No, no soy rubia, tampoco inglesa y mucho menos millonaria, por lo tanto no soy J. K. Rowling y nada de esto me pertenece.
El Juego del Amor
Capítulo Uno.
Las reglas del juego.
Era la tarde del primer viernes del mes. O como ellos la conocían, Tarde de salir con amigos. Harry y Hermione se conocían desde hace catorce años, cuando habían ingresado a la escuela secundaria de su distrito escolar. A Ron lo había conocido Harry, en el segundo semestre de la carrera de Administración. Había congeniado tan bien con él que no pasaron muchos meses antes de que le presentara a "su hermana, Hermione." Ellos dos eran tan cercanos que a Ron le tomó varias semanas descubrir que no eran hermanos en realidad.
Ahora se encontraban en Cabeza de Puerco, su pub favorito de Londres. El local se encontraba a medio camino de la Posada Potter, el hotel propiedad de los padres de Harry (que él se encargaba de dirigir); y de Sortilegios Weasley, una tienda de artículos de broma propiedad de los hermanos mayores de Ron. A la única que le quedaba un poco lejos era a Hermione, pero ella solía decir que valía la pena el tiempo de recorrido por las excelentes hamburguesas que vendían en ese lugar.
—Y este, caballeros, es el punto culmine de mi semana —dijo Hermione, cuando daba la primera mordida a la hamburguesa que el camarero acababa de dejar frente a ella.
—Ya somos dos —contestó Harry, haciendo lo propio.
—Son dos jóvenes en la ciudad más excitante del mundo —exclamó Ron —¿Cómo una hamburguesa es el mejor momento de su semana?
—Dos palabras: lluvia plateada —contestó Harry.
—Creí que la ciudad más excitante del mundo era New York —inquirió Hermione al mismo tiempo.
—No me menciones esa sobrevalorada ciudad —bramó Ron.
—¿Lluvia plateada es código para...? —lo ignoró la chica, volteando a ver a Harry.
—Veteranos, Mione —respondió él —Gente de "la tercera edad". Esta semana tuvimos dos camiones de tours para personas de más de 60 años que llegaron desde Escocia. Estuvieron cuatro días en el hotel.
—Auch —se solidarizó la chica —Eso debió ser...
—Agotador —finalizó Harry por ella.
—Y una excelente excusa para cambiar de tema, señorita —dijo Ron con la boca llena —Aún no has contestado mi pregunta; ¿por qué la hamburguesa es lo mejor de tu semana?
—Mastica, traga y luego hablas, ¡te lo he dicho cien veces! —se quejó Hermione aventándole una servilleta —Se ve asqueroso.
Ron terminó su bocado e hizo el gesto exagerado de tragar antes de volver a insistir. —Es buena evadiendo preguntas, señorita, pero recuerda: seis hermanos —dijo señalándose a sí mismo.
—Está bien, si deben saber… —Hermione hizo un mohín antes de continuar —Creo que Cormac no volverá a llamar.
—¡Págame! —gritó feliz Harry, extendiendo su mano hacia Ron.
—Tenía más fe en él —se quejó el pelirrojo.
Hermione rodó los ojos, mientras concentraba toda su atención de vuelta a la hamburguesa. Quizá si ella fuera otra chica, o si ellos fueran otros chicos, encontraría la manera de sentirse ofendida por el hecho de que hicieran apuestas sobre su vida amorosa. Pero la realidad era qué en su pequeño grupo, eso no era algo inusual. Se tenían tanta confianza los unos a los otros, que cuando alguno de los tres empezaba a salir con alguien, los otros dos rápidamente hacían pronósticos sobre cuando iba a durar la relación. La mayoría eran semanas y normalmente era muy divertido, excepto cuando alguno terminaba con el corazón roto. En esas situaciones, se limitaban a consolarse (y en el caso de Hermione, con Cedric durante en el segundo año de la carrera, a lanzar una bomba fétida dentro del dormitorio del chico a través de la ventana).
—¿Qué fue esta vez? —preguntó Ron.
—No se sabía los nombres de los libros del Antiguo Testamento —contestó Hermione.
—Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deu-tro-no-algo —dijo Harry.
—Deuteronomio —lo corrigió la chica.
—Eso —asintió Harry —Y la única razón por la que tengo idea de que hablas es porque te he escuchado los últimos catorce años.
—¿Y eso fue todo? —dijo incrédulo Ron —¿El pobre chico no se sabe algo tan indispensable para la vida diaria y terminas con él? ¿Por qué tendría que saberlo? ¿No estudia medicina o algo así?
—Veterinaria —dijo Hermione —Y es conocimiento general.
—Seguro —se burlaron ambos de ella.
—Es como si él te preguntara los nombres de los huesos del cuerpo humano —se quejó Ron, pero al ver que Hermione abría la boca se corrigió —Olvídalo, olvídalo. Tu memoria siempre me impresiona.
—Creo que es mi mejor y peor cualidad —suspiró ella.
