DESPUÉS DEL CAPITOLIO:
Katniss estaba sentada en la puerta principal, el piso estaba un poco frío pero no lo suficiente para que buscara un mejor asiento, el clima había estado un poco frío, algunas lluvias junto a un fuerte aire que enfriaban el terreno. A la joven no le molestaba el agua, esas gotas de lluvia eran el principal abono para que toda clase de vegetación creciera en ese árido suelo. Lo que en verdad le molestaba era el frío, ese viento helado que marchitaba los primeros retoños, no le gustaba la nieve, a esa clase de climas era fácil asociarlos con los malos tiempos. Sin embargo ahora su mente no pensaba en eso, en ese momento sólo se concentraba en el joven que intentaba arreglar una flores, las lluvias las mantenían hidratadas, pero el fuerte viento y frío secaban algunos pétalos.
-¿Necesitas ayuda? - preguntó conmovida por los profundos cuidados que le brindaba a las delicadas flores.
-Seguro- Katniss se acercó y comenzó a imitar los cuidados que el joven le dedicaba a la flores. Cubrió sus raíces con un poco más de tierra para que absorbieran agua de lluvia y las despojó de algunos pétalos marchitos. Al final quedaron un poco desnudas -Se supone que queden de esta forma, sólo así podrán florecer de nuevo- aseguró el joven con una sonrisa. Katniss asintió de nuevo y observó las flores durante interminables segundos, le recordaban a Prim, para ser justos no había nada que no le recordara a su pequeña hermana, todos los días pensaba en ella.
-Gracias- siempre que veía ese detalle, terminaba por agradecerle. Las primeras gotas de lluvia comenzaban a caer -Creo que es mejor que entremos- se puso de pie y le ofreció su ayuda a Peeta que tomó su mano en un ligero apretón y que se disponía a soltar pero ella lo retuvo.
-Estaba pensando en hornear un poco de pan- Peeta se encogió los hombros, su mirada se volvió más melancólica, cada uno tenía sus propias cicatrices de su vida pasada y de todo cuanto habían perdido.
-Suena prometedor- la joven se aferró con más fuerza a la terregosa mano del panadero.
…..
La casa entera olía delicioso, un aroma exquisito invadía cada habitación y rincón. En ocasiones Katniss no podía creer que no tuviera que pagar por algo tan delicioso.
-No estoy seguro de que hayan salido muy bien- Peeta siempre decía lo mismo, pero la joven no esperaba ni un poco, aunque acabaran de salir del horno, se lo metía a la boca y terminaba quemándose la lengua- Espera, tienen que enfriarse- pero ya era tarde. Katniss ya devoraba un panecillo.
-Están deliciosos- era lo mejor que había probado, incluso la comida del Capitolio nunca fue tan buena comparada con lo que Peeta era capaz de hacer.
-¿De verdad piensas eso?- el joven la veía divertido y con una ligera sonrisa.
-Podría comer cien de estos- Katniss sabía perfectamente la suerte que tenía, sólo ella era la afortunada de probar algo así. Peeta comió uno y ambos se quedaron ahí, comiendo en silencio mientras una tormenta caía afuera. Sin embargo el ambiente adentro no podía ser más cálido.
-Huele delicioso- anunció una voz que entraba en la casa. Haymitch recién llegaba. Peeta lamentó que el momento que compartían se desvaneciera tan rápido. Entró el mentor y comenzó a comer en seguida.
-No pudiste elegir a nadie mejor, Katniss, no creo que alguien pueda igualar el talento de Peeta como panadero- ya estaban bastante acostumbrados a sus bromas y burlas- En cambio tú, Peeta, tú podrías haber encontrado una joven más vivaz y encantadora- le guiñó un ojo a modo de complicidad y siguió comiendo.
-¿Cuándo te vas, Haymitch?- preguntó molesta Katniss. Algunas ocasiones parecía menos dispuesta a soportar la ironía del mentor. Era comprensible, algunas veces podía ser demasiado crudo.
-Mañana, dulzura. Te dejaré en buenas manos- se rió con su propia broma y se marchó dejando una charco de agua en el suelo, seguramente la tormenta lo había alcanzado. Haymitch iría al antiguo Capitolio, visitaría a Effie y se quedaría un par de semanas por allá . Sería un buen descanso para todos. Había sugerido que lo acompañasen, pero eso de ninguna forma entraba en sus planes, ambos querían apartarse de todo el caos que se desarrollaban en busca de la peleada justicia y democracia. Por lo menos Peeta no tenía intenciones de regresar.
