Caminos opuestos

Aoshi Futagoza, un joven empresario millonario, con una personalidad que reflejaba una palabra: orden. Todo en su vida estaba reglado: su trabajo, su comida, sus fines de semana, sus relaciones interfamiliares, y sobre todo, su relación amorosa. Las cosas que hacía seguían un estricto orden, para él era impensable salirse de las reglas, ante todo había que respetarlas. En ocasiones, quizá agobiado por la vida que él mismo se había impuesto, deseaba ser otro, vivir otra vida, ser un poco más...libre. Pero pronto esa idea se esfumaba de su mente, reemplazada por su lista de tareas del día. Para fortuna, o no tanta quizá, en uno de sus tantos viajes a Francia había conocido a una muchacha de quien se enamoró a primera vista, aunque suene cursi y mucho más para él. No podía ser que una mujer le robara así la atención y la concentración, y como además de todo era muy decidido, resolvió encarar a la muchacha y pedirle una cita. Desde el primer encuentro supo algo que lo decepcionó ciertamente, pero que no iba a darlo por vencido, ella era muy diferente a él: alegre, extrovertida, un poco desorganizada, ocupada en su diario vivir y no en lo que dijeran los demás, cosa que para Aoshi era casi vital. Al principio esas diferencias amenazaron con destruir la frágil relación que habían iniciado, todo a persistencia de Aoshi, pero como toda insistencia tiene sus frutos, él había empezado a cambiar la personalidad de su novia, haciéndola algo parecido a él, haciéndola alguien "presentable" a sus padres y a la sociedad, prácticamente una muñeca manejada a su manera. A pesar de todo ella se había enamorado de Aoshi como nunca antes se había enamorado de nadie, y fue por eso que decidió cambiar, porque no podía perder a alguien que amaba por algo tan absurdo como su loca personalidad, aunque eso le costara perder el brillo que reflejaba en sus ojos y esperando siempre no equivocarse para no fallarle a Aoshi.

Después de una grandiosa estadía en Francia, prolongada de forma deliberada por expuestas razones, Aoshi regresó a Japón, su país natal, coincidiendo gratamente con que su novia también era japonesa, aunque también tenía origen alemán, pero vivía en el país del sol naciente. Ambos vivían en Tokyo, ciudad donde Aoshi tenía su empresa establecida junto a sus padres. Y su novia, pues "decidió" estudiar Derecho para un día poder trabajar como abogada de la empresa de su recientemente prometido, un guapo y millonario prometido que si le ofrecía el cielo y las estrellas podía cumplírselo y dárselas, pero pocas veces sonreía y siempre trataba de forma tajante a todos, incluso a ella, aunque no dejaba de mostrarle, a su manera claro, amor sincero.

El problema que envuelve a este relato surgiría un día después de una cita de Aoshi y su novia, por cierto que hasta sus encuentros tenían algo así como un itinerario, así que ellos sabían cuándo y dónde se encontrarían. Ambos salieron de un lujoso restaurant de comida francesa, tomados del brazo como por protocolo, y esperaban a que el valet trajera el automóvil del muchacho.
-¿Te sientes bien? –preguntó Aoshi atento, mirándola fijamente -Eh...sí¿por qué lo preguntas? –respondió ella, algo sorprendida -Te veo algo triste -No es nada, olvídalo –aclaró ella suspirando, mientras él no le quitaba la mirada de encima

Subieron a su automóvil y en silencio se dirigieron a la casa de ella. Durante el viaje, disimuladamente, la muchacha veía el serio rostro de su novio, preguntándose si él alguna vez cambiaría, aunque así como era ella lo aceptaba. Llegaron, una sirvienta de la casa los salió a recibir, él se despidió con una respetuosa reverencia y se marchó. La muchacha suspiró y entró en su casa, seguida por la preocupada mirada de la sirvienta. -Ni se te ocurra decir nada sobre Aoshi –advirtió la joven subiendo las escaleras hacia su habitación, callando a la anciana que ya tenía la boca abierta dispuesta a objetar

Al día siguiente, el "día de almorzar con Aoshi", la prometida de éste se vistió lo mejor que pudo, pero como siempre no consiguió más que un "te ves adecuada para la ocasión". Antes de salir recibió una llamada, que le hizo tragarse un par de groserías en la garganta por estar su novio presente XD, que provocó en su anciana sirvienta una risa ahogada.
-Necesito que después de almorzar me lleves a una parte –le dijo ella algo molesta -Claro –contestó él, algo curioso

