EL CHICO NUEVO
Part. 1 ¿Todo mal?... Sí.
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Dedicado a Mon. Cupcake por su paciencia con mis entregas.
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El fanart no es de mi propiedad.
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El primer día de clase en una ciudad distinta, en un colegio diferente y con compañeros a los que no has visto nunca siempre es duro, y más aún si es a mitad de curso. Eso debió pensar Jim nada más mudarse.
Una casa más grande, un cargo más importante en el trabajo para su padre... nada que le interesara realmente.
Miró a su alrededor. Nada, sólo más aburrimiento. Faltaba poco para la cena, pero lo suficiente como para poder hacer algo... si es que encontraba algo que hacer.
Un zumbido llegó a sus oídos, un zumbido cercano. - ¡Oh! - exclamó. - Resulta que nuestro vecino tiene abejas en su jardín.
Buscó una piedra para lanzar contra el panal, luego otra... y así pasó un rato, hasta que le interrumpieron con malas formas.
- ¡Ey, tú, niño! ¿Qué crees que estás haciendo? - protestó el dueño de la casa muy alterado.
Jim no contestó. Simplemente dejó caer la piedra que aún sostenía y entró en casa. Pelearse con el vecino de enfrente el primer día no era conveniente, es mejor conocer primero a tus enemigos y darles donde más les duele, pensó para sí.
Primer día de clase. Que nadie te conozca tiene sus ventajas: puedes ser quién tú quieras.
Cuando se levantó, encontró una nota en la mesa de la cocina:
Hemos tenido que salir. Tienes el desayuno preparado y dinero para el bus.
Ni un beso, ni un te queremos... Elevó los hombros, acostumbrado como estaba ya a este tipo de situaciones.
El reloj de la cocina dio las 7. ¡Maldición! ¡Llego tarde!, pensó. Y corrió a la ducha.
En media hora se encontró corriendo por la acera, sorteando peatones, perros y algún hurón. Había salido tarde de casa, y vio marcharse el autobús justo cuando llegaba a la parada. Así que corría, con su paraguas cerrado en una mano y una carpeta en la otra. Tocaron las 8 en el reloj de la puerta del colegio en el momento en que la atravesaba. Buscó su clase. Suerte que estaba cerca de la entrada. Entró sin llamar, fruto de la excitación después de todo el trayecto casi olímpico.
- Y este año no será fácil...- el profesor, supuso por su posición en la clase y su discurso, se volvió tras la brusca entrada. Y todos los demás le imitaron.
Se paró en seco. No podía ser verdad. Si en algún momento pensó que su día no podía ir a peor, se equivocó de pleno.
- Sr. Moriarty, si no me equivoco - comenzó con sorna.
Jim se sintió atacado y se defendió tajante.
- ¿Le picaron las abejas en el trasero, por eso está de pie? - dijo con una sonrisa de medio lado.
Todos rompieron en cuchicheos y risas contagiosas.
- ¡Silencio! - gritó. - Muy bien, caballero. De pie de cara a la pared, hasta que se acabe la hora - le ordenó el profesor, disfrutando del poder del momento.
- Bastardo - espetó Jim al girarse, lo suficientemente alto para que lo escuchara.
- Qué sean dos horas - dijo con el mismo tono, y siguió dando la clase.
Su vecino de enfrente resultó ser también su tutor ¡Qué puntería! Cuando por fin pudo sentarse, se encontraba agotado, pero sin perder la compostura.
Miró su horario: clase de química. Por fin algo entretenido, pensó con una sonrisa de medio lado.
Todavía no conocía las instalaciones, así que siguió a sus compañeros. Se sentó al final del todo, donde no pudieran molestarle, y se dedicó a mirar a través de la ventana, a la nada.
- ¿Está ocupado? - dijo una voz de repente.
Jim se giró, volviendo de su ausencia.
- Lo está por mí - contestó colocando la mochila encima de la silla.
- No puedes ocupar dos sitios - y bajó la mochila para sentarse. - Ah, casi lo olvido. Soy Moran, Sebastian Moran. Pero puedes llamarme Seb – y le ofreció su mano.
- Jim Moriarty, y puedes llamarme Moriarty - respondió apretándosela con fuerza.
La clase transcurrió con algún susto que otro, pequeñas explosiones que no llegaron a más y alguna que otra nube de humo que despertaba temor en unos y entusiasmo en otros.
Ni que decir tiene que Jim y Sebastian pertenecían al segundo grupo.
Ya en el recreo, lejos de juegos infantiles, el interés por el chico nuevo dejó paso a una pequeña trifulca.
- ¿Pero qué se ha creído? ¿De qué va? - se escuchaba en un pequeño corro.
- No podéis cambiar lo que sois, así que aceptadlo y seguid con vuestras vidas - sentenció el joven Jim.
El barullo fue a mayor, y las intenciones de no dejarlo estar se palpaban en el ambiente.
Un brazo salió de entre el resto, cogiendo al agitador por el suyo, alejándolos de la inminente pelea.
- ¿De qué vas, Moran? - dijo un Moriarty bastante enfadado.
- No, de qué vas tú. No puedes poner a la gente a caer de un burro y esperar que no entren al trapo.*
- Lo tenía todo controlado - respondió soltándose bruscamente de su agarre.
- Sí, claro. Por eso iban a lincharte - levantó una ceja.- Desagradecido - masculló, alejándose del lugar.
No volvieron a hablarse en todo el día. Las mesas eran individuales, lo que no facilitaba las cosas, pero podía verse una mirada de soslayo de vez en cuando, fruto de una curiosidad emergente por el otro.
El timbre sonó, poniendo fin a las clases, haciendo que los alumnos salieran como alma que lleva el diablo*.
Jim no tenía prisa por llegar a casa. Su padre nunca estaba, y ahora, con un cargo de mayor responsabilidad, según había oído, consideraba que mucho menos. No tenía hermanos ni más familiares cerca. Sólo le quedaba su madre, mujer devota pero no muy practicante, esposa fiel – en teoría –, sumisa ante muchos ojos, quien le trataba con bipolaridad, en función de su estado de ánimo. Por todo eso y más decidió pasear, con la mochila a la espalda, la carpeta en una mano y el paraguas en otra, parsimoniosamente hasta casa.
Olía a lluvia. Llevaba oliendo todo el día, pero todavía no había caído ni una gota... hasta que estuvo a unos cien metros de la puerta del colegio.
No habría ningún problema. Abriría su paraguas hasta casa y listo. Pero al abrirlo se dio cuenta de lo equivocado que se hallaba: el paraguas estaba roto.
- ¿Pero qué...? - bramó enfadado, empapándose bajo la lluvia, que había acelerado su ritmo.
N/A:
*Poner a caer de un burro: criticar mucho a alguien.
*Entrar al trapo: responder a una provocación de forma irreflexiva dando pie a una disputa.
*Como alma que lleva el diablo: muy muy rápido.
