"Me Verás Caer."

Por B.B. Asmodeus.


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Parejas: Nathan/Peter. Nathan/Sylar.

Aclaraciones: Nathan y Peter no son hermanos. Sylar y Gabriel son hermanos gemelos.

Categoría: Universo/Realidad Alternos. Spoilers de 1ra. y 2da. Temporada. Drama, Romance, Dub-Con (sexo de consentimiento dudoso), Violencia, Contenido oscuro.

Sinopsis: Una noche, Nathan decidió hacer lo correcto en vez de seguir con los planes de su Madre. Todo cambió. A.K.A. ¿Nathan hubiera estado dispuesto a salvar a Peter de destruir New York, aun cuando no hubieran sido hermanos?

Advertencias: Se habla de abuso sexual/violación, leve tortura (física y mental). Todo cortesía de Sylar, ¿qué esperaban?

Disclaimer: Soy pobre, y después de escribir este fic, seguí siendo pobre.


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00.

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Una vez existió un hombre: Un padre. Un hijo. Por muchos años vivió con una venda sobre sus ojos. Una venda que siempre supo tener puesta, pero que nunca estuvo listo para retirar. Un hombre que, cuando fue hijo, deseó hacer felices a sus padres con todo lo que tuvo; como hijo, se dejó ser moldeado a sus semejanzas, a sus deseos, a sus demandas y a sus visiones de un futuro que cambiaría al mundo entero.

Aquel hombre, cuando dejó de ser hijo para convertirse en padre, siempre sintió que algo faltaba a su lado. Alguien. Un propósito. Una razón. Una presencia. Por mucho tiempo se acusó de ser paranoico, casi tan loco como su propio Padre, pero cuando su Madre decidió que su hijo estaba listo para ser el Líder que todos necesitarían…

…Nathan se dio cuenta que lo que llamaba locura era, de hecho, su Destino.

Fue su Destino aterrizar tal ángel sin alas en una fría noche de Septiembre, frente a rostros de extraños—y tomar a una anónima estrella comprimida en forma de hombre—entre sus brazos.

Fue su Destino volar a una supernova, a punto explotar, por los cielos de New York, con nada más que con la certeza de que había hecho lo correcto. Por primera vez en su vida. Lo correcto. No lo esperado de él, no lo conveniente, no lo mejor para su familia, no.

Lo correcto.

Y quizás por ello—por su primer honesto sacrificio—cinco minutos después de haber muerto entre ráfagas radioactivas, los ojos de Nathan se habían vuelto a abrir con nuevo aliento, desafiando toda ley de la naturaleza, y de la lógica.


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1.

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Algo feo se aproxima

A través de mis dedos, se desliza a mis adentros

Todas estas bendiciones, todas estas quemaduras

No tengo un Dios, debajo de tu cobertura

Busco placer, busco dolor

Dentro de este mundo ahora soy incapaz de morir

Estiro mi bandera, mi nación indefensa.

-david usher.


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Cuatro Años Después.

Las Vegas, Nevada.

Sede Subterránea H.E.R.O.E.S. aka "La Base."

11:39:05 P.M.


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Cuando sintió la conciencia arrastrarlo de vuelta a la realidad, fue horrible. Todo dolía, hasta respirar. Su piel se sentía apretada, jalada por una fuerza invisible a la que Nathan no pudo defenderse. Aun cuando sus ojos pestañearon, nada fue claro para sus sentidos. Todo daba vueltas, y cuando las vueltas parecieron cesar, todo todavía seguía borroso para sus ojos. Había una brillante, cegadora luz sobre sus rostro, y su efecto también era terrible… ¿Qué demonios le había sucedido?

Trató de moverse, y tuvo victoria con una de sus manos—

—"Oye… Oye, tranquilo…" Algo detuvo su camino hacia su rostro. Nathan fue asaltado con un agudo dolor viniendo de su brazo. Trató de parpadear. De alejarse de la luz. De ignorar la voz que seguía vibrando contra sus oídos. "Estarás bien. Tranquilo… estás a salvo. Necesitas quedarte quieto." Lentamente, la luz sobre su rostro fue siendo bloqueada por una enorme sombra… No, una silueta. Todo estaba tan borroso… "Shhh. tranquilo." Esa voz. Tan gentil.

Nathan volvió a aventurarse y abrió sus ojos con más determinación. La silueta tomó más enfoque después de unos momentos, manchas de color comenzaron a delinearse, a convertirse en contornos. Imperfecciones encontraron perfección, clara definición. Y cuando Nathan pudo analizar el rostro flotando sobre el suyo, cuando pudo admirar suaves ojos oscuros y piel pálida... cuando pudo darse cuenta de que no era un halo lo que estaba viendo, pero el efecto de la luz chocando contra la silueta desconocida, Nathan deseó no haber despertado del todo.