-Me alegra que se vaya- declaró Katniss sin bajar el timbre de su voz.
-Te oí, dulzura- pero Haymitch no parecía nada afectado con la declaración- Quizás Peeta quiera acompañarme y saber de Johanna, supe que eran buenos amigos- pareció ser un chiste muy gracioso porque comenzó a reír con fuerza. Se oía en toda la habitación. La joven mordió con fuerza su panecillo, no estaba feliz de escuchar todo lo que tuviera que decir su mentor.
-Me compadezco de Effie, deber ser un infierno soportarte- Katniss no toleraba que le recordaran lo poco que merecía a Peeta o la lista de admiradoras que lo seguía, ella lo sabía perfectamente y Haymitch también. Aún era un asunto espinoso.
Peeta se quedó en silencio observando la escena medio angustiado medio divertido, de cierta forma era gracioso verla molesta, era la manera que ella tenía de demostrar que algo le importaba; y él le importaba. Las cosas aún eran poco complicadas, ella había asegurado que lo amaba, y le creía, pero no era completamente suya, así como él aún no se entregaba por completo a ella, todavía persistían pesadillas y malos recuerdos entre ambos y tomaría un tiempo poder superarlos. El joven creía que iban por buen camino, los momentos a solas y con cierta complicidad eran cada vez más frecuentes y menos forzados.
-¿Estás bien?- le preguntó cuando notó que Katniss seguía molesta.
-Sí- le dedicó una media sonrisa y para su sorpresa lo abrazó. Se hundió en sus brazos y se quedó allí sin moverse. Eran ese tipo de demostraciones las que formaban las ilusiones de un futuro juntos, de un verdadero futuro, algo que ambos formaran.
-Sabes que Haymitch no habla enserio- aseguró besando su frente- Siempre he creído que no hay nadie más encantadora que tú- la joven en sus brazos comenzó a reir ligeramente y levantó la vista para encontrarse con sus ojos, ese contacto no duró mucho. Katniss pareció arrepentirse de algo y se alejó. -Tienes un poco de…- Peeta señaló su mejilla, tenía un poco de harina.
-¿Qué?- la Vencedora intentó limpiar su rostro pero terminó por esparcir la harina aún más.
-Espera- El panadero se acercó y con extremo cuidado limpió y quitó la harina. Sonrió ante la escena que compartían, parecía tan doméstica. La observó largamente, estaba complacido con el rumbo que tomaban las cosas y para terminar, el final perfecto. Lo besó, se acercó tímidamente y sus labios se unieron en una cálido beso que se prolongó durante varios minutos. Peeta la tomó de la cintura y la acercó más a él, ambos compartían un calor especial por haber estado en la cocina gran parte de la tarde. Le fascinaba cuando era ella quien daba el primer paso, cuando de la nada lo abrazaba o besaba, demostraba cuánto disfrutaba de su compañía y deseaba un poco más algunas veces.
-Tienes un talento para la panadería, Peeta- Regularmente no era muy buena con las palabras, solía decir lo primero que le venía a la cabeza. En especial cuando estaba entre los brazos de ese joven en particular, las ideas se le atoraban en la cabeza. Se sentía ridícula al decir algo así después de compartir semejante beso.
-Algún talento debía tener- sonrió despreocupadamente, pero un tono de tristeza invadió su voz y su mirada pareció ver más allá de ella. Katniss acarició su mejilla suavemente, intentado sacudir cualquier inseguridad que ensombrecia su semblante y opacaba su radiante sonrisa.
-No creo que necesites nada más de lo que ya tienes- lo besó ligeramente y se refugio en sus brazos. Su aroma tan distintivo invadió sus pulmones y sólo entonces pudo relajarse.
….
-Descansa- susurró la voz de Peeta. Ambos estaban recortados en la cama y acobijados con varias mantas, la luz de una vela combatia la oscuridad que amenazaba con rodearlos, una ligera llovizna aún caía constantemente.
Dormían juntos desde hacía varias semanas, no había sido algo que discutieran, una noche Katniss se dio cuenta de que no podría dormir sola y Peeta era el único lugar donde quería estar, era el amuleto contra cualquier pesadilla, no era que él borrara los malos sueños sino que cuando despertaba dejaba todo atrás, sabía que sólo eran pesadillas; solo entonces podía sentir que nadie la cambiaría, que podía volver a ser ella o en todo caso redescubrirse.
