Capitulo Uno
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(Era de los Clanes Guerreros, País de la Lluvia)
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En este mundo existen cosas que se supone nadie debería de recordar. Que Ayato no debería de recordar. Ayato no debería de recordar el vacío de la muerte. El frio estremecedor que recorre su cuerpo a pesar de las sabanas encima de él. Él no debería de recordar cómo se siente desvanecerse, la transición entre la vida y la muerte, ni la calma que le trajo en sus últimos momentos. Él murió lleno de dolor en una cama de hospital por culpa de una enfermedad de la que no había cura.
Para la mayoría de los adolescentes, es difícil pensar que pueden morir de cáncer, especialmente cuando sus mentes suelen estar ocupadas en cosas más importantes. La chica que te gusta, los exámenes finales y salir con tus amigos. Para la mayoría de las personas, el cáncer es una enfermedad distante que solo les ocurre a personas viejas o el pariente de alguna amistad, quizás es por ese motivo que su enfermedad tomo a la familia por sorpresa. El doctor les explicó a sus padres que probablemente era el resultado de genes defectuosos. Pero a Ayato no le importan las explicaciones, le importaba el hecho de que estaba enfermo y no había cura.
Le importaba el hecho que estaba muriendo.
Es curioso lo rápido que esos recuerdos regresaron por culpa de una única palabra. Todo lo que le tomo a Ayato para congelarse en el lugar, fue su abuelo preguntándole a su madre si ella quería contratar un shinobi para cuidar la granja.
Shinobi. Una única palabra en referencia a una profesión causa que una vida entera de recuerdos inunde su mente. Ayato recuerda una historia que relata un mundo de ninjas y chakra, de heroísmo y villanía, donde los demonios caminan sobre la tierra y malévolos dioses duermen en la luna. Ayato recuerda una vida distinta a la que tiene ahora. Él recuerda haber estado enfermo y morir.
El corazón de Ayato palpita duro en sus oídos y todo se vuelve rojo.
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En su defensa, Ayato no pretendía prenderle fuego al granero.
Simplemente sucedió, porque Ayato recordó lo que se siente morir y todo se puso rojo y él tiro la lampara que sostenía en la mano y-
Bueno, ahora el granero está en llamas. Causa semejante conmoción en la familia. Su madre lo arrebata del lugar y lo acerca al pecho, como si acaso ocultar las llamas de su vista va a protegerlo. Su abuelo, siendo el hombre pragmático que es, corre por un balde de agua.
Una vez las llamas desaparecen, Ayato se libera del agarre de su madre y se maravilla de las cosas que puede ver ahora. Cosas que no podía ver antes o no podía percibir, aparentar ser obvias. Puede predecir por la forma en que las partículas de polvo se mueven, que su madre moverá la mano para tocar su mejilla, puede predecir el movimiento de su abuelo, y es molesto, porque Ayato no puede entender nada de lo que esta pasando.
Todo lo que hizo fue asustarse al recordar lo que se siente morir y luego el mundo se puso rojo.
"Mierda." Ayato suspira, en algún lugar entre el letargo y la histeria, "Oh, mierda."
Su madre lo reprocha con la mirada. "Cuida ese lenguaje, muchacho."
Su abuelo, por otro lado, suelta una carcajada, "Deja que el niño maldiga," él dice y mueve una mano, "Acaba de descubrir que tiene Sharingan, después de todo."
Ayato hace un ruido leve de desesperación. Él no quiere un Sharingan, porque si acaso sus nuevos recuerdos no mienten, eso significa que Ayato pertenece a un clan de locos megalómanos, y que, a pesar de ser un bastardo, Ayato es un Uchiha. Eso explicaría su apariencia. Después de todo, el cabello negro y la piel pálida son rasgos infrecuentes en el país de la Lluvia. Su madre y abuelo tienen el pelo azul.
A este punto, Ayato quiere que se lo trague la tierra.
Ayato ve a su madre a los ojos y el mundo deja de estar rojo. Ayato ya no puede percibir el polvo en el aire y ella suelta un suspiro de alivio.
"Mama," Ayato dice despacio, "Mama, por favor dime que no te acostaste con un Uchiha." Esos desgraciados están locos, él quiere decir eso, pero se decide a no hacerlo.
"Ella no se acostó con un Uchiha," Su abuelo intercede en la discusión. La madre de Ayato, Amane, le dedica una mirada severa a su padre.
Esas son todas las respuestas que Ayato necesita.
Ayato no maldice otra vez, pero requiere un enorme esfuerzo de su parte, su cuerpo solo tiene ocho años después de todo, y él no se supone que debería de estar pensando siquiera la mitad de los improperios que pasan por su mente. En su lugar, le dedica a su madre la mirada mas resignada que puede. Los ojos de su madre divagan nerviosos, y ella se mueven incomoda en la silla.
El abuelo se ríe.
Amane tose en su puño y finalmente mira a su hijo a la cara.
"Estas muy joven para este tipo de conversación."
Ayato cruza las manos. "Tengo ocho," dieciocho, él corrige en su mente, "Puedo lidiar con ello. ¿Mi padre es un Uchiha o no?"
"Fue un encuentro de una noche-"
"Eso es un sí."
Amane suspira. Hay una pausa antes de que ella asienta con la cabeza. "Si, querido."
"Hm," Ayato dice. Mierda, él piensa.
"Mierda," dice el abuelo. A la mirada de su hija y nieto él añade, "Por favor, todos sabemos lo que el niño lo estaba pensando."
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Contunuará...
