Hola a todos, yo soy Kitten, y el día de hoy les traigo lo que es la primera parte de mi aporte al reto de San Valentín que las chicas organizaron. Yo inspiré mi historia en el cuento "La Princesa Que Nunca Sonreía". Le dedico esta historia a mi tías Fleur y Bet-chan, a mi querida Madre, Sakura-sama, y a mi madrastra, Yui-sama.

Ni el cuento "La Princesa Que Nunca Sonreia", ni Sword Art Online y sus personajes me pertenecen.

Ahora los dejo para que lean.

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Había una vez, un prospero reino en el cual se encontraba un enorme castillo, perteneciente al Rey y a su Reina. Un día, la Reina dió a luz a una hermosa princesa de piel clara y belleza hechizante, la cuál llamó Asuna, primera de su nombre. La encantadora princesa creció para ser una preciosa dama muy bien portada con todos, incluso con sus sirvientes; aunque a veces podía ser un poco orgullosa y engreída.

Pero había un gran inconveniente con la princesa Asuna; y este era que ella nunca, pero nunca sonreía, ni a sus propios padres, ni a ningun visitante que llegara; ya fuera un mensajero, un soldado o cualquier persona de alta cuna. No sonreía, y mucho menos se daba la libertad de reírse frente a nada ni nadie, por más esfuerzo o empeño que le pusieran a la tarea de hacerla sonreír. Y su naturaleza seria y nunca sonriente le llevaba a los príncipes de reinos cercanos a llegar a la conclusión de que Asuna que era una princesa amargada, y, a ninguno de ellos les interesaba la idea de casarse con una muchacha con semblante siempre serio y actitud desagradable.

Y la Reina Kyouko, en un intento desesperado por casar a su única hija antes de que sobrepasara la edad adecuada, declaró que si un hombre podía hacer que su hermosa hija sonriera, entonces tendría el honor de casarse con ella cuando cumpliera los 15 años.

Y así, docenas de muchachos desde jóvenes hasta adultos, viajaron al reino con la esperanza de hacer que la hermosísima princesa mostrara siquiera la mas pequeña de las sonrisas, pero fue todo en vano, pues la princesa solo dejaba entrever una pequeña mueca aburrida, mientras apoyaba su cabeza en una mano, y soltaba un "Siguiente" en su suave y cantarina voz.

Así era el día a día de la jóven, a excepción de la hora de la comida, y cuando dormía. La fila de pretendientes nunca parecía terminar, pues muchos de ellos pensaban en nuevas tácticas que probar, por lo que volvían a entrar a la línea. Así fue por los primeros seis meses y parecía que así sería por el resto de su juventud. Pero todo eso cambio cuando el llegó y le dió un giro de 360 grados a la vida de la princesa.

OoOoOoOoOoOo Día 1.

Asuna se encontraba sentada en su trono, como siempre, muerta del aburrimiento mientras observaba el bufón de un Duque del reino hacer el ridículo frente a ella.
Ella solo levantó su mano y con el reverso esta contuvo el bostezo que veía venir desde el inicio de la presentación que ante cualquier otro, hubiera parecido un entretenimiento digno, pero frente a los ojos de la princesa, solo era uno de cientos pretendientes, con tácticas ya repetidas incontables veces. Luego de eso, con un giro de su muñeca, ordenó que sus guardias escortaran al duque y a su torpe bufón lejos de su vista, y su joven sirvienta personal hizo pasar a la siguiente persona en fila. Asuna enarcó una ceja. Ya de por sí era raro ver un muchacho de su edad, y mucho mas uno tan corriente. Cabello negro, piel trigueña y vestimenta de plebeyo. Lo único que llamó la atención de la princesa fue el par de orbes color plata que la miraban sin interés alguno, lo cual era infinitamente raro, tratándose de alguien que probablemente pasó días, semanas, quizá incluso meses esperando en una línea solo para obtener la oportunidad de cortejar a la princesa.

–No tengo tiempo para jugar, así que presenta lo que sea que trajiste para poder llamar al siguiente.– Le dijo ella, impaciente, pues el muchacho no parecía traer nada interesante. El enarcó una ceja y solo mostró una sonrisa segura.

–Pues lamento decepcionarle su alteza– Comenzó el, en un tono burlón y sarcástico, que hizo que sus guardias se pusieran en alerta –Pero no vengo aquí a hacerle sonreír o lo que sea que están tratando de hacer todos aquellos que están en fila allá afuera.

–¿Entonces? ¿que más querría un plebeyo insolente como tu, viniendo de tan lejos que se debe encontrar la granja de la que saliste?– Preguntó, comenzando a sentirse en extremo ofendida.

