Disclaimer: Los personajes pertenecen a S.M.
Advertencia: Femslash. PWP. Lemmon. Rosalie&Bella.
Te acercas a su garganta en silencio, disfrutando de su cuerpo que parece derretirse bajo tu toque. Inclinándote, deslizas la nariz por su cuello intentando retener la sensación de su suave piel bajo la tuya. Ella contrae el gesto por la anticipación. Sacas la lengua y recorres su garganta dejando una húmeda estela que luego hará que ella se arrepienta. No te importa. La empujas con más fuerza gozando de su gemido desconcertado.
El aire está cargado de calidez y sensualidad, de sexo e impaciencia. Las cuatros paredes parecen que se alejan y te aplastan al mismo tiempo. Muerdes su pezón y lo tironeas, ella se arquea contra tu boca y gime suavemente. Te gusta cómo cierra los ojos y se entrega devotamente a tus manos sin ni siquiera dudarlo.
Y piensas con crueldad que quizá él nunca la vea así.
Se libera una batalla en tu interior. Sabes que ella no te pertenece en ningún sentido más que en el sexual, pero no puedes evitar pensar que sí lo hace. Porque en el fondo de lo que alguna vez crees que fue tu corazón, encuentras una cálida sensación que envuelve tu cuerpo cuando ella camina hacia ti y sonríe. Y sabes, aunque lo niegues, que darías lo que sea porque ella te devuelve el sentimiento.
Sientes su mano en tu pelo cuando te agachas y lames su vientre, envolviendo su cintura con tus brazos. Puedes notas cómo sus rodillas tiemblan cuando te vas acercando, cómo parpadea rápidamente y muerde sus labios con aún más fuerza.
—Rose…
Es tu nombre en sus labios y enloqueces. Te alejas y la miras fijamente, deseando que esa expresión de placer que se expande por su rostro sea de tu exclusiva propiedad. La besas y la empujas con rudeza contra la puerta del sanitario de damas, reclamándole algo que ella jamás entenderá, envolviéndola en un abrazo del cual no eres consiente. No quieres dejarla ir, no quieres perderla, no quieres que sea de nadie más.
—Bella—gimes con algo que te suena a desesperación, algo que brota del fondo de tu alma y quema las paredes de tu garganta.
Ella no te aparta y piensas que has ganado una batalla. No la guerra, lo sabes, pero ésa batalla te demostró que puedes con todo lo demás. Porque no lo admites en voz alta, pero sientes una infinita satisfacción cuando sus dedos delgados se envuelven en uno de tus cabellos.
Después de ése repentino momento de debilidad de tu parte, terminas lo que viniste a hacer. Deslizas tu lengua por todas partes y la haces disfrutar, haciendo que se mueva inquieta, gima y se corra. No te importa que no te bese después de cumplir el cometido, ni que no te mire mientras se arregla el cabello y se ajusta el pantalón. Ni siquiera cuando se va y te deja semidesnuda, jadeante y húmeda, sientes molestia.
La besaste y ella dejó que la tocaras sin restricciones, y eso te da una luz de esperanza que no piensas apagar. Una luz que, aunque no quieres admitir, es la única que te hace seguir adelante.
¡Muchas gracias por llegar hasta el final! Hace mucho tiempo que no escribía nada, y ya me estaba sintiendo culpable. Si te gustó, deja un comentario, y si no, también. Sugerencias y reclamos son bienvenidas.
Un beso,
Rohe.
