"Error de tinta."

Scorpius Malfoy se encontraba sentado frente a la mesita que tenían en el dormitorio. A pesar de estar escribiendo una carta, no se animó a encender la varita y acabar con la penumbra que le impedían ver con claridad, pues la última vez que lo había hecho había terminado con sus tobillos hacia arriba, cortesía de su mejor amigo Albus Potter.

Es así entonces que estaba intentando redactar la respuesta a su otra mejor amiga, Rose. En cualquier otro momento esperaría hasta el día siguiente para contestarle a la pelirroja, pero esta le había exigido que le contestara de inmediato. Y Scorpius sabía que si no cumplía con lo pedido, habría consecuencias. Ahora que lo pensaba, al parecer ninguno de sus amigos no le tenían la paciencia suficiente como para evitar enojarse con él. Entonces antes de enfrentarse a la cólera de su amiga, prefirió escribir a la tenue luz de la luna escondida detrás de un cielo nublado, maldiciendo mentalmente a la lechuza que había tardado tanto en llevarle la carta.

Encontró una pluma sobre la mesa y, tras varios intentos de atinarle, la mojó en el tintero. Palpando el pergamino con sus manos para saber dónde empezaba y donde terminaba, comenzó a garabatear a ciegas intentando no manchar la mesa, a pesar de saber de antemano, que aquello iba a ser un desastre. Confiaba en la habilidad de Rose para entender la carta.

"Para la próxima te mataré, esta lechuza es muy lenta... lamento contestarte tan tarde, o un tanto temprano según como sea la energía de esta lechuza.

Mañana, luego del desayuno, te espero en la Torre del Reloj, hablaremos todo lo que haga falta allí... No quiero dejar nada sin hablar, además... No puedo hacer lo que quiero por carta.

Scorp."

Tuvo la intención de releer lo que había escrito, pero supo que sólo se haría daño la vista al esforzarse. Dejó la pluma a un costado y le pasó la mano por encima al pergamino sin saber muy bien porque, pero se dio cuenta que la tinta todavía estaba húmeda así que sopló un poco la carta para que se secara, lo sacudió otro poco más para luego enrollarlo y atarlo a la pata de la lechuza que lo había estado observando con silenciosa curiosidad. Buen espectáculo, ¿eh?

Se acercó a la ventana para ver como el pajarraco se alejaba dando vertiginosas piruetas. Se puso a pensar en la situación y notó que junto a la ventana se filtraba un poco más de luz que en la mesa en la que había estado escribiendo. Encogiéndose de hombros, se refregó los ojos con los nudillos de su mano, ya que empezaba a sentir como las lagañas se apoderaban de sus ojos.

— ¡MIERDA! —Gritó con todo lo que le daba la voz y doblándose por la cintura para tocarse los pies.

— ¡NO FUE MI CULPA! ¡Una dixie se metió en mi mochila! —Bramó Albus levantándose de un salto de su cama y observando alerta todo el dormitorio, sobresaltado por el grito de su amigo.

Los ojos de Scorpius lagrimeaban por el dolor que le causó el haberse golpeado el dedo meñique del pie con una de las patas de su cama, además el gesto alerta y lo dicho por Albus le parecía bastante divertido. Así que su rostro parecía estar en conflicto: sus labios se curvaban en una sonrisa, por donde salían risas ahogadas, y el ceño fruncido a causa del dolor.

Por la mañana, cuando subieron a desayunar, Scorpius posó su mirada sobre la mesa de Gryffindor para ver si allí se encontraba Rose. Repasó tres veces pero, ante su sorpresa, ella no se encontraba en la larga mesa. ¿Por qué no bajó a desayunar?

Mientras analizaba las posibles respuestas, el rubio seguía comiendo de forma distraída, llevándose el tenedor a la boca sin prestar realmente atención, su mente estaba muy lejos de allí. Comenzó a tantear la mesa en busca de una rebanada de pan, aún cavilando. Apenas fue consciente que Albus le hablaba, hasta que lo escuchó gritar junto a su oído, casi como una bocina.

— ¡MALDITA SEAS MALFOY! —Rugió Albus quitando su mano de la boca de Scorpius de un tirón.

— ¡Potter! —Lo regaña un profesor. Esa era una de los inconvenientes de sentarse en las cercanías de la mesa de los profesores— Cuidadito con las palabras.