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Tokyo, era la ciudad donde nuevamente se había concentrado la selección japonesa de fútbol, contando con todas sus estrellas, entrenándose para un encuentro cercano (por cierto no del tercer tipo XD) con la selección española. Las confederaciones asiática y europea habían decidido enfrentar a sus campeones de ese año, así que era un partido muy esperado por ambos. Habían realizado un sorteo, ya que sería un único partido, y los españoles habían ganado, por lo que el encuentro sería en España. Debido a eso los japoneses se preparaban arduamente, ya que preferían entrenar en su país que en lugar extraño, lugar en donde Ryo aseguraba podía agarrarlo "una enfermedad diarreica mortal" ya que en una ocasión había ingerido una "dizque" paella española que lo había llevado al hospital con deshidratación severa. Y claro que el cuento de Ishizaki valía menos que nada para Katagiri y Gamo, quienes ya habían resuelto el lugar de entrenamiento incluso antes de la triste historia de Ryo y el inodoro. Ese día de entrenamiento Genzo estaba, como otras veces. con cierto mal humor nuevamente inexplicable para muchos, pero no para todos, el caso es que en general decidieron ignorarlo y pasarlo por alto. Ken había discutido nuevamente con Gamo por su evidente preferencia hacia el SGGK, y como siempre no había obtenido respuesta lógica, así que estaba también de muy malas pulgas. Cuando el entrenamiento concluyó salió rápidamente del vestidor, yendo casi a impactar contra una muchacha que venía en sentido contrario, ciertamente perdida en aquél sitio.
-Perdón –dijeron ambos a la vez, el joven creyó escuchar por lo bajo una palabrota por parte de la muchacha -Disculpa¿me puedes decir dónde encontrar a Genzo Wakabayashi? –preguntó ella educadamente, pero distraída, sin mirarlo -Eh, claro, sigue en el vestidor –respondió él, sin dejar de verla -Gracias –contestó, caminando un poco más allá -Vaya, llegaste –oyó decir a Genzo cuando salió, con cierto sarcasmo -Si vieras el gusto que me da estar aquí –respondió ella en el mismo tono

Esperando no parecer curioso, Ken salió aun pensando en el extraño encuentro, no podía negarlo, la muchacha le había parecido atractiva, pero al sólo mirarla descubrió algo diferente en ella, tristeza mezclada con soberbia. Salió y vio que en el bus aun no había nadie.
-¡Rayos! Cuánto más piensan tardarse –refunfuñó el portero japonés, vio a todos lados y como nadie venía, decidió irse caminando

Iba ya saliendo, cuando notó que alguien salía de un lujoso automóvil y lo llamaba.
-¡Disculpe!
-Ay, y ahora qué querrá éste –pensó Ken molesto, volteando rápidamente y quedándose atónito

El muchacho que estaba frente a él, y que se había quitado las gafas negras en ese momento, también quedó boquiabierto: ambos eran idénticos. Se miraron algo asustados de pies a cabeza, aun incrédulos.
-No, no puede ser –murmuró Ken sorprendido -¿Quién eres tú?
-La pregunta va para ti -Yo pregunté primero -Bah, eso es lo de menos ¡pareces algo así como un clon mío! –exclamó Ken -A diferencia del cabello, sí –aclaró el otro joven, que como decía era exactamente igual a Ken, con el detalle que él tenía el cabello corto -Vaya, esto es de la dimensión desconocida –murmuró el futbolista, marchándose lentamente, sin querer prestarle más importancia al asunto

Ken volteó para ver si sus amigos ya salían, cuando vio nuevamente a la muchacha del encontronazo salir y subirse al automóvil de "su clon", y marcharse juntos.