-Siempre lo hago, cuando estoy contigo- declaró hundiéndose en sus brazos y cerrando los ojos. Sabía lo difícil que era que le sacaran algunas palabras, por no mencionar una conversación entera; sin embargo últimamente las palabras y charlas casuales salían de su boca de manera involuntaria. Quería hablar con el hombre que la cuidaba y con el que compartía las noches, saber qué era lo que pasaba por su mente con exactitud, qué pensaba de ella y de su relación un tanto confusa, si todavía recordaba su secuestro en el Capitolio y si llegaría a armarla tanto como alguna vez lo hizo. Por primera vez deseaba ser un poco más expresiva o encantadora.
-¡Katniss! - Peeta intentaba despertar a la joven que se movía inquieta y llamaba a su pequeña hermana con desesperación -Katniss, despierta- la joven despertó bañada en sudor y lágrimas.
-¡Prim!- gritó dolorosamente, su mirada confusa se encontró con la suya y después de unos segundos recordó dónde estaba -Es que la extraño tanto- se justificó sin poder reprimir su llanto. El joven la apretó más fuerte contra su pecho, le partía el corazón verla de esa forma, tan dolida y lastimada, con las heridas tan abiertas aún y él sin poder hacer nada. Besó su cabellera y la consoló hasta que el llanto cesó y su respiración se tranquilizó lo suficiente.
-Te traeré un vaso de agua- sugirió sin ninguna otra idea en la cabeza, como si un maldito vaso de agua solucionara su dolor.
-¡No!- Katniss se aferró mas a él- No me dejes sola- pidió con una vocecita temerosa.
-Recuerdo nuestros primeros Juegos juntos- tomó su mano y la besó- Nadie tardó mucho en ver lo valiosa que eras, yo siempre lo supe. Tenías que estar ciego para no ver la fortaleza que había en ti; todos parecían sorprendidos de ver a una voluntaria llegar tan lejos, como si no fuera evidente la llama que te envolvía, supongo que es justo decir que deslumbraste a todos. Recuerdo que pensé que serías completamente inalcanzable, no había forma de que un panadero como yo pudiera conquistarte- sintió que Katniss sonría ligeramente, su respiración se había tranquilizado.
-Me alegra que fueras tú mi compañero durante los dos Juegos. No creo que hubiera sobrevivido sin ti- la joven siempre había pensado en eso. Había estado muy cerca de la muerte y no podía imaginar haber sobrevivido si Peeta no hubiera estado a su lado. Algunas veces sólo hacía falta saber que alguien daría su vida para desear vivir. Después de Prim, después de ella no quedaba casi nadie.
-No fue el escenario más romántico- esa pequeña broma la hizo reír. No creía posible que pudiera reír con algo relacionado a los Juegos, pero allí estaba, en los brazos del hombre con el que había compartido ese infierno y riéndose de los viejos tiempos.
-No creo que hubieras tenido el valor de hablarme de no haber sido elegidos como compañeros- escuchó la risa franca y sincera de Peeta. El ambiente entre ambos no tenía nada de tristeza en esos momentos, quizá un poco de melancolía y diversión.
-Intenté acercarme a ti, pero eras tan difícil- esta vez fue el turno de Katniss de reír. Recordaba haber sido demasiado hostil, no le interesaba tener amigos. Levantó la vista y se encontró con el rostro de Peeta, estaba ligeramente iluminado por la luz de la vela, su sonrisa perfecta y sus luminosos y sinceros ojos resplandecían suavemente. Lo besó con suavidad, era esa sensación tan esperanzadora la que siempre la embargaba cuando estaba con él. El dolor se sentía pasajero y los recuerdos se volvían ligeros y borrosos -Hubiera encontrado la manera de conquistarte- aseguró cuando ese cálido beso terminó.
-¿Cómo hubieras podido hacerlo?- a la joven se le sonrojaron las mejillas. La conversaciones se volvía más íntima y no tenía nada de experiencia en ese terreno.
-Tengo algunos encantos bajo la manga- le guiñó un ojo y Katniss no supo si reír o besarlo por lo encantador que se veía en ese momento, así que hizo ambas. Lo besó de nuevo. Peeta la tomó por la cintura y la colocó sobre él. Tenía razón, sin duda tenía algunos trucos bajo la manga.
A la mañana siguiente, Katniss y Peeta acompañaron a Haymitch a la estación del tren. Ese transporte seguía funcionando y conectaba a todos los distritos, aunque solo pasaba una vez por día. La estación apenas seguía de pie, una estructura dejaba ver lo que había sido antes pero el hollín y las ruinas daban una vista macabra al lugar. El amanecer había sido opacado por unas negras nubes que anunciaban una tormenta. No era la mañana más impresionante.