'Cuidadito con las palabras' bla, bla, bla. —Farfulla el aludido imitando, en manera de burla, al profesor. Luego se da vuelta con una ceja ligeramente elevada interrogativa dirigida a su amigo—Está bien que tengas hambre, Scor, pero eso no te da derecho a convertirte en caníbal. —Levantó su mano y empezó a moverla a escasos centímetros del rostro del rubio— No puedes comerte mi deliciosa carne, tierna y sabrosa, envuelta en mi exquisita piel suave con aroma a vainilla fresca y brisa de pino en invierno…

—Mmm, sí, creo que voy a ver. —Interrumpió a Albus agarrándole uno de sus dedos y mordiéndoselo— Sí, muy rica… ¡simplemente deliciosa!, Albus, permíteme decirte que tienes el coco fallado. ¡Deja de desvariar, hombre! — Apresurado, agarra la mochila que descasaba a su lado y mira al enrojecido joven— Lo siento, estoy con el tiempo justo. —Suelta unas risas mientras se levanta para esquivar uno de los manotazos que intentaban tomar a Scorpius de la túnica, sin éxito.

Ante una posible persecución, Scorpius corre para alejarse lo más posible, pero cuando gira su cabeza hacia atrás, su amigo no se encontraba persiguiéndolo. Sonriendo ralentiza el paso, debió prever que Albus no lo seguiría, a veces era demasiado holgazán, además que la comida del colegio era la debilidad de su amigo.

El rubio se dirige hasta la torre del reloj, donde había citado a su amiga. En cuanto se hizo la hora en la que debiera llegar la pelirroja, nada sucede. Ella no apareció. Scorpius decidió esperar un momento más, extrañado, ya que una de las virtudes de Rose es su extrema puntualidad. Resignado se marcha a su clase, toma la segunda oportunidad del día para poder hablarle, ya que Slytherin y Gryffindor comparten la primera hora.

Los primeros veinte minutos habían sido normales para tratarse de una clase de Historia de la Magia, hasta que al profesor se le ocurrió nombrar los elfos domésticos. La mirada de Albus y Scorpius se dirigieron instantáneamente a su amiga, que se encontraba sentada delante de ellos. Ella comenzó a protestar sobre lo que el profesor intentaba enseñar sobre estas criaturas, y él iba y venía por el frente de la clase, intentando hacer entender a Rose sobre la esclavitud voluntaria de los elfos domésticos, pero indudablemente la pelirroja no iba a cambiar de opinión respecto a ese tema.

—Pero es una injusticia, Profesor —Opinó La muchacha, acalorada por la discusión.

—Sin embargo, señorita Weasley, a los elfos domésticos le gusta su trabajo, les gusta servir a los magos. —Repuso el profesor con fingida cara de solemnidad y la voz tranquila. Casi parecía aburrido por la discusión.

—Como bien dijo es un trabajo, y según la ética y la lógica, en un trabajo debe ser remunerado... Y que yo sepa, a ningún elfo domestico se le paga por los servicios que brinda... —Contraataco Rose parándose de su banco, haciendo que todos se sorprendieran; ella se trataba de una alumna ejemplar, no era costumbre que se enfrentara a los profesores de tal manera. Algunos de los alumnos de Slytherin dieron un bufido al escuchar que se le debía pagar a un ser inferior por perdonarle la vida. Pero Rose había crecido escuchando a su madre defender a aquellas pequeñas criaturas, no era de extrañar que tuviera la misma postura que ella.

—Lamento cortar nuestra disputa, señorita Weasley, ciertamente, pero necesito dar una clase. —Interrumpe finalmente el profesor, hastiado que la muchacha no se diera por vencida.

—Oh. —Musitó la pelirroja, que al parecer no había notado cuán intensa había sido, por lo cual se sentó en su lugar con la cabeza gacha— Si, lo lamento mucho, Profesor —Se disculpa Rose en un susurro por poco inaudible, se da vuelta para observar la clase, que no quitaba los ojos de encima. Pero, por un momento, fijó su mirada en los brillosos ojos grises de Scorpius.

El corto examen visual de la pelirroja a su amigo transmitía ansiedad, nerviosismo y… ¿vergüenza? ¿Los ojos de Rose destilaban vergüenza? No. No era posible. Scorpius le sonrió de medio lado para intentar tranquilizar a su compañera, pero ella se sonrojó hasta casi alcanzar el intenso color de su enrulado cabello. Algo que terminó de confundir al rubio, aquellas actitudes no eran propias de su amiga.

Apenas toco la hora para salir de la clase, Rose recogió sus cosas con asombrosa rapidez y salió del salón como alma que lleva el diablo, sin siquiera cruzar mirada con Scorpius. Podría arriesgarse a decir que evitaba intercambiar miradas nuevamente.