"¿Me escuchas, Nathan? Vamos, mírame." La voz, ¿masculina?, llamó su atención. Nathan frunció su ceño, tratando de obtener más concentración en su mente. Sí, era un hombre el que estaba llamándolo. Un joven, y al parecer, estaba comenzándose a preocupar con el silencio de Nathan. "¿Nathan? ¿Me escuchas?" La voz subió de volumen, o apenas comenzó a filtrarse como debería—Nathan no podía estar seguro— y Nathan no pudo evitar hacer una mueca de disgusto al ser asaltado con el repentino timbre varonil.

Definitivamente, varonil.

"Sí…" Dios, ¿esa era su voz? Se oía tan débil. ¿Cómo conocía este sujeto su nombre? "¡Ow!" Nathan saltó asustado, un repentino dolor -más fuerte que los otros- proveniente de su estómago, robándole el aliento por un instante. La luz desapareció, o fue movida, junto con el sujeto. "¿Qué…? ¿Dónde… dónde es... estoy?" Demandó, mientras trataba de respirar profundamente.

No tuvo que esperar mucho tiempo, para recibir una respuesta. El rostro regresó a su línea de visión, esta vez la preocupación en su rostro siendo más que clara para los ojos de Nathan. Cielos, vaya que el sujeto era… Bueno. Se podría decir que el sujeto no estaba, exactamente, dañando las pupilas de Nathan. Labios rojos se movieron. "Estás en la base, Nathan. Estás a salvo, no te preocupes. Tu amigo Matt te trajo a la enfermería. Fuiste atacado, ¿lo recuerdas?"

¿Atacado? "Mi cabeza… duele." Y todo lo demás. "Mi garganta."

El rostro asintió. "Lo sé. Acabo de conectarte algo que te ayudará con el dolor. Sólo espera un poco, ¿está bien?" Nathan asintió. Fue recompensado con algo, cálido y húmedo, acariciando su rostro. ¿Una toalla? Lo que fuera, se sintió tan bien que Nathan no pudo evitar gemir con placer y gratitud. "Tienes una ligera fiebre, pero ya la tengo bajo control." La voz. No, el hombre. El hombre con piel pálida, ojos lóbregos y largo cabello aún más sombrío, le dijo amablemente, como si estuviera tratando de calmar a un animal salvaje. La toalla siguió acariciando su rostro, prestándole directa atención a su frente, donde el dolor era más agudo.

Las palabras salieron de sus labios, antes de poder razonarlas. "…Mi héroe."

Lo último que divisó, antes de volver a caer en las penumbras, fue una bella sonrisa. Una sonrisa cálida.


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La segunda vez que despertó, fue a causa de voces retumbando por su cabeza.

"Las quemaduras causadas por Elle fueron leves. Sus músculos estarán adoloridos por unos días pero, con los antinflamatorios que le daré, estará bien. Me preocupa más su estómago y el peligro que corre de atrapar una infección a causa del vidrio con el que colapsó."

Elle. Elle. ¿Por qué Nathan sintió odio, al escuchar ese nombre?

Otra voz, más conocida para sus oídos, se unió a la conversación. "¿Va a necesitar cirugía, o algo así?" Matt. Era Matt. Cielos, Matt.

"No, por suerte el impacto con el vidrio no fue muy profundo." Nathan recordó el dueño de esa caballerosa voz. "Pero, ¿puedes explicarme cómo fue que se estrelló contra ese edificio? Si mal no recuerdo, me dijiste que lo encontraste en el onceavo piso cuando lo trajiste—"

"Ah, Peter—"

"No estaba hablando contigo, Bennet." Wow. Toda galanura de aquella voz se desvaneció, dejando un tono frio. Duro. Nathan no pudo evitar simpatizar con el sujeto. Cualquiera que rechazara a Noah era amigo de Nathan. "Y todavía no comprendo que haces aquí."

"Volé." Nathan abrió sus ojos mansamente, un techo blanco recibiéndolo. Notando el repentino silencio, Nathan aclaró su garganta y repitió su respuesta, su voz ronca al salir de su boca. "Estaba volando." Había estado volando, sí. Nathan ahora podía recordarlo. "De regreso a casa. Y de repente, Elle salió de la nada y me electrocutó. Me desmayé." Y aparentemente, se había estrellado contra un edificio en consecuencia. Con razón todo dolía. Con razón, Peter había mencionado vidrio. Maldita perra loca.