-Cuídala, Peeta- le pidió el mentor a su compañero. Un ensordecedor trueno sobresalto al pequeño grupo.
-No te preocupes- el joven le dio un fuerte a abrazo, y Katniss pudo notar que el hombre le susurraba algo que dejó confundido al panadero.
-Te veré después, dulzura- también la abrazó. A pesar de las constantes discusiones y el caracter áspero de los dos, la Vencedora sabía del profundo cariño que le tenía. Confiaba en él totalmente.
-Saluda a Effie y trata de no ser un dolor de cabeza- se despidió con una sonrisa justo en el momento en el que el tren llegaba. Siempre puntual. El vencedor subió y antes de cerrarse las puertas, les dio un último saludo de despedida.
Katniss y Peeta observaron el tren desaparecer a gran velocidad. Se quedaron un momento más ahí, parados y esperando que la sensación de vértigo pasara; ese tren siempre los había llevado a malos destinos. La joven sintió que el panadero la tomaba de la mano y la guiaba de vuelta a casa. El camino estaba cada día más verde, las lluvias hacían su trabajo. El lugar parecía más habitable, el bosque comenzaba a extenderse y redecorar el terreno, sin embargo había ciertos lugares a los que no se acercaban, ciertos lugares completamente reducidos a escombros que eran cementerios que El Doce guardaba celosamente.
En ocasiones Katniss se cuestionada el haber vuelto, el distrito no era el mejor lugar para vivir, pero era el único hogar que conocía. El Capitolio era demasiado doloroso para permanecer ahí, el Trece solo había sido un lugar donde la transformaron en el Sinsajo, así que sólo le quedaba su Distrito, alguna vez fue feliz ahí, con su hermana y madre. Sólo tenía que en concentrarse en los buenos momentos, y no era cuando la comida no escaseaba, sino cuando Prim estaba a su lado.
-Lo sé - escuchó la voz de Peeta que la traía de vuelta a la realidad -El Distrito comienza a cambiar-
-En eso pensaba- sonrió ante la acertada predicción del joven. Había demasiados cambios, no sólo en el terreno, sino en ellos. Nunca habría pensado en sostener la mano de Peeta con tanta seguridad y con la necesidad de no soltarlo nunca -No es justo que tú sepas lo que pasa por mi mente y yo no sea capaz de saber lo que pasa por la tuya- declaró confundida. Podía ver a los ojos al panadero durante horas y aún así no saber en lo que pensaba.
-Creí que era bastante obvio- él la veía con esa profunda mirada que la venía cautivado desde hacía algún tiempo. Su corazón se aceleró cuando una idea se le cruzó por la mente e inevitablemente se sonrojó. Seguramente se equivocada.
Terminaron el recorrido sin desviarse ni un poco, no era tiempo de dar un paseo. La tormenta que anunciaba el negro cielo, no tardaría en caer sobre ellos, además la joven tenía ganas de pasar un rato a solas con Peeta. Llegaron justo a tiempo, un relámpago iluminó el negro cielo y el sonido inconfundible de la tormenta acercándose llegó hasta sus oídos.
Entraron en la casa que compartían, Katniss se disponía a quitarse el abrigo cuando recibió la ayuda de Peeta, el Vencedor desabrochó los botones de la prenda con una lentitud que logró despertar los nervios de la chica en llamas, terminó de sacarlo con mucho cuidado y colgarlo. Al final le dedicó una sonrisa completamente inocente. No era posible que no supiera lo que ocasionada en ella. El joven hizo lo mismo con su abrigo y después la observó tranquilamente. Katniss intentó concentrarse y despejar su mente de cualquier otro pensamiento. Se sentó en el sillón y se relajó, Peeta no tardó en acompañarla y pasar su mano por su espalda para acercarla más a él, eso le ocasionó cosquillas.
-No Peeta, por favor- imploroó entre risas. El joven había aprovechado la debilidad de Katniss y ahora la tenía atrapada entre sus brazos. La Vencedora reía como jamás lo había hecho, su vientre dolía y sus ojos lagrimeaban involuntariamente. Era un momento espontáneo que le estaba alegrando el día, sin embargo no podía librarse de las manos de Peeta que estaban justo sobre sus costillas. Se movió inquieta por todo el sillón, intentó salir corriendo, pero lo único que logró fue que Peeta terminara sobre ella, con su rostro frente al suyo y con una gran sonrisa en el rostro.
-Te ves hermosa- aseguró el panadero con esa mirada intensa. Las mejillas de por sí sonrojadas por las carcajadas, se volvieron más rojas al escuchar el halago.
