Aclaraciones: Game of Thornes y sus personajes no me pertenecen.
Spoilers de la última temporada.
Besada por Nieve
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Uno... dos... tres...
Se levantó lo más rápido que pudo y ¡plaf! la bola de nieve golpeó el rostro de su amigo. Las carcajadas le brotaron de la garganta instantáneamente.
—¡Ahora verás! —la advirtió mientras corría tras ella.
Kendra huía lo más rápido que podía, así pasaba las tardes desde que había llegado al Castillo Negro. Padre no había querido a los cuervos ni a los sureños, al igual que el resto de su gente, pero Jon Nieve y la Reina Dragón eran diferentes. Juntos habían montado dragones y derrotado a los Otros... o eso le habían dicho. ¡Cómo le hubiese gustado verlo! Ella se había quedado en las criptas mientras su padre peleaba junto al Pueblo Libre... pero él nunca regresó. Su cuerpo fue quemado en la pira funeraria, mientras lagrimas saladas se derramaban por sus mejillas.
Poco a poco Kendra estaba sanando. Tenía amigos, comida caliente, leña y pieles abrigadas para protegerse del frío. Pero por las noches, cuando dormía, los cadáveres salían de sus tumbas ancestrales para cazarla. Sus dedos huesudos la agarraban del pelo y sus bocas podridas le devoraban la carne tierna de las mejillas.
El corazón le palpitaba fuerte contra el pecho cuando Vurk la atrapó, tomándola en sus brazos, dando vueltas, haciéndola girar. El gruñido rompió la calma, las piernas de Vurk fallaron y ambos acabaron en el suelo. El sonido venía del cielo y era inconfundible. El dragón voló por encima de Kendra y por unos momentos fue de noche bajo su sombra. Lo vio sobrevolar el Castillo Negro y alejarse más allá del Muro, por alguna razón Kendra sintió que su rugido era triste.
Tormund
Estaba oscuro, no había luna y las antorchas eran de poca ayuda, pero gracias al lobo encontraron algo que definitivamente no esperaban.
Sola y silenciosa, en un claro nevado, yacía la Reina Dragón. Fantasma le lamía los dedos inertes como esperando una caricia. Con cuidado, Tormund se acercó a ella. Tenía los ojos cerrados y los labios morados. Su cabello besado por la nieve estaba despeinado, rastros de sangre seca le manchaba las mejillas, y lo más importante: una daga estaba incrustada en su pecho.
Uno de los hombre emitió un silbido y se relamió.
—Incluso muerta es bonita. Quizá todavía sirva para... —Comenzó a hacer movimientos obscenos. Fantasma gruñó mostrando los dientes y Tormund se volvió para golpear al salvaje en la cabeza—. No era en serio —se defendió.
Tormund lo golpeó otra vez y con voz amenazante advirtió:—Cállate y ve por madera.
Se inclinó y extrajo el puñal. Estaba profundamente enterrado. ¿Cómo se habían acercado tanto a ella? ¿Qué había pasado en el Sur? ¿Dónde rayos estaba Jon Nieve? ¿Estaría muerto también? Malditos sureños...
—Armen un pira.
