Derechos: Los personajes le pertenecen a S.M, quien es la que nos hace soñar con cada uno de ellos, cualquier otro personaje que no sea identificado, es totalmente mío, como la historia.
.
Capitulo 1
—¿Y si no me gusta? — pregunto otra vez a mi mamá. Pero ella no se impacienta, como lo hace mi papá. Ella simplemente me acaricia el pelo y sonríe cariñosamente.
Muchas veces he pensado que la odio, pero en momentos como este, me doy cuenta que los sucesos del pasado hablan por mí. Ella está en mi delante, tratando de apaciguar mi ansiedad, regalándome palabras de cariño y alentándome a una aventura; una que yo elegí como regalo de dieciocho años y que me pone los nervios a temblar de miedo.
—Se resuelve fácil. —Reneé se encoje de hombros. Su maravillosa y milagrosa mirada me tranquiliza. —Siempre puedes regresar, cariño. Somos tu familia y estaremos gustosos y felices de tus decisiones, las respetaremos. Y conversaremos acerca de ellas.
Las traicioneras lágrimas quieren escaparse de mis ojos. Nunca me había separado de ellos más de dos días.
—Pero recuerda— papá se aclara la garganta. Pone esa expresión rara que hace con los ojos cuando va a bromear. —Una vez fuera, no se aceptan devoluciones.
Abro los ojos desorbitadamente, fingiendo asombro. Papá ríe y me abraza. Me da un beso en la frente y puedo ver en sus ojos amor, aunque también veo un poco de tristeza y culpa.
—No creas que se libraran fácilmente de mí. Hasta las vacaciones de navidad tienen la casa para ustedes solos.
—Y sabremos aprovechar la oportunidad cariño— mamá alza sus cejas de manera picara que hace a mi padre sonrojar y que el bigote le tiemble.
—Oh, bueno… quizás venga con alguien— guiño un ojo y Charlie se atraganta, intenta frenar la toz, sin embargo, termina con un ataque. Y con mamá golpeándole la espalda. —Eres un exagerado, Charlie— digo acomodando mi bolso sobre el hombro.
Antes que me regañe, o salga con su sermón de que podré llevar a alguien a la casa cuando sea una gran concertista, escuchamos la voz por los parlantes informar acerca del avión que está por despegar hacia New York.
Una sincera sonrisa es lo último que veo mientras camino hacia atrás, despidiéndome de ellos con la mano.
«Bienvenida a la nueva vida. Tú puedes hacerlo, Bella»,me digo a mi misma cuando estoy con el cinturón ajustado
Una azafata pasa revisando a los pasajeros, sonriendo y ayudando cordialmente, y yo solo quiero que se aleje de mi cuando el avión comience a despegar; me pone muy nerviosa con las sacudidas hasta que se estabiliza.
Trato de centrar mi mente en la revista que mamá compró en una isla del aeropuerto, veo el puente de Brooklyn iluminado como portada. La abro y comienzo a ojear sin prestar atención, puesto que la turbulencia de arranque se hace presente. Cierro los ojos fuertemente, mi estómago esta hecho un nudo y los oídos parecen reventar en cualquier momento, la goma de mascar no hace efecto, nunca lo ha hecho, pero había que intentarlo.
Una vez controlado todo, aflojo la revista que esta arrugada gracias a la fuerza de mis manos mezclada con el miedo.
Y no sé si es miedo a lo que pueda encontrar en un país al que nunca he ido.
O por el avión, que en cualquier momento puede ir de picada y caer en medio océano.
De todas maneras, no hay vuelta atrás; desde que recuperé una parte de la movilidad de mi pierna derecha decidí dejar de lado todas las miradas de pena y compasión que últimamente me perseguían.
No me he dado cuenta que llevaba el celular encendido si no es por la canción que cambia trágicamente hacia una alegre. Puedo apostar a ojo cerrado que mi mamá estuvo traveseando en mi playlist, nunca por nunca juntaría a Chopin con un performance de Jazz.
Me saca una sonrisa, solo ella sabe cómo poner el sol en un día nublado.
Quince minutos después, el performance termina, dejándome sumida en el mundo de la inspiración. Algunas notas con las que podría terminar mi obra para la audición llegan a mi cabeza; así que no pierdo tiempo y me dispongo a sacar la partitura que me acompaña desde que la más aclamada carta de aceptación para la audición en Julliard llegó a mi casa. Incluso podría decir que desde antes.
Quiero que sea una obra mixta. Que contenga melodías y ritmos, suaves y modernos. Que sea una mezcla de sentimientos; una montaña rusa que convierta a la gente en seres masoquista que quieran escuchar mi música una y otra vez.
Saco del bolso la portátil y desenrollo el teclado de piano que papá me regaló por mi cumpleaños adelantado. No son las 88 teclas que tiene un piano normal, pero hay 49 y me las puedo arreglar perfectamente.
Conecto los auriculares, el teclado y abro el archivo de mi composición; tiene que ser la mejor, por eso he dedicado cada segundo de mi tiempo libre a investigar, estudiar y componer.
Suelto un gruñido de exasperación cuando al sacar las partituras del bolso, salen volando y se desparraman por el pasillo del avión. Con una media sonrisa de disculpas hacia mi compañera de vuelo, me pongo de pie para recogerlas. Pero unos zapatos de tacón alto aparecen en mi vista, aplastando mis notas.
—¿Podría dejar de pisar esa hoja? — digo entre dientes.
—Lo siento, señorita, he venido a ver si se le ofrece algo— alzo la mirada hacia la mujer que mira rápidamente hacia mi pierna. Gruño y restriego el rostro soltando unos cuantos improperios hacia mi madre que me obligó a comunicarle a la aerolínea que era una persona discapacitada.
-*-NPI-*-
¡Hola! ¿Cómo están? Espero que les haya gustado el comienzo de esta historia, y sé que algunos se han de preguntar qué pasó con las otras, les comento que las voy a terminar, pero pido que me tengan paciencia. Ahora estoy teniendo un poco de espacio en mi horario, así que me van a ver más seguido por aquí.
NPI va a ser actualizada una vez por semana, y si están un poco ansiosos puede que me incentiven con comentarios dejándome amor (y por qué no, odio), y así quizás tengamos capítulos extras de recompensa.
Me despido hasta la próxima semana.
-Mel de Lutz
P.d.: la imagen es un viejo recuerdo que me dejó Marina.
