RUROUNI KENSHIN NO NOS PERTENECE, SINO AL MARAVILLOSO NOBUHIRO WATSUKI. HACEMOS ESTE FIC GRUPAL SÓLO PARA DIVERTIRNOS Y COMPARTIR, EN NINGÚN CASO TENEMOS FINES LUCRATIVOS.


NOTA DE LAS AUTORAS Y AUTORES

Queridos lectores, esperamos que disfruten este fic, que es producto del caos y el intento desesperado de hacer algo en lo cual podamos participar todos. Les contamos que cada persona escribió un capítulo, los cuales se irán subiendo hoy y entre los próximos días.

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Kenshin y Kaoru van a casarse por fin y su amigo cabeza de gallo, con ayuda de cierta comadreja, organizó la tan ansiada despedida de solteros. ¿Qué podrá resultar de las maquinaciones siniestras de estos dos?

LA DESPEDIDA (DE SOLTEROS)

Por Gazziero Gumi

Capítulo 1: Claudia Gazziero

Kaoru se miró al espejo desganada, no le gustaba para nada su aspecto. Se había probado todas las tenidas del closet y ninguna le parecía suficientemente seductora para su despedida de soltera. Una fuerte oleada de alegría subió por su garganta al pensar en eso, al fin faltaba sólo un día para ser la mujer de Kenshin Himura. Sí, debía admitirlo, se moría de ganas de ser su esposa.

Se probó uno de sus vestidos de fiesta que había usado para el matrimonio de Misao y Aoshi hacía un año. Le llegaba arriba de las rodillas y el escote en "V" la hacía parecer mucho más voluptuosa. ¡Ese era el indicado! Hacía un juego perfecto con sus ojos azules.

Hizo unas cuantas poses sensuales en el espejo, revisó su maquillaje ligero y suave y se aprestó a salir de la habitación. Al abrir la puerta se topó de frente con él: Kenshin, su prometido y el único hombre que lograba hacerla soñar y desear estar con él el resto de su vida; aunque en esos tiempos aquello fuera una verdadera locura.

—¿Estás lista, querida? —preguntó él, sensualmente, y devorándola con la mirada.

—¡No me llames "querida", es anticuado!

—Querida, ¿estás lista? ¿Piensas ir con ese vestido? —Inquirió, como si hubiera visto un fantasma.

—¡Por supuesto! ¿Tiene algo malo? —respondió desinteresadamente, mientras se acercaba al espejo para arreglar por última vez su largo cabello azabache.

No podía dejarla ir así a su despedida de soltera, ¡todos los hombres disfrutarían la vista de sus largas y torneadas piernas! No podía permitirlo. Aunque Kenshin Himura se había propuesto no ser un hombre celoso, con Kaoru nunca se sabía. Era realmente difícil ser pareja de ella y no transformarse en un obseso maniático y amante de la ropa holgada. Y es que el ser deportista le venía fabuloso a la chica, ya que su cuerpo delgado y tonificado no tenía nada que envidiarle a las actrices de Hollywood.

—¿Me prometes que no pensarás en otros hombres? —Susurró, abrazándola por la espalda y recostando su cabeza en la curva de su cuello.

Kaoru rió, aunque Kenshin era un respetable maestro de las artes marciales, que podía darle paliza a cualquier sujeto, a veces se mostraba de lo más inseguro. Acarició su cabello cobrizo y le dedicó la más dulce de las sonrisas. —No tienes de qué preocuparte, sólo tengo ojos para ti.

Si Kenshin tuviera que pedir un último deseo antes de morir, sin duda sería ese: escuchar a su Kaoru declararle su amor incondicional, con aquellos labios suaves y delicados, y el rubor naciente en sus mejillas. Probablemente ella no estaba consciente de eso, ya que a pesar de todos los encuentros apasionados que habían tenido, ella seguía siendo inocente; pero era la mujer más sexy que había conocido. La obligó a voltear y la besó apasionadamente. No hallaba la hora de tenerla en sus brazos la noche siguiente.