Parkman fue lo primero que se asomó. Nathan sonrió, al ver tanta preocupación en su rostro. "Tienes suerte, idiota, que se me haya ocurrido preguntarle a Molly tu localización, cuando estabas jugando al avión por los rascacielos. Idiota." Matt reiteró lo último con un profundo ceño fruncido. "Traje tu trasero de vuelta a la Base, Idiota." Idiota, con I mayúscula. Nathan no tenía duda alguna de que ese sobrenombre le duraría el resto del año. "Dios, Nathan, ¿tienes idea de que tan suertudo eres? Cinco minutos más, ¡y estarías con una camisa de fuerza en La Compañía!"

Nathan saltó ante el volumen incrementado de Matt, pero continuó, uniendo su mirada con la de su amigo. "Pero, llegaste justo a tiempo." Y su pequeña sonrisa fue correspondida por otra, más llena de miedo que de alivio. "Estoy bien, Matty." A pesar de siempre Nathan salir lastimado, parecía que Matt nunca se acostumbraría a verlo sobre una cama de hospital. O tal vez, estaba preocupado de que la supuesta 'suerte' de Nathan estuviera por agotarse. Nathan no podía culparlo, él mismo se preguntaba cada noche, cuando la siguiente misión se convertiría en su sentencia de muerte. "Erm. ¿Podrías…?" Nathan parpadeó, aclarando su garganta seca, de nuevo.

Matt se alejó antes de que terminara su cuestión, pero eso no tuvo mucha importancia, al después re-aparecer… Peter. Con un vaso de agua. Una firme mano lo ayudó a levantar su cabeza. Nathan, casi desesperado, tomó un largo sorbo.

"Tranquilo. Bebe despacio." Peter tenía ojos cafés. Casi dorados, Nathan no pudo evitar notar, después de acabar con toda el agua. "¿Cómo te sientes? Y no me mientas." Peter lo desafió con un tono serio y profesional. Nathan sonrió, el gesto sintiéndose como un impulso involuntario.

"Como carne molida." Peter retornó el gesto de su boca, al escucharlo. Lo ayudó a recargarse sobre sus codos para poder admirar el panorama que lo rodeaba. En silencio, Peter sujetó su espalda para darle apoyo, haciendo a Nathan sentirse… vulnerable. Horriblemente, vulnerable.

Volteó a su costado, de donde había escuchado las voces, y allí estaba Bennet, recargado en la puerta de vidrio de la enfermería, una cínica sonrisa en su estúpido rostro. Matt estaba a unos cuantos centímetros de Nathan, sus manos nerviosamente escondidas en sus bolsillos. Nathan frunció su ceño, pero mejor decidió ignorar la presencia de Bennet, concentrándose en la gran venda que cubría la parte más baja de su estómago. Su camiseta estaba abierta, pero no había sido retirada. Nathan notó que no era la misma camiseta que había estado usando cuando Elle lo había atacado, lo que significaba que lo habían vestido en su dormir. La pregunta era quien había sido. ¿Peter o Matt?

Peter habló, rozando su oreja, sin necesitar ser cuestionado. "Un gran fragmento de vidrio se encajó en tu estómago cuando te estrellaste. Estarás adolorido por unos días, y necesitarás guardar reposo hasta que las puntadas estén listas para quitarse. Sin embargo…" Y Nathan sintió esta… atracción repentina. Una atracción que hizo girar su rostro hacia el de Peter ante una fuerza magnética, como una mano invisible guiando sus movimientos. Sus narices amenazaron con tocarse, y sus miradas se conectaron. Esa bella sonrisa que Nathan ya había presenciado, nació otra vez, moldeando esos labios rojos. "…vivirás." Peter estaba sentado, Nathan analizó. Sentado sobre una silla giratoria, a un lado de la camilla en la que Nathan reposaba, y era por eso que la distancia entre los dos era casi inexistente.

Nathan lamió sus labios. "¿Peter, cierto?" Su héroe, Peter. "Gracias."

"De nada, Nathan." Peter nunca apartó sus ojos, nunca titubeó, mientras parecía devorar cada detalle del rostro de su paciente. Y Nathan… entró en pánico. Porque podía reconocer algo en el rostro del joven que, desde hacía muchos años, nadie había mostrado por Nathan. Interés. Nathan tragó saliva. Apartó, finalmente, su rostro, y se prometió a sí mismo no volver a regresar a la enfermería. Peter debía de ser el nuevo recluta que Hiro le había mencionado, un par de días atrás. Un viejo amigo de Mohinder, o algo así. Nathan había estado muy ocupado hablando con Claire en el momento, y no había mostrado mucha atención. Peter. ¿Cuál había sido su apellido? Algo francés…

Matt, quien Nathan siempre adoraría por su mera existencia, aclaró su garganta escandalosamente, al seguramente sentir las raras vibras naciendo entre su amigo y el nuevo médico. "Entonces, ¿ya lo puedo llevar a casa?" Matt se acercó y recargó su mano en la camilla, casi de manera posesiva, pero Nathan sabía que sólo trataba de protegerlo.

