Los personajes de esta historia no me pertenecen, son propiedad de Kyoko Mizuki. Esta historia es solo con fines de diversion, no lucrativos.

.

YO TAMBIÉN LA QUIERO.

.

VERSION DE TERRY.

Candy… Si existiera algo en este mundo que me ayude a olvidarte... Algo que haga que mis ojos se rehúsen a llorar por ti.

Cierro los ojos y veo tu sonrisa. No puedo maldecirla, pero está acabando con mi cordura. Tu voz todavía resuena en mi mente como si la estuviera escuchando.

El sabor de tus labios... -¡oh, Dios! Solo fue un beso, pero se quedó impregnado debajo de la piel de los míos...

Candy, ¿por qué te conocí? Si así me iba a doler perderte hubiera preferido que pasaras de largo en mi vida.

A duras penas dormí un poco. Obligué a mi cerebro a no soñar contigo. Si lo ha hecho, mi memoria ha sido piadosa y eliminó el rastro de ese sueño… Me siento un poco repuesto. A ver cuánto me dura el gusto.

Me levanto mareado por haber dormido poco. Voy a la ducha. Antes mientras me bañaba pensaba en ti y...

Ahora, ni por consolarme un poco quiero tu recuerdo. Quiero desterrarte desde lo más profundo y nunca volver a pensarte. Hoy tengo que llegar al ensayo más temprano... sí, mientras más tiempo pase ahí mejor.

-El amor es una nube que flota sostenida por un suspiro...

¿Delicado el amor? No, es duro y áspero y agresivo; es punzante como el espino.

-¡Buenos días Terry!

-¡Buen día Robert!

-¿Estás listo para el ensayo?, hoy tendremos abarrotado hijo…

-Da lo mismo que esté o no listo, ya estoy aquí...

-Terry, no sé si quieras tomarte unas vacaciones... claro que, después de la temporada… entiendo que estás alterado por lo de Susana...

-Robert te agradezco, pero la verdad es que prefiero estar trabajando.

-Necesitas calmarte. Así nervioso, alterado, no me sirves... perdón que te lo diga Terrence, pero necesito verte otra actitud. Estás representando a Romeo hijo, no a Otelo. Esa pasión, ese empuje, esa frustración… ¡sácalas en el escenario, explota en el escenario!

A veces me parecen tan estúpidos los comentarios que haces Robert...

-¿Eso que tiene que ver conmigo?¿Otelo...?

-Nada Terry, yo sólo decía que...

-Por favor Robert. Mejor no digas nada. Mis problemas personales son eso; personales. No intervengas.

Espero que hablándole claro lo entienda, mejor será que se largue de una vez, que me deje trabajar, que a eso vengo...

-¿sabía yo lo que es amor? - ojos, jurad que no. Porque nunca había visto una belleza así.

Candy... nunca había visto una belleza así. Tarzán pecosa. No te vayas...

-Tan herido estoy que no puedo cruzar el umbral de mi tristeza. El peso del amor me aplasta...

No puedo con esto. Me rebasa por completo. Será mejor que me vaya...

-¿Y ahora a dónde vas? Terry, no has terminado de ensayar... ¡Terrence regresa!.

-Tal vez tengas razón… Adiós Robert.

-¡Cómo que adiós… tenemos un contrato Terrence!.

Necesito tomar algo, despejar mi mente, si tu recuerdo me ahoga Candy. Mejor me ahogare en el vino, por lo menos no es tan doloroso…

-Sírvame una botella de whisky.

-Enseguida

Susana, ¿en qué momento se sintió con el derecho de pedirme que... no, no fue ella... Qué poco valor al culpar a otros por mis cobardías. A veces siento que me parezco al honorable Duque más de lo que yo quisiera… Candy, juré que cuidaría de la persona que amo... y también fallé. Te dejé ir.

Dejé el Colegio, dejé a mi madre, a mi padre...

Dejaré a Susana. No puedo atarme a ella. No la amo y ella lo sabe. Esto es absurdo. Estoy viviendo como una sombra. No es justo para mí… y apenas ayer te fuiste Candy, no, no quiero el resto de mi vida como este día.