—Voto por que sea la mejor —dijo Harry —Al menos siempre te da algo interesante de lo que hablar.
—¡Parece que el turno para quejarse acaba de cambiar! —anunció Ron con tono de presentador de televisión —Adelante, compañero, te escuchamos.
—Lo juro, el que creyó que las películas románticas ponían un estándar muy alto para nosotros, no tenía ni idea de la pesadilla que se avecinaba con las novelas juveniles.
—Romilda es adicta a ellas, ¿no? —se rio Hermione.
—Ahora no sólo basta ser guapo y millonario, aparte tienes que "enamorarte" de una chica que cree que tener personalidad es tropezarse con todo —se siguió quejando el chico.
—Y como tú no eres ni lo uno ni lo otro, estás perdido —se burló Ron.
—¡Ey! —Hermione defendió a su amigo.
—No, tiene razón —concordó Harry —O al menos eso es lo que Romilda dijo cuando se dio cuenta que una pequeña posada con quince habitaciones no deja tanto dinero cómo ella imaginó.
—Hablando de eso —dijo Hermione —Creí que tus padres querían agrandarla.
—Construiremos cinco habitaciones más si logramos comprar el terreno de al lado, lo cual veo difícil por el precio que pide la señora Figg.
—Ella los aprecia mucho, sé que encontraran la manera de hacer un buen trato —lo consoló la castaña.
—¡Y la desviadora de temas vuelve a atacar, señoras y señores! —casi gritó Ron, para luego advertirle —No lo vas a lograr —dijo apuntándola con el dedo —Ahora, regresando a lo que hablábamos: ustedes dos deben ser las personas más exigentes que conozco en cuanto a escoger pareja se refiere. —ellos se encogieron de hombros, no negándolo —¿Saben que va a pasar dentro de veinte años si siguen así? Van a tener que recurrir a uno de esos pactos dónde los mejores amigos terminan casados.
Harry y Hermione estallaron en carcajadas nada más oírlo. ¿Cómo era posible que después de siete años de conocerlos Ron pudiera decir algo así, aunque sea en broma? Ellos eran familia. Así lo decidieron cuando tenían doce años, y eran los únicos chicos sin hermanos en su salón. A tan corta edad, decidieron que ser amigos no les bastaba y que desde ese momento siempre estarían ahí el uno para la otra y viceversa.
—No funcionaría —dijo Harry —Ni intentándolo. Me hartaría de su...
—¿Tendencia a ser una sabihonda? —ofreció Hermione. —Al tercer día huiría por la puerta. Además, yo no soportaría...
—¿Mi indecisión? —aportó Harry —Si no hubiera sido por ella y la ayuda de mis padres, aún estaría a las puertas de la Universidad tratando de elegir que estudiar.
—Y terminaste escogiendo la misma profesión que ellos, ¡gran elección! —se burló el pelirrojo.
—Mira quién lo dice, trabajo-en-la-tienda-de-mis-hermanos —lo picó Hermione.
—Es diferente —se defendió Ron —Ellos son el talento, yo soy la parte administrativa.
—Ajá —contestó ella, haciendo un gesto de no creerle nada.
—Tú ni siquiera tienes trabajo —la continuó molestando él.
—¿Cómo no? ¡Todas las semanas corrijo artículos para la editorial! Además, te recuerdo que estudiar, es mi trabajo, Ronald —se exasperó la chica —Literalmente me mantengo a base de las becas que me dan para terminar mi maestría. La cual, cómo sabrás, implica mucho estudio.
—Lo sé, lo sé —concilió Ron —Por eso te admiro, eres súper inteligente, vas a lograr mucho en la vida, todos deberíamos seguir tu ejemplo y blablabla... Momento, ¡no puedo creer que lo hiciste de nuevo! —el chico abrió mucho los ojos, fingiendo estar espantado —¿Por qué hoy estás tan renuente a hablar de tu vida amorosa?
—Creí que con esta última te tenía —gruñó ella —Porque... Cormac dijo algo cuando terminamos.
—¿Le rompemos la cara? —ofreció Harry —Porque si eso quieres sólo dilo y considérala rota.
—No —Hermione sabía que su amigo sólo bromeaba. —Básicamente dijo lo que acaba de mencionar Ron: que cuando tenga cincuenta o sesenta años a los únicos que tendré será a ustedes y estarán ahí por lástima, porque ya se habrán casado y tendrán hijos o nietos y yo... seguiré quejándome de que alguien no se sepa los nombres de los libros del Antiguo Testamento.
—Considérala rota —concretó Ron.
—Sabes que eso es una estupidez, ¿cierto? —dijo Harry, pasando un brazo por los hombros de la chica.
—Lo sé, es sólo que a veces... Temo que pueda ser verdad.
—Nunca —negaron ambos.
—En todo caso seré yo quien termine solo y tú tengas que hospedarme en tu casa por piedad —dijo Harry.
—Tal vez los dos terminemos solos viviendo en una residencia, hablando entre nosotros y criticando a los demás, pero sin entendernos realmente porque olvidamos prender nuestros aparatos de audición —propuso Hermione.
