Los caracteres de House no nos pertenecen (lastimosamente). Tan solo han sido prestados para nuestra diversión.
ULTIMÁTUM
DUDAS
I
Las puertas del ascensor se detuvieron súbitamente cuando un pequeño tapón de caucho se interpuso entre ellas. Las láminas cedieron y el ascensor se abrió de nuevo.
- Discapacitado a bordo, permiso – Fue todo lo que escucharon los ocupantes del ya abarrotado ascensor, mientras un hombre alto, desgarbado y con un bastón en la mano, los aprisionaba a todos a la vez tratando de entrar.
Las puertas del ascensor se cerraron nuevamente pero aprisionaron un morral deportivo que llevaba el hombre del bastón a la espalda.
- Ya saben…cosas del discapacitado- Nuevamente la voz baja del hombre interrumpió el ya molesto aire viciado del ascensor. Se descolgó el morral y mirando a su alrededor, lo colocó casi sobre la cabeza de un chiquillo justo en frente de él, que quedó casi oculto entre la gente y el morral.
- Mamiiii- gimió el niño a la vez que el ascensor por fin se movía.
- Eres un llorón – le murmuró por lo bajo el hombre del bastón.
– Mira – continuó mientras sacudía el morral en la cabeza del chico –desperdicias espacio vertical.- La madre del niño lo miró con ojos penetrantes al tiempo que el timbre avisó la parada y las puertas se abrieron.
El hombre del bastón salió primero, giró la cabeza y miró de reojo al chiquillo.
- Ñoño – dijo, y le sacó la lengua. Cuando la madre, visiblemente enojada, estaba a punto de replicar, el ascensor se cerró y dejó al hombre solo en el corredor.
- Son como pequeñas sanguijuelas – musitó para sí, al tiempo que con su cojeo rítmico llegaba a la puerta de cristal de su oficina en uno de los pisos del Hospital Princeton Plainsboro.
- Hasta cuándo House? – El hombre del bastón levanto la mirada y se encontró con una mujer esbelta, de cabellera oscura, algo alborotada y con una pose de amazona lista para el ataque, que le hablaba desde el centro de la oficina.
- Hola jefecita querida. ¿Cómo estás?- Respondió House. Pasó por su lado como si no existiese y lanzó el morral sobre una silla, pasó a la sala contigua y se dirigió hacia la cafetera.
-Ya ha pasado casi un mes y no encuentras un candidato lo suficientemente bueno para tu equipo- Lisa Cuddy, decana de medicina y directora del hospital, parecía que fuese a estallar en cualquier momento.
-Todo lo que me has traído es muy aburrido – Sentenció House con tono cansino.
- ¿Aburrido? – Cuddy miró a lado y lado y tomó una carpeta de varias que se hallaban apiladas sobre el escritorio
- Te parece aburrido…a ver, treinta y dos años, primero en su clase en Harvard, con una pasantía en oncología en Sloan Kettering, dos años de fellowship en reumatología en Jhon Hopkins, dos artículos publicados en New England Journal of Medicine. Todo un prospecto, muy inteligente y Dios sabe porqué, insiste en querer trabajar contigo.- Cuddy calló, esperando una respuesta.
House sacó un frasco de plástico amarillo del bolsillo de su chaqueta de pana oscura, tomó una pastilla y apresurado se la tragó. Luego sorbió un poco de café de su irreemplazable taza roja. Luego habló lentamente:
- Vaya, creo que ese no lo había leído, pero por lo que me cuentas debe tener una cara de idiota bien peinadito, con una corbata de algún color horrible, casi como las de Chase, o incluso con un chaleco de rombos azules, el orgullo de mamá. Uno de esos nerds insufribles de la preparatoria. – House arrugó la frente, asqueado.
Cuddy miró la foto en el currículum y se encontró con la perfecta descripción que House había hecho. Sacudió la cabeza exasperada. Casi siempre odiaba esa percepción extra-aguda y sobrenatural de House.
- Entonces qué quieres? El peor de la clase o la chica más zorra de la universidad?
- Esa última es muy buena opción, y si tiene antecedentes de tirarse a sus profesores para sacar buenas notas, mejor.
- House, estoy hablando en serio.
- Yo también. Tengo necesidades ¿sabes?
- Pues búscate a las prostitutas que ya conoces.
- Una buena aspirante me vendría muy bien, además si es mi subalterna, me podría ahorrar un buen dinero.
- Cerdo.- Cuddy lo miró fijamente.
- Mira Cuddy, me va mejor con las personas capaces de llevarme la contraria. O si no, míranos. Nuestra relación laboral es muy saludable. Esos sabelotodos come-libros me tendrían tanto miedo que no resultaría siquiera divertido acosarlos. – House hablaba como para sí mismo.
- No todo el mundo tiene algo oscuro que contar, House, y todos estos son buenos elementos. Escoge tres o cuatro o los que quieras, pero ¡ Decídete ya!.
- Y si no lo hago?- House empezó a esgrimir ese tono de niño malcriado que hacía a Cuddy querer arrancarle el bastón de las manos y molerlo a palos.
- Ya sabes, duplico tu trabajo de clínica diario y yo los escojo. Te doy una semana de plazo, ni un minuto más.
Cuddy dio media vuelta y House se quedó observando como la bata blanca se movía con el balancear de las caderas de la decana.