¿Por qué he permitido esto? Candy. Eres de lo único que estoy seguro. Eres lo único que tengo y por lo cual me aferro. Necesito verte de nuevo. ¡Voy por ti!

-¿Cuánto le debo?

-¿No quería la botella completa?

-Cambié de opinión.

-Sólo pague la bebida, está bien así...

No avisaré a Robert, no iré a casa por ropa, no quiero cambios de opiniones ni encontrarme a nadie que me estorbe. Esta vez nadie se va a interponer... Es largo el viaje. Tiempo, ayúdame. Por favor, sé tú mi aliado. Chicago está lejos... y Candy, viniste desde allá a verme.

Llevo mucho rato manejando... quisiera parar, pero tengo que llegar. Los caminos están nevados. De haber sabido mejor hubiese tomado el tren...

No voy a quejarme, tengo que llegar hoy, saber que estas bien...

¡He llegado a Chicago! Es increíble que aunque estoy cansado y hambriento lo único que quiero es verte...

Pero no puedo dejar que me veas en este estado. Soy una facha.

Qué hago, ni siquiera traje suficiente dinero para hospedarme aquí. En qué estaba pensando... Bueno, dormiré en el auto. Sólo espero que estés ahí... Me dirijo a la recepción, esperando no encontrarme con la enfermera amargada de aquella noche.

No, es alguien más… estoy con buena suerte, me acerco un poco más aliviado.

-Buenas noches señorita, ¿podría usted decirme si se encuentra aquí la señorita Candice White?

-¡Candy! No sé nada de ella, creo que no se ha presentado a trabajar.

-¿Sería mucha molestia me dijera dónde vive?

-No puedo decirle, no estoy autorizada a dar esa información.

-Por favor, me urge encontrarla. Se lo ruego.

-Le digo que no puedo. Si le doy esa información puedo perder mi trabajo.

La más típica y tonta respuesta que alguien puede dar. ¡Yo estoy perdiendo mi vida sin ella señorita!... Ella que sabe. Ni siquiera es su problema...

-Está bien... esperaré afuera por si acaso viniera temprano.

Me dirijo al auto a esperar. Mi estómago me duele, hace más de doce horas que no pruebo bocado. Iré por algo para comer.

Pasa de las once de la noche. Ya no hay nadie en la calle. Tal vez algún borracho. Pero nadie más. Es inútil, no encontraré nada. Mejor regreso. Empiezo a dormitar en el auto. Es incómodo. Hace mucho frío. Está nevando. Pero Candy, por encontrarte todo vale la pena.

No sé cuánto tiempo llevo aquí, estoy entumido. ¿Por qué no guardé el domicilio de una de tus cartas? Ya estaría contigo en estos momentos...

-¿Pero qué hace ahí afuera? ¿Cómo se le ocurrió? ¡Puede usted morir de pulmonía!

-Para eso quería ver a Candy, ella es... mi prima, y me daría alojamiento, pero he perdido la nota donde apuntó su domicilio.

-¡Oh joven! Disculpe. Pensé por un momento que Candy corría peligro si le daba su dirección.

-¿Acaso parezco un delincuente?

-No... no es eso... permítame, tardaré un poco buscándolo.

Ya se ha tardado unas horas, qué importa que tarde un momento más...

-Aquí tiene, es la dirección... pero, son las dos de la mañana. Mejor pase y quédese aquí en la recepción. Le traeré un café caliente y galletas. ¡De verdad discúlpeme!

-Muchas gracias señorita.

-Es lo menos que puedo hacer, si Candy se entera que trate mal a su primo se enojará conmigo. Yo la estimo mucho.

-No me ha tratado mal. Yo a usted le agradezco que no le dé el domicilio de Candy a cualquier persona.

Después de devorarme las galletas y tomar ese café cargado y caliente me sentí con energía de nuevo…

-¡Muchas Gracias señorita!

-¿No va a esperar a que amanezca?

-No, tengo mucha urgencia en entregarle un mensaje.

-¡Que le vaya bien. Envíe mis saludos a Candy! Espero verla pronto.

-Yo le daré sus saludos. ¡Hasta luego!

No estoy para mensajero, pero se portó bien conmigo al no dejarme morir de frío y hambre... ¡qué importa!

