Apple no podía soportarlo más. Había renunciado a escuchar la fuerte voz de su corazón debido al legado que tenía que cumplir como futura reina. Traicionar ese "felices por siempre" solo por…¿amor? No…no podía ser…pero entonces, ¿por qué le enfurecía de sobremanera verla al lado de ese "leñador"?
Ojalá se hubiera dado cuenta antes de que fuera demasiado tarde…pero ahora estaban juntos y ella se dedicaba a verlos desde la distancia y lidiar con un terrible dolor en el pecho. Sin embargo, cuando se daba cuenta de ese sentimiento en seguida movía la cabeza como queriendo sacudir esos pensamientos. –No puede ser…simplemente no puede ser…yo tengo un legado que cumplir. Es mi destino.- Se repetía incontables veces y seguía su camino alejándose cada vez más de la persona con la que más deseaba estar: Ashlynn.
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No podía más. Aunque había intentado por todos los medios no pensar en ella y sólo enfocarse en sus deberes de princesa, en ser perfecta hasta el agotamiento, ese día se dio cuenta de sus verdaderos sentimientos. Ashlynn le había dicho la verdad y ahora que había evitado que Hunter y ella estuvieran juntos la veía más triste que nunca. Creía que había hecho lo correcto y aunque le costaba admitirlo, muy en lo profundo de su corazón un atisbo de esperanza brillaba: un futuro en donde podrían estar juntas, donde Ashlynn solo tuviera ojos y corazón para ella. Pero al volver a la realidad solo podía ver a la persona que más quería deambulando por los pasillos, con la mirada triste. Ni siquiera la miraba a ella y eso le dolía sobremanera. La quería…la quería tanto que estaba dispuesta a dejar ir solo para que regresara su sonrisa.
Así llegó el Día de los Corazones Sinceros. Apple le daría la prueba de su amor sincero. Y así lo hizo: le entregó su flor y le demostró su amor dejándole ir. Creyó que haciendo lo correcto su corazón dejaría de doler, sin embargo esa noche dolía más que nunca.
Regresó a su dormitorio y se echó en su cama y en seguida las lágrimas comenzaron a brotar. Hundió su rostro en la almohada ahogando sus sollozos hasta que escuchó la puerta abrirse. Raven había llegado.
Raven entró a la habitación examinando si Apple ya estaba ahí. En seguida al verla sobre la cama pensó que algo sucedía. –¿Apple…?. Preguntó en voz baja. -¿Estás…bien…? Vio el cuerpo de su amiga estremecerse. Algo no andaba bien. Se acercó en seguida a su cama y titubeante se sentó al lado de ella, con mano trémula tocó su hombro.
Apple se hizo un ovillo al sentir la calidez de Raven. Sabía que su destino era ser odiada por ella y sin embargo siempre se portaba tan dulce que apenas lo podía soportar. Se sentía vulnerable. Sin pensar se abalanzo sobre ella y le abrazó por la cintura llorando sobre su regazo.
Raven se sobresaltó con la acción de la chica, quien simplemente no podía parar de llorar. A comparación de otras veces en donde le había visto hacer berrinche por cosas sin importancia, esta vez casi podía sentir el dolor de la chica en cada sollozo. Había dolor real en su corazón. Mientras le dejaba desahogarse, acariciaba su cabello, como creyó que una madre lo haría, ya que obviamente ella jamás había recibido un trato así de la Reina Malvada. Finalmente luego de un largo rato Apple se quedó profundamente dormida, exhausta de tanto llorar. Con sumo cuidado la acomodó sobre su cama, poniéndole las sábanas encima. Podía ver sus lágrimas abriéndose camino entre el maquillaje que llevaba puesto. Su rostro aún reflejaba dolor. Sentía pena por ella. A pesar de lo mucho que fingía disgustarle, la verdad era que Apple era tan encantadora que ni siquiera ella podía resistirse. Le acarició el rostro con dulzura y le dio un tierno y largo beso en la mejilla antes de susurrarle: -Ya verás que todo estará bien…
