colinas, a ese dorado sol que tanto imitaba el color de los ojos de su enamorado y camino hacia la puerta.
-Discúlpenme por la tardanza- se disculpó Rini al entrar a al elegante comedor. Ya todos estaban sentados en sus respectivos lugares: los Reyes y las Sailors, todos ocupaban un lugar en la mesa.
-No te preocupes hija, toma lugar en la mesa para poder comenzar- dijo amablemente la Neo reina Serenity.
Rini obedeció a su madre, sentándose frente a ella, junto a su padre que ocupaba la cabecera de la mesa. La cena avanzó de usual manera, pláticas animadas nacieron de la mayoría de los integrantes de la mesa, especialmente de la Neo Reina. Ellos podían actuar de la manera más elegante y diplomática posible fuera de las puertas del palacio, frente a los servidores, los invitados, pero mientras se encontraran reunidos en privado, volvían a ser los mismos de siempre: grandes amigos, que reían y bromeaban entre si, recordando viejos tiempos, compartiendo nuevas experiencias. El rey Endimión observaba tiernamente a sus esposa, que reía tontamente junto a sus amigas. A pesar de los años pasados, ellas seguían siendo las mismas jovencitas atolondradas y llenas de alegría.
-¡Ah ya dejen de molestarme!- gritó Serena ante las burlas de sus amigas que señalaban el reciente tropiezo de la Reina ocurrido en la sala común mientras atendía a varios ministros del reino. Todos rieron recordando la escena, las bromas abundaban, las risas crecían, y la reina se impacientaba.
-¿Porque siempre soy la victima de sus bromas?- pensó Serena terminando la comida de su plato.
Sailor Saturn dio un disimulado codazo a Sailor Mercury para llamar su atención e indicarle con la mirada el inusual comportamiento de la Pequeña Dama. Amy a su vez susurró algo al oído de Sailor Mars, quien continuamente interrumpió el infantil berrinche de su Reina con un leve codazo, para señalarle con la mirada a una callada y distante Rini. La Reina observó a su hija, quien jugaba melancólicamente con su comida. Quiso llamar la atención de su esposo, pero cuando buscó su mirada éste ya la estaba observando y en sus ojos vio que él ya había notado el peculiar comportamiento de su hija.
-¿Estas nerviosa Rini?- preguntó la Reina en un intento de llamar la atención de su hija-Es normal que estés nerviosa, mañana se celebrará tu decimoquinto cumpleaños y será tu presentación en sociedad, vendrá la gente importante de todo el reino, es normal sentir la presión, pues todo debe salir bien - agregó sin esperar respuesta.
Todos miraron bruscamente a la Reina por su comentario carente de sensibilidad. Nadie podía asegurar que Rini estuviese nerviosa por la proximidad de su fiesta. De así serlo, no era recomendable resaltarlo, y si no, de seguro las palabras de su madre ya habían despertado ese sentimiento.
-¡Serena eres una tonta!- acusó Rei- ¡Esa no es manera de tratar el nerviosismo de Rini!-
-¡Deja de insultarme, soy la Reina, además creo saber como tratar los sentimientos de mi hija!-
-¡No sabes nada!- una nueva pelea había comenzado, todos suspiraron. A pesar de los años pasados las discusiones de las dos amigas no había cesado.
-No estoy nerviosa- interrumpió la suave voz de la Pequeña Dama, que ahora miraba a su madre tiernamente. La discusión se disipó.
-Dinos entonces hija mía, ¿Te ocurre algo?- inquirió el Rey, claramente preocupado ante el comportamiento de su hija.
-No, estoy bien- Todos notaron la evidente mentira en esa respuesta, pero nadie dijo nada, sí ella no quería decirlo no era recomendable obligarla. Rini volvió a bajar la mirada para terminar con su comida.
Cuando Rini volvió a su balcón el cielo estaba oscuro como su corazón, las estrellas brillaban con una intensidad impresionante, como bálsamos en la infinidad de la oscuridad que latían arduamente para decirle que aún había esperanza, brillaban con una hermosura que la hicieron recordar aquella vez cuando voló junto a él, la había llevado en su lomo a través de las nueves, junto a las estrellas, para mostrarle la belleza de la tierra, le recordaron esa maravillosa noche cuando descubrió que estaba enamorada.
Tantos años habían pasado desde la última vez que lo vio, alejándose entre las nubes, perdiéndose a la distancia. Desde entonces, ella veía continuamente el horizonte buscándolo arduamente con la mirada, con la esperanza de verlo venir, descendiendo del cielo con su increíble belleza y sus preciosos ojos dorados. Cada mañana desde entonces, se despertaba con una gran esperanza alimentada por el amor que aún le tenía, por ese inocente amor que había crecido junto con ella para convertirse en un amor juvenil lleno de sueños. Buscaba continuamente en el cielo algún indicio de él, entre las nubes, entre las montañas, pero la esperanza moría con el sol en el atardecer. A veces pensaba que todo había sido solo un sueño, que él había sido solo un sueño, algo tan hermoso y perfecto solo podía ser un sueño, pero se negaba a caer profundamente en esas vagas creencias. Ella había luchado junto a él, junto a Serena y las Sailors del siglo XX, estaba segura de eso ¿Cómo entonces podía decir que él había sido un sueño? No, él había sido real. Rini no sabía cual idea le hacía menos daño: sí él había sido un sueño, no podía soportar la idea de que jamás vivió tan maravillosos momentos, de que en algún lejano lugar no existía un apuesto caballero dueño de su corazón ,que había esperado todos estos años solo por un sueño; pero sí el era real, si todo lo que vivió junto a él fue verdad, sí sus recuerdos no estaban alterados podía asegurar que él también se había enamorado de ella y aún así, la había olvidado.