Mientras conduzco me siento más ansioso que en toda mi vida pecosa. ¿Por qué no has venido a trabajar? Espero que estés bien. Qué bruto soy, tal vez hasta habías pedido más días para estar conmigo en Nueva York. Candy, ¡mi vida! Ahora cómo me presento frente a ti. Son las 2:30 de la mañana y cada minuto me parece eterno.

Albert seguro está ahí. Llamaré a la puerta, tal vez me escuche...

Qué pena me dará presentarme así. Pero ya no importa. Si tú me amas como sé que lo haces, no te importara verme ojeroso, despeinado, cansado... ¿me amas Pecosa? Aún no me lo dices, ni yo a ti. Qué tonto, mil veces tonto Grandchester...

Mi corazón late fuerte. Mis manos tiemblan. En parte por el frío, en parte por la emoción de verte de nuevo. Como si hiciera un año de no verte...

Magnolia...

Entonces ¿Aquí vives Candy? Estoy temblando. ¡No me controlo! ¡Rayos! ¡Qué me pasa!

Debe ser aquí. Sí. Es el número. Tocare la puerta…

-Voy en un momento.

Es Albert… No sé si me recuerde...

-¿Si? ¿Diga?

-¡Albert! No me recuerdas. Soy Terry. Perdona la hora de llegar, pero necesito verla. Sé que no son horas adecuadas, pero... hasta ahora me dieron su dirección en el hospital.

Su rostro se transformó, perdió la mirada serena que tenía al abrir la puerta a pesar de la hora. La amabilidad de su tono, se volvió fría y mirándome de arriba a abajo, me pidió que pasara.

-¿Dónde está Candy? Albert, ¿cómo está?

-¿Dónde te imaginas que está? y ¿cómo te imaginas que está?

-Albert... yo vengo desde Nueva York...

-¿Y eso que mérito tiene?

-No...Ninguno... creo, pero estoy aquí por ella, dejé todo en Nueva York por ella. Dejé la compañía, dejé a Susana, dejé todo...

-Y quieres aplausos supongo.

-¿¡Qué te pasa Albert!?

-¡No!, ¡¿qué te pasa a ti?!

Este hombre me está desesperando, quién se cree para cuestionarme así. Si no recuerda quién soy y lo que tenemos tú y yo Candy, tampoco creo que se deba poner en papel de juez.

-Me pasa Terry, que Candy está mal. Se fue a verte a Nueva York. Se fue con una enorme sonrisa en el rostro. Sus ojos brillaban de emoción. Brincaba por todo este departamento contando los días para verte. Madrugó y se fue sola, caminando en el frío a la estación de tren. La imagen de ella alejándose en ese clima por buscarte me rompió el corazón, pero aminoraba mi pena el verla feliz aunque fuera contigo... Llega aquí siendo otra. Su mirada es apagada. Su sonrisa ya no está. Llegó con mucha fiebre. Enfermó por ir a verte...

Cuando no está durmiendo llora y sé que es por ti y cuando duerme sueña contigo y también llora. Y tal vez me estoy equivocando al decirte todo esto, porque no mereces saberlo. Entonces llegas tú, con tu aire de héroe. A decir que llegaste desde Nueva York, que dejaste todo... eso para mí no es relevante. Ella también lo hubiera dejado todo. ¿Qué quieres? ¿Qué buscas aquí?

-No te metas en esto Albert. La quiero a ella.

-¡Yo también la quiero! ¡Y no pienso permitir que sigas lastimándola! -me dijo mientras hundía su dedo en mi pecho.

Albert, ¡pedazo de cretino! Por mucho que la cuides no tienes por qué hablarme así. Tú la quieres, yo la amo. Tú la cuidas, pero ella es mía, lo sé.

-Albert no vine desde Nueva York a que seas tú quien me diga si puedo verla o no. Ella deberá decidirlo. Ahora, te pido de la manera más atenta me digas dónde está. Porque no me iré sin haberla visto.

-No es hora de visitar a una dama. Te advierto...-dijo tomándome de las solapas de mi saco.

-¡Tú no me adviertes nada! Interrumpí su amenaza quitando violentamente sus manos de encima.