—Totalmente nos veo haciendo eso —contestó Harry y alzó su vaso para brindar con su amiga.
—¿Por qué ustedes nunca lo han intentado? —soltó de sopetón Ron.
—¿Intentar que cosa? —dijo Hermione.
—No te hagas la que no entiendes —bufó él —Salir entre ustedes —dijo con tono obvio. Al no recibir respuesta, continuó hablando —Ya saben: tener citas, tomarse de la mano, caminar abrazados —concluyó haciendo un gesto con la mano para remarcar el hecho de que Harry continuaba con su brazo sobre los hombros de Hermione. —Salir-entre-ustedes.
Ambos amigos continuaron mudos. No era que la idea nunca les hubiera pasado por la cabeza, pero simplemente era tan absurda que siempre la terminaban descartando entre risas. ¿Ellos, siendo una pareja? Habían pasado las horribles etapas de la pubertad, se habían aguantado en la adolescencia, habían superado todo juntos hasta llegar a esta maravillosa y horrenda edad de ser adultos ¿y todo para...?
—Iugh. —exclamó con desagrado Hermione.
—Que linda reacción, Mione, gracias —dijo Harry, pero ella no le hizo caso.
—¿Debo recordarte, Ronald, que te tomó ocho semanas darte cuenta qué Harry y yo no éramos hermanos de verdad? —dijo Hermione.
—No ayudas a tu caso —contestó él —Soy el ser más despistado del planeta, y lo sabes. Además, fui el único que no pensó que ustedes fueran pareja cuando los conocí. Admite que todos lo piensan.
Por segunda vez en la noche, Hermione se quedó muda.
—Supongo que podríamos intentarlo. —susurró pensativo Harry.
—¿¡Qué!? —gritaron los otros dos.
—Sólo para demostrarle que no funcionaría —le explicó Harry a Hermione. —Finjamos que nos acabamos de conocer; la próxima vez que nos veamos, llegaremos y le platicaremos de nosotros. En cuanto oiga nuestras quejas nos dará una fecha de expiración, como siempre hace. Y nosotros "terminaremos" aún más rápido de lo que él diga. Será cómo un juego.
—Un juego que dure un mes —sentenció Ron —El primer viernes del próximo mes, me dirán cómo les ha ido y yo les diré si les veo un futuro juntos o si mejor van escogiendo la residencia a la que irán.
Hermione frunció el entrecejo un momento.
—Un juego... —pensó un momento y después se giró hacia Ron —De acuerdo. Pero que sea nuestro juego —dijo y a ambos les quedó claro que hablaba de las apuestas —¿Qué les parecen cien euros?
—Por cada uno —Ron extendió la mano —Seré doscientos euros más rico.
—Más bien doscientos euros más pobre —dijo Harry, pero antes de que pudiera tomar su mano, el pelirrojo la retiro.
—Pero —dijo el pelirrojo viéndolos seriamente —Tiene que haber reglas.
—¿Qué clase de reglas? —preguntó Hermione con voz cautelosa.
Ron tomó una servilleta y sacó una pluma de su chaqueta. Sin pensarlo demasiado, comenzó a garabatear algo sobre el papel, haciendo una lista:
1. Deben hablar (no sólo mandarse mensajes) todos los días.
2. Dos veces a la semana tienen que tener una cita.
3. No cuenta como cita quedarse en casa de alguno viendo la televisión.
4. Hablarán siempre con la verdad.
5. Antes de que termine el mes, deberán besarse.
Al terminar, les pasó la servilleta y pluma, con la intención que firmaran el acuerdo. Al leer el último punto, Harry se revolvió el cabello y miró a Hermione alzando las cejas, pero ella sin ningún reparo lo tomo por la nuca y lo beso en la mejilla.
—Regla número cinco, cumplida —dijo ella, haciéndose la graciosa.
Ron bufó y recuperando la servilleta, añadió algo al último punto.
5. Antes de que termine el mes, deberán besarse EN-LA-BOCA por lo menos una vez.
Volviéndoles a pasar las cosas, espero a que firmaran.
—¿Estás segura? —dijo Harry, dudando antes de firmar la servilleta.
—Dejémoslo doscientos euros más pobre —contestó ella, estampando su firma.
Al salir del pub, después de haberse despedido de sus amigos, Hermione revisó la hora en su celular mientras esperaba un taxi. Eran las 8:23 pm. Fue ahí cuando cayó en cuenta de que Ron la había metido a ella y a su mejor amigo en lo que podría ser la mejor o peor experiencia de toda su vida, sin mencionar una sola palabra de su propia vida amorosa. ¿Todo había sido una trampa para no hablar de él mismo? ¿Qué estaba ocultando el pelirrojo? La chica reconoció que, aunque ella era buena para evitar temas, el pelirrojo era un verdadero profesional.
"Maldito él y sus seis hermanos" pensó resignada mientras abría la puerta del auto que la llevaría a su hogar.
