¡Hola! Jejeje bueno siguiendo el tema de "no tengo inspiración", continúo con las reediciones, ésta vez le tocó a los capítulos que tengo de ~Lazos del Destino~, en el cual, corregí gran parte de los muchos errores ortográficos que tengo, y mucho más con los acentos. Ok, ya mejoré, no tanto pero algo es algo.
Aclaraciones: Saint Seiya ni ninguno de sus personajes me pertenecen, todo es propiedad de Masami Kurumada (Saint Seiya) y Shiori Teshirogi (Saint Seiya The Lost Canvas), editorial Shueisha y el estudio Toei Animation. Yo sólo escribo por mero amor al arte y sin ningún fin lucrativo
~Los verdaderos fans no lucran con el exito de las historias que les gustan~
Agradecimientos del capítulo: La critica de Vickie, .-Hika Sei-., Serket Girgam y ZAFIRO DE GEMINIS
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~Lazos del Destino~
Todos sabían que en la guerra no había ni un pequeño espacio para los sentimientos, los guerreros de ambos bandos solo debían almacenar la fuerza necesaria para ganar el enfrentamiento que se les avecinaba; pero aún así ellos dos desobedecieron esa regla básica, formando un fuerte lazo, el cual ni las mismas Parcas ni el pasar de los años había podido romper
Justo después de que Saori Kido, la reencarnación de Athena venciera a Hades, el rey del Meikai, el Dios más poderoso de todos, Zeus el rey del Trueno, mostrando piedad por todos los guerreros caídos, en esa y las anteriores batallas con Poseidón y Artemisa, ordenó que reviviesen, con la clara condición de que todos los bandos mantuvieran la paz: por el bien de los humanos
De entre todos los Dioses, posiblemente el que más había comprendido el amor y la bondad que profesaba la Diosa de la Sabiduría hacia la Tierra, había sido Hades; había tenido un cambio de actitud hacia los espectros, en el fondo le repugnaba el haber sido débil y dejarse influenciar por los tontos sentimientos humanos, aún así cada que lo recordaba volvía a ser el cruel, duro y estricto Dios de los Muertos
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El Meikai no era precisamente el lugar perfecto para vivir, con las almas en penitencia y el olor a muerte presente a cada momento, pero eso era algo a lo que ya estaban acostumbrados, pues ese había sido el último olor que habían percibido antes de su muerte humana; todos habían aprendido a vivir como los espectros que eran, siendo así los más cómodos los Tres Kyotos, los tres espectros que se caracterizaban por su fuerza y crueldad, pero de ellos sin duda el menos activo y con un deje de melancolía era el Juez de Garuda. Todas las noches tenía un sueño extraño, una mujer de largo cabello oscuro, la cual le sonreía con confianza, si bien, no recordaba haberla visto, pero sentía un horrible vacio en su interior, como si le hubieran arrancado una parte de su ser
–Vaya, por qué tan pensativo– cuestionó Minos acercándosele con una sonrisa burlona
–No es nada, Minos–
–Pff, te pareces a Radamanthys cuando está pensando en Pandora–
–¿En serio?– inquirió repugnado por la comparación, el peliblanco inmediatamente asintió confirmándolo –Realmente hay algo que me incomoda, pero no sé qué es–
–Estúpidos complejos existenciales– comentó el marionetista –Pareces Lune–
–Ya deja de decir idioteces y dime a qué demonios viniste– ordenó mirándolo con malos ojos
–Ya, ya. Hades-sama quiere verte, tiene una supuesta misión para ti– explicó
–¿Una misión?– repitió extrañado
Inmediatamente comenzó a andar en dirección a Giudecca, confundido por lo que le había informado su compañero, recordó vagamente la palabra "paz" saliendo de los labios del Dios del Trueno, le restó importancia aún inquieto por su misión; sin darse cuenta en qué momento ya se encontraba frente a las puertas del recinto del pelinegro
–Hades-sama, soy Aiacos de Garuda– se presentó hincándose frente al gran trono
–Sabes por qué te mandé a llamar, Garuda– cuestionó el Dios
–Minos me dijo que tiene una misión para mí–
–Es cierto, en mi ejército falta un espectro, y quiero que tú vayas a buscarlo–
–¿Un espectro más, quién?–
–La Estrella Celeste de la Soledad– recitó –El espectro de Behemoth– informó, el pelinegro al escuchar dicho título abrió los ojos con desmesura quedándose paralizado, ese extraño sentimiento que yacía reaparecía con mucha más fuerza comenzando a apoderarse de él
–¿Dónde quiere que lo busque?– inquirió después de varios segundos
–Nuestros reportes indican que se encuentra en Inglaterra, muy cerca de la capital– respondió Pandora caminando directamente a un lado del Dios
–Iré enseguida– confirmó levantándose dispuesto a salir del recinto, a pocos metros de la gran puerta la voz del Dios lo hizo detener
–Garuda…–
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A las afueras de la ciudad se alcanzó a vislumbrar la gran construcción con varias cúpulas provenientes de una de las familias más ricas de la zona; la heredera, de largo cabello negro y ojos color rojo carmín se encontraba sentada en su amplia cama leyendo sumamente entretenida uno de los tantos libros de los estantes de su habitación, tenía varios vendajes en el cuerpo, casi un 80% de su cuerpo se hallaba cubierto por las vendas; tan sumergida estaba en su lectura que no escuchaba los sutiles golpes en la puerta
–Ojou-sama, ¿se encuentra bien?– inquirió una voz femenina desde fuera, en ese momento la pelinegra apartó la vista del texto para después dirigirla hacia la puerta de madera
–Pasa– concedió, la puerta se abrió segundos después dando paso a una mujer con la típica vestimenta de la servidumbre de la alta clase
–Ojou-sama, vine a traerle su cena– informó dejándole una bandeja con comida en la mesita de noche a un lado de la cama
–No era necesario que lo hicieras, yo sola podía ir por ella– sonrió levemente
–No, éste es mi trabajo– se excusó –Además, el médico ordenó total reposo–
–Ya lo sé– bufó resignada
–Aún así, Violate-ojousama, ya se ve mucho mejor después del tratamiento–
–Supongo que te lo agradezco, pero eso no quitará éstas cicatrices de mi cuerpo–
–Bien, me retiro– avisó inclinando la cabeza para después irse cerrando la puerta tal y como momentos antes había estado; volvió a abrir el cómodo libro que leía minutos atrás: el Mito Hebreo de la Bestia Behemoth, extrañamente le apasionaban esas lecturas, pero particularmente sentía una conexión especial con él y con el Mito de Garuda
Cerró el libro de golpe recostándose en la cama, de nuevo se sentía mal, al principio se había convencido de que era un secuela de su tratamiento, había sufrido un accidente con su familia y por consecuencia su cuerpo había quedado lleno de cicatrices, pero en medio del delirio causado por uno de los tantos sedantes soñó con un joven de cabello oscuro que la felicitaba, pero estaba segura de algo: jamás lo había visto
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Llegó a la capital del país británico, Londres. Se sintió extraño por no cargar con su pesado Surplice, y en su lugar ir vestido como cualquier civil de 22 años en aquella gran ciudad, rememoró las últimas palabras de Hades: "aquel espectro aún no despertaba en su totalidad, por lo que seguía manteniendo una vida como humano", chasqueó la lengua molesto porque su búsqueda sería más molesta de lo que había pensado
Sonrió altaneramente al ocurrírsele una grandiosa idea, si una pequeña parte ya había despertado tan solo tendría que buscar indicios de cosmos, se concentró en buscar la energía, cuando dio con ella giró hacia la dirección de donde provenía, la gran mansión a las afueras
–Te encontré…– sonrió satisfecho comenzando a caminar con las manos en los bolsillos, una vez que llegó frente a la gran muralla hizo gala de su entrenamiento saltándola con facilidad, siguiendo el rastro de cosmos que había percibido optó por esconderse en la copa de un árbol para vigilar a su presa, afiló la mirada al ver a la mujer que se encontraba recostada
–"¡Ella, es esa mujer!"– pensó alarmado
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Bufó molesta, porque a pesar de haber nacido en una familia de buena clase y con infinidades económicas eso ya no le satisfacía, tener todo con solo chasquear los dedos le aburría de sobremanera, quería emoción, quería peligro, eso que le pedía su espíritu guerrero: ser una dama le incomodaba. Meses atrás, en el accidente que había sufrido, toda su familia había muerto, y solo quedaba ella con la amante de su padre que había trabajado en la casona desde que ella era pequeña, afortunadamente para ella aún seguían las nanas que la habían criado; pero estaba otra cuestión, después de esa terrible volcadura una extraña energía había despertado, si se concentraba lo suficiente podía sentir como fluía por todo su cuerpo: era algo inmenso
–Genial, me duele la cabeza– chistó sobándose suavemente las sienes. Cerró los ojos buscando conciliar el sueño y con suerte apaciguar ese dolor, a los pocos segundos abrió los ojos al sentirse observada por alguien desconocido, miró hacia el árbol que daba a su ventana logrando verlo
–"Es él…"– anotó mentalmente –"¡Ese ese hombre!"–