–Vengo a entregarle un mensaje. De uno de los terratenientes de las tierras del este. Lord Kirigaya– Dijo él, entregando el documento a la sirvienta personal de la princesa.

–Elizabeth, leelo en voz alta– Le ordenó la princesa.

–[Estimada Princesa Asuna Yuuki del Reino de Aincrad, Primero que nada, le ofrezco un cordial saludo de mi parte, y una disculpa por tomar parte de su tiempo. Y una vez dicho eso, le escribo esta carta con la esperanza de que comprenda la situación en la que me encuentro. Hace tres semanas vuestros padres me escribieron para pedirme ser vuestro consejero real. Pero en una parte de el trecho hasta la capital del reino, mi esposa y yo hemos contraído una seria enfermedad que nos impidió completar el recorrido, y le ofrezco mis disculpas por estar ausente en estos momentos. Por lo tanto le pido paciencia, pues el médico me ha dicho que a mas tardar, en un año podría curarme. Y por el momento, le he ordenado a mi primogénito, Kazuto Kirigaya, cumplir mis funciones como consejero real en mi ausencia. Sin mas que agregar, me despido. —Minetaka Kirigaya]– Recitó la joven. En respuesta, la princesa pareció pensar con detenimiento.

–Comprendo. Y disculpe la pregunta, pero ¿En donde se encuentra el jóven Kazuto Kirigaya?

–A vuestro servicio, Su Alteza– Respondió el muchacho de vestimentas humildes, hinchándose en una rodilla y bajando su mirada plateada hasta que quedó escondida por los oscuros mechones de su cabello, luego levantó la cabeza y ofreció una sonrisa sincera que por algún motivo, hizo el corazon de la princesa acelerar.

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La princesa se encontraba en sus aposentos, sentada frente a su tocador, peinandose el cabello antes de ir a la cama. Como todas las noches, oyó el sonido de alguien tocando su puerta con delicadeza.

–Pase– Respondió ella con suavidad.

La persona al otro lado de la puerta la abrió, y reveló ser la sirvienta personal de la princesa, Elizabeth. Y luego de una pequeña reverencia, pasó a la habitación, cerrando la puerta atrás de sí con llave. Después de eso, se sento junto a la princesa.

–Sinceramente no se cómo logras no inmutarte frente a todos aquellos actos. Yo siempre estoy que me muero de risa.

–Es solo práctica, Liz. Recuerda que si no lo hago me tendré que casar con algún idiota que solo busca poder y fortuna.– Le respondió su mejor amiga, mostrando una sonrisa pequeña frente a el comportamiento de esta.

–¿Y bien?– Preguntó con una sonrisa indescifrable para la princesa.

–¿Y bien qué?– Le preguntó de vuelta, confundida.

–¿Que opina del joven Kirigaya?– Le preguntó una vez más, de forma de que entendiera.

–¡Liz! Ya te he dicho que no me agradan ninguno de mis pretendientes. Todos tienen algún interés relacionado con la corona y sus tesoros. Además, dudo que dure mucho en su nuevo puesto. Es demasiado joven para dar su consejo a alguien de la realeza. Mis padres pronto lo enviaran de vuelta a su casa por falta de competencia.

–¿Tengo que recordarle que el joven Kirigaya no es un pretendiente suyo? El mismo lo dijo esta mañana "...No vengo aquí a hacerle sonreír o lo que sea que están tratando de hacer todos aquellos que están en fila allá afuera..."– Recitó, casi como de memoria.

–Aún así. No me agrada en lo más mínimo su actitud. Además, ¿no lo viste siquiera? Sus ropas de plebeyo. Alguien de su estatus social debería portar algo más adecuado, sobretodo visitando a la realeza.

–...Lamento recordarle que las afueras del castillo no son muy seguras, pues ladrones aprovechan la fila de hombres adinerados para hacer de las suyas. En realidad me parece muy astuta su idea, pues en caso de que alguien dudara, el solo tenía que responder que era un humilde mensajero.

–…En eso tienes razón Liz. Pero es que hay algo en ese muchacho que me inquieta. Como si no estuviera a salvo wn algún lugar, como si su presencia tuviera un efecto extraño en mi. El desconocer sus motivos me desespera.– Suspiró –A veces quisiera leer los pensamientos de otras personas...

–Lo sé, Asuna, lo sé…

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Hasta ahí voy a dejar la primera parte UwU. Lamento si quedó demasiado corta, pero luego subiré la segunda parte para complementar. Además, hoy también voy a subir otras dos historias por San Valentín, o como le decimos en mi país, El Día Del Amor y La Amistad. Si les gusto, háganme saber. Por favor dejen un review.

¡Nos leemos luego! Bye bye!

~Kitten