Sangre de mi Padre

El constante y suave discurrir del agua poseía la invariable capacidad de calmarla como ninguna otra actividad, y por ello era que se deleitaba en largos baños, con el propósito doble de no sólo aplacar el agotamiento, sino también de serenar el espíritu. Era en aquel angosto y acuoso refugio donde más gustaba de meditar y planear su siguiente movimiento, pues su afanada agenda no era en absoluto sencilla, nunca lo había sido.

Tras acabar de deshumedecer su voluptuoso cuerpo, comenzó a disponer sus ardientes cabellos como era costumbre en ella, aquel baño había disimilar al habitual, pues su espíritu seguía desazonado, no había consuelo alguno que encontrar en las prístinas aguas, sólo dolor, pero había tomado una decisión, por fatigosa que resultara. Aquella misma noche, se infiltraría en la mansión de la afamada mansión de los Crownguard, en el mismísimo corazón de Demacia.

No resultaría sencillo, aquello era obvio, aunque las fronteras del bastión de la justicia eran demasiado extensas como para impedir la entrada de un solo y experto asesino, cuyas entradas ya conocía, la mansión era harina de otro costal. Los guardias pertenecían a la más alta élite, la Vanguardia Intrépida, y darles esquinazo requeriría del más preciso y absoluto sigilo. Conocía los riesgos demasiado bien, estaba arriesgando su vida por la más tenue de las esperanzas, pero si aquella era la única forma de salvar a su padre lo haría e incluso aún más, a él se lo debía todo.

Dejó una escueta nota en la que explicaba las razones de su marcha y se marchó del hogar con presteza, sin siquiera detenerse a enjuagar las lágrimas del rostro, pues dejaba atrás a sus seres queridos, y todo cuanto poseía en pos de un destino incierto y ciertamente osado, tanto como azaroso. Portaba consigo los útiles de su oficio y una sucinta faltriquera repleta de monedas de oro, las cuales preferiría no usar, ya que aunque el oro era bien recibido en cualquier rincón de Valoran, la traza podía revelar su lugar de origen, y parte de su misión implicaba pasar cuan desapercibida pudiera.

Había obrado sabiamente al comenzar su periplo amparada bajo el manto lunar, las calles se hallaban desiertas y podía camuflarse fácilmente de los pocos ojos avizores entre las sombras. Una vez fuera de la ciudad las cosas se facilitaron ostensiblemente, la seguridad pasó velozmente de ser laxa a prácticamente inexistente, por lo que se permitió un pequeño descanso, después de todo burlar las defensas de una de las dos principales ciudades estado no era una tarea que quisiera emprender extenuada. Quiso comer pero no se percató que a causa de la celeridad con la que se había marchado, no había traído consigo ninguna clase de suministro. Tendría que hacerlo con el estómago vacío.

Nuevamente se dispuso en marcha, dispuesta a llegar hasta el final. El rumbo estaba claro y su voluntad era firme, daría un leve rodeo para no ser avistada en la Liga, y atravesaría los pantanos de Kaladoun, los cuales resultaban tan intransitables para la gente corriente que se habían convertido en un lugar olvidado y abandonado, sólo la ruina delataba la anterior presencia humana.

Tras avanzar sin demora y despojar a un desafortunado aprendiz de invocador de su montura llegó a las fronteras de Demacia, la cual en los últimos años se había convertido en un impenetrable baluarte, pues había invertido su gran poderío militar en fortificar y proteger, al contrario que su homóloga, Noxus, cuya gran fuerza de invasión era mundialmente temida. Pero por muy altas o anchas que resultaran las murallas, una única persona podría tener éxito donde un ejército no. Fingiendo ser una joven atacada y desvalida, logró no sólo que los guardias le abrieran el paso, sino que también la socorrieran con agua y comida.

Aquella era una farsa que se había visto a obligar a emplear en más de una ocasión, y que, como su experiencia le había enseñado, abría muchas puertas, era una de las numerosas ventajas de su condición femenina, la mayoría de los soldados estaban predispuestos a tomarla por una frágil flor, lo cual era una lástima, porque esta hermosa flor poseía un mortal veneno.