Me miró furioso. No me importa, ni Albert, ni Susana, ni el frío, la distancia, el sueño... nada me iba a detener.

Entré a la primera habitación. Ahí estás... Candy... mi amor.

Mis ojos parecen tener emociones propias. Yo me concentro en no perder detalle de tu rostro y ellos sin que yo de autorización comienzan el llanto.

Candy, qué tienes... me acerco a ti. Te tomo de las manos, me hinco junto a tu cama.

-¡Mi cielo, despierta! Aquí estoy...

VERSION DE ALBERT

Son las 2 de la mañana, la fiebre ya está cediendo.

-Candy, preciosa. Aquí estaré a tu lado. Me siento tan bien en retribuir un poco de lo mucho que tú has hecho por mí.

Podría estar admirándote toda la noche. Eres una visión que no cansa.

Me siento como un traidor Candy. Tú me has ayudado y has sacrificado tanto por mí... yo cómo te pago, enamorándome de ti... valiente forma de agradecer la mía.

Perdóname. Fue algo que no pude evitar. Hasta hace unos días luchaba con la idea.

Cuando te fuiste a Nueva York... a verlo... tenía la sospecha. ¿Por qué sentía eso?

¿Por qué, deje de verte como la buena amiga enfermera que me ayudaba y comencé a verte y a desearte como algo más?

Ayer, Cuando volviste de Nueva York lo entendí todo. Me dolió tanto verte así. Preferiría haber enfermado y haber sufrido yo antes que verte a ti... así... por él.

Candy... mi error lo pagaré yo, callando lo que siento. Tú no debes enterarte. Al menos por ahora.

Tú lo amas a él. Lo sé. Y aunque él ya decidió un camino sé que tardarás en olvidar.

Estaré esperando que eso suceda.

Tengo una enorme ventaja que él no tiene, ni siquiera por ser el dueño de tu corazón… el que vive contigo, soy yo.

Alguien está tocando la puerta... no es posible. No es hora de llamar...

Espero que no sea una urgencia o mala noticia.

-Voy en un momento -contesté. -¿Si? ¿Diga?

-¡Albert! No me recuerdas. Soy Terry. Perdona la hora de llegar, pero necesito verla. Sé que no son horas adecuadas, pero... hasta ahora me dieron su dirección en el hospital.

Terry... con que éste idiota es Terry. Ay Candy, por este tipo estás tan deprimida.

No sé con qué derecho viene a buscarte a estas horas... Oh, Candy, sólo espero que no te hayas equivocado con él en Nueva York...

Lo dejaré entrar. Aunque quisiera, ¡no puedo azotarle la puerta en la cara!

-Adelante, pasa…

-¿Dónde está Candy? Albert, ¿cómo está?

-¿Dónde te imaginas que está? y ¿cómo te imaginas que está?

-Albert... yo vengo desde Nueva York...

-¿Y eso que mérito tiene?

-No...Ninguno... creo, pero estoy aquí por ella, dejé todo en Nueva York por ella.

Dejé la compañía, dejé a Susana, dejé todo...

-Y quieres aplausos supongo.

-¿¡Qué te pasa Albert!?

Le he dicho una sarta de verdades a este engreído, y con gusto le propinaría unas verdades en el cuerpo para que le quede más claro, viene así como si nada… me imagino el tipo de persona que es…

Estoy perdiendo la paciencia con el actorcito.

-No te metas en esto Albert. La quiero a ella.

-¡Yo también la quiero!

¡Por Dios! ¡Qué dije! Ni modo, ya lo sabes, y si tú me escuchaste Candy, ahora sabes que te quiero y que no estás sola en esto...

¡Y no pienso permitir que sigas lastimándola! -le grité empujándolo con mi dedo, quería empujarle el puño completo en la cara.

-Albert no vine desde Nueva York a que seas tú quien me diga si puedo verla o no. Ella deberá decidirlo. Ahora, te pido de la manera más atenta me digas dónde está. Porque no me iré sin haberla visto.

Estúpido engreído, ¿quién se cree este imbécil? ¡Venir a decirme que hacer, a mi!

-No es hora de visitar a una dama. Te advierto...le dije tomándolo de las solapas de su saco.