Peter siguió mirando el rostro de Nathan, Nathan podía sentirlo, y después de unos momentos, el medico se puso de pie. Nathan levantó sus ojos lo suficiente para verlo moverse fluidamente por la enfermería, abriendo cajones como experto. Regresó a lado de Nathan, hasta después de encontrar una caja de pastillas, un pequeño frasco de vidrio y una jeringa. "Claro." Le respondió distraídamente a Parkman, su atención regresando a Nathan, y con un demonio, ¿porque no podía Nathan alejarse de esos ojos? "Para el dolor de tu cuerpo puedes tomar dos de estas cada seis horas, ¿está bien?" Peter dijo, sacudiendo la caja de cápsulas. Nathan asintió, dejando que Matt tomara las medicinas de las manos de Peter. "La inyección es para defenderte de cualquier infección que quiera tomarte desprevenido por estos días. Es solo una dosis y te recomiendo que esperes hasta mañana, cuando deje de hacer efecto el medicamento que ya te di." Peter apuntó con un dedo hacia la intravenosa que había sido ya separada del brazo de Nathan.

Nathan asintió. Intentó moverse. Hizo una mueca de dolor, al instante. "No creo que pueda caminar." Nathan odiaba admitirlo, pero el dolor era demasiado agudo, como para hacerse el valiente. Peter se acercó y colocó una mano sobre su pecho, empujándolo suavemente.

"Descansa. No te muevas tan rápido." Peter se dirigió a Parkman, cuando el cuerpo de Nathan se recostó de vuelta a la camilla. "Necesitarás una silla de ruedas para llevarlo a casa. Mohinder tiene la última disponible en su laboratorio, ¿te molestaría ir por ella?"

Matt apretó sus labios juntos con momentánea indecisión pero, asintió en menos de un minuto, murmurando. "Seguro. Ahora vuelvo."

Peter tomó los dos extremos de la camiseta de Nathan y comenzó a abotonarla, su mirada concentrada en el pecho de Nathan. "Toma a Bennet contigo. No lo quiero aquí."

Bennet, en seguida, saltó como gato alterado. "Me temo que no me puedo retirar hasta que haya cuestionado a tu paciente, Peter. Lo sabes, es un procedimiento obligatorio—"

"Ya te dije que sucedió, Bennet." Nathan gruñó desde la camilla. "Déjame solo antes de que decida quejarme con Hiro." Esa táctica siempre funcionaba, y hoy no fue la excepción. Bennet lució furioso por un momento antes de neutralizar su expresión y mirar a Nathan con ojos calculadores. "Salúdame a Claire." Nathan agregó con tono sarcástico.

Bennet asintió con fingida educación y abrió la puerta. "Sólo si le das mis condolencias a tu madre, Nathan." El hombre se fue, disfrutando obviamente el placer de tener la última palabra. Nathan giró sus ojos con fastidio, puesto que desde hacía mucho tiempo había dejado de calar aquel intento de homicidio orquestado por su propia madre, cuando la mujer había tomado cargo de La Compañía, así como el hecho de haber sido reemplazado por Gabriel.

Peter terminó su tarea pacientemente, sonriendo cuando Nathan torció su rostro para verlo. "¿Así que puedes volar, eh?" Una mezcla de fascinación y admiración brilló en los ojos de Peter. Como un niño. Nathan se encogió de hombros con indiferencia.

"No es gran cosa." En verdad, ¿de que servía cuando no podía protegerse de ser electrocutado desde los cielos? "Ciertamente no es de mucha utilidad."

Peter decidió sorprenderlo. "Siempre deseé tener esa clase de habilidad." A pesar de haber terminado de abotonarlo, sus manos seguían sobando suavemente su pecho. Nathan tragó saliva. "Debes ser… tan liberador. Nada más que el viento contigo, sintiendo que no estás atado a nada y a nadie." Peter levantó una mano y se atrevió a tocar un mechón de pelo de Nathan, acomodándolo lejos de su frente, sus ojos intensos y al mismo tiempo risueños, su rostro irradiando una clase de inocencia que Nathan nunca había conocido. "Aunque no la creas útil… Creo que no debe de dejar ser maravillosa, ¿no?"

Nathan bajó su mirada. "Puedo llevarte conmigo uno de estos días, si quieres." Demonios. Nathan no había deseado decir eso en voz alta, ¿qué pasaba con él?

Peter lució como si fuera a explotar con emoción. "¿Lo dices en serio?"