Comparativamente hablando no le costó alcanzar el lugar donde se hallaba la mansión, los demacianos estaban tan confiados y seguros de sí mismos, que sencillamente no contemplaban la idea de que uno de sus enemigos pudiera estar caminando tranquilamente por sus calles. Como le había enseñado su padre una vez cuando era niña, a veces el mejor escondrijo era aquel que se hallaba a la vista de todos. A la Vanguardia no podría engañarla, ni seducirla, por lo que sí tendría que emplear los métodos más convencionales de su vocación, rodeo la mansión con discreción, buscando un punto débil en la intrincada edificación. Un balcón que daba al jardín se presentaba como la oportunidad ideal, ya que la caída era mortal y la lisa pared representaba un obstáculo demasiado complejo como para el asesino convencional, ningún guardia vigilaba aquel muro.

Perfecto.

Con experta pericia introdujo las dagas en los huecos entre las hendiduras de los níveos ladrillos, ascendiendo con sumo cuidado hasta llegar al gran balcón, donde casi cae del asombro. ¡Aquella terraza daba a la habitación del mismísimo Garen! Había cruzado sus hojas contra él en muchas ocasiones, y de hecho, era a quien buscaba, pues aunque irónicamente, aquel hombre que otrora fuera su némesis, era ahora el hilo conductor que precisaba. Aquello aceleraba las cosas, ya que no precisaba encontrarlo, ahora sólo necesitaba que cooperase con ella.

Se acercó con prudencia a la cama donde yacía y lo llamó.

Garen… — Susurró con suavidad y dulzura, quería que su despertar fuera tan apacible como fuera posible, ya que si daba la voz de alarma no tendría por donde huir.

El comandante de la Vanguardia sin embargo no pareció haberla escuchado, hasta que se irguió, aparentemente desnudo, y le contestó con su atronadora y orgullosa voz, la misma esencia de Demacia personificada en un solo hombre.

Tenía mis dudas sobre tus intenciones desde que te oí subir por la pared, pero ningún asesino medianamente inteligente intentaría despertar a su víctima. — Dijo mientras carraspeaba y daba a enseñar su gigantesca espada, la cual había estado oculta en todo momento bajo el lecho. — Dime inmediatamente que te trae aquí, o te arrojaré por dónde has venido. – Prosiguió con adusta severidad.

Aquella era una respuesta muchísimo más favorable de la que esperaba, y agradecía para sus adentros la rectitud demaciana de la que a priori se había mofado. Intentando no prestar atención a su marcada musculatura se fijó en sus enormes ojos y se dirigió a él de la forma más afable y cordial de la que era capaz-

Esto es muy importante Garen, necesito tu ayuda, tienes que escucharme. — Dijo intentando transmitir la severidad del asunto, y para darle énfasis a su declaración, arrojó sus dagas al suelo, fuera de su alcance. – Escúchame, no vengo a combatir contigo. — Terminó, aguardando impaciente su respuesta.

Está bien, te escucharé, Hoja Siniestra, pronúnciate, pero por tu bien más vale que hables la verdad. — Dijo amenazador, aunque ella sabía que sin armadura y adormecido, era sólo una máscara.

Necesito que me lleves antes el príncipe Jarvan, os lo contaré a ambos en privado. Tiene que ver con mi padre, y con Demacia. — Contestó escuetamente, estaba convencida de que su rival recordaba sus aventuras pasadas, aquel era un tema con el cual no estaba dispuesta a jugar.

Porque haré todo lo posible para convencerte. — La sensualidad en su voz debidamente marcada, aunque fuera el Poder de Demacia seguía siendo un hombre, y no le cabía duda de que la encontraba atractiva, sus ojos lo traicionaban.

No hará falta, te creo Katarina. — Mas no bajo la guardia, su vista se perdió y se tornó meditabunda, estaba pensando en algo. — Tenemos mucho que discutir. —

Aquella sería una larga noche.