Me dijo, que yo no le advirtiera nada y se zafó de mi agarre...

Quería deshacerlo. Llegó muy amable, tratándome como si fuera su gran amigo. Candy me dijo que fuimos amigos. Es una de las cosas que agradezco de haber perdido la memoria. Ser amigo de un tipo como éste... ¡ni pensarlo!

El entró a tu cuarto Candy... ojalá no lo veas, no lo escuches... le doy cinco minutos o entraré y lo sacaré a patadas...

VERSION DE CANDY

¡Teerryyy!...

Fue lo único que atiné a decir...

Esa visión, su cabello alborotado, sus ojeras, su capa mal puesta... tenía una expresión de cansancio.

Por un momento supe que estaba soñando, con Terry en el limbo, justo donde yo me encontraba en ese momento.

Se hinco junto a mi cama, acarició mi mejilla. Me hablaba y decía algo mientras creí verlo llorar.

Es un sueño... definitivamente no creo que Terry lloraría por mí.

Se acercó a mi rostro, sentí su respiración cálida, sus labios... tan diferentes al beso en Escocia.

No, no es Terry. Mi mente me hace bromas de muy mal gusto... pero se lo agradezco. Si voy a vivir de imaginarme así con él, que así sea, su voz es real, su aroma, su calor... Terry... esto es un sueño mi amor, pero es mil veces mejor que vivir en la pesadilla de la realidad...

-No es un sueño Candy

-Sí lo es, como todo lo que viví contigo en Londres... se ha quedado atrás Terry. Luego, verte en Nueva York... Susana... todo ha sido un sueño.

-¡No Candy! Aquí estoy pecosa de mi alma. Despierta mi cielo...

De repente, tuve una idea...

-Pero... ¿Qué te pasa Candy?

-¡Perdóname Terry! -despertando completamente de mi letargo, comprobé que no era una visión, ni un sueño... le había soltado una bofetada.

Mi mano todavía me ardía cuando vi como sostenía su mejilla y me sentí confundida y apenada...

-¡Terry! -Grité -¿qué haces aquí?

-Pues vine a seguir al amor de mi vida. Sólo eso Candy... ¿y el golpe?

Perdóname Terry, te lo ruego. Creí que estaba frente a un sueño. No quería despertar... ya te he soñado y al darte la mano o abrazarte... te esfumas y duele... duele mucho.

-No Candy, no soy un sueño, pero... ¡eso dolió! Te va a costar Candy...

-¿Cómo?

-Sí pecosa, vas a tener que perdonarme por haberte dejado regresar sola. Te mandé un boleto sólo de ida porque mi plan era convencerte de que te quedaras a vivir conmigo, tú y yo en mi departamento. No sabía cómo decirte lo de Susana.

-¡Susana! Terry, ¿qué pasó con ella? Yo le dije que tú estarías a su lado...

-Pues hiciste mal Candy, no puedes dar por hecho lo que tú crees que es correcto. Ni decidir por los demás. No eres la mamá de los pollitos Candy... deja de querer arreglarle la vida al mundo entero. Al decirle eso a Susana decidiste por mí.

-Nunca me dijiste que me amabas... yo, sólo te vi con ella en los brazos y tu cara de angustia al verla tan mal... Terry, mi corazón no es tonto... creí que te había perdido... creí que ella se sentía con algún derecho sobre ti al querer que te quedaras a su lado. Mientras venía de regreso a Chicago mi mente ató cabos... tú y Susana... supongo que yo salía sobrando, por eso estabas tan frío y distante conmigo. ¡Te involucraste con ella Terry! ¡Y la tonta de Candy soñando con repetir el beso que me diste en Escocia!

-¡Candy! ¡no es verdad!

-¿Entonces porque ella se sintió así por ti?... no me digas que por los besos de los ensayos, eso no te lo creo Terry…

-Candy, te digo la verdad y te exijo que me creas. Así como cuando yo creí en ti y en Albert cuando me confesaste que vivían juntos... ¡Candy escúchame!

Susana me confesó estar enamorada de mí, eso es cierto. Pero yo jamás le di una sola esperanza. Ella sabe que te amo. Incluso ahora que no estoy a su lado, deberá suponer que estoy contigo...