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Durante el inicio de la tarde Aoshi había estado pensativo, incluso habían tenido que llamar su atención un par de veces durante la reunión de negocios que él y sus padres llevaban a cabo con unos alemanes. -Déjenlo –pidió su abuelo paterno risueñamente, mayor accionista de la empresa, aunque no participaba activamente de ella- El muchacho está enamorado -Eso no justifica su irresponsabilidad –contestó su madre molesta, cuando la reunión hubo concluido -Es cierto, Aoshi sabe que debe estar concentrado en las reuniones de negocios –secundó su padre -Bah, viejos amargados –murmuró el abuelo Futagoza, saliendo tras su nieto- ¡Espera Aoshi!
-Eh¿sí abuelo? –preguntó el joven con respeto -Te he notado distraído ¿pasa algo?
-Nada malo abuelo, se lo aseguro -¿Es por tu novia?
-No, claro que no –respondió Aoshi muy seguro, entrando en su oficina -No sería extraño si fuera por ella –comentó su abuelo, sentándose frente a él tranquilamente -¿Por qué lo dice?
-La tratas como tratarías a tu abuela, que en paz descanse -¿Perdón?
-Que la tratas como si fuera una socia de la empresa: con tanta lejanía y extrañeza, que me sorprende que no te haya mandado a volar XD -¿Mandado a volar? –preguntó Aoshi sorprendido, casi horrorizado por las "vulgaridades" de su abuelo -Sabes a lo que me refiero –contestó su abuelo, encendiendo su pipa- Ésa muchacha, tan vital cuando la conocí, se marchitó estando a tu lado¿acaso no te diste cuenta?
-Ella me quiere –aseguró Aoshi seriamente -Y no lo dudo, pero pregúntate si tú has hecho algo para merecer tanto sacrificio¿no te has fijado? Ella cambió radicalmente su forma de ser, por ti -¿Y qué cree que sería adecuado hacer?
-¿Adecuado¡Qué sería lo que debes hacer! Evaluarte, eso debes de hacer –dijo el anciano, golpeando con una mano el escritorio- Deja ya esta fingida vida y aprende a vivir, hay algo más allá tras de estas paredes -No entiendo abuelo -Pues sería la primera vez que no entiendes algo. Mira Aoshi, eres mi nieto y te quiero, pero creo que así como eres sólo vas a lastimar a tu novia -¿Así como soy?
-Así de amargado, demuéstrale y demuéstrate que puedes ser otro -¿Pero cómo?
-Aprendiendo a vivir otra vida... –concluyó su abuelo, saliendo de la oficina

Algunas horas más tarde, con las palabras de su abuelo aun retumbando en su cabeza, Aoshi parecía diferente, aparentemente planeaba algo. Cuando salió de su oficina se veía decidido a hacer algo, fue rápidamente hacia su automóvil y tomó dirección distinta a la casa de su novia. En minutos se encontraba nuevamente frente al estadio donde estaba la selección japonesa. A su pesar, ya que el fútbol le desagradaba porque él se limitaba a practicar tenis y pesas, entró a las graderías y vio lo que quedaba del entrenamiento, donde Gamo daba indicaciones a los delanteros mientras los demás observaban. Distraído, Ken miró hacia las graderías y se sorprendió de verlo allí. Un impulso curioso lo llevó a salir más rápido que los demás hacia un encuentro que parecía planeado por ambos.
-Necesito hablar contigo –dijo Aoshi seriamente, siendo seguido por Wakashimazu

Ambos subieron al automóvil del primero y se fueron cerca a la playa. -Libertad... –murmuró el joven empresario- Tú no sabes lo que pagaría por tenerla -No te entiendo, sólo sé que pareces tener el suficiente dinero como para ir a donde quieras –confesó Ken -El dinero no lo compra todo –aclaró Aoshi -Sí compraría el terreno del dojo que están a punto de arrebatarle a mi padre –murmuró Ken casualmente -Qué casualidad más extraña –confesó Aoshi- Tú quieres dinero, yo libertad, la oportunidad de vivir otra vida -No te entiendo.
-Será el destino o en lo que quieras creer, pero es realmente sorprendente el gran parecido entre ambos -¿Y qué con eso?
-Se me ocurrió una idea, una idea que quiero poner en marcha y en la que tú entras en juego -¿Cuál? –preguntó Ken desconfiado -Necesito, por un buen dinero de recompensa claro, que ocupes mi lugar por 2 semanas, sólo eso.
-¡Sólo eso! –exclamó Ken horrorizado- Estás mal o qué -¡Piénsalo! En dos semanas puedo perder más que toda la escasa libertad que tengo y tú podrás tener el dinero que necesitas para lo que quieras –argumentó Aoshi, mientras el otro joven abría la puerta del automóvil dispuesto a irse -¿Piensas pagarme? –volvió a preguntar el portero, entrecerrando la puerta -Claro.
-¿Y por qué crees que aceptaría?
-Porque hay necesidades que no se cubren sólo con buenas intenciones...

Ken se quedó pensativo por un momento, la cosa era muy difícil de determinar.
-¿Aceptas o no? Mi tiempo es oro –lo presionó Aoshi, encendiendo el motor de su coche -Eh...está bien –dijo Ken no del todo convencido, cerrando la puerta, logrando que el otro joven sonriera levemente de forma triunfal -Primero, debes cortarte el cabello para que la escasa diferencia no sea evidente -¿Tú también piensas suplantarme?
-Claro –contestó Aoshi seguro, pensando que patear un balón hacia una portería no debía ser tan difícil, sin preguntar siquiera en qué puesto jugaba Ken XD