¿Qué le sucederá?, ¿estará molesta por lo que le dijo este mequetrefe de profesor? Conjeturó Scorpius ante el comportamiento de Rose. Sin querer quedarse con la duda, siguió a la muchacha hasta que ella frenó frente al lago y se sentó dejando escapar un suspiro. Sin dudarlo, se acercó a ella y tomó asiento a su lado, Sin quitar la mirada de ella. Aquella era una buena oportunidad para hablar, Albus no se encontraba cerca, y eso era algo que no se daba tan a menudo.

Casi al instante en que él se sentó, las mejillas de Rose se encendieron y apartó la mirada. Si bien ella deseaba que le confirmara lo que le había escrito en esa extraña carta, sentía siento temor al pensar en enfrentarlo. No era posible que aquello fuera verdad, no quería darle demasiada importancia, pero sí era importante. No quería que la ilusión se terminara tan rápido.

— ¿Qué te sucede, Rose? —Preguntó extrañado el rubio, al verla sonrojarse otra vez— ¿Te molesto el profercista ese?

— ¿Profercista? —Inquirió Rose, frunciendo el ceño ante tan extraña palabra, aun rehuyendo de la mirada del contrario.

—Sí,... Bueno... —Se pasó distraídamente la mano izquierda por su nuca mientras admitía, restándole importancia:— Es la fusión entre profesor y racista. Uhm... ¿Fue eso? ¿Eso es lo que te incomoda?

—No —Negó de inmediato— La... L-la carta. —Balbuceó finalmente, sin ser capaz de decir alguna cosa más coherente.

—De eso mismo quería que hablemos. —Asintió, recordando su falta en la cita de la mañana— ¿Por qué no fuiste a la Torre del Reloj?... Me hiciste esperar, y eso no es propio de ti. —Le reprochó con una sonrisa y un fingido tono de enojo.

—Lo… Lo siento, es que… no sabía si era correcto. —La pelirroja se veía claramente nerviosa por la forma en que movía sus manos y retorcía la correa de su bolso.

¿Correcto?... Pero... —El rubio frunció el ceño, confundido ante la respuesta— ¿Me dices que no es correcto hacer una fiesta para Albus? Podría admitir que tienes un poco de razón, ya que la profesora McGonagall se arrugaría aún más del disgusto, a pesar de que parece poco probable que pueda arrugarse aún más. No creo que le caiga muy bien si se enterara que planeamos entrar al colegio botellas de whisky de fuego, pero no creo que sea para tanto. Quizás algún castigo menor, ¡Pero no es algo como para ir a Azkaban, Rose!

Pero Rose había dejado de escuchar desde que había nombrado la fiesta de Albus. Lentamente, todas las piezas empezaron a encajar en su mente. Realmente había sido una crédula; esa carta, esa estúpida carta, ¿era solo por la maldita y endemoniada fiesta?

— ¡Rose! —Apremió el rubio al ver que su amiga estaba ausente, observándola con extrañeza.

—Espera, Scorpius, espera. —Levantó una mano, gesticulando que dejara que ella hablara. Necesitaba poner las cosas en orden antes de que aquella situación la terminara de encloquecer— Esa carta que me mandaste, en mitad de mi hermoso, irrepetible y majestuoso sueño... ¿Era sólo por la fiesta de Albus? —Preguntó Rose, intentando aclarar sus locas ideas, quizás había entendido mal antes.

—Claro que si... ¿Por qué otra cosa sería? —Asintió— Tú me escribiste para solucionar los problemas que se habían planteado. Además, me pediste que me apresurara con la respuesta.

—Pero... ¡En la carta hablas de otra cosa! —Chilló Rose, desesperada por si hubiera malentendido la borroneada carta, no quería admitir su error. Nunca.

—¿Qué? ¡No! Te escribí que te iba a matar por la hora en que esa inútil lechuza llegó —Juntó sus cejas levemente, intentado recordar el contenido de la dichosa carta, pero tampoco era algo de vida o muerte—, y te citaba a la Torre del Reloj... Y, bueno... eso, creo que nada más.

— ¿Dices que nada más? ¡¿Estás seguro?! —Inquirió Rose, amedrentándolo con la mirada escandalizada que le enviaba.

Asustado por lo alterada que parecía su amiga, él negó silenciosamente con la cabeza. En respuesta, Rose palideció notablemente. Era mejor que aclararan todo, Scorpius necesitaba saber por qué había estado evitándolo, así que bajó la mirada a su bolso y sacó de allí un manchado pergamino. Estiró el pergamino y, luego de darle un último vistazo a su amigo, suspiró para comenzar a leer

"Para la próxima te besaré, esta lechuza es muy linda... lamento contestarte tan tarde, o un tanto temprano según como sea la energía de esta lechuza. Mañana, luego del desayuno, te espero en la Torre del Reloj, aclararemos todo lo que haga falta allí... No quiero dejar nada sin acabar, además... No puedo hacer lo que quiero por carta" —Leyó Rose ruborizándose aún más, avergonzándose por lo que ella había entendido de esa carta. La había leído al menos mil veces, la mitad de ellas para comprender las palabras entre los manchones de tinta, y el resto intentando que su cerebro procesara ese mensaje.