¿Y cómo podría retractarse ahora, cuando Peter lo estaba mirando como si Nathan le hubiera regalado el mundo en bandeja de plata? Sólo se limitó a asentir. Y quizás… puede que haya sonreído un poco. Bueno, el sujeto, más o menos, le había salvado el pellejo, ¿cierto? Era lo menos que Nathan podría hacer para agradecerle. "Cuando esté mejor. Obviamente." Nathan señaló vagamente con una mano hacia su estómago.

Peter asintió, sonriendo de oreja a oreja. "Sí, claro. Suena bien." Fue entonces que Peter liberó las palabras que sacarían el mundo de Nathan fuera de órbita. "Es una cita, entonces."

Por supuesto, que ese fue el momento que Matt escogió para regresar con la silla de ruedas.

Nathan no tuvo tiempo para hacer otra cosa más que tratar de no quejarse mucho, cuando fue ayudado por Peter y Matt hacia la silla. Y después de eso, estaba muy ocupado tratando de recuperar su aliento de las garras del dolor, como para volver a prestarle a Peter su atención. Lo último que procesó, antes de ser dirigido a la salida de la enfermería, fue una firme orden de regresar en un semana para revisar sus puntadas.


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Por supuesto, Nathan no regresó. Ni en una semana, ni en la cuarta. Fue con Mohinder para deshacerse de las puntadas en la sexta semana, y desde entonces se dedicó a evitar la enfermería como si estuviera infectada de plaga. Era lo mejor. Peter era nuevo. No tenía idea en que lío se metería si quisiera involucrarse con alguien como él. Y Nathan… bueno, Nathan ya estaba acostumbrado a vivir solo.

Para éstas alturas, el interés del médico debía de haber sido robado por algún otro recluta. O una recluta. Alguien joven y lleno de vida, no un cínico cuarentón con problemas de depresión, y tendencias suicidas.

Nathan se repitió todas aquellas razones, mientras se levantaba de la mesa de conferencias un mes después de su ataque, la misión recién dada por Hiro retumbando con una sensación de finalidad por todo su ser. Habían encontrado a Sylar en el sur de México, en alguna selva recluida, aparentemente cazando a una familia de ilusionistas.

En el instante que Hiro había insinuado usar a alguien como carnada, Nathan había sabido que por fin la sentencia de muerte había caído en sus manos. No era secreto el extraño embrujo que el psicópata tenía por Nathan Petrelli. Una clase de obsesión que había resultado en varios encuentros, donde Sylar había asaltado a Nathan de todas las maneras posibles. Era más que obvio, que Nathan era el indicado para ser la carnada.

También, era más que obvio, que Nathan probablemente no sobreviviría, esta vez. Su suerte por fin acabaría.

Nathan lo sabía y lo aceptaba. Lo había aceptado desde hacía mucho tiempo. Hasta había esperado con desesperación por ello: porque Sylar terminara lo que había comenzado, hace cuatro años.

Lo que Nathan no comprendía era por qué al salir de la sala de conferencia, su subconsciente había decidido guiarlo sin su permiso, al lugar que había estado evadiendo con fervor. La enfermería. Donde encontraría a Peter. Quien, seguramente, ya se había olvidado de él.

Nathan siempre había encontrado fascinante las paredes de vidrio con la que habían decidido construir ese departamento. Era una caja de cristal. Matt sólo había pensado que el arquitecto había estado viendo demasiado House M.D.

Matt. Cielos. Nathan sintió su pecho apretarse con el recuerdo. Matt no sabía de la misión, y Nathan partiría en un par de horas. No podría despedirse, porque a) Matt leería su mente, sin duda alguna. b) Dolería demasiado. Para ambos.

La enfermería estaba ocupada con un paciente, pero el médico atendiendo no era Peter, sino una mujer que Nathan conocía vagamente. Mónica o algo así. Nathan cerró el botón de su saco, sintiendo un poco de alivio. Aunque, también algo de desilusión. Luego, Nathan se sintió como un ridículo. ¡Apenas conocía al muchacho! ¿Que había Nathan estado esperando? Seguro, Peter era uno de los muchachos más atractivos que Nathan había conocido en toda su vida, y su ego se había inflado tremendamente, al ser el foco de la atención del joven médico. Pero, eso no significada mucho, a final de cuentas, ¿cierto? Eran completos extraños, uno para el otro.

Nathan respiró hondo y se dio media vuelta, sin molestarse en acercarse a la puerta, sin tan siquiera preguntar por el paradero—y fue recibido con una inesperada sorpresa.

Nathan se congeló. Peter estaba caminando en su dirección, su uniforme azul marino resaltando entre todas las personas demás personas, el firme ritmo de sus pasos dejándole claro a Nathan que Peter quería alcanzarlo antes de que decidiera marcharse. Nathan tragó saliva.

"Hola." Saludó el suelo, viendo los tennis detenerse frente a sus zapatos. Peter estaba cargando con su mochila, como si apenas estuviera llegando, o a punto de irse. Nathan se recordó que éstas serían sus últimas horas de vida, y con nueva convicción, elevó su rostro para enfrentar a Peter. Petrellis no eran cobardes.

Toda la seguridad que recordaba del ágil médico era inexistente en esta ocasión. Peter lo estaba mirando nerviosamente y estaba sujetando la banda de su mochila con demasiada fuerza. Sin embargo, le sonrió cuando Nathan unió sus miradas. "Hola, Nathan." Ojos chocolates lo revisaron de pies a cabeza. "Te ves mucho mejor."

Nathan humedeció sus labios. "Gracias a ti. Mira…" Nathan le echó un vistazo a la enfermería. "¿Ya te ibas?"

Peter negó con su cabeza, jalando su mochila. "No, mi turno apenas comienza en una hora, pero llegué más temprano para… checar la condición de un amigo." Peter se acercó aún más. "¿Isaac Méndez? ¿No sé si lo conoces?"

Claro que Nathan lo conocía. Su rostro había conocido el puño de Nathan íntimamente, en varias ocasiones. "He escuchado de él. El profeta." Nathan alzó su ceja sarcásticamente. Isaac. Peter había cambiado de dirección y ahora IsaacDetente, Nathan. No tienes razón para enojarte. Era su problema si Peter prefería drogadictos.

"¿Estás ocupado?" Nathan podía recordar cómo hacer esto, era como remontarse en una bicicleta. Recuperación espontánea. Nathan había sido un experto en coqueteos y cortejos, alguna vez en su larga vida. Esto era fácil, Nathan sólo tenía que crear un ritmo.

Peter lo contempló un momento, sus ojos profundos analizándolo sin parpadear, por lo que se sintió una eternidad. Nathan no titubeó, ni escapó, esperando que Peter encontrara en su rostro lo que deseara encontrar. Peter negó con su cabeza, otra vez. "No. ¿Por qué?" Su expresión se relajó después de aquel episodio. Calidez volvió a filtrarse por sus hermosos ojos, y parecían brillar con emoción. Nathan no pudo comerse su tonta sonrisa recíproca, porque demonios, Peter lucía tan inocente—Le recordaba a sus hijos. Cuando habían tenido la acostumbre de ver a Nathan en el rango de superhéroe.

"Me preguntaba sí… ¿podrías estar interesado en tomar un café conmigo?" Nathan sabía que le debía un vuelo a Peter. Pero, Nathan no podría cumplir con esa promesa. Un café tendría que ser suficiente.

Peter sonrió de la misma manera que Nathan recordaba de su primer encuentro. "Estaría más que interesado, Nathan." Un leve tono rosa lleno sus pálidas mejillas y Nathan tuvo que hacer puño sus manos, para evitar querer acariciar esa piel que lucía tan tersa. "Sería un placer."

Quince minutos después, estaban tomando asiento en la cafetería, uno frente a otro. Peter acomodó su mochila en el piso. "No creas que no estoy molesto porque me has estado evadiendo." Peter dijo, sin anestesia alguna. Nathan no pudo esconder su mueca. "Me cansé de mandarte decir con Parkman que tenías que dejarme ver tus puntadas."

Nathan frunció su ceño. "Matt nunca mencionó nada." Ese Matt, siempre tan celoso. "Lo siento. Fue sólo que… estuve ocupado." Nathan mintió, rodeando su vaso de plástico con sus manos. Peter le dio un sorbo a su café, nada convencido, pero dejando la mentira pasar. "Mohinder me ayudó con las puntadas. Y la herida está comenzando a cicatrizar. Hiciste un buen trabajo."

"Estaba preocupado, Nathan." Peter confesó tímidamente, viendo la tapa de su vaso. "Apenas cinco días después que te di de alta, escuché que ya estabas volando en el otro lado del mundo, por órdenes de Hiro. Quería matarlo." Nathan sintió una corriente de… algo, algo intenso, recorrer su corazón, al escuchar tanta repulsión en la voz del joven. Repulsión por Hiro.

Nathan agachó su rostro, buscando por esos singulares ojos, y no descansado hasta por fin atraparlos con los suyos. "Estoy bien, en serio. No deberías preocuparte." Entonces, frunció su ceño. Porque Peter en realidad no tenía razón para preocuparse tanto por él. "Apenas me conoces, Peter." Nathan se encogió de hombros. "Ni siquiera conozco tu apellido."

Peter alzó sus cejas. "Deveoux."

Nathan había tenido razón, era francés. Y extrañamente, el apellido resultaba muy conocido para sus oídos. ¿Podría Peter ser pariente de…? "Y en caso de que no lo hayas notado…" Ahora fue Peter el que se encogió de hombros. "Me gustas, Nathan." Su sonrisa se alargó al ver a Nathan ahogarse ligeramente con su café, víctima de su brutal honestidad. "Aunque, me preocupo por todos mis pacientes de igual forma. No me malinterpretes."

Nathan sintió su garganta cerrarse. "Apenas me conoces." Repitió con voz áspera, esta vez, haciendo eco de acusación.

El entrecejo de Peter se retorció. "Y aun así, aquí estamos. Tomando café." Volvió a alzar sus cejas con desafío, provocando a Nathan con un fuego que Nathan encontró refrescante. Todos, hasta Matt, solían lidiar con Nathan como si estuviera hecho de cristal; con pinzas invisibles. "Conociéndonos, ¿cierto?" Y le guiñó su ojo, claramente coqueteando.

Nathan quería retornar el sentimiento, confesar su propia inesperada atracción por Peter, a pesar de sus miedos. Aceptar todas las promesas, que la sensual actitud de Peter, le estaba ofreciendo. Quería poder… llegar a conocer a Peter.

Pero, era demasiado tarde. Tal vez en otra vida. "Quería verte." Nathan liberó, un atadura invisible en su pecho desapareciendo. Peter se acercó más, su cabeza casi chocando con la de Nathan, como si se quisiera perder en él. Nathan bajó su mirada y continuó, atreviéndose. Aventurándose con un poco de honestidad. ¿Qué más daba? Nathan estaría muerto al final de este día. "Desde hace mucho tiempo nadie me había tratado como un ser humano normal. No como una bomba, a punto de explotar con la palabra equivocada. Quería agradecértelo. Si eres la última persona que veré, estoy contento que hayas sido tú."

El efecto fue instantáneo, toda luz de la expresión facial de Peter se apagó. Todo color pareció palidecer. Nathan torció su boca en una pobre imitación de una sonrisa, sospechando que estaba sonando como un lunático. Justamente, como no deseaba que Peter lo percibiera. Dios, ¿qué estaba Nathan haciendo?

"¿De qué hablas?" Peter murmuró, sus ojos nunca separándose de Nathan. "¿Qué… qué vas a hacer?" Miedo comenzó a llenar esa gentil voz. "Nathan…"

Nathan empujó su café a un lado, sólo para poder hacer algo con sus manos. "Hay algo que debo hacer en un par de horas. Y las probabilidades de que sobreviva son muy insignificantes."

"¿Una nueva misión? ¿Qué vas a hacer?"

Nathan tomó una mano de Peter y absorbió la suave textura por un instante, una extraña satisfacción floreciendo en su pecho, al sentir los dedos de Peter tratando de entrelazarse con los suyos. Nathan no lo permitió, temiendo que si sus manos se unían Nathan no podría irse jamás. Soltó la mano tan rápido como la había capturado y se puso de pie, evadiendo todos los intentos de Peter de sujetar sus brazos. De detenerlo.

"Fue un placer conocerte, Peter. Siento que no podré llevarte a volar como te lo había prometido." Trató de hacer su escape inmediato, dándose la media vuelta sin mirar atrás, pero no había contado con que Peter era tan terco como Nathan. Apenas llegando a la salida de la cafetería, una mano giró su hombro, ojos llenos de pánico demandando por respuestas.

"¡Espera un minuto! Nathan, ¿qué demonios vas a hacer? ¿Por qué... me estás diciendo esto?" Peter lucía tan sensible, tan asustado por el bienestar de Nathan que Nathan no pudo frenarse esta vez, consciente de que no volvería a ver a este hermoso joven.

Tomó el rostro de Peter entre sus manos y lo besó.

Atrapó sus labios con sabor a cafeína. Abrió su boca, cuando la lengua de Peter lo aceptó sin duda alguna, buscando refugio en su boca. Nathan cambió su ángulo de manera experta y permitió que sus lenguas se conocieran, sintiendo el gemido de Peter hasta la punta de sus dedos. El beso fue rápido, algo brutal y libre de finesa. Fue desesperado, un último contacto humano. Nathan lo rompió con una última caricia contra el paladar de Peter, con un fuerte mordida en el labio superior del joven—porque no pudo evitar las ansías de marcarlo—y siguió con su camino, dejando a Peter, sin una palabra más.

Peter no intentó detenerlo esta vez.


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La primera vez que Sylar había secuestrado a Nathan, se habían recientemente cumplido cinco semanas desde de la bomba en Plaza Kirby.