-Gracias- lo besó. Este beso era distinto, era más íntimo con un poco más de necesidad. Katniss sintió la suave lengua de Peeta recorrer la suya. Tímidamente la joven acarició su espalda hasta llegar al borde de la camisa y siguiendo un impulso, comenzó a subirla lentamente. La piel de Peeta estaba caliente, seguía subiendo esa prenda y podía sentir como su pulso comenzaba a salirse de control; llegó hasta el punto de enterrar ligeramente las uñas en su piel para acercarlo más a ella. Su estómago era un cúmulo de sensaciones nuevas, nunca había experimentado la necesidad por un hombre como en ese momento la sentía por el panadero.
Peeta terminó por separarse de sus labios, la joven se desilusionó pero observó con atención sus movimientos. El panadero se quitó la camisa ante sus ojos, dejó al descubierto su pecho y su abdomen. Katniss mordió su labio inferior y se deleito con la vista que le ofrecían, sin duda que él era un joven más que atractivo, era completamente deseable para cualquier mujer. No pudo resistir la tentación de tocarlo, su mano temblorosa llegó hasta su pecho y lo acarició tímidamente, una sensación cálida la recorrió de pies a cabeza, ese pequeño contacto encendía cada sentido. Ahora podía saber lo que pasaba por su mente, sus ojos lo delataban, estaba segura de que ambos querían lo mismo. Tomó su rostro entre sus manos y unió de nuevo sus labios, estaban húmedos y tibios. Se besaron durante largos minutos, profundizaron esa intimidad que los unía. Katniss recorrió su espalda con lentitud, podía sentir sus músculos bien trabajados; sabía que él era un hombre fuerte pero no pensó que ella pudiera disfrutar tanto de ese detalle, hundió las uñas en su espalda y lo invitó a acercarse aún más. Peeta dejó caer un poco de su peso sobre ella y una presión de lo más placentera los invadió, esa cercanía tan íntima, donde sus caderas se encontraban, comenzaba a despertar deseos dormidos.
Katniss sintió como los besos del Vencedor comenzaban a bajar, dejó sus labios y besó sus mejillas, su mentón y llegó hasta su cuello. Su lengua recorría pasionalmente cada centímetro de piel dejando una línea de fuego. Su cuerpo se movía inquieto, sus manos llegaron hasta la cabellera rubia del joven y la despeinaron, sus piernas engancharon la cadera de Peeta y lo acercaron más a su cuerpo, pequeños jadeos de placer se escapaban de sus labios sin poder reprimirlos. Era la primera vez que se sentía tan perdida y lejos de cualquier otro pensamiento que no fuera el hombre que tenía sobre ella, sin embargo estaba preparada para lo ocurriera, y más que estar preparada, ella quería llegar hasta el final. Pero Peeta se detuvo.
-Alguien toca la puerta- dijo jadeante sobre sus labios, tenía los ojos cerrados pero la joven jamás lo había visto tan atractivo.
-¿Qué? - su mente estaba tan perdida que no asimilaba lo que acaba de oír.
-Alguien toca la puerta- repitió él con una ligera sonrisa en los labios. Se comenzaba a dar cuenta de lo que ocasionaba en ella. Se miraron a los ojos esperando que quien fuera que tocara se hubiese ido ante la falta de respuesta. Sin embargo esos golpes se volvieron a oír, esta ocasión Katniss también los escuchó. Peeta se levantó y la joven se sentó intentando regular su acelerada respiración y esperando que lo rojo en sus mejillas se desvaneciera aunque fuera un poco.
-Iré a ver quién es- declaró un poco más tranquila -No te muevas- ese comentario salió involuntariamente.
-No lo haré- dijo Peeta con una gran y confiada sonrisa en su rostro. Katniss lo observó antes de salir salir de la habitación, seguía sin camisa y se veía tremendamente atractivo.
Quien quiera que estuviera afuera, acaba de interrumpirlos y eso irritó a la chica en llamas, nadie podría ser tan inoportuno. Sólo esperaba que no fuera Haymitch porque sin duda que le cerraría la puerta en la nariz sin importarle el diluvio que caía afuera. Abrió la puerta molesta y con el corazón latiendo rápidamente, su cuerpo aún seguía bajo el efecto Peeta, su cabello desordenado y el rostro sonrojado. Pero si en ese momento su pulso estaba acelerado, al abrir la puerta, pareció detenerse por completo, fue un cambio tan súbito que incluso dolió.
-Gale. ..- susurró con una vocecita.
