Tempestad
Prólogo: Un rescate inesperado
«Al oír la llamada, servimos con presteza, ya que el deber es nuestro escudo, y de forma unánime, pues en la unidad está la fuerza. Juntos buscaremos la iluminación y plantaremos cara a la oscuridad, pues somos la luz del Khala y no debemos fallar. ¡Uhn orokai atum! »
Aquellas fueron las últimas palabras que oyó de su antiguo mentor, su superior y amigo. Todo por culpa de los obstinados terran y los despiadados y repulsivos zerg. ¿Y para qué? Para librar de la infestación alienígena a un mundo limítrofe. Sí, era espléndido y apacible, también era parte de nuestra gloriosa historia… ¿pero merecía aquello las vidas de tantos hermanos templarios?
Pero todo aquello ya no importaba, todos sus hermanos yacían en el rocoso y ensangrentado suelo, desprovistos de cualquier hálito de vida. Sólo quedaba él, y pronto se uniría a sus hermanos caídos. Normalmente las espinas del hidralisco no eran lo suficientemente venenosas como para ser un problema serio, y menos para un protoss de su rango, pero en su actual situación sí que lo eran, y mucho, sus escudos habían caído y prácticamente la totalidad de su armadura había sido disuelta por la bilis, si no lo mataba el veneno, lo haría por la sangre que se le escapaba a través de sus numerosas heridas.
¿Así terminaría toda una vida de servicio? ¿Abandonado en un páramo olvidado?
No había justicia alguna en eso….
Aunque en los sosegados cielos no había ya signo alguno de la aúrea flota protoss pocas personas podrían olvidar fácilmente las gigantescas naves y los veloces cazas que antes lo habían poblado, el siseo de los láseres o el chisporrotear de las tormentas psiónicas. Para que engañarse, estaba aterrada. Había visto la pasmosa facilidad con la que podían destruir un crucero de batalla, ¿qué era para ellos una solitaria medevac en busca de supervivientes? Ni siquiera portaban armas para defenderse, y aún de tenerlas, habrían sido inútiles contra los avanzados escudos protoss.
Su única tripulación era ella, la Sargento Mayor Malen, una experimentada sanadora y una muy competente piloto, y un persecutor bastante dado a las bromas de adultos llamado Tyrus, cabe decir que su compañía no es que fuera la más selecta del sector, ni la más grata, pero salvo cuando empezaba a despotricar sobre el Dominio, los Zerg o lo que le pasara por la cabeza, era mejor que estar sola, al final debía reconocer que hasta lo podía llamar amigo, pese a sus famosos arranques de palabrotas.
Su misión era relativa y aparentemente sencilla, buscar cualquier rezagado o superviviente y llevarlo al Hyperion para recibir atención médica, tras finalizar la tarea podrían descansar ya que serían otros los que se encargarían de ayudar en las tareas de construcción del campamento de refugiados de Ariel, en su opinión ella se había ganado el descanso antes, en el corazón de la batalla.
Por suerte ya casi habían acabado de sobrevolar la zona y no habían visto nada remotamente vivo, lo que no había sido abrasado o volatilizado tenía por lo menos seis u ocho balas en el cuerpo, lo cual en cierto modo la alegraba, al menos volverían pronto a casa….
— ¡Bombón! ¡Ahí hay un protoss vivo!
Al escuchar protoss estuvo tentada de dar la vuelta inmediatamente y huir, pero tenía un deber para con los Asaltantes. Haciendo un esfuerzo tremendo buscó al protoss, rezando por dentro para que sólo fuera una broma del zoquete de Tyrus, pero no fue así. Había un guerrero protoss retorciéndose de dolor en el suelo, parecía estar gravemente herido.
¿Qué hacemos? ¿Lo rematamos? — Dijo esbozando una sonrisa, resultaba obvio que la idea lo complacía.
Pese que a ella no compartía su sed de sangre, tampoco quería mover un dedo por el protoss, muchos hombres honrados y bondadosos habían muerto por su obcecación de purgar el planeta, sería un insulto a su memoria, y ella les debía la vida a aquellos hombres que habían empuñado las armas para defenderlos a todos.
No, lo mejor será que llamemos a Raynor, él nos dirá que hacer.