Sí, Kaoru era virgen. No sabía cómo pero ella había sido muy férrea en sus convicciones; y él no había podido sacar más que besos apasionados y encuentros sexuales coartados con ella. Debía admitirlo, estaba que moría de deseo por esa mujer, pero no era sólo eso lo que anhelaba de ella. La quería en todos los sentidos, cuerpo y alma, en sus días alegres y cuando le lanzaba todos los objetos de la habitación por una discusión sin mayor importancia. ¡Oh, sí! Después de tantos años jugando, Kenshin Himura se había enamorado de una inocente y respetable doncella.

—Kenshin, espera… —Jadeó ella en sus brazos.

Sus palabras lo decepcionaron un poco, estaba comenzando a hartarse de esperar. Sin embargo, era lo mejor. Había esperado tanto para eso que no podía conformarse con hacerlo en la habitación de Kaoru, en la casa de su padre, antes de la noche de bodas. Así no sería la maravillosa primera vez de su mujer.

Como todo hombre (idiota), Kenshin había contado esto a sus amigos y, aunque se burlaban un poco de él, alababan la fuerza de voluntad de Kaoru. Sanosuke Sagara, su discípulo más antiguo, había organizado las despedidas de solteros de ambos, y esperaba que no hubiera mandado a las chicas a un antro de perdición en medio del barrio rojo y con vedettos con poca ropa por doquier. Bueno, si tenía que ser sincero admitía que estaba preocupado. No confiaba en las intenciones de su amigo cabeza de gallo (por su extraño peinado), pero las chicas se habían mostrado conformes. Hacía un año él había organizado la despedida de soltera de Misao, y las chicas, a pesar de que no revelaron nada, habían quedado de lo más felices.

Quizás sólo estaba pensando demasiado sobre eso. Su Kaoru era inocente, y tenía la convicción de llegar virgen al matrimonio, ella no aprobaría que hubiera hombres sacándose la ropa y bailando en su cara, mientras le daban una cantidad de alcohol suficiente para que se desinhibiera y decidiera olvidarse de Kenshin por una noche. Su corazón latió preocupado. ¡No, no y no! Debía dejar de pensar en esas cosas.

—Está bien… esperaré afuera.

Ella sonrió. Otra vez ese hechizo mágico para tranquilizarlo. Había escogido (por fin) a la indicada.

—Gracias, querido.

Y sí, ella sí que sabía cómo hacerlo feliz. Le cerró un ojo seductoramente y salió de la habitación cerrando la puerta tras de sí. Una noche, sólo faltaba una noche para que ella fuera su mujer en todo el sentido de la palabra. Debía ser paciente, había esperado tanto, una noche no significaba nada.

—¡Kenshin, amigo! —Escuchó la voz de Sanosuke tras de sí—. ¿Estás listo? Ya nos vamos…

Algo en su mirada le daba mala espina. —Sólo espero que salga Kao, para despedirme.

—No es necesario, vamos… —Insistió, mientras lo jalaba de la manga de la chaqueta.

¿Qué? ¿Cómo no iba a ser necesario? Reprobó a Sano con la mirada. —Será mi esposa…

El castaño farfulló. —¡Está bien, pero que sean cinco segundos!

Kenshin respiró profundo e intentó apaciguar sus inseguridades. No era que no confiara en Kaoru, era sólo que… no confiaba en sus habilidades para mantener el amor de una mujer joven y hermosa. Era mucho mayor que ella, y también estaba mucho más acabado. Había tenido demasiada suerte de encontrarla, suerte que no merecía, por supuesto.

Tocó la puerta despacio. —Kao, ¿puedes salir un momento?

—¡Estoy ocupada, Ken! —Escuchó del otro lado.

—Con los chicos ya nos vamos…

—¡No te preocupes, nos vemos mañana en la mañana! ¡Te amo, Ken!

Dios, ¿por qué no quería que la viera? ¿Es que acaso de había vestido aún más osadamente? Aquello olía mal, muy mal. —Kaoru… —Suspiró.

—¿Kenshin?

Su voz se oía como si estuviera también junto a la puerta. No pudo reprimir más sus inseguridades. —¿Me prometes que no mirarás a nadie más?

—¿Me lo prometes tú?

Por supuesto que sí, hacía más de un año que sólo tenía ojos para ella. —Sólo tengo ojos para ti.

—Entonces yo también, sólo pensaré en ti.

Suspiró un poco más tranquilo. —Buenas noches.

—Buenas noches, querido.

CONTINUARÁ…


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Publicación: 26/01/2014