-Y ¿la vas a dejar sola?

-No está sola. Tiene a su mamá.

-¡Terry no seas cínico!

-No lo soy... Candy, tu no tuviste mamá y eres una gran mujer. Ella tiene ese apoyo. No la compadezcas por favor...

-Pero, su trabajo...

-Hablé con Robert, mi jefe. Le dije que estaba dispuesto a pagar una mensualidad de mi sueldo para ella. Me dijo, que soy un mocoso... que todos los actores estamos protegidos por un seguro, que en el caso de Susana ya está siendo efectivo. Candy, el accidente no fue mi culpa...

-Lo sé Terry...

-Entonces pecosa... ¿por qué me tratas así? Vine aquí por ti. Quiero casarme contigo Candy. Tener una familia contigo. Por primera vez en mi vida sé que estoy haciendo lo correcto.

-Candy... ¿está todo bien aquí? -Preguntó Albert.

-Sí Albert, pierde cuidado. Todo está bien.

-Estaré en mi habitación Candy. Por si necesitas algo. Terry, ya preparé el sofá con unas mantas para que te cubras. En la cocina hay leche, galletas y guiso por si tienes hambre.

-Gracias Albert...

-No lo hago por ti, es por Candy, a decir verdad te agradecería la dejaras descansar, ella no puede atenderte ahora y si te has dado cuenta, está enferma, ten un poco de consideración…

Terry volteó a mirarme y arqueando los ojos y con un suspiro de molestia me dio un beso en la frente y se puso de pié.

-Te veo en un rato más pecosa linda. Descansa.

Terry y Albert me sonrieron y cerraron la puerta tras ellos...

Mi mente era una bola de estambre enmarañada. No, era mi cabello enredado, en la mañana... si, ¡eso era! Terry aquí en mi departamento. Dejó Nueva York. Se meterá en problemas, están en plena representación de Romeo y Julieta. No quiero que pierda su trabajo…

¿Qué pasará ahora? Necesito dormir, no... ya he dormido mucho.

No dejaré a Albert por seguir a Terry a Nueva York. Albert me necesita, es mi amigo, más bien... mi hermano.

Sentí mis energías recargadas y me levanté. Eran cerca de las tres de la mañana. Salí de mi cuarto y escuché roncar a Albert. El cansancio lo venció, pobre, me ha estado cuidando... me dolía mucho la cabeza. Tomé mi temperatura, tenía fiebre... tomaré un antipirético y un baño para controlarme... en el sofá no estaba Terry, fui a la cocina y ahí estaba, comiendo galletas, una rebanada de pan que imagino Albert había horneado y un vaso de leche.

-Discúlpame pecas... estoy invadiendo tu despensa.

-Terry, no pienses así. Vine por unos medicamentos, los tengo justo aquí...

Y de una pequeña puerta, saqué mi botiquín. Revisé lo que había y tomé un par de cosas que me servirían.

Terry me miraba... y yo... no podía creer que estuviera con él, en la madrugada, en mi departamento.

-Cásate conmigo Candy... no tengo una argolla... vine con el dinero justo para... ni siquiera para hospedarme en otro lugar y no causarles molestias...

Dijo Terry apenado.

-Shhhh, -me acerqué muy poco a él, no quería contagiarlo, parecía un simple resfriado, pero me dolía mucho el pecho... podría ser algo grave.

-No digas eso Terry. Donde yo esté siéntete como en casa. Si es mi despensa, toma lo que gustes... voy a tomar un baño...

-¿A estas horas?

-Sí, tengo fiebre. No me siento bien.

-Candy, ¡Perdóname!

Me abrazó mientras sentí como temblaba y se quebraba su voz. Esto es mi culpa.

-Terry, basta de culpas... mañana hablaremos, ¿está bien?

-Sí mi bello tarzán.

Cuando salí del baño me sentía mejor, vi a Terry durmiendo, también estaría agotado por el viaje.

Pronto va a amanecer. Me reportaré en el hospital. ¡Qué torpe! No pedí permiso para ausentarme... ya debo estar despedida... lo averiguaré más tarde…