Había escogido violar su mente, en lugar de su cuerpo.

Lo había clavado contra el piso de su propio departamento con su telekinesis y había retorcido un agonizante camino a través de los tantos laberintos que existían en la mente de Nathan. Había invadido recuerdos, y había destruido muchos que no habían sido de su agrado. Había besado los gritos de Nathan con sangre en sus labios, sus ojos blancos con concentración, rompiendo con la cordura de su presa, tal cuerda de una guitarra. Una por una.

Nathan Petrelli, Candidato al Congreso, había sido destruido aquella noche.

Sylar había disfrutado los intentos de Nathan por tragarse sus gritos, había pensado que eran adorables. Y sólo por eso, Sylar se había introducido al pasillo más íntimo de sus recuerdos y lo había transgredido hasta añicos. Había desconectado su mente de su cuerpo, lo había convertido en un vegetal, y Nathan no había podido defenderse, por más fuerte que había gritado dentro de su cabeza.

Orgullo, dedicación, convicción, pasión, odio, admiración, terror, sus valores con los que había sido criado, su primer beso, la primera vez que había tenido sexo, cuando sus gemelos habían nacidos, cuando se había casado con Heidi, la primera vez que había sentido amor, la última vez que había sentido amor—todo había estado a punto de ser borrado por Sylar, con tan sólo tronar sus dedos. Sylar había odiado a Heidi, había odiado a sus hijos, había odiado las ambiciones de Nathan y su carrera como Senador: así que se había deshecho de aquellas pequeñeces. Había torcido recuerdos y mutilado memorias.

Sylar había codiciado a Nathan para sí solo, había querido sólo su nombre dentro de su cabeza, había querido plantar su semilla dentro de Nathan, para que la próxima vez Nathan, en lugar de resistirse, recibiera el abuso de Sylar con miles de ansías.

Matt lo había salvado en aquella ocasión. O por lo menos, había interrumpido a Sylar, antes de que terminara con su trabajo de re-fabricar a Nathan.

Nathan había durado quince días en coma. Y solamente había logrado despertar porque Sylar lo había deseado, el manto invisible de su presencia alcanzándolo a pesar de los kilómetros entre los dos. Nathan había despertado sintiéndose un títere sin cuerdas. Había corrido a Hedi y a sus hijos de su vida. Había renunciado a su candidatura. Había mandado al diablo a su madre y a sus planes de incluirlo en la infraestructura de La Compañía ("Después de haber arruinado mis planes, es lo menos que podrías hacer, Nathan. ¿Qué haces todo el día, aparte de aullarle a la luna?"), y en un intento desesperado por prevenir que Sylar abusara a otros de la misma manera, había llamado una conferencia de prensa.

Había recibido tres balazos en su pecho como recompensa. El mensaje claro. ("Deja ir esto, hijo mío.) Claire había donado su sangre y cinco horas después, Nathan había despertado en la recámara de Matt y Mohinder, vencido y tan, tan cansado.

Pero, aun así, había seguido adelante. Había seguido con su vida. Esperando.

Por venganza.

La segunda vez que Sylar lo había secuestrado… todo había sido mucho peor.

A comparación con la violación de su mente, esta violación mostró ser cien veces más humillante. Su propio cuerpo lo había traicionado.

Había recibido las caricias de Sylar con mínimos escalofríos y cuando el dolor había llegado, una violeta embestida matándolo lentamente, Nathan lo había recibido. Porque el dolor le había recordado que todavía seguía vivo.

Y Nathan no había querido morir hasta a ver cumplidos tres importantes metas que había tenido marcadas: Ayudar a Hiro a crear una defensa contra La Compañía; conocer a su nieto, quien en aquel entonces había tenido dos meses en el vientre de Claire; y volver a encontrar a aquel joven, al cual Nathan había salvado de explotar sobre Nueva York; un joven que había brillado como una estrella en sus brazos, mientras Nathan lo había volado a los cielos. Un joven desconocido, que aunque Nathan sabía que había sobrevivido la explosión, no le había conocido ni su nombre.

Nadie había venido al rescate en aquella ocasión. Sylar había tomado lo que había deseado y se había marchado con una enferma parodia de un beso, susurrando sobre como extrañaría a Nathan, sobre qué tan perfecto se había sentido su cuerpo contra el suyo—y Nathan había sido abandonado sobre su propia cama, inerte, su mente apagada, así como sus emociones.

Peter era la primera persona que Nathan había besado en cuatro años. Simplemente, porque había deseado hacerlo. Porque Peter lo hacía olvidar el vacío que Sylar había dejado en su ser. Porque le había recordado a supernovas.


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Continuará…

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