—¡¿Qué?! —Soltó Scorpius arrebatándole la carta de las manos de su acompañante. Releyó las desprolijas letras y no se entendía casi nada, había manchas por todos lados y su caligrafía nunca había sido la más prolija, si tenía que ser sincero. Por eso lo que había leído Rose era lo que se podía leer en los garabatos del pergamino, no podía culparla por haber sacado aquello.

—Lo siento, eso no era lo que quería decirte. Lo lamento, puedo explicártelo... Es que estaba la luz apagada, y no veía bien. Y, bueno... —Sacudió la cabeza, no encontrando las palabras para poder excusarse— ¡No soy ni un murciélago ni un gato! ¡No tengo la habilidad para ver en medio de la oscuridad! A pesar de que lo deseara.

— ¡Eres un rematado idiota, Malfoy! —Le quitó la carta y la hizo un bollo, arrojándola lejos con las facciones inundadas de un enojo irracional— ¡Estuve toda la mañana carcomiéndome la conciencia, pensando el por qué querrías besarme y me vienes a decir que esas cochinas y desgravadas letras dicen otra cosa! No puedo creerlo. —Lo señaló con el dedo índice, picándole el pecho con el— Y debo decirte que debes mejorar tu caligrafía, ¡hasta un niño de tres años escribe con una letra más entendible que tú! ¡¿Por qué no aprendes a escribir?!

— ¡No critiques mi letra! No tienes por qué reprocharme nada, tú no tienes la letra más hermosa de todo el universo. —Frunció el ceño, molesto ante el sermón de su amiga.

— Yo no dije eso. Pero yo no ando mandando cartas que puedan ser fácilmente malinterpretadas. Merlín santo, ¿Cómo iba a saber yo que allí decía otra cosa? ¡Scorpius! ¡Allí no se entendía n...!

— ¡Bueno, si estás tan preocupada porque no te iba a besar…! —Espetó él acercándose precipitadamente a Rose y juntando sus labios con los de ella.

Estaba besándola.

Rose no podría creerlo si no fuera porque podía verlo, tenía su mirada clavada en los ojos cerrados de Scorpius. Su mente quedó en blanco y no pudo pensar en otra cosa que en imitarlo. Cerró sus ojos con delicadeza y correspondió el beso, se dejó llevar por aquel sentimiento que estaba creciendo en su pecho. Aquel beso contenía una dulzura cautelosa, ninguno de los dos sabía cómo habían llegado hasta esa situación, pero sus labios se movían al compás del otro, explotando así miles de sensaciones escondidas, emociones que afloraron con aquella danza liberadora.

Deseaban mantener esa unión por siempre, pero no era posible, así que empezaron a separarse lentamente y fijaron su mirada en el otro, primero en los labios y luego subiendo hasta enfrentar sus ojos, cargadas de oculto deseo.

—Simplemente hubieras encendido la luz. —Murmuró finalmente Rose, rompiendo con el silencio que los envolvía. Lentamente, soltó a Scorpius, que lo había estado sosteniendo por la camisa, arrugándola por la fuerza con la que la había aferrado.

—No. —Negó él mientras una auténtica sonrisa se desplegaba en su rostro— Si hubiera encendido la luz, no estaríamos aquí. Ni siquiera podríamos planear una fiesta para Albus, porque estoy seguro que él hubiera agarrado una silla y me la hubiera partido en la espalda en el mismo momento en que prendiera la luz. —Sonrió ante la risa que logró sacarle a la pelirroja— Sabes cómo es tu primo, si lo despiertas, se vuelve una bestia, un león, digamos. Uhm... —Levantó ambas cejas mientras decía en tono bromista:— quizás sea un animago y nunca se le ocurrió comentárnoslo

La pelirroja negó con la cabeza mientras volvía a reírse ante la barbaridad que había dicho el muchacho. Se acercó, trémula, para afirmar lo que había sucedido antes pero aún no del todo segura de lo que estaba sucediendo. Scorpius sonriendo, disolvió el espacio entre ellos para volver a besarla.

A pesar de haber sido un error, que muchas veces una equivocación cuesta mucho, las consecuencias de este no fueron ni muy severas, ni desagradable. Ambos estaban felices con el resultado.


¡Espero que les guste y recuerden que los reviews siempre son bien recibidos!

Mapple.

Edit: Estoy escribiendo una segunda parte, ya que me han pedido por ella.