-Él prometió que jamás me olvidaría- susurró Rini vencida ante la necesidad del llanto. Las rodillas le fallaron un instante, temblaron al igual que todo su cuerpo mientras su mente propagaba ensordecedoramente el pensamiento "Te ha olvidado", tales palabras resonaban de una manera atroz en los pensamientos de la joven, era lo único que sonaba, lo único que importaba en sus pequeña cabecita, se dejó caer sobre sus rodillas vencida ante tal pesadilla - Ha roto su promesa- sollozó ocultando el rostro en sus brazos.
-Pequeña Dama- la Neo Reina, con su preocupación de madre ante la evidente tristeza de su hija la llamó entre las tinieblas de su cuarto - ¿Rini dónde estás?- preguntó al no encontrarla en su cama. Su mirada la buscaba frenéticamente cuando llegaron a sus oídos un llanto que le atormentaba, era un sordo llanto que apenas se escuchaba, pero ella lo conocía bien, el llanto que tanto despreciaba y temía, el llanto que hacía que su corazón de madre se debilitara: el llanto de su hija. Siguió el sonido hasta el balcón del cuarto de su hija, dónde la encontró de rodillas junto al barandal y con la cabeza escondida entre los brazos -¡Rini!- exclamó asustada Serena, corriendo hacía su hija con los brazos abiertos y más que dispuesta a ofrecerle consuelo.
-¿Mamá?- apenas fue un murmullo lo que alcanzó a salir de los labios de la joven. Sus hinchados ojos le provocaban una visión borrosa, pero aún entre las lágrimas distinguió la figura de su madre arrodillada junto a ella -¡Mamá!- exclamó tirándose a los brazos de su madre, como un bebé que necesita refugio -Mamá, Mamá...- balbuceaba continuamente, escondida en el regazo de Serena. Los níveos brazos de su madre alrededor de ella producían un reconfortante nido de amor.
-Aquí estoy hija mía, aquí estoy- aseguró tiernamente la reina acariciando una y otra vez los cabellos de su hija -Dime, hija mía ¿Qué es lo que atormenta tu corazón? Sabes que puedes confiar en tu madre y que haré todo lo que esté a mi alcance para solucionarlo-
-¡Oh mamá! Él se ha olvidado de mí- lloriqueaba la princesa con el rostro hundido en el regazo de su madre.
-¡¿Él?- A la reina le sorprendió tanto esa confesión, no sabía que había un "él" en la vida de su hija ¿Cómo había ocurrido eso? ¿Su hija estaba enamorada sin que ella lo supiera? ¿Quién era él? y ¿Por qué hacía llorar a su hija? Tantas preguntas vinieron a la mente de Serena cuando realmente no pudo articular ninguna.
Rini recordó que su enamoramiento era un secreto, que nadie en su época conocía o había oído hablar del Pegaso a excepción de Diana.
-Helios- Rini dijo su nombre en un intento de aventar todo su pesar fuera de su cuerpo al pronunciarlo, pero no funcionó, la simple mención de ese nombre provocó un llanto más intenso que empapaba el vestido de su madre -Se fue mamá, se fue y no volverá, Helios volvió a su reino, y yo al mío, jamás lo volveré a ver-
La reina quería hacer tantas preguntas a su hija, pero sabía que lo mejor era simplemente escucharla, dejar que ella soltara la historia junto con sus lágrimas, así que se limitó a abrazarla fuertemente y a repetir constantemente -Ya hija mía, todo estará bien, mamá está aquí-
Las suposiciones de una madre siempre son correctas, pues Rini poco a poco fue contando toda la historia y poco a poco la Reina comprendió el dolor de su niña, abrazándola cada vez más fuerte a medida que la historia avanzaba, deseo con todo su corazón despojar tales penas de su joven hija pero por desgracia, hay cosas que una ni madre, ni una reina pueden hacer.
-Descansa hija mía, mañana será una gran noche para ti- susurró la Reina besando la mejilla de su hija que ahora trataba de conciliar el sueño en su cama.
-Gracias mamá- murmuró Rini agotada de tanto llorar -Te quiero mucho-
Serena sonrió y arropó a su hija -Yo también te amo y nunca dudes en el amor que te tengo yo o tu papá, siempre estaremos para cuidarte- Se despidió besando la frente de su hija, dejándola sumida en un profundo sueño.
