Prólogo: Don't Stop Believing
Las palabras de su última conversación seguían dando vueltas en su cabeza, como una violenta tormenta eléctrica que la perseguía donde quiera que fuese desde aquél encuentro final en el que la había perdido.
"No quiero volver a verte nunca más…
… Eres lo peor que me ha pasado en la vida…
… Lo has estropeado todo…
… Te odio, Berry…"
La odiaba. Ella la odiaba. Y no se podía decir que no tuviese motivos para hacerlo. Le había robado a su novio, a su hija y sus consiguientes ganas de vivir. Y no era sólo eso lo que la angustiaba mientras arrastraba su maleta rosa por la terminal del aeropuerto de Ohio, con una etiquetita que rezaba "Rachel Berry" rodeada de brillantes estrellas adhesivas. Lo había perdido todo.
Llevaba todo el curso esperando el momento en el que abandonase por fin el nido para volar lejos, hacia Nueva York, a una nueva vida, un nuevo comienzo, lleno de excitantes sorpresas y emocionantes acontecimientos que vivir en su escalada hacia la cima como estrella de Broadway y le habría gustado dejarlo todo bien atado en Lima antes de irse. Pero nada le había salido como había previsto en un principio: Finn no iba con ella, la había dejado después de enterarse de lo que tuvo con Noah, la mayor parte de los miembros del Glee Club la repudiaban por ser una mentirosa y haber amenazado la estabilidad del coro en sus últimas semanas y Quinn la odiaba. Tal vez, en otra circunstancia no le hubiese importado demasiado aquello último, y sin embargo ahora tenía un nudo en el estómago que la asfixiaba y la inquietaba.
Todo debía haber sido perfecto, sus compañeros deberían haber acudido con ella y con Kurt al aeropuerto, dándoles regalos de despedida y deseándoles la mejor suerte. No obstante, en lugar de embarcarse a un nuevo destino, parecía estar huyendo de todo lo sucedido, y aunque se suponía que no debía mirar atrás, no encontraba forma de dejar de repetirse interiormente la cruel perorata de Fabray, mientras en su cabeza, sus ojos verdes anegados en lágrimas de rabia y de impotencia la miraban con reproche.
- … Combinará perfectamente con el burdeos de mi suéter nuevo ¿No crees? ¿Rachel? ¿Estás escuchando? – Obviamente Kurt se había mostrado muy afectado por lo que le había sucedido a su mejor amiga justo antes del viaje de sus sueños, pero no por ello podía estar menos emocionado por la idea de llegar a Nueva York e instalarse allí para establecerse por fin en el camino idóneo para lograr sus metas. - ¿Sigues pensando en lo de Quinn?
Rachel suspiró profundamente, intentando contener las lágrimas y dirigió una plástica sonrisa al chico que la miraba con el rostro ensombrecido por la preocupación. Era actriz, no le costaba demasiado fingir que estaba bien aunque lo que desease en aquel momento fuese tirarse al suelo y patalear y llorar hasta que ya no le quedasen más lágrimas.
Pero a Kurt no podía engañarle.
- Sé que es una mierda, Rach – Susurró, con cariño. – Pero tienes que quitártelo de la cabeza de una vez. Llevas dos días deprimida por eso. ¿Dónde está la Rachel Berry alegre y positiva, a la que no le basta un buen motivo para hacerla llorar?
Ella agachó la mirada.
- Lo sé Kurt… Es sólo que me siento fatal por irme dejando las cosas tal y como están… - Contestó después de cavilar unos instantes. – Y no es sólo Quinn, también está Finn, Puck, Artie, Santana, Britt… Nadie querrá volver a saber nada de mí.
- ¿Y qué importa eso ahora, pequeña? ¡Nos vamos a Nueva York! – Kurt hizo un gracioso giro sobre sí mismo y finalizó el movimiento extendiendo los brazos en ángulo recto. - ¡La ciudad que nunca duerme! Y tú, querida, vas a ser La Chica de Broadway. Es hora de dar un paso adelante.
Rachel sonrió, visiblemente animada por el entusiasmo de Kurt y entregó su tarjeta de embarque a la azafata de pulcros rizos dorados y uniforme azul marino.
- ¿Rachel Berry? – Preguntó, con una sonrisa amable, mientras hojeaba su pasaporte.
- Rachel Berry. – Contestó, con un tono de voz más parecido al de la chica segura de sí misma y luchadora que siempre había sido. – La Chica de Broadway.
