Hola a todos! Soy Araidna y soy nueva en todo esto de fanfiction. Esta es la introduccion de una historia que me tenía dando vueltas a la cabeza, espero que les guste. Acepto críticas constructivas, es más me gustaría mcuho por que algún diía quiero convertirme en escritora... no cuesta nada soñar.
En fin si tienen dudas o algo no duden en plantearlas, estaré mas que complicida en tratar de diciparlas.
La pareja es DracoXOCC
Memorias
Miró a la mujer que tenía delante de él, absorto. Esta correteaba de un lado al otro, su pelo largo y castaño bailaba detrás de ella, siguiendo un ritmo que solo el viento y su dueña conocían. La vio resoplar cansada y mirar hacia todos lados frustrada; los mechones de cabello castaño ondulado caían sobre su frente desordenados, sus ojos cafés escrutaban a su alrededor en busca de algo…o de alguien.
Se sentó frustrada en una mesa, apartando los pelos de su cara y frunció el seño malhumorada. Parecía cansada.
La observo un poco más, preguntándose que había sido aquello que le había atraído de ella. No era una belleza que quitaba el sueño, como aquellas chicas con las que solía salir, mas bien tenía rasgos comunes-de ojos pequeños y pómulos altos, lo único que realmente resaltaba era su boca roja, como una fruta prohibida- no era fea, era…linda, tampoco era tan inteligente, como aquellos hombres de mentes brillantes con los que mantenía contacto de vez en cuando. Su carácter era explosivo y si había tenido un mal día, era mejor no pasarse por su camino, era sincera, eso era bueno, pero a veces era demasiado sincera y lograba escandalizar a la gente con las cosas que decía; claro que había que tomar en cuenta, que a pesar de su sinceridad, siempre evito lastimar a alguien con las cosas que decía, entonces se podía decir que su deseo de no lastimar a nadie y proteger a todos, era una de sus mayores cualidades. Siendo ella tan frágil y delicada…un escalofrío recorrió su espina dorsal ante el terrible recuerdo. "No" Se dijo mentalmente. "No pienses, en eso. "
Inmediatamente se puso en su tarea anterior, haciendo, con algo de esfuerzo, el pensamiento a un lado.
A lo mejor, se dijo a si mismo, habían sido sus ojos. Le gustaban sus ojos castaños, pero no era solo su color, sino su determinación, su misterio, había algo…algo que simplemente lo hipnotizaba. Tenía un espíritu guerrero, eso no lo podía negar, lo había salvado más de una vez en aquella guerra que no hace muchos años había, por fin, terminado. Sin saber usar una varita había acudido en su ayuda. Aun tenía en su cabeza el recuerdo de la primera vez que la había visto, con su espíritu indomable y un orgullo que superaba el suyo propio. Cuantas veces había discutido, cuantas veces el la había insultado…"Pero eso esta en el pasado" Se dijo.
Un movimiento brusco lo saco de sus pensamientos y la vio levantarse y dirigirse a él con el ceño fruncido.
-¡Tú!- Le dijo señalándolo con un dedo acusador. El sonrió burlonamente y aparto el dedo delicadamente.
-¿Yo?- Preguntó con una media sonrisa.
-¡Si, tú, Draco Lucius Malfoy!- Le respondió exasperada.- No te hagas el tonto… ¡tú le ensañaste a jugar así, ahora no se donde se metió y no podrá tomar su baño!
-Llama al elfo.- Le dijo tranquilamente mientras enterraba la nariz en el Profeta y fingía leer un artículo bajo el título "Licencias de desaparición falsificadas". Por alguna razón le encantaba hacerla rabiar.
-¡No voy a llamar al elfo!- Le espetó, pateando el suelo como una niña.- Este es mi trabajo. Y fuiste tú el que le regalo aquella…cosa.- Dijo sin poder pronunciar la palabra, como si le causara repugnancia.
- "Eso" como tu vilmente lo llamas, es una escoba voladora.-Le corrigió con una sonrisa burlona y hablándole como si fuera una niña.
-Tú y tus juguetitos raros. No se porque me case con un mago, hubiera sido más fácil casarme con Nestor Banester, era mucho más educado y… ¿Cómo llaman ustedes a los no-magos? ¡Ah, sí! Muggle.- Dijo. Se dio la vuelta dispuesta a seguir con su búsqueda, pero se vio fuertemente jaloneada, hasta chocar con un pecho duro. Levantó la cabeza, hasta que le dolió el cuello. Draco era realmente alto y le costaba mirarlo a los ojos desde esa posición.
-Nunca…- Le susurró Draco peligrosamente en el oído.- Nunca…vuelvas a decir algo así ¿Entendiste? – Sin embargo aquello no la amedrentó, sino que pareció enfurecerla más. Revolviéndose lo más que podía, trato de zafarse de su agarre, pero las manos de Draco estaban, prácticamente, selladas entorno a su cintura y brazos. Draco suspiró cansado, a veces pensaba que había sido mejor cuando le tenía miedo, al menos así lograba callarla.
-Debes admitir, que si lo hubiera hecho… mi hijo no hubiera estado escapándose de mí en una escoba voladora, sino más bien estaría escondido debajo de la cama, donde por cierto… ¡Sería fácil haberlo encontrado!- Draco suspiró cansado y la soltó de golpe, haciendo que esta se tambaleara y por poco callera al suelo.
-Sal Trevor.- Ordeno con voz cortante. Casi cinco segundos después, un pequeño niño con cabello castaño de no más de 7 años salía de entre unos arbustos, montado en una escoba voladora que no se elevaba más de un 80 centímetros del suelo. Voló alrededor de su padre, riendo a carcajadas, para luego aterrizar en frente de su madre con una gran sonrisa.
-Trevor Draco Malfoy… ¿se puede saber porque no me hiciste caso cuando YO te llame?- Pregunto impaciente y algo resentida. El pequeño niño se encogió de hombros y respondió:
-¿Más divertido?- La madre resopló indignada y se cruzó de brazos.
-¿Divertido dices? ¿Torturando así a tu madre? Esto es un complot, para hacerme sufrir.- Dijo con aire melodramático, mientras se llevaba una mano al corazón, simulando estar dolida. El niño la miró sintiéndose culpable y se acercó a su madre.
-No, no, no mamá.- Le dijo arrepentido.- Papá y yo te queremos mucho y no te querríamos lastimar nunca. Haríamos cualquier cosa por ti.- Draco vio como una pequeña sonrisa se formaba en sus labios, parecía tratar de contenerla con toda su fuerza de voluntad.
- ¿Cualquier cosa?- Preguntó recelosa.
-Si, si.- Se apresuro a asegurar el niño, ingenuamente.
-Bien, entonces… ¿te darías un baño, dormirías en tu habitación y te acostarías, digamos…en…?-Miró su reloj.- ¿Dos horas?- La idea pareció no gustarle mucho al niño, que miró a su padre en busca de ayuda, sin embargo este solo se encogió de hombros y escondió la sonrisa detrás del periódico. Pasaron unos segundos en los que el niño no dijo nada, para luego suspirar derrotado.
-Si, mamá, lo haré.- Dijo apesadumbrado. Su mamá sonrió feliz y aplaudió como si fuera una niña. Draco de repente se vio hipnotizado con aquella sonrisa "Como la primera vez…" pensó.
-Bien, bien.- Dijo con entusiasmo, mientras se daba la vuelta y se llevaba al niño prácticamente arrastrado. –Una ducha y a la cama.- Exclamó triunfante, mientras se iba tarareando alguna cancioncilla muggle.
Realmente no entendía que le había atraído de ella, que lo tenía tan loco. Su mundo dio un giro de 180 grados el día que ella entro en su vida. Con su sinceridad aplastante, su orgullo y sus actitudes. "Mujeres" pensó mientras miraba arriba a la gran mansión donde vivían, escuchando por alguna de las ventanas la suave voz de su mujer. "MI mujer"
-"Esta vez puedo ver…los recuerdos me envuelven…"- Se escuchó su voz, cantando, mientras la risa del niño la acompañaba.
"A lo mejor fue su voz" Se dijo pensativo. No era una mala voz, de hecho era bastante buena. Sacudió la cabeza…no, si quería desentrañar este misterio tendría que ir más allá, desde el momento en que se conocieron, hasta el momento en que se dio cuenta de sus sentimientos.
"la canción que escuche…una vez en diciembre…" La canción fue convirtiéndose poco a poco en un eco lejano y los recuerdos fueron llegando a su mente.
Era una noche fría, fue lo primero que se le vino a la cabeza. Y pensó con ironía que todos los cuentos comienzan con una noche fría.
Llovía a torrentes y el cielo parecía llorar por todos los errores cometidos, lágrimas y gimoteos, se hacía presente en forma de lluvia y truenos, los relámpagos se veían en la lejanía, iluminando la desgracia en la que había caído la tierra. Muggles y magos, elfos, duendes y gigantes, todos se preparaba para una guerra que parecía inevitable.
Draco Malfoy daba vueltas en su antigua habitación iluminada de vez en cuando por la luz fugitiva de un relámpago. Miró por la ventana y su aliento caliente, hizo que el vidrio de la misma se empañara. Levantó el dedo y empezó a garabatear sin saber que más hacer.
"Sangre Limpia" Leyó indiferente, con la manga borró lo escrito y se sentó en el borde de su cama. Miró su viejo cuarto pensativo. Estaba oscuro, pero podría decir exactamente donde estaba todo. La habitación estaba decorada toda en verde y plateado, los colores de Slytherin, algunos posters de su equipo favorito de quiddicht, un estante llenó de libros a la derecha y su escritorio acomodado en una esquina, cubierto por pergaminos. Se apoyó en uno de los cuatro barrotes alrededor de la cama, estos tenía tallada la forma de una serpiente de ojos verdes.
En ninguna parte se podía ver alguna foto.
Suspiró frustrado. Estaba nervioso; sentía su estomago revuelto y las irresistibles ganas de pararse, salir de su habitación y entrar a la habitación al fondo del pasillo lo estaban matando. Quería que todo pasara de una vez. Quería entrar a la habitación, conocer al señor Oscuro y recibir la marca tenebrosa. Se paró una vez más, sin saber que hacer, pasó una mano por su cabello desordenándolo y miró una vez más a través de la ventana. Un relámpago ilumino la habitación, sus ojos grises, fríos como el hielo, escudriñaron los amplios jardines de la mansión Malfoy. Por un momento creyó ver movimiento, pero antes de poder fijarse más, la puerta de su habitación se abrió súbitamente. Ahí, parado en el marco de la puerta, se encontraba Lucius Malfoy. Llevaba una túnica negra y la mascara característica de los mortifagos, cualquier otra persona no lo hubiera reconocido, pero Draco, podía saber que era el solo mirando sus ojos. Mucha gente decía que padre e hijo se parecían, pero si te fijabas bien, los ojos de Lucius eran celestes y no grises como Draco.
Lucius asintió con la cabeza y salió de la habitación.
"Es la señal." Pensó Draco. Se arregló la túnica y sintió su estomago de repente muy pesado, como si se hubiera tragado una bola de cañón. Las piernas le temblaban y el nerviosismo fue reemplazado por ansiedad. Luchó contra la necesidad de esbozar una sonrisa, después de todo tenía que mantener una imagen. Siguió a su padre y cada pasó que daba lo sentía cada vez mas seguro. Sabía que este era su destino, estaba seguro y lo asumiría con el honor que trabajar para el señor Oscuro merecía.
Una vez delante de la puerta, Lucius Malfoy se dio la vuelta y se permitió una sonrisa orgullosa a su hijo, una sonrisa que Draco no respondió, no había necesidad.
-Ha llegado el momento hijo.- Dijo Lucius y Draco sintió como una ola de felicidad cubría su cuerpo, y las repentinas ganas de saltar y gritar como un loco lo asaltaron; pero claro como un buen Malfoy, se contuvo. Lucius borró la sonrisa, como si aquel momento entre padre e hijo nunca hubiera existido y entraron a la habitación con la cabeza en alto, como un Malfoy debe estar.
Lo primero que noto Draco al entrar a la biblioteca, fue la fila de jóvenes de diferentes edades, todos delante del señor Oscuro, quién permanecía de espaldas a Draco, cubierto por una túnica negra.
Los otros mortifagos se encontraban alrededor de su señor y los jóvenes, Draco casi podía ver las sonrisas en sus rostros a pesar de las mascaras.
Vagamente recordó su primer día en Hogwarts y como todos temblaban ante la idea de sentarse en el taburete y recibir su respectiva casa frente a tanta gente.
Todos parecían muy nerviosos.
"No son los únicos." Pensó irónicamente. Con la cabeza en alto y paso lento, pero firme, se acerco a la fila, hizo una leve inclinación al Señor Oscuro y tomó su lugar al lado de un chico pelirrojo, que no parecía tener más de 17 años. Por un momento mantuvo contacto visual con el chico, había algo extraño en sus ojos, pero la voz de Lord Voldemort interrumpió su tren de pensamiento.
-Bien, bien…-Siseo Lord Voldemort mirando a sus nuevos reclutas. La larga túnica con capucha, cubría la mitad de su cara, manteniendo a la vista solo una línea, que era su boca; esta apenas se movía revelando una lengua larga y serpenteante.- Ya que estamos todos reunidos ¡Bienvenidos!- Les dijo con su voz silbante. Draco pudo sentir al chico pelirrojo tensarse, pero no podía decir si de emoción…o miedo. – Todos ustedes serán buenos mortifagos y confío en que limpiaran a este mundo de la escoria sangre sucia.- Las suaves risas de los mortifagos retumbaron en el cuarto y el mismo señor Oscuro se permitió una vaga sonrisa, que a Draco le resultó escalofriante. Levantó la mano y todas las risas cesaron, como si alguien hubiera bajado el volumen de golpe y Draco lo admiró aun más por aquel control que tenía.- Todavía no recibirán sus marcas, por supuesto, pero considérense ya mortifagos. La marca tendrá que esperar, después de todo algunos de ustedes recién terminaran su último año en Hogwarts en dos meses y no queremos levantar sospechas, al menos no por ahora. Una vez que hayamos tomado el ministerio, todo estará en orden.- Su voz era baja y serena, y sin embargo había algo, algo que no se podría determinar, pero prometía sufrimiento. Un estremecimiento recorrió la espina dorsal de Draco y lucho contra la necesidad de demostrar aquel sentimiento.
Lord Voldemort se ganaba a sus seguidores mediante el miedo y la intimidación; lo más sorprendente era que no tenía que elevar la voz o golpear a alguien, solo con un giro elegante de la varita controlaba todo y la gente estaba a sus pies. Después de todo era el mago más poderoso y tenebroso de toda la historia.
-Mi señor.- Fue la voz de su padre, que sacó a Draco de sus cavilaciones enseguida se puso muy atento y se enderezó lo más que pudo, tanto que le dolió la espalda. Vio como Lord Voldemort se daba la vuelta y posaba sus penetrantes ojos en Lucius Malfoy.
-¿Si Lucius? –Preguntó con calma.
-Mi Señor, quisiera decirle que mi hijo, Draco, ya terminó el colegio hace 2 años y 7 meses, y ya está trabajando en el ministerio…yo creo…- Pero antes de terminar la frase, fue cortado.
-¿En el ministerio?- Preguntó con interés Lord Voldemort, mirando a Draco. Se acerco a el hasta quedar frente a frente, y habló.- Dime… ¿Por qué no te presentaste ante mi, justo después de terminar el año escolar?- Draco tragó con dificultad, por suerte tenía la respuesta lista.
-Mi Señor… - Comenzó. Su voz firme y fría.- Quería conseguir un posición lo suficientemente buena en el ministerio para servirlo como se debe, sin la marca tenebrosa era mucho más fácil conseguir…-
-Y según tu ¿Qué es "suficientemente buena"?- Preguntó el Señor Oscuro sin dejarlo terminar.
-Soy sub-jefe del departamento de misterios; Mediante esa posición tengo contacto con gente de altos cargos, como los jefes de todos los departamentos y el ministro mismo.- Respondió con la cabeza en alto, detrás del señor Oscuro pudo ver a su padre inflar el pecho de orgullo.
-Los del ministerio creen que me eh… rebindicado y por eso depositan gran confianza en mí, incluso podía trabajar como doble espía.- Añadió.
Lord Voldemort pareció considerar lo que había dicho.
-¿Qué edad tienes?- Preguntó de pronto y por unos instantes Draco se confundió, pero no lo demostró.
- 20 Señor.- Dijo serenamente.
-Bien, bien. Sorprendente. A los 20 años ya eres sub-jefe del departamento de misterios.-
-Si me permite señor.- Intervino Lucius Malfoy, Lord Voldemort asintió con la cabeza.- También se rumorea de que en caso de que el viejo ORailly se retiré, Draco asumirá el alto cargo de presidente del departamento de misterios.-
-Bien, bien. Entonces si tienes tan buenos contactos, no vale la pena esperar. La ceremonia de iniciación se llevará a cabo en 3 días.- Draco asintió. El semblante estoico.
-Bueno ya que todo ha quedado aclarado, solo queda una cosa por discutir.- Fue en ese instante que las puertas se abrieron completamente, dos mortifagos entraban arrastrando un cuerpo. Cual fue la sorpresa de Draco al encontrarse con Blaise Zabini, su mejor amigo de la infancia. Su cara estaba pálida y su cuerpo languidecía. Sospechaba que le habían proporcionado una buena cantidad de cruciatus y no solo eso, varias partes de su cuerpo estaban amoratadas y su labio sangraba, al parecer habían usado también métodos muggles. Vio como el Señor Tenebroso se acercaba a Zabini y lo miraba con su sonrisa sádica.
-Así que Blaise Zabini…- Siseo, haciendo rodar el nombre por su lengua viperina.-… tu padre me sirvió muy bien y cuando te uniste a mí, pensé que qué sería igual, pero luego ¿con que me encuentro?- Calló un instante y Blaise miró al Señor Tenebroso desafiante, este solo sonrió.- Con que ocultas muggles ¿Tratando de seguir los pasos de Potter?- Preguntó y todos lo demás rieron. Draco no entendía nada. Hace años que no sabía de el. – Cruciatus.- Susurró amenazante y el cuerpo de Zabini se contorsiono y gritos realmente horrendos hicieron eco por toda la mansión Malfoy; nadie se inmuto. Aún manteniendo la varita hacia Zabini, se giró al resto.- Y que esto sirva de lección para todos ustedes…si alguien osa desafiarme, sufrirá las consecuencias. Ningún muggle se salvará de la limpieza de sangre… ¡Cruciatus!- esta vez la maldición llegó con más fuerza y el cuerpo de Zabini empezó a convulsionarse.
-Por favor…por favor…-Murmuraba apenas, ya no podía gritar. Voldemort reía satisfecho.
-Eso…ruega…ruega…-Exclamaba entusiasmado, por un momento levantó la varita y el cuerpo de Zabini se relajo. Draco miró con asco la figura de su amigo ¿muggles? Que bajo había caído.
-Te daré una oportunidad Zabini. Dime donde están las muggles y te daré una muerte rápida y adolora ¿Qué dices? Tu señor esta siendo generoso.- Todos los otros mortifagos asintieron con la cabeza y expresaron su acuerdo, pero Zabini no habló, sino que se hizo un ovillo. Enojado Lord Voldemort levantó la varita y la maldición aumentó su poder.
-¡Cruciatus!- Gritaba una y otra vez. Y cuando Draco creía que se había desmayado, empezó a murmurar, delirando.
-Rebeca,…Helena…Helena…-Decía apenas, entre los dolores del cruciatus.
-Enamorado de una muggle y su hermanita…Patético, realmente patético.- Siseó Lord Voldemort. Un último ataqué con fuerza y esta vez Blaise Zabini quedó inconsciente. –Vámonos.- Dijo finalmente el Señor Tenebroso. Poco a poco mortifagos y futuros mortifagos empezaron a salir. Draco estaba apunto de ir con ellos, cuando la voz del señor tenebroso lo paró.
-Draco.- Lo llamó serenamente, como si hace un momento no hubiera pasado nada de importancia. El cuerpo de Zabini seguía tendido en el piso.
-¿Si, señor?- Preguntó. Voldemort caminó hasta la puerta, lanzó una última mirada al cuerpo inconsciente de Zabini y dijo:
-Termina el trabajo.-Con desdén.
-¿Señor?- Preguntó confundido.
-Mátalo. Tómalo como tu primera tarea de mortifago.- Y salió. Draco miró a su amigo de la infancia y todas las vivencias que había tenido con él, acudieron a su mente con tanta fuerza que lo marearon. Se acercó lentamente y se agacho. Su respiración era débil y sus heridas estaban bastante mal…igual moriría. Levantó la varita hasta la frente de su amigo y apuntó.
-Avada…-
-Draco…-Murmuró de golpe su amigo.- Draco…-
-Te mataré Zabini.- Le dijo fríamente.
-Lo se…-Dijo a penas y Draco tubo la desagradable sensación de que realmente lo sabía, por un momento se sintió avergonzado del acto que estaba apunto de cometer, sin embargo lo hizo a un lado rápidamente.
-Recuerdas…-Murmuró Zabini, apenas abriendo los ojos.- ¿Recuerdas cuando te salve aquella vez de caerte en el lago congelado de Hogwarts? –Preguntó. Su tono de voz era tan bajo que Draco tuvo que agacharse para escucharlo.
-Tú me empujaste Blaise y yo tomé tu mano. Si no me salvabas, te caías conmigo.- Le dijo fríamente, Zabini esbozó una débil sonrisa.
-Aún así me dijiste que me debías la vida…-
-No, ese fuiste tú. Dijiste que te debía la vida.- Zabini rió secamente.
-Deja de hacerme esto tan difícil hijo de…-
-¿Qué quieres Zabini?-Le cortó impaciente.
-En mi bolsillo…-Le dijo, sus ojos se cerraban del cansancio, pronto quedaría inconsciente. Draco metió la mano en su bolsillo y sacó un papel, había algo escrito y lo leyó en voz alta:
-"Llámame guapo, mi numero es 3-678898 ;) "Vaya Zabini, no se si es el momento, además no eres mi tipo. Me gustan las mujeres.- Le dijo sarcásticamente, Zabini trató de reír, pero le dolía tanto que se limitó a una sonrisa débil.
-Esta al revés idiota…-Le dijo. Draco le dio la vuelta, pero no vio nada. Recordó entonces el encantamiento que habían inventado de pequeños para pasarse notas en clases sin que nadie más pudiera leerlas. Miró a Zabini con la pregunta escrita en su rostro, este solo asintió débilmente.
-Writen Incantatem.- Murmuró las palabras. Y enseguida, en letras doradas, apareció una dirección.
-Zabini ¿Qué rayos…?- Comenzó.
-Su nombre es Helena, la conocí hace un año más o menos…tiene una hermana menor…-
-Rebeca.- Adivino Malfoy. Así que esta era la dirección de la muggles que había estado escondiendo.
-La casa era de mi madre, pero esta abandonada, así que las escondí ahí. – Le dijo. – Las conocí una vez que me perdí en el mundo muggle, nunca había conocido nadie así…-Recordó con una sonrisa. Y Draco presintió que había más tras esa historia.- Helena tiene un carácter del demonio, pero también es dulce y amable y… ¡Dios! Rebeca es… te va a encantar Draco…-
-¿Qué esperas que haga Zabini?-Preguntó receloso. Y por primera vez en la noche Zabini miró directamente a los ojos de Draco y este pudo apreciar el brilló nuevo en los ojos de su ex-mejor amigo. No pudo más que reír. Una risa fría y seca.
-Eres un idiota Zabini…realmente patético…enamorarte de una muggle. Cuando el señor Oscuro lo dijo pensé que no era enserio- Se mofó cruelmente.
-Digas lo que digas…valió la pena…cada risa de ellas era como un bálsamo…Si tu podrías cuidarlas…-
-Zabini espero que no estés sugiriendo lo que pienso…-
-Eso es exactamente…- Cada vez le costaba más respirar, pronto quedaría inconsciente.- Cuídalas Draco, por nuestra antigua amistad…- -Ni siquiera era tan buena…-Dijo desesperado ¿Porqué ahora quería Zabini cargarlo de responsabilidades? No le debía nada. Pero el maldito Zabini sabía el código de honor de los Malfoys. Recordó vagamente el día que se lo había dicho y maldijo en voz baja. "Un pedido hecho por una persona moribunda en presencia de un Malfoy, es el deber de un Malfoy" Repitió en su cabeza y maldijo a su tátara tátara abuelo por haberlo inventado.
-Por favor…haz que mi muerte no sea en vano…-Sus ojos se cerraban y Draco sintió miedo por primera vez en mucho tiempo. No podía negarse, pero tampoco podía aceptar.
-Lo será de todas formas Zabini ¡Son muggles!-
-Malfoy… hazlo…por favor…Protégelas. Son más importantes…de…lo…que crees.- Y tras aquellas palabras, Draco tuvo otra vez la desagradable sensación de que Blaise le ocultaba algo. Ahora su pulso se debilitaba aún más.
-¡Maldición Zabini, no lo haré! ¿Me escuchas? ¡No lo haré!- Muy tarde, había quedado inconsciente. Enojado levantó la varita a la frente de su amigo y apuntó.
-Avada Kedavra.- Murmuro y un rayo de luz salió de su varita. Su ex – mejor amigo había muerto. Se levantó viendo el cuerpo inconsciente. Su semblante había vuelto a ser el mismo cuando su padre entró.
-¿Lo hiciste?-
-Veló por ti mismo…-
-Mandaré a los elfos para…removerlo…- Y se fue, dejando a Draco con los puños fuertemente apretados y la dirección estrujada en uno de ellos. Dio un puñetazo a la pared.
-¡Maldición Zabini! ¡Eres un completo idiota!- Y gritó, sangre empezó a caer de sus nudillos, debido al golpe, pero el ni se inmuto.
-Está bien.- Dijo más tranquilo, la mirada fría.- Cumpliré tu estúpido deseo, las mantendré vivas, pero no esperes que sean tratadas bien. Los muggles no merecen ningún tipo de trato.- Y salió de la habitación dejando el cadáver en el piso. Pronto los elfos se encargarían de él.