Y eso hicieron, aunque deseó no haberlo hecho. ¿Atender y recuperar al protoss herido? ¿En qué demonios estaba pensando Raynor? ¡Apenas habían acabado de luchar contra ellos! Confiando en el buen juicio del comandante aterrizó junto al combatiente herido y junto a Tyrus consiguieron subirlo hasta la medevac, estaba notablemente herido y presentaba claros síntomas de emponzoñamiento.
Verlo así hizo reconsiderar su anterior opinión, enemigo u aliado, aquel protoss era una criatura viva, e inteligente, que estaba sufriendo, era su deber médico asistirle, pero por desgracia no tenía ni la menor idea de la fisiología protoss, tendría que esperar a llegar al Hyperion, donde podría consultar los archivos médicos ya que no se atrevía a suministrarle ningún fármaco sin saber que efecto tendría.
No sé porque te preocupas tanto por este cabrón, tendríamos que haberlo matado cuando pudimos, reza porque no despierte hasta que lleguemos al Hyperion.
Debía reconocer que no había pensado en aquella posibilidad, ¿cómo reaccionaría al despertar? ¿Los atacaría? ¿Podrían razonar con él? En cualquier caso era obvio que lo mejor sería despegar de inmediato y volver con la mayor presteza posible a la seguridad que brindaba el Hyperion.
Volvamos rápido entonces pero yo sólo te advierto que desobedecer al jefe no suele ser buena idea… ¡Ah! Y la próxima vez que me llames bombón vuelves a la nave volando tú solito.
Y dicho esto puso rumbo al Hyperion e inició la postcombustión, cuanto antes llegaran, mejor, y no sólo por el protoss sino por las incesantes quejas de Tyrus, que ahora se cebaban con los protoss y todo lo que tuviera que ver con ellos, ¿por qué siempre la tenían que mandar a ella con semejante personaje?.
Dolor. Mucho dolor. Sangre…apestaba a ella. ¿No habría muerto aún?
Aún es pronto para moverse, da gracias a que podido alejarte del filo del abismo.
¿Aquella era una voz…terran? Haciendo un terrible esfuerzo intentó liberarse, pero sin éxito, estaba atado de pies y manos en lo que parecía a todas luces una nave insignia terran, de encontrarse en otra situación se habría mofado de su barbarie pero ahora sólo podía pensar en escapar, en reunirse con sus camaradas, no le agradaba en absoluto la idea de estar atrapado en una nave alienígena, no era la primera vez que osaban experimentar con ellos.
« ¡Libérame, terran! ¡No sabes con qué estás jugando! »— Dijo comunicándose telepáticamente con la terran, podía percibir claramente su miedo y sus intenciones, y sólo por eso le daría la oportunidad de salir viva de esto, parecía ser tan buena persona como podía serlo un terran.
—Sólo cuando sea seguro hacerlo, no tengo nada contra ti pero no quiero acabar muerta justo cuando he acabado de sanarte. — Dijo haciendo acopio de todo su valor, cosa que Taranil, el alto templario herido, admiraba e intrigaba por igual.
« No os haré daño mientras no haya motivos para hacerlo.»— Respondió mientras terminaba de examinar tanto su cuerpo como su mente, a primera vista parecía una hembra terran común, estatura inferior a la suya, facciones y miembros delicados, cabello largo, manos de cinco dedos y sólo un pulgar… Pero su mente poseía cosas que rara vez había percibido en un terran, honestidad, orgullo, honor…resultaba muy interesante.
¿Cómo os llamáis? — Preguntó mientras liberaba de sus ataduras al templario, le temblaban y sudaban las manos, era la primera vez que veía un protoss tan de cerca y su altura, musculatura y su apariencia totalmente….alienígena, la desconcertaba y aterraba por igual.
« Mi nombre es Taranil, de la Casta de los Templarios, es un placer cono….»— Interrumpió el pensamiento al percibir una extraña, y claramente hostil, señal psiónica que se dirigía a toda velocidad hacia ellos, su mente estaba bien protegida…y..¿constreñida?
« ¡Nos atacan! ¡Defiéndete terran!»— Intentó avisar antes de que dos certeros y mortales disparo desgarrasen el aire.
«¡Zira'vek